PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN.
Uno de cada tres europeos tiene sobrepeso o es obeso y es enfermo crónico.
Aunque sea una perogrullada, sin duda es mejor ser joven, saludable, rico e inteligente que viejo, enfermo, pobre y estúpido.
Es obvio que lo segundo define cada vez más a los españoles, a los europeos. Los europeos tienen problemas de sobrepeso y falta de ejercicio. Este ha sido un problema durante muchas décadas, pero las circunstancias se acentuaron con la estafa de COVID19.
Por orden gubernamental se cerraron los gimnasios, las diversas instalaciones deportivas, las piscinas, etc. y, además, se impidió que la gente pudiera salir a caminar. Los diversos gobiernos ordenaron arrestos domiciliarios, todos los ciudadanos debían permanecer en casa, a riesgo de ser detenidos, multados, encarcelados… todos fuimos obligados a permanecer en nuestros domicilios, enmascararnos y acurrucarnos en una esquina para escondernos de un virus loco que -supuestamente- estaba al acecho, esperando cazarnos como a una rata.
Los europeos no solo se vieron obligados a interrumpir todas las actividades de su vida cotidiana, también se les impidió visitar al médico o ingresar en un hospital para recibir atención cuando estaban enfermos.
Es fácil ganar peso, pero difícil perderlo en la actual España, en la Europa de hoy.
Es importante subrayar que, el exceso de muertes atribuidas al COVID y la degradación general de la salud no se debieron al COVID propiamente. El COVID fue sólo una gripe severa que afectó principalmente a personas mayores, gordas y enfermas.
Es más, las acciones que emprendieron los gobiernos mataron a muchas más personas que la tan cacareada plaga, a corto y largo plazo.
La Historia de la Humanidad demuestra que todo, o casi todo, en lo que interviene el gobierno se acaba degradando, corrompiéndose y degenera. Se puede argumentar que el gobierno es, al menos en parte, responsable de la mala salud de los europeos, de los españoles.
Todo empezó en los años 70 del siglo XX, con la invención de la llamada pirámide alimenticia.
Los burócratas les dijeron a los europeos y a los ciudadanos de los demás países occidentales que consumieran muchos granos, generalmente en forma de cereales azucarados para el desayuno y pan blanco. Todo ello muy procesado. En las recomendaciones de los supuestamente «expertos nutricionistas» las frutas y verduras frescas solo desempeñaban un papel menor en la dieta a ingerir.
Fueron muchos los que se lanzaron al negocio fácil de producir alimentos preparados en lugar de frutas y verduras frescas.
Hasta mediados del siglo XX, la mayoría de las mujeres occidentales permanecían en casa, formaban una familia y se dedicaban a criar a sus hijos y hacer de «amas de casa» y cocinaban «desde cero».
Ahora, por el contrario, la mayoría de las mujeres trabajan fuera del hogar. Ya no tienen tiempo para cuidar la casa, ni a los niños y menos todavía cocinar tres comidas al día para la familia. Para cubrir esa carencia surgió la industria de los alimentos preparados, precocinados.
Los alimentos precocinados se procesan, conservan y envasan previamente. Poseen mucho azúcar, grasa, sal e hidratos de carbono. Durante cientos de miles de años de evolución, cuando el hambre era lo común entre los humanos, era rarísimo que el consumo de tales alimentos. Ahora están por todos lados. Y de algún modo, por desgracia, estamos genéticamente programados para buscarlos y consumirlos sin control.
Los alimentos procesados, conservados y envasados tienden a tener muchas calorías y poca fibra y nutrientes.
Sin duda alguna, las grandes concentraciones de población, especialmente en las ciudades, están necesitadas urgentemente de reajustes, acciones que si se realizaran no serían del agrado de muchos. Posiblemente, si se permitiera un mercado de libre competencia, menos regulado, menos intervenido por los gobiernos, que no es el caso, los alimentos serían de mayor calidad y más baratos.
Tenemos un gran problema: Los gobiernos también poseen sobrepeso, se han vuelto tan obesos, o más, que las personas a las que gobiernan y, además, les gusta diseñar la sociedad reuniéndose con los dirigentes de las grandes empresas.
Una consecuencia de la complicidad entre los gobiernos y las grandes empresas es que cuando sus dirigentes necesitan la concesión de licencias, de permisos, de trato de favor o ayudas, están generalmente en una mejor situación para poder conseguirlos obtenerlos mucho más fácilmente que la gente corriente, que el común de los mortales.
Y con más o menos disimulo, o sin recato de clase alguna, los empleados públicos y los cargos electos, acaban siendo generosamente recompensados, con lucrativos trabajos en la empresa privada, con cargos directivos, como asesores, etc. por haberles dado trato de favor a los «empresarios patriotas», a la burguesía amiga.
En la mayor parte del mundo actual, el sueño fascista de Mussolini de un gobierno fuerte, aliado con las grandes empresas, se ha acabado haciendo realidad… El socialismo con el que soñaba Benito Mussolini se ha hecho realidad a escala planetaria, o casi.
Esta complicidad es absolutamente cierta en lo que respecta a las compañías farmacéuticas.
A las personas se las ha manipulado por parte de los medios de información y creadores de opinión, siguiendo los dictados de los diversos gobiernos occidentales y se las ha convencido de que deben confiar en supuestos expertos, en lugar de escuchar a sus cuerpos, explorarlos y dejarse llevar por su experiencia vital o la de sus familias. Cuando alguien tiene la valentía de atreverse a pensar acaba inevitablemente poniendo en duda la autoridad de esos supuestos expertos.
Son muchos, demasiados, los fármacos que poseen efectos secundarios especialmente peligrosos. Un ejemplo de esto son los más de 100 medicamentos psiquiátricos que se supone que alivian las enfermedades mentales. En la mayoría de los casos, solo encubren problemas psíquicos, muchos de los cuales son causados por malos hábitos y alimentación inadecuada. Productos farmacéuticos como Zoloft, Prozac y cientos de antidepresivos y ansiolíticos muy recetados muchas veces convierten a las personas en zombis.
Los españoles, los europeos, los ciudadanos occidentales en general deberían sospechar de estas cuestiones. No es necesario estar medicándose para gozar de salud. Recurrir a un médico es algo que sólo debería hacerse cuando sea realmente necesario. Y, por supuesto, el Estado no debería intervenir, no debería entrometerse en ello.
Y,… ¿Cuál es la alternativa, qué hacer para que las personas puedan contrarrestar esta terrible tendencia y mantenerse físicamente saludables?
Lo primero que ha de dejarse claro, aunque sea una perogrullada, es que hay que acudir al médico cuando uno está enfermo, para restaurar la salud, cuando tiene que hacer frente a una enfermedad aguda o un accidente grave.
El cuidado de la salud es algo que cada cual ha de proporcionarse a sí mismo. El cuerpo es la principal propiedad que uno posee, y sólo nosotros somos responsables de él, de su cuidado, de que tenga una buena vida. El gobierno y las empresas farmacéuticas no son responsables del cuidado de nuestros cuerpos.
David Gómez FUENTE: https://elordenmundial.com/blitz-trump-nombramientos-politica-exterior-estados-unidos/ Los últimos nombramientos en su gabinete reflejan el camino que seguirá…
Fernando del Pino Calvo-Sotelo La estrategia de los promotores del fraude climático es siempre la…
ALEJO VIDAL QUADRAS Los invito a leer el extraordinario discurso pronunciado por el presidente de la…
José María Rotellar El INE publicó hace unos días los datos de avance de la…
Otros símbolos como el arroba, la x y la e tampoco son correctos gramaticalmente para…
Ricardo Ruiz de la Serna Pogromo es una palabra de origen ruso que significa “causar…