ZOÉ VALDÉS

Al parecer los orígenes raciales afectan a la importancia de los crímenes… Depende de la raza de la víctima y de la raza de la persona victimaria…

Lola, niña francesa, doce años, blanca, rubia, torturada, violada, degollada y descuartizada, fue enterrada hace unos días en Francia. Desde varios lugares viajaron numerosas personas (aunque hubieran podido ser más) conmovidas con la tragedia acaecida a esta adolescente, de la que muy pocos hablan y cuyo asesinato casi nadie ha condenado en el mundo, si comparamos con la muerte de George Floyd, adulto negro americano, en Estados Unidos y la repercusión mundial que tuvo.

El caso de Lola me recuerda al de aquel niño asesinado en Barcelona junto a otros transeúntes en el ataque terrorista islamista (2017), o a la de la niña en el paseo de Niza (2016) con su peluche ensangrentado, también bajo el ataque terrorista islamista, cuyas fotos enseguida borraron de todas las plataformas de comunicación y hasta ocultaron sus nombres, muy distinto a lo que se hizo con Aylan, el pequeño niño inmigrante ahogado en una playa, retratado, y divulgada su imagen en todo el planeta. Y es que al parecer los orígenes raciales afectan en importancia los crímenes cometidos. Véase cuando se ocultan los nombres de los criminales cuando son «surgidos de la inmigración», y por el contrario se exponen lo máximo cuando son originarios del país.

Después de que las redes sociales se incendiaran en contra de lo sucedido a Lola, el presidente francés Emmanuel Macron reaccionó y pronunció unas palabras de condolencias dirigidas a la familia. El resto ha sido todo muy pasado por agua, y a las feministas como a la UNICEF tampoco parece importarles demasiado el crimen que acabó con la vida de forma brutal de esta niña francesa llamada Lola.

¿Han leído ustedes su nombre en primera página de los periódicos internacionales como sí leyeron hasta para hacer dulce el del niño árabe Aylan y el del afronorteamericano adulto Floyd? No. Lola era blanca, francesa, su padre es, dicen, portugués, portero de un edificio, y su madre es guardiana también, francesa. A algunos no sólo les da igual, me apuesto hasta que se alegran ante este crimen de odio.

¿Crimen de odio? No, cuidado, ahora les explico mejor. Sería a todas luces el crimen de otra pobre demente, que no sabría muy bien lo que hizo, porque lo que hizo pudiera ser culpa —para colmo— de la madre de Lola, o de su origen social…

En el programa ‘Sept à Huit’ de la cadena televisiva France 1 se describe de tal modo a Lola: «Lola, una pequeña niña detallada por sus allegados como espigada y alegre…», nada más, ahí ya no hay más sobre Lola, o sea, no interesa decir más sobre ella.

Vean ahora cómo se describe en el mismo vídeo a su asesina: «He aquí esa que habría (¿habría?) violado, torturado y matado a Lola, antes de colocar su cuerpo en una maleta, Dahbia, 24 años, una joven mujer en apariencia realizada (épanuie, que también puede querer decir, florecida), anclada en su época (¿puede alguien estar anclado en otra época, si está en sus cabales?). Durante su audición (llaman audición a lo que es un interrogatorio, como si se tratara de participar en The Voice o en algo parecido) la joven mujer va a librar una narración relajada y glacial del suplicio que obligó a padecer a Lola. Reconoce haber conducido e introducido a Lola en el ascensor hasta el apartamento de su hermana, que la aloja de vez en cuando. Dahbia le habría pedido que tomara una ducha antes de abusar de ella sexualmente. Explica haberle encintado el rostro, lo que provocará el deceso de Lola por asfixia. Dahbia cuenta seguidamente haber bebido un café y haber escuchado música antes de trocear el cadáver con un cuchillo… Pero durante varios interrogatorios (¿por qué tantos?) la joven mujer vuelve a sus primeras declaraciones. Dice haber contado un sueño y no la realidad y sostiene propósitos descosidos (o sea, ¿se le interroga tanto hasta oír lo que se desea oír?). Ella se habría batido contra un agresor con un cuchillo, después contra un fantasma. Jura que nunca habría hecho daño a un niño. Entre las informaciones confusas que entrega a los investigadores, evoca una disputa con la madre de Lola, guardiana del inmueble, que le habría negado una llave de entrada (en fin, que si la mató es porque la madre de Lola tiene la culpa, ¡le zumba!). Un móvil irrisorio sobre el cual los investigadores no se detienen privilegiando la tesis de la demencia (ah, claro, demencia, déjenme reírme…). ¿Quién era Dahbia? (¿Era, o es? No es ella la muerta), la presumible asesina de 24 años, aquí filmándose en las redes sociales (imágenes de sus redes sociales). Esta argelina (¿ergo víctima?) llega a Francia en el 2016, con 18 años. Se instala con su madre y sus dos hermanas mayores en este apartamento de Bry-sur-Marne, en región parisiense. En el Liceo se ausenta de las clases y no obtiene su diploma (ah, vaya, ¿de quién es la culpa, de la madre de Lola o de su hermana?). En el curso de ese período a veces ve a Farès, un argelino que había conocido en Argel, su ciudad natal…». Y en seguida, el susodicho Farès, con voz de resaca aguardentosa medio dormido todavía cuenta cómo la criminal era (¿por qué otra vez era, no está viva?) una chica como las otras, genial. etcétera. Entre tanto los padres de Dahbia mueren, ella debe irse de Francia, pues sus padres al parecer no le hicieron los papeles para poder quedarse, y el drama consecuente, o inconsecuente. No sigo porque da dentera, aquí el vídeo.

¿Se dan cuenta ustedes de la indecencia? Tres líneas para describir a Lola, y toda una parrafada en palabras e imágenes a cuál más simpática para lavarle la cara a su asesina. Vergüenza e ira no, lo siguiente… ¿Sería probable que Dahbia, la asesina de Lola, termine en Argel libre de condena alguna? Veremos… Pero nosotros seguiremos recordando a Lola, una niña víctima del odio, y ahora después de muerta de la indiferencia; no hay más.

ZOÉ VALDÉS

FUENTE: https://www.libertaddigital.com/opinion/zoe-valdes/lola-6947304/

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