Carlos X. Blanco
España nació en una Cueva. Una Cueva Santa en la que un puñado de guerreros astures y godos, junto con sus mujeres, resistieron al ejército del mayor imperio de la época, el del imperio mahometano.
Allí fue vencido el ejército sarraceno que, a las órdenes califales -en última instancia- estaba presto a hacer su expedición de castigo a los rebeldes del norte hispano y así garantizar la hegemonía peninsular completa, una operación clave para poder pasar a las antiguas Galias, someter en ellas a los francos y asfixiar la Europa cristiana en pleno. El reino de Toledo había caído, pero el primer reino y la primera nación de España (Asturias) ya se había alzado. Y así vemos como Pelayo, sobre un pavés, reina sobre cristianos no sumisos. A la usanza germánica, un pueblo unido en armas, más unido que nunca lo estuviera con los reyes toledanos, quiso que Pelayo fuera subido sobre un escudo y proclamado “prínceps” de los astures, y de su linaje y del de don Pedro, duque de Cantabria, nacerían los primeros monarcas astures, vale decir, españoles.
Fue en la Cueva de la Santina, la morada donde habitó el numen de la Señora, la Virgen de Covadonga, y también fue el escenario bélico y sacro en que la Providencia quiso salvar a España, rescatándola de la herejía traída por los moros y devolviendo a nuestra gente a la Fe católica, única verdadera. Esa Cueva que casi me vio nacer, y a la que siempre regreso con emoción y fervor, fue el útero que acogió a la nación de los astures de nuevo independiente, tras haber resistido heroica a Roma y a los godos. Y esa nación bien pronto se fundió enriquecedoramente con los hermanos cántabros y godos que quisieron vivir bajo amparo de sus montes y lanzas, dueños de sus vidas y libres bajo el Reino de Cristo. Pelayo fue príncipe siendo servidor del Rey del Universo, Cristo, y de su linaje entrecruzado con el de los godos y cántabros, nace la más Alta Casa de reyes de las Españas. Tengo para mí que el útero (La Santa Cueva) y el embrión (el pequeño reino creado por el rebelde Pelayo) son el anuncio de la Empresa que Dios reservó para las Españas, a saber, crear un Orden de justicia y hermandad católicas -universales-, hacer reflejo aquí en la tierra del Orden divino que a todos nos aguarda. La misma Reconquista iniciada por Pelayo no finalizará en la Toma de Granada de 1492: prosigue en las guerras contra el moro interior (morisco) y el exterior (berberisco norteafricano), contra el turco y sus amigos (el francés), etc. La Reconquista iniciada en Covadonga, en esos montes a caballo entre las antiguas jurisdicciones de los astures y de los cántabros, es una empresa para durar más de mil años, es la forja de las mismas Españas, y prosigue en su guerra contra el Mal en la expansión americana. La Conquista de América es la prolongación de la Reconquista medieval: expulsar al moro al otro lado del mar, y la evangelización de todo hijo de Dios, viva donde viva y sea cual sea el color de su piel.
Marcelo Gullo, el gran Campeón en la guerra contra la Leyenda Negra, ha visitado Covadonga, y ante la Santina y ante nuestro primer rey de Asturias y de las Españas, Pelayo, ha hincado sus rodillas. Hermoso gesto de un hermano, español de Argentina, español de las Américas. El gesto propio de quienes saben ver en ese enclave verdísimo y rocoso, en esas alturas de la España más nórdica, el punto de arranque de una empresa universal, civilizadora. Bramarán los Kamen y los demás autores de quincalla pseudohistórica, escupirá la izquierda “nacionaliega” (nacionalista) contra el primer Rey, contra el rebelde en armas y del lado de Cristo, rebelde que fue don Pelayo. Cambiarán la fiesta del Principado (8 de septiembre, día de la Santina) por cualquier otro día, y esconderán la intercesión mariana y el significado católico de nuestras viejas victorias. Quizá traduzcan el Corán al bable y hablen del Santuario, en un futuro no muy lejano, como de un “espacio de encuentro de culturas” … Todas estas burradas se harán (y ya se hacen), pero el germen de un Imperio de Orden bajo la Ley de Cristo estuvo ahí, en la bienamada Covadonga. Y algunos, a ambos lados del Océano, no lo olvidaremos jamás.
Los Conquistadores de América fueron, en realidad, sus libertadores. Esto es lo que el profesor Gullo defiende con brío y ciencia. Gente de la misma sangre y vocación que Pelayo.
Leamos a Sánchez-Albornoz, y leamos a Gullo Omodeo. Es de sabios saber de dónde venimos y sabio es amar la verdad.
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