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LOS DIRIGENTES SOCIALISTAS Y COMUNISTAS UTILIZAN LA HIPNOSIS PARA ANULAR LA VOLUNTAD DE LAS PERSONAS, Y EN SU PROPIO BENEFICIO (Y no lo afirmamos de forma «metafórica»).

¿De veras los socialistas y comunistas son “amigos” de los pobres,…? Sí, cada vez que llegan al poder consiguen que aumente el número de pobres.

Cuenta la leyenda que, tras la “Revolución de los Claveles” en Portugal (“Revolução dos Cravos”), en la primavera de 1974, tras un levantamiento militar que, puso fin a la dictadura de Marcelo Caetano; uno de los líderes del Movimento das Forças Armadas, Otelo Saraiva de Carvahlo viajó a Estocolmo para reunirse con el primer ministro sueco Olof Palme, el líder ideológico de la socialdemocracia europea.

Durante la visita de Saraiva de Carvalho a Suecia, la televisión sueca organizó un encuentro entre él y Palme para intercambiar ideas.

— ¿Para qué fue la Revolución de los Claveles? –quiso saber el primer ministro sueco.

—Para acabar con los ricos –respondió el militar portugués.

—Fíjese qué curioso –repuso Palme–, aquí, por el contrario, todo lo que hacemos es para acabar con los pobres.

Cualquiera que tenga suficientes conocimientos de psicología del comportamiento humano, sabe que las masas -el pueblo lo llaman los “populistas”- actúan al dictado del poder hipnotizador de las élites y sugestionadas por sus dirigentes, y que, para ello utilizan determinadas palabras y frases tales como “democracia, socialismo, igualdad, libertad…” vocablos que evocan imágenes de situaciones fascinantes. Hablamos de palabras y frases que los lingüistas denominan “términos talismán”.

Entre los principales recursos retóricos empleados por los demagogos y los líderes de los grupos sociales, para lograr que las palabras evoquen significados que, tras apartarse de su verdadero significado, muevan a las multitudes, destacan los tres siguientes:

– la afirmación “libre de todo razonamiento y de toda prueba”;

–  la repetición que, aparte de crear hábitos sociales, impide cualquier clase de deliberación, de debate racional o argumentación;

– y la sugestión o el contagio de emociones y creencias (lo que algunos denominan en la actualidad como “sentimentalismo tóxico”).

Un demagogo es “alguien que le dice cosas falsas a gente que considera idiotas”. Engatusa al personal con actitudes cautivadoras como besar a niños, darse “baños de multitudes”, visitar hasta el último lugar del mapa, abrazar a indigentes y desconocidos, y sobre todo prometer maravillas.

Para que se produzca la divulgación exitosa, la propagación de una determinada corriente de opinión o ideología que, acabe instalándose y consolidándose en un grupo social, en un sector de la sociedad más o menos amplio, se requiere de un líder, pero es imprescindible que se dé un proceso de sugestión, e inevitablemente acabe imponiéndose la hipnosis; de tal manera que le líder adopte el papel de “sugestionador” y los miembros del grupo el rol de “sugestionados”.

Es posible que muchos de quienes hayan llegado hasta aquí, piensen que lo que se está afirmando es de forma metafórica, pero, no; cuando hablamos de sugestionar, nos referimos a hipnotizar en el sentido propio de la palabra, como se verá más adelante.

También es importante destacar que, la acción de sugestionar no es exclusiva y en un solo sentido, del líder hacia los miembros del grupo social, sino que, también se produce una sugestión recíproca entre los miembros que forman parte del grupo.

Quienes de esto saben, los expertos, señalan que, tal como ya indicábamos más arriba, en ese proceso hipnótico debe estar presente como principal ingrediente, el recurso a las emociones, el darle prioridad a los afectos, en detrimento de lo cognitivo, de lo racional. También subrayan los expertos que éste es el único procedimiento posible para que acabe produciendo la sugestión e identificación con los líderes.

En ese proceso en el que los dirigentes socialistas y comunistas utilizan la hipnosis (en lo cual hay que reconocer que son muy hábiles), para anular la voluntad de las personas, buscando exclusivamente su beneficio particular y el de las personas más próximas a ellos, se da otro paso más: se trata de conseguir anular, o al menos hacer que disminuya la conciencia que los individuos tienen de sí mismos, respecto al mundo real, del entorno más próximo en el que viven, de su relación con el entorno y de las personas que forman parte del entorno, de su propio ser como persona, de su conducta, de sus actos, pensamientos y sentimientos, de sus deseos e intereses… y, obviamente, el proceso hipnótico lleva aparejada, también, una disminución de la responsabilidad, en el sentido de hacerse responsable de sus actos y de las consecuencias que sus actos acarreen. Todo ello se verá especialmente disminuido cuando una persona pasa a formar parte de una multitud, de una marabunta ruidosa, una oclocracia tal como la denominaban en la antigua Grecia.

Las multitudes, el gregarismo, el sentirse miembro de una “horda”, da como resultado la disminución de la inteligencia de sus miembros, debido al estado hipnótico colectivo imperante y a que las mentes “inferiores” acaban imponiendo el nivel de inteligencia y de conocimiento al que todos deben someterse.

A poco que uno se acerque a la Historia de la Humanidad, y particularmente la de los últimos siglos, acaba llegando a la conclusión de que, si ha habido una causa determinante, especialmente influyente en las tragedias, maldades, desgracias, genocidios… por los que se han visto afectados millones y millones de seres humanos esa ha sido la estupidez izquierdista. Y lo paradójico del asunto es que todavía las diversas utopías intervencionistas siguen teniendo buena fama y predicamento.

Generalmente tendemos a culpar a la perversidad intencional, a la malicia, a la megalomanía, a la codicia, a la conspiración,… de las malas decisiones que se toman, y de los resultados de las mismas que, por supuesto existen pero, un estudio exhaustivo de la conducta humana nos lleva inevitablemente a la conclusión de que, el origen de los terribles errores que cometen los humanos está en la pura y simple estupidez; estulticia que se ve acentuada debido al estado de sugestión colectiva imperante en las agrupaciones en las que, los líderes recurren a hipnotizar a sus miembros, para anular su voluntad y que sus acciones sirvan sólo a sus intereses; los intereses de los oligarcas y caciques.

Otro aspecto muy importante del estado de sugestión colectiva que, los dirigentes socialistas y comunistas consiguen, recurriendo a la hipnosis, para anular la voluntad de la gente, es que, los vínculos, los lazos que éstos establecen entre ellos y las masas son muy semejante al enamoramiento.

Decía el filósofo español, José Ortega y Gasset que, “el enamoramiento es un estado de enajenación mental transitorio” (claro que, en algunas personas se convierte en crónico). Ni que decir tiene que, cuando una persona se enamora, deja en suspenso su capacidad de raciocinio, totalmente o en parte…

Los lazos que establecen los líderes con los miembros de un grupo hacen que, las víctimas de su acción narcotizante, los vean como personas excepcionales, magníficas, preciosas, el summum de la perfección… y se vean a ellas mismas como modestas e incluso insignificantes. El enamoramiento suele llevar implícito el sacrificio voluntario, la sumisión total (o parcial) del yo, en el que la víctima se borra, deja casi de existir tal cual es de fondo; enamorarse en muchos caso es un acto de apocamiento, de dejar de sentirse plenamente persona, ciudadano y pasar a tener una mentalidad de siervo, de lacayo, de la persona de la que se siente prendado…

Sin duda alguna, no hay gran distancia entre el enamoramiento y la hipnosis; La relación de sumisión, docilidad y ausencia de crítica del hipnotizado, la carencia de opiniones propias, con respecto al hipnotizador es semejante a la que se da entre el enamorado y el objeto de su amor… Cuando los dirigentes izquierdistas logran anular la voluntad de la gente, mediante hipnosis, logran también que, la sociedad esté formada por hombres que son arrastrados tal como zombis, a realizar actividades contrarias a sus intereses reales.

Otra particularidad del proceso que los dirigentes izquierdistas utilizan para anular la voluntad de la gente,  y que es conditio sine qua non, condición imprescindible, para que la hipnosis tenga éxito es que el sugestionado concentre toda su atención sobre el sugestionador, que olvide todo lo que sucede alrededor y se entregue sin condiciones… ese  abandono, esa entrega a la ilusión creada por el hipnotizador se diferencia poco de una sociedad entregada al “divertissement”, que es una categoría pascaliana utilizada por Eric Voegelin para explicar las transformaciones sociales que, hicieron posible el triunfo del totalitarismo…

Blaise Pascal utiliza el término divertissement para referirse a la acción de desviarse o alejarse de la realidad, cuando ésta no es soportable o nos hace infelices. La noción pascaliana de divertissement engloba todas las actividades –frívolas o serias– que nos permiten no pensar en esa realidad que nos provoca angustia, preocupación, que nos aflige cuando la encaramos, cuando la afrontamos directamente. En situaciones de crisis social es bastante frecuente que las gentes se entreguen a todo tipo de divertimentos o placeres… el caos social, la desesperación y la anomia se convierten en la situación más propicia, el caldo de cultivo idóneo para el nacimiento de organizaciones criminales, y posteriores revoluciones.

Alguno de quienes hayan llegado hasta este párrafo en la lectura del texto, es seguro que habrá pensado de inmediato que, España vive, los españoles sufrimos un clima de caos social, de incertidumbre, de ausencia de normas que fomenta que haya organizaciones criminales que campan por sus fueros, alentadas por el gobierno social-comunista, o amparados e incluso aplaudidos de manera entusiasta por los partidos que forman parte del gobierno y los que los sustentan con su apoyo: separatistas y etarras.

Todas las cuestiones de las que se vienen hablando guardan relación con las tesis del libro del difunto Ernesto Laclau, “la razón populista”, libro de cabecera de Pablo Iglesias y otros de su calaña. En “la razón populista”, Laclau intenta casar consenso y coacción (vamos, aquello del “centralismo democrático”), y obviamente, como siempre afirmo cuando se trata hibridar cuestiones antagónicas, suele darse un oxímoron (latín contradictio in terminis), y como bien se sabe, los híbridos de tal clase acaban siendo monstruosos…

Laclau, como otros que ya lo intentaron a lo largo de la Historia, llevado por aquello de la “bondad extrema” tiene como objetivo diseñar un “nuevo pueblo”, para lo cual se pretende apoyar en grupos de gente joven, generalmente los más dispuestos a dejarse hipnotizar, y acabar aceptando que se impongangobiernos fuertes, incluso dictatoriales. No olvidemos que esa clase de gobernantes tienden a establecer relaciones “paternales” con los gobernados, los cuales, después de habérseles anulado la voluntad, mediante la acción hipnótica llevada a cabo por los dirigentes, acaban permitiendo que se les trate como tiernos infantes. Sí, queridos y fieles lectores, los socialistas y comunistas consideran al “pueblo” como menor de edad, y merecedor de ser tutelado… Por supuesto, me dirán ustedes que, de esta manera, no sólo queda seriamente afectado el principio más importante del Estado de Derecho, la división de poderes, sino también el fundamento de la democracia: la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley…

Bien, volvamos a la enorme capacidad hipnótica, anestésica del socialismo y el comunismo o, mejor dicho: de su dirigentes, oligarcas y caciques.

Que se sepa, nunca ha habido ningún régimen socialista o comunista (o colectivista en sus múltiples formas) que haya conseguido, o que de veras lo pretendiera, poner remedio a la injusticia, mejorar la vida de los más desfavorecidos, acabar con la pobreza (miseria tanto económica como cultural) Ningún sistema político “progresista” ha promovido una verdadera educación, orientada a fomentar el pensamiento crítico, a erradicar las formas de pensar acientíficas, supersticiosas, las diversas formas de fanatismo. Los programas políticos de gobiernos como los que hemos tenido en España en las últimas cuatro décadas nunca han tenido como objetivo lograr un desarrollo sólido y perdurable (sostenible lo llaman ahora).

Realmente lo que menos les interesa son los derechos de las personas; muy al contrario, les despreocupan los intereses de la gente corriente, y por supuesto les importa un bledo la salud de las instituciones “democráticas”, la participación ciudadana, y toda la retahíla con la que adornan sus discursos vacíos… Muy al contrario, procuran crear más y más situaciones de dependencia asistencial, fomentando el clientelismo-servilismo, “estómagos agradecidos”, servidumbres más o menos voluntarias, todas las formas posibles de subsidios, y adoctrinan a la población inculcándoles “valores” cargados de resentimiento, de revanchismo, o como poco de perplejidad y confusión… Se trata de conseguir lealtades a ultranza, la adhesión inquebrantable de la mayoría, eso sí, mayorías “secularmente oprimidas, maltratadas y con enormes carencias”. Las diversas formas de socialismo y comunismo (así como sus primos hermanos, los diversos fascismos) recurren a estrategias semejantes: se inventan un enemigo exterior, se inventan un enemigo interno y un enemigo en el pasado reciente. Por supuesto, para “echar balones fuera” la responsabilidad siempre es de otros, de la etapa política anterior, la “deuda histórica” también lo llaman. De ese modo podrán seguir medrando y malversando por mucho tiempo y con total impunidad…

En los regímenes izquierdistas nunca falta el caudillismo, el culto al  jefe que, como afirmábamos más arriba, establece relaciones “paternales” con los gobernados, los cuales, después de habérseles anulado la voluntad, mediante la acción hipnótica llevada a cabo por los dirigentes, acaban permitiendo que se les trate como tiernos infantes.  El líder del partido se construye con base en una figura providencial, una figura carismática, al que sus seguidores consideran –hipnotizados ellos, no se olvide, y anulada su voluntad y todo resto de espíritu crítico- que “se le debe todo”… En la historia hay una larguísima lista de ellos. El líder (aparte de ser muy ocurrente, besucón y dicharachero) suele ser un demagogo, que miente, halaga, caricaturiza, criminaliza, “moraliza”, o desacredita según le convenga.

Por otro lado, ese “gran timonel” es obligado que sea agresivo, hiriente, sarcástico, sin contemplaciones ni concesiones con aquellos a quienes sus seguidores consideran que hay que aborrecer, por ser considerados “el enemigo del pueblo”, “los otros”… llegando incluso al extremo de encender el fuego del odio, y a continuación acusar a los otros de ser los causantes de la “crispación”…

Como es bien sabido (y estos instantes el gobierno social-comunista no hace nada por disimularlo), no hay régimen populista que tolere la libertad de prensa o la libre expresión. Los medios de comunicación sólo son consentidos, tolerados cuando son aduladores, trovadores del partido del régimen, del jefe y se sus oligarcas y caciques… Los líderes izquierdistas censuran cuantas ocasiones lo creen necesario y de múltiples maneras a periodistas y medios, o boicotean o asfixian económicamente a los medios que no son afines… E igualmente hacen en las redes sociales.

Los presupuestos siempre son manipulados con arbitrariedad. Los controles son silenciados o ninguneados. Los socialistas y comunistas identifican fondos del Estado con fondos del gobierno o -peor aún- fondos de quien tiene la vara de mando. Los usan a discreción para someter a opositores, comprar voluntades y hacerse auto bombo. No escatiman en gastos a la hora de transitar por el camino del narcisismo-absolutista. Para los gobiernos social-comunistas no debe de haber limitaciones ni medidas fiscalizadoras, o que fomenten la mínima transparencia en la gestión de la cosa pública, solo se admiten “observatorios inoperantes y laudatorios”, nada de instituciones independientes, llámense tribunales de cuentas, defensores del pueblo, o instituciones semejantes.

Íntimamente relacionado con lo anterior, también hay que mencionar que es característico de los líderes izquierdistas su absoluto desprecio hacia el orden legal. Igual que en las monarquías absolutistas y a la manera de los caudillos “dueños de vidas y haciendas de sus súbditos”, la ley es apenas un traje que se ajusta a gusto y medida.

Y, en la misma dirección, igualmente hay que decir que los líderes populistas-progresistas, comunistas y socialistas, no aceptan la alternancia y procuran por todos los medios a su alcance perpetuarse en el poder; su ideal es la reelección ilimitada, e incluso la presidencia vitalicia, quizás incluso hereditaria.

Todo lo anterior está aderezado con una buena dosis de buenismo, de pensamiento Alicia. La constante propaganda de que se está avanzando hacia un futuro maravilloso, de dicha, de felicidad, de equidad nunca vistos. Lo mismo que un ilusionista, que crea un escenario impresionante, que sólo es perceptible desde un determinado ángulo, y siempre y cuando todos los intentos de un estudio crítico sean abortados. Es un espejismo que se publicita de manera machacona, hasta la saciedad (con mucha eficacia, todo hay que decirlo) lo mismo se divulga el echarles la culpa a los otros y a la herencia del régimen anterior y a sus cachorros, para tapar y camuflar la ineficacia de su gestión, sus fracasos, su actuar chapucero, y ocultar los síntomas de deterioro.

Sin ruborizarse, sin ponerse colorados, repiten una y otra vez que se han logrado resultados notables desde que ellos gobiernan, y que nos espera un futuro aún mejor,… y, dado que practican la hipnosis colectiva (y, tal como hemos señalado, no lo afirmamos de forma metafórica), como poco logran producir en la gente un estado de aturdimiento, provocar confusión e incluso “convencer” y tener un efecto anestésico en los ciudadanos; al mismo tiempo que siembran la resignación, la aceptación de mediocridad imperante como algo soportable.

El estado hipnótico en el que están sumidos los ciudadanos, además del caudillismo, el culto a la personalidad en torno a lo cual gira casi todo, la carencia de controles institucionales de cualquier clase, la inseguridad jurídica, la ausencia de visión de futuro, de previsión, de planificación, la cada vez mayor crispación y el objetivo de mantenerse en el poder a toda costa impiden cualquier posibilidad de progreso real. Con semejante clima no se pueden esperar inversiones propiamente dichas, ni ningún tipo de acción emprendedora, ni nada que se le parezca.

Los regímenes democráticos propiamente dichos no participan de la ristra de corrupciones mencionadas a lo largo de este escrito. No practican el personalismo narcotizante, anestésico, no manipulan los medios de comunicación, no usan de forma arbitraria el presupuesto, no alientan el odio, no desprecian la legalidad vigente, no boicotean la seguridad jurídica, no temen la alternancia, no descalifican a la oposición, no espantan las inversiones sino que las reciben con los brazos abiertos, se abren al comercio exterior y no distorsionan las estadísticas para engañar a la ciudadanía y hasta cuidan las formas.

Los regímenes democráticos –no populistas-poseen un mayor nivel de bienestar y de crecimiento, son previsibles e infunden más confianza. Por eso nos vamos quedando en el vagón de cola, en el “trasero del mundo”, pese a las enormes potencialidades que seguimos manteniendo inactivas (a pesar de la maldita crisis de salud pública, económica e institucional que sufre España en estos momentos), debido a la acción, e inacción, del gobiernos social-comunista que hipnotiza, esclaviza y embrutece a los españoles.

La persona más peligrosa para determinados gobiernos es aquella capaz de pensar cosas por sí misma, sin importarle supersticiones ni tabúes. El mayor de los temores de ciertos gobernantes es que este tipo de persona llegue a la conclusión de que el gobierno bajo el que vive es deshonesto, demente e intolerable…

Hemos afirmado a lo largo del artículo que, los socialistas y comunistas recurren a la hipnosis para doblegar la voluntad de los ciudadanos, y volvemos a reiterarlo: lo hacen mediante mensajes subliminales insertos en sus múltiples discursos, en sus mítines, en las televisiones (a las cuales controlan en su totalidad), lo hacen mediante «mensajes cifrados”, siguiendo las mismas estrategias a las que recurre cualquier experto hipnotizador; lo hacen y continuarán haciéndolo mientras se lo sigamos permitiendo pues, su único objetivo es sugestionar a los ciudadanos para que única y exclusivamente sirvan a sus intereses, los de los oligarcas y caciques izquierdistas.

Son abundantes los estudios que se han realizado, de análisis de sus discursos, que demuestran que están diseñados en tal dirección, por hipnotizadores sin escrúpulos que se pasan por la entrepierna todo lo que guarde relación con ética o deontología profesional.

Así son las cosas y así se las contamos, para que se sepa.

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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