CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
En este maremagnum en el que nos ha tocado vivir, en esta vorágine en la que estamos inmersos, queramos o no, la más importante de las manipulaciones es la que sufren los niños y jóvenes. Son muchos los niños y jóvenes que sienten la necesidad sentirse miembros de un grupo, que les den una palmadita en la espalda, recibir el mensaje de «te queremos, eres de los nuestros» y tienden a seguir las modas del momento. Hy modas como usar pantalones rotos, rasgados, o hacerse un tatuaje, o piercings que se pueden calificar de inofensivas; pero cuando hablamos de hacerse una mastectomía para parecerse a un hombre, o de la amputación de un pene para parecer una mujer, entonces estamos hablando de asuntos que de inocuos, de inofensivos no tienen nada.
Actualmente en muchos países occidentales, en España en particular, son cada vez más los hombres «mujeres trans» que reclaman el acceso a espacios, ámbitos considerados tradicionalmente femeninos : participar en competiciones deportivas en la categoría de mujeres, ser encarcelados en cárceles de mujeres (a riesgo de que sus compañeras reclusas sean violadas), recibir el mismo trato que las mujeres en determinadas situaciones, como procesos de selección en los que las mujeres se tienen que enfrentar a pruebas diferentes que los hombres, o acceso preferente a determinadas ayudas y subvenciones gubernamentales, o trato preferente en los divorcios y en lo referente a custodias de menores y la liquidación del régimen económico matrimonial, o en situaciones de violencia doméstica, etc. y después de la aprobación por el Congreso de los Diputados de España, el 16 de febrero de 2023, de la norma promovida por la consorte de Pablo Iglesias, la Ley para la Igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, conocida como «ley trans», ha aumentado el número de hombres que acuden a los registros civiles para cambiar su sexo en el documento de identidad de forma increíble, dado que no es necesario que el hombre que pretenda cambiar su sexo tenga que demostrar nada de nada, ni someterse a cirujía de clase alguna, u hormonarse,… o… basta con que alegue que «se siente mujer», que se percibe como tal. Ahora, ser mujer es un sentimiento, un deseo, un capricho; y no estoy exagerando.
Evidentemente, tampoco es de extrañar que haya delincuentes sexuales -varones- que afirmen que han nacido en un cuerpo equivocado y que se sienten mujeres.
Ser mujer se ha convertido en un cajón de sastre, un espacio terapéutico, de afirmación de «género», de apoyo emocional a hombres que dicen ser «diferentes». E, insisto, en esta sociedad «post-me too», en la que la violación se ha puesto en el centro del debate, es una vergüenza que se frivolicen, trivialicen los traumas y miedos de las personas violentadas o en riesgo grave de serlo, de la manera que se está haciendo.
Es inaceptable la hipocresía que impera en todos los ámbitos, en todos los poderes, en el legislativo, en el ejecutivo, en el judicial… en los centros de enseñanza y por supuesto, en los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas.
¿Qué es ser mujer?» Según algunos medios información, centros de enseñanza, partidos políticos, sindicatos, algunos «intelectuales», también activistas, muchas instituciones…, ser mujer es ahora un sentimiento y no una realidad física, anatómica, biológica.
Desde hace apenas poco más de un mes (aunque en algunas regiones ya hace algunos años pese a que haya pasado desapercibido), en España una ley a escala nacional establece que cualquier hombre que afirme que se percibe a sí mismo como mujer, puede convertirse en mujer y anotarse así en el registro civil y solicitar un nuevo documento de identidad en el que también se diga lo mismo. Y viceversa, cualquier mujer puede seguir los mismos pasos y afirmar que se siente hombre y que ha nacido en un cuerpo equivocado. Y… ¡Hay de quien tenga la osadía de cuestionarlo! Puede incluso ser sancionado…
Hemos pasado de un feminismo «liberal» que reivindicaba la igualdad legal de hombres y mujeres y la eliminación de cualquier clase de discriminación por razón de sexo, a un feminismo orwelliano, homosexualista, sometido a la ideología transgénero, que ya no considera a las mujeres la parte principal de su acción; un feminismo en el que predominan reivindicaciones identitarias y en el que se inventan día tras día supuestas luchas contra «fobias» y en el que subyace un victimismo estúpido… Igual que en «1984» de George Orwell se afirmaba que «la guerra es la paz… y la ignorancia es la fuerza», el feminismo homosexualista afirma que «los hombres son ahora mujeres.«
El transactivismo es una ideología totalitaria y liberticida que afirma que «el género» (la orientación sexual, el sexo psico-social) es el único criterio válido para definirse. Por supuesto, semejante barrabasada significa la negación del hombre y de la mujer como realidades. Independientemente del mayor o menor sufrimiento que sufran o hayan sufrido algunas personas disfóricas o trans.
Por mucho que algunas personas como Irene Montero se empecinen en negarlo, la mujer es la hembra humana. La mujer, la hembra humana consider aque la gestación y el parto son algo creador, hermoso: la matriz, el útero es la puerta de entrada al mundo, y sólo la poseen las mujeres. Una mujer, la hembra humana sabe que es mamífera, no rechaza su animalidad, y por supuesto, su identidad no se reduce a su cuerpo, a la capacidad de traer hijos a la vida y a su sexualidad. Tampoco ser mujer implica tener, poco más o menos que obligatoriamente, vida sexual. La sociedada tiene que ser escrupulosamente respetuosa con las mujeres, tal cuales son, bajo ningún concepto es permisible que los partidarios de determinadas ideologías traten de rediseñar la sociedad a la búsqueda de una nueva mujer y un nuevo hombre; la historia de la Humanidad demuestra que cualquier intento en esta dirección acarrea terribles consecuencias.
Ser mujer es una realidad biológica que se manifiesta a través de un conjunto de caracteres sexuales primarios y secundarios: cromosomas sexuales, gónadas, hormonas y anatomía general.
Por lo tanto, una mujer no es un hombre castrado, tampoco es un hombre al que le gusta disfrazarse de mujer y maquillarse, ni un hombre que afirma que se siente mujer, ni un hombre con pechos femeninos o un útero resultado de una operación quirúrgica… Ni que decir tiene que un hombre que padece «disforia de género» (que dice que no se identifica con su cuerpo y que la naturaleza le asignó un cuerpo equivocado), tampoco es una mujer, por más que su cerebro le haga creer que nació en un cuerpo que no le corresponde…
Aunque sea de Pero Grullo afirmarlo, los mamíferos no pueden cambiar de sexo, es absolutamente imposible, como tampoco se puede cambiar de raza, color de piel, estatura… o cambiar la fecha de nacimiento. Los hombres podrán acudir a sesiones de logopedia para cambiar la voz, someterse a cirugías diversas, hormonarse, depilarse, etc. para parecer mujeres, perso, por más acciones que emprendan, seguirán siendo hombres. La «ley trans» aprobada recientemente en España llega al extremo de que cualquier hombre puede cambiarse de sexo, tanto en el registro civil como en el carné de identidad, conservando su pene, o viceversa las mujeres conservando el útero. Pero ambos, mujeres y hombres seguirán siéndolo a pesar de que sus documentos de identidad y los registros gubernamentales digan lo contrario.
Los socialistas, comunistas etarras, separatistas y muchos que dicen no serlo (como el PP) podrán anunciarnos, gloriarse, aplaudir de forma entusiasta, regodearse de que hemos alcanzado un mundo feliz en el que los sentimientos, los deseos, los caprichos son derechos y por lo tanto son convertibles en leyes. Ese mundo feliz es un mundo de ficciones legales, un mundo impostado en el que -dicen- existen hombres con vulva y mujeres con pene; pero, algún día no muy lejano la gente despertará y tendrá la valentía de ver y gritar que «el rey está desnudo» como en el cuento del traje nuevo del emperador, inspirado en «Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño» del Infante Don Juan Manuel.
De todos modos, aunque quienes promovieron la «ley trans» no tuvieran tal propósito (¿O quizás sí?) hay que agradecer que la ley promovida por el gobierno socialcomunista que preside Pedro Sánchez haya abierto un debate muy interesante, tabú hasta hace unos días, y que nadie o apenas nadie deseaba: la existencia en España de asimetría penal y civil, el que a los hombres, varones, se les aplique lo que se denomina «derecho de autor» (obviamente no me refiero al copyright) y se les nieguen los más elementales derechos constitucionales, tales como el derecho a no ser discrimindos por razón de su sexo, el derecho a la presunción de inocencia (y a no serles otorgadas la presunción de mendacidad y de culpabilidad), el derecho a un juicio justo, en un tribunal ordinario y no uno de excepción en el que sólo se juzga a hombres en los que se les condena más severamente que a las mujeres en caso de incurrir en el mismo tipo de delito, y con la versión de la mujer denunciante como única prueba… También es de agradecer que toda la legislación de «discriminación positiva» (que es más correcto llamarla trato de favor) haya saltado por los aires y cualquier hombre, si dice sentirse mujer, automáticamente se equipare en derechos y obligaciones con las mujeres en el acceso a empleos públicos, o a ayudas y subvenciones diversas, o acceso a bienes y servicios públicos a los que hasta ahora los hombres no tenían derecho, etc. Lo cual, insisto, demuestra que la mitad de la población española (la que ha venido a este mundo en «un cuerpo equivocado», con un colgajo entre las piernas) está siendo sistemáticamente discriminada en las últimas décadas gracias a las denominadas leyes de igualdad y género.
Ya dije hace semanas que había que erigir monumentos a Irene Montero y agradecer el paso de gigante dado en lo que vengo describiendo, pero, eso sí todo ello esconde una cuestión terrible: la desprotección a la infancia, a los menores. Es urgente, imprescindible eliminar cuanto en la actual legislación abre la puerta a la perversión y corrupción de nuestros jóvenes y niños, a ser agredidos, amputados de forma irreversible; es imprescindible eliminar todo lo que abre la puerta a la posibilidad de que las diversas administraciones priven a las familias del derecho a educar a sus hijos o a los padres del ejercicio de la patria potestad, de forma arbitraria…
Por supuesto, por si alguien ha pensado que iba a olvidarlo, es imprescindible también no perder de vista que todo lo que venimos hablando (aunque en parte las haya salido el tiro por la culata) está encaminado a destruir nuestra forma de vida, la civilización judeocristiana, empezando por destruir la insituticion familiar, la célula base de nuestra sociedad… Nada de lo emprendido por socialistas, comunistas, etarras y separatistas es inofensivo, inocuo… todo es premeditado, con alevosía e incluso nocturnidad. No se olvide que esta gentuza ha conseguido que el infanticidio, el aborto se considere un «derecho», el derecho a la vida se relativice y que el homicidio mediante eutanasia también se considere otro «derecho» y han anunciado que entre sus objetivos está la legalización de la pederastia, el abuso de menores, de la manera que han actuado hasta ahora, siguiendo el esquema de «la ventana de Overton»:
Tampoco pierdan de vista que estos golfos afirman que en la sociedad a la que aspiran la legislación no debe ser «punitiva» sino comprensiva, toda bondad… y excarcelar a los agresores sexuales y demás psicópatas y sociópatas.
Así que, tomen nota, el que avisa no es traidor. Aténganse a las consecuencias de evadirse de la situación que sufren España y los españoles. Pueden estar seguros de que no podrán evadirse de las consecuencias de haber obviado la realidad.
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