LOS PIRATAS DE HORNACHOS

Todos los que conocemos la HISTORIA DE ESPAÑA sabemos que los moriscos fueron expulsados de los dominios hispánicos en 1609, por una orden de Felipe III.

Hoy voy a contar la epopeya de un grupo de ellos, que salieron de un pueblo de Badajoz, llamado Hornachos, que fueron a parar al norte de África.

Esta historia merece ser contada debidamente. Así que me voy a remontar al final de la Reconquista.

Como es sabido, tras la reconquista de Granada, muchos moros se fueron de España, sin embargo, la mayoría se quedó. Eran los llamados mudéjares y, en principio, se les permitió seguir con su religión y sus costumbres.

Por el contrario, en 1502, todavía durante el final del reinado de Isabel la Católica, se publicó un decreto por el que se les daba a elegir entre ser desterrados o bautizados. Lógicamente, como la mayoría de ellos no tenía a dónde ir, optaron por ser bautizados, aunque siguieron practicando su religión en secreto.

A partir de entonces, estuvieron bajo la vigilancia de los inquisidores, porque ya eran cristianos, aunque eran llamados moriscos.

Parece ser que no todos estuvieron conformes con ser bautizados y los que vivían en localidades costeras de Granada, Murcia o Valencia, aprovecharon los frecuentes ataques de los piratas berberiscos para huir en sus barcos hacia el norte de África.

No olvidemos que muchos de ellos funcionaron como una Quinta Columna y se dedicaban a informar a los piratas berberiscos sobre dónde y cuándo debían atacar las costas españolas.

En Extremadura había varios pueblos con una clara mayoría de moriscos. Estos eran Hornachos, Cañamero y Almoharín. Así que a las autoridades de Castilla no se les ocurrió otra cosa que enviar varias familias cristianas para que se asentaran en esos pueblos y hacer más fácil la integración de los moriscos en la sociedad cristiana. Sencillamente, fue un completo fracaso.

Parece ser que, en 1526, se produjo una pequeña sublevación de los moriscos de Hornachos, los cuales se atrincheraron en el castillo de esa localidad, hasta que pactaron su salida.

Las autoridades castellanas volvieron a enviar a familias cristianas, pero sólo eran un 10% del total de los habitantes de Hornachos. Así que los moriscos siguieron a su aire, practicando su religión y sus costumbres, sin demasiadas molestias. Hay que decir que, incluso, todos los cargos municipales estaban ocupados por moriscos.

Incluso, construyeron la iglesia parroquial, pero se vio que los moriscos no solían ir a misa. En cambio, solían celebrar el Ramadán.

Todo cambió el 9 de diciembre de 1609, fecha en la que se publicó un decreto de Felipe III, en el que se ordenaba la expulsión de todos los moriscos de sus reinos.

Esta vez no tuvieron miramientos. Se expulsó a todos, aunque algunos intentaran demostrar su fe cristiana. Expulsaron nada menos que a 300.000 moriscos de todos los reinos españoles.

No obstante, unos días más tarde, se publicó otro decreto en el que se permitía que los niños menores de 4 años permanecieran con sus padres. No obstante, si el padre era morisco y la madre cristiana vieja, podría ella permanecer en España, pero no él.

La orden de expulsión de los moriscos de Hornachos estaba fechada el 16 de enero de 1610. Así que la mayoría de ellos se deshizo como pudo de sus tierras y eso les sirvió para poder pagarse el viaje hacia el norte de África.

Unos 3.000 de ellos embarcaron en Sevilla rumbo a Ceuta y de allí a Tetuán. Curiosamente, no fueron muy bien recibidos, aunque esa fuera una ciudad musulmana.

Ciertamente, no todos, pero la mayoría sabía hablar árabe, aunque solían hablar habitualmente en castellano. Sin embargo, no vestían con chilabas, sino con pantalones. Sus mujeres no llevaban la cara tapada. Incluso, los hombres solían beber vino, lo cual escandalizó a los habitantes de esa zona.

Como resultado del mestizaje cristiano-musulmán, llegaron a producir la llamada literatura aljamiada. Ésta consistía en escribir documentos en español, pero con la caligrafía árabe.

Se dio una situación muy extraña. Los echaron de España por considerarlos musulmanes, mientras que en África los consideraban cristianos españoles.

Parece ser que algunos de ellos se quejaron de haber sufrido una injusticia, porque dijeron ser cristianos y eso les supuso ser asesinados por los moros de África.

Por lo visto, no fueron bien acogidos en ningún sitio. Así que el sultán les cedió una especie de aldea, llamada Salé, que estaba casi arruinada, la cual poseía un castillo, que había sido construido por los almohades y se hallaba situada a la izquierda de la desembocadura del río Bu Regreg. A la derecha de la misma, está situada la actual Rabat, capital de Marruecos.

Llegados a este punto, supongo que más de uno se estará preguntando cómo fue posible que unos moriscos de una localidad de tierra adentro y que nunca habían visto el mar, se convirtieran en unos afamados piratas y corsarios.

Parece ser que, en aquella época, merodeaban por esas costas del Atlántico una serie de barcos piratas, tripulados por unos holandeses, que se habían convertido al Islam. Como España se había apoderado de los principales puertos de esa zona, no les quedó más remedio que atracar en el puerto de Salé.

Así que algunos de esos moriscos se fueron enrolando en los barcos piratas y así aprendieron el oficio.

Les fue tan bien que, en 1626 se declararon independientes del caíd de la zona y proclamaron la república de Salé, gobernada por un consejo compuesto por 16 personas, elegidas entre todos los moriscos de esa ciudad. Así dejaron de pagar sus impuestos al sultán, que les había cedido esa ciudad.

Los piratas de Hornachos empezaron a ser muy temidos, porque solían atacar a las naves españolas y portuguesas, que bordeaban las costas de África y de Canarias.

Incluso, llegaron a ser corsarios. O sea, a atacar las naves enemigas de otros países. Concretamente, practicaron el corso a favor de Francia y de Turquía. Llegaron a poseer nada menos que 40 barcos. Unos habían sido capturados, mientras que otros fueron construidos en sus propios astilleros.

Por otro lado, aumentaron sus ganancias atacando puertos europeos, como los de Irlanda, aunque algunos dicen que llegaron hasta Islandia, donde capturaban prisioneros para venderlos en África como esclavos.

También hacían negocio con el cobro de los rescates. Por lo visto, llegaron a tener miles de prisioneros esperando su rescate. Los cuales solían ser acordados por monjes mercedarios.

Incluso, en 1625, un representante del Gobierno inglés fue a visitarles para proponerles realizar un ataque conjunto al puerto de Cádiz. Los moriscos estuvieron de acuerdo, pero éste no se llevó a cabo por incomparecencia de los ingleses.

Parece ser que uno de esos holandeses fue Jan Janszoon, que, tras convertirse al Islam, pasó a ser llamado Murat Reis el joven. Éste casó con una morisca procedente de Cartagena, con la que tuvo un hijo, llamado Anthony Janszoon van Salee.

Por lo visto, Janszoon se casó o tuvo relaciones con esta morisca, antes de que los expulsaran de España, pues Anthony nació en Cartagena en 1607.

Lo cierto es que esta familia amasó una gran fortuna mediante la piratería. Así que Anthony se trasladó a Ámsterdam, donde, en 1629, se casó con una mujer alemana, llamada Grietse Reyniers.

Unos meses después, ambos se embarcaron hacia las colonias holandesas en América, llegando a Nueva Ámsterdam, lo que ahora se llama Nueva York, pasando a ser colonos de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Allí adquirió una granja en lo que hoy es Manhattan. Parece ser que tuvo algunos problemas con los vecinos y ello le obligó a mudarse a Long Island, aunque luego regresó a Manhattan.

Gracias a la fortuna acumulada por su familia, llegó a ser uno de los mayores terratenientes de esa colonia holandesa y sus 4 hijas emparentaron con familias con algunos apellidos importantes, que, hoy en día, nos siguen siendo muy familiares.

Volviendo a los piratas de Hornachos, hay que decir que se comportaron como una élite muy selecta y rica dentro de Salé y no permitieron que otros participaran en el gobierno de esa pequeña república. Eso dio lugar a algunas revueltas, por parte de los andalusíes, que vivían en esa misma localidad.

Esa tensión social fue aprovechada por algunos de sus enemigos. Por ejemplo, en 1636, la Armada inglesa bombardeó la ciudad y 4 años más tarde, los bereberes la invadieron, aunque les dejaron seguir practicando la piratería.

No obstante, su final llegó en 1668, cuando el sultán de Marruecos invadió la ciudad y la incorporó a su reino.

Curiosamente, se sabe que, en 1631, los piratas de Hornachos escribieron algunas cartas al duque de Medina Sidonia, capitán general de la Armada, para que abogase, intercidiera a su favor ante Felipe IV.

Querían regresar a su pueblo y retornar con algunos familiares que dejaron en él. Incluso, le decían que le entregarían toda su fortuna y sus naves, si les dejaban regresar. Sin embargo, el rey no se fió de ellos y nunca volvieron.

Tras la caída de Salé, muchos se trasladaron a otras ciudades como Fez, Marrakech, etc. Incluso, algunos conservaron sus apellidos y otros los modificaron como Sebatta, en lugar de Zapata, o Bargach, en lugar de Vargas.

Hoy en día, existen muchos marroquíes con esos apellidos, descendientes de aquellos moriscos españoles, de Hornachos…

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