Los Protocolos es una obra de ficción, escrita intencionalmente para culpar a los judíos de multitud de maldades. Quienes -periódicamente- la distribuyen afirman que documenta una conspiración judía para dominar el mundo. Pero la conspiración y sus presuntos líderes, denominados «los sabios de Sion», nunca existieron.
Es la teoría de la conspiración que más y mejor ha calado nunca, una de las falsificaciones y plagios literarios más evidentes de toda la historia y uno de los paradigmas del populismo y del antisemitismo por su colección de argumentos simplistas, vaguedades, generalidades y ausencia de datos que se puedan contrastar. Se trata de ‘Los Protocolos de los Sabios de Sion’: el mayor invento conspiranoico jamás creado nunca y que sirvió entre otras cosas para asentar las ideas de la Solución Final del Tercer Reich. La caricatura del judío avaro y diabólico que desde su mezquina existencia forma parte de una red mundial para dominar el mundo.
Mucho antes del Holocausto, a principios del siglo XX, el texto espoleó los brutales pogromos en Rusia y Europa Central contra los judíos. Una mentira tan destructiva como resistente. ¿De dónde había salido ese misterioso texto que revelaba los planes secretos de los sabios judíos para conquistar el planeta? Se falsificó en la Rusia zarista a principios del siglo XX, viajó a Europa en la década de los años 20, donde cuajó en una Alemania en cuyas cervecerías comenzaba sus discursos incendiarios un joven Adolf Hitler.
Se difundió por EEUU hasta el punto de que un gran magnate de la industria, Henry Ford, puso dinero de su propio bolsillo para su publicación
Se difundió por Estados Unidos hasta el punto de que un gran magnate de la industria, Henry Ford, puso dinero de su propio bolsillo para su publicación. Todo esto ocurrió en Europa y América, a pesar de que ya en 1921 se había descubierto, no ya que fuera una conspiración inventada, sino que los supuestos ‘Protocolos de los Sabios de Sion’ eran directamente un plagio perpetrado en Rusia de una obra francesa llamada ‘Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu’ de Maurice Joly.
En realidad, sigue siendo de alguna forma resistente, o al menos la idea de un ‘lobby’ judío que maneja los hilos en la mayor potencia hegemónica del mundo, EEUU, ha estado presente hasta que comenzó el siglo XXI. Steven Spielberg y los presidentes de Israel amparados por la banca judía en el mismo corazón de Nueva York, Washington y por supuesto, Hollywood. La sombra de que de alguna forma los judíos lo dominan todo. Durante años hemos tenido nuestra propia versión de los protocolos de Sion actualizados, medio siglo después de que se desplomase el Tercer Reich con su colección de teorías sobre la dominación mundial y la conspiración judeomasónica.
Los Protocolos de los sabios de Sion son una falsificación de la Ojrana, la policía secreta zarista, y fueron publicados por primera vez en San Petersburgo en 1902, aunque solo alcanzaron una distribución masiva a partir de 1917 con la finalidad de culpar a los judíos de los males de la guerra y de la Revolución Rusa. Los protocolos… son una serie de directrices para tomar el control mundial por parte del judaísmo.
El texto se basa en buena parte en un panfleto contrario a Napoleón III publicado por Maurice Joly en 1864 y en la novela antisemita de 1868 Biarritz, escrita por Hermann Goedsche. Los rusos blancos llevaron los Protocolos a Occidente después de 1917 y, difundidos en Alemania por la prensa völkisch, dieron apoyo adicional a la «teoría de la puñalada por la espalda». Incluso antes de la llegada de Hitler al poder ya habían aparecido 33 ediciones alemanas.
En diciembre de 1901 Sergei Nilus afirmó haber traducido al ruso unos textos que en conjunto tituló Los protocolos de los sabios de Sion. Durante los primeros quince años, los Protocolos tuvieron escasa influencia, pero a partir de 1917 se vendieron millones de ejemplares en más de veinte idiomas.
Los teóricos de la conspiración señalan generalmente que estas reuniones se habrían llevado a cabo en el Primer Congreso Sionista de Basilea (Suiza), del 20 al 31 de agosto de 1897, presidido por Theodor Herzl. Sin embargo, no hay evidencias que lo demuestren. Por otra parte, aunque hasta ahora no se ha demostrado la existencia de una organización llamada «Los sabios de Sion» o «Los ancianos de Sion», estos textos pretenden ser las actas levantadas por dicha organización.
Pero ¿qué son exactamente los Protocolos de los Sabios de Sion? Se cumplen ahora 100 años de su llegada a Europa occidental, el lugar donde más daño hicieron, ya que acabarían siendo otra pieza más del entramado pseudointelectual del nazismo y ‘Mi Lucha’ de Adolf Hitler. Deberían denominarse los protocolos del mal, porque sirvieron para asentar una idea enfermiza que costó la vida a más de seis millones de judíos en Europa. El documento apareció en 1905 en Rusia: un texto de unas 60 páginas dividido en los 24 protocolos. Una serie de argumentos y exposición de la visión sobre el mundo, la política y la religión y una serie de directrices para tomar el control del planeta.
Tuvieron que pasar unos cuantos años hasta que una obra fundamental difundiera como es debido los orígenes y las interioridades del fraude. El historiador británico Norman Cohn, publicó en 1966 ‘Warrant of genocide: The Myth of the Jewish World Conspiracy and the Protocols of the Elders of Zion’, traducido en España por Alianza Editorial como ‘El mito de la conspiración judía mundial: Los Protocolos de los Sabios de Sion’. Cohn tomaba el relevo de los periodistas del ‘Times’ que en 1921 denunciaron el plagio sin mucho éxito a tenor de los acontecimientos posteriores y que lo ligaba a una vieja corriente de la humanidad.
Goebbels sacó el tema después de comer: Hitler estaba absolutamente seguro de la autenticidad de los protocolos, germen de la Solución Final
El historiador trazaba las similitudes de la invención con otras más antiguas, como fueron los templarios y todas las órdenes masónicas y a la Revolución Francesa. Más concretamente, situó el primer germen de la idea poco después de la propia obra que había plagiado el panfleto en cuestión. Un alemán, Goeschde ya había usado parte de ‘Conversaciones del diablo con Maquiavelo’ para trasladarlo a los judíos. En esencia, un auténtico manual contra el liberalismo y el progresismo a partir de la caída de Napoleón III y el comienzo del declive del Antiguo Régimen en Europa, que por entonces aún dominaba el mundo.
Adolf Hitler despachó la cuestión con su ministro de Propaganda y profeta del mesianismo hitleriano Joseph Goebbels: «Una de las mejores conversaciones que tuvo Goebbels, según su diario, con Hitler fue relativa a los ‘Protocolos de Sion’. Sacó el tema después de comer. Hitler estaba absolutamente seguro de la autenticidad de los protocolos. Los judíos, pensaba, no trabajan para un programa establecido; seguían su propio instinto. Los judíos eran iguales en todo el mundo«. —Ian Kershaw, ‘Hitler’ (Crítica)—. Se sabe que el Führer tuvo acceso a los protocolos de la mano de uno de los ideólogos de la cuestión judía del nazismo, Alfred Rosenberg, que había vivido en Rusia y que habría sido quién le introdujo en la conspiración en la década de los 20, antes incluso de escribir ‘Mi lucha’ lo que asentaría su visión sobre la raza judía que acabaría en la Solución Final.
¿Por qué triunfó el panfleto claramente plagiario y carente de las más mínimas pruebas? La idea es siempre sugerente. No en vano grandes ‘bestsellers’ como ‘El ocho’ de Katherine Neville o la saga de Dan Brown que comenzó con ‘El código Da Vinci’ han usado la misma e irresistible fórmula. Al menos durante muchos años tuvimos la contrapartida de Umberto Eco, que le prendió fuego hasta los cimientos a las viejas y remozadas conspiraciones de siglos de los templarios y la masonería, los rosacruces y demás grupos secretos con ‘El péndulo de Focault’ y a los propios ‘Protocolos de Sion’ con su última novela, ‘El cementerio de Praga’. Nadie que haya leído a Eco podría tragarse de nuevo un ‘bestseller’ como los de Dan Brown.
Es fácil pensar que los acontecimientos de la humanidad no siguen un patrón azaroso, sino que existe una mano negra detrás, ya sea el mismo diablo, como expresaron los Rolling Stones: «Ya sabes, todo policía es un criminal y todo pecador un santo / Merodeaba por San Petersburgo / cuando percibí que era el momento de un cambio / Asesiné al zar y a sus ministros / Anastasia gritó en vano». Una figura que está presente en todo momento. No es casualidad que los Protocolos estuvieran basados en una obra sobre el diablo. Solo que también es mentira.
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