Los seguidores de la «iglesia de la calentología» y el cambio climático y demás tontos útiles.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Cuando alguien usa la expresión «tonto útil» se está refiriendo a una persona ingenua o crédula que puede ser manipulada o usada para promover una causa o agenda política que en nada le beneficia, sino que le perjudica a corto o largo plazo». Se cree que fue Lenin el autor de la frase al referirse a los simpatizantes comunistas en Occidente.

Las democracias realmente existentes en la actualidad, todas ficticias, todas impostadas, están repletas de tontos útiles. Forman legiones las personas que se agarran y dejan atrapar por ideas estúpidas, falsas creencias, tontada tras tontada, una y otra vez y vuelta a empezar, y lo hacen intentando dar sentido a sus vidas que, por lo general perciben como confusas y sin sentido. Los tontos útiles son algo parecido a un gato persiguiendo el punto rojo del puntero láser de su amo. El covid19, la guera de Ucrania, la ideología de género, el cambio climático, el racismo…

El cambio climático es una de las más grandes estafas, promovida por el Foro Económico Mundial (las élites globalistas promotoras del nuevo orden mundial) como pretexto para lo que ellos llaman «Gran Reinicio». Todo lo que sale del WEF (no puedo pensar en ninguna excepción) es inmnoral y contrario a los valores tradicionales de la civilización occidental judeocristiana-grecorromana, incluyendo de manera especial el libre mercado, el derecho a la vida y a la libertad personal.

En los últimos años se ha hablado, hablado y hablado de la histeria de COVID y de que la Tercera Guerra Mundial ya ha comenzado en Ucrania. Pero, sin lugar a dudas, de lo que más se habla, de manera insistente, hasta aburrir, en todos los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas, lo «más más», es del cambio climático y el calentamiento global. 

Empecemos por precisar una cuestión: el cambio climático existe. El clima ha estado cambiando constantemente desde que el mundo es mundo, hace más de cuatro mil quinientos millones de años. Y, sin duda seguirá cambiando.

Pero, la cuestión no es cambio climático sí, o cambio climático no; el verdadero problema es que hay determinadas élites empeñadas en adoctrinar a la gente corriente, especialmente a los jóvenes, e inculcarles la creencia de que los humanos estamos destruyendo a la Madre Tierra.

Se les informa de forma sesgada, se les cuentan medias verdades -las medias verdades son falsedades- acerca de que el mundo se ha estado calentando en general desde mediados del siglo XIX. Es posiblemente cierto, casi seguro, pues el planeta pasó por lo que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo desde el siglo XVI hasta el XIX. La Tierra se ha estado calentando cíclicamente durante los últimos 150 años. Pero, he ahí el «pero»: los promotores del apocalipsis y la emergencia climática, le ocultan al común de los mortales que esto ha sido así desde el final de la última Gran Edad de Hielo, hace unos 12.000 años.

Los promotores del nuevo orden mundial, que son los mísmos que hablan del «calentamiento global», han encontrado la excusa perfecta, el perfecto pretexto para cambiar no sólo la economía sino la forma en que todo funciona, nuestra forma de vida, nuestra civilización. 

Quienes nos hablan de cambio climático y calentamiento global en realidad son antihumanos, odian y temen a las personas. Es por eso que Yuval Noah Harari, el intelectual del WEF, a menudo se refiere a ellos como «consumidores inútiles». Puede que tenga razón. Pero, coincidirán conmigo en que es de locura que alguien como haya alcanzado tal capacidad de influencia y posea el poder de tomar decisiones que afectan al resto de la humanidad. Son gentuza como él quienes aplauden la reducción masiva de la población y hablan de empobrecernos para que «seamos felices».

Yuval Noah Harari llama consumidores inútiles a los que Hillary Clinton llamó «deplorables», ambos ven a las personas como el enemigo. Lo que no imaginan algunos que los siguen, como haría cualquier hooligan, es que para los que realmente mandan en el mundo, posiblemente a ellos (Harari y Clinton) también los consideran tontos útiles, y por lo tanto prescindibles.

Es fácil para la «élite», que en realidad son parásitos, influir en aquellos a los que se refieren como «las masas» o la ciudadanía. Eso se debe en parte a que la gente corriente, el ciudadano medio no tiene conocimiento ni de la ciencia ni de la historia. Si se le preguntarán a cualquier persona razonablemente inteligente cuestiones tan simples como «¿Quién ganó la Guerra Civil Española, o la Guerra de la Independencia?» Nadie se extrañe que alguien conteste «¿Los alemanes… o tal vez los rusos?». 

En la actualidad, sólo está al alcance del común de los mortales contestar correctamente si se les pregunta acerca de cantantes o deportistas, o sobre «famosos», y poco más.

El mundo está lleno de tontos útiles. Son útiles para las élites dominantes que quieren rediseñar la sociedad y cambiarlo todo.

Asistimos generalmente a una interminable tragicomedia en la que gente estúpida, tontos útiles disertan, hablan a una audiencia de tontos útiles sobre algo de lo que ninguno de ellos sabe absolutamente nada.

Por supuesto, en los centros de estudio, desde el parvulario hasta la universidad se habla constantemente del calentamiento global, de la emergencia y del apocalipsis climático y luego, los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas, y Hollywood, y los políticos y cualquier persona de prestigio que usted pueda imaginar, refuerzan la narrativa alarmista climática.

¿Todas estas personas están siendo engañadas para que apoyen una agenda que no entienden completamente? ¿Qué está pasando realmente?

Los tontos útiles resultan cansinos, molestos cuando uno los ve en los deportes más populares, o en las televisiones, o en los filmes… pero se acaban convirtiendo en peligrosos cuando se concentran en los diversos parlamentos y gobiernos. Los tontos útiles cuando se convierten en diputados aprueban leyes y reglamentos que deciden lo que las personas corrientes pueden y no pueden hacer, y lo hacen según dicen «por nuestro bien», en el convencimiento de que hacen lo correcto, llevados por su mediocridad y analfabetismo se creen que tienen derecho a impulsar sus agendas. Son narcisistas que aman el poder. Por eso están en la política. Ni que decir tienen que, detrás de todos estos tontos útiles están los que realmente «cortan el bacalao», gente malvada, los capos de los cárteles mafiosos, llamados partidos políticos, élites estractivas, saqueadores que tienen como objetivo parasitar, vivir de nuestros impuestos… no son buenas personas, carecen de principios, son narcisistas hambrientos de poder y de apropiarse de nuestros dineros.

Por otro lado están los estúpidos del clima, jóvenes occidentales con problemas psicológicos, que se pegan a pinturas de diversos museos, arrojan pastel sobre la Mona Lisa, o sopa de tomate sobre una pintura de Vincent van Gogh. Gente estúpida que pretende llamar la atención sobre una emergencia climática inexistente. Estos estúpidos, tontos útiles, intentan llamar la atención sobre creencias a cual más disparatada destruyendo grandes obras de arte. Esto prueba de que, sin duda padecen demencia, sufren problemas psicológicos. El que no sean severamente castigados, como merecen, sino tomados en serio demuestra el grado de degeneración que impera en Occidente. Una cuestión es tratar de llamar la atención de otras personas, intentar hacerse escuchar y otra es destruir obras de arte de la Civilización Occidental. Claro que, con sus acciones demuestran que entre sus objetivos está destruir la civilización occidental. Así es su estúpida y loca agenda. 

Aunque parezca que estos locos, hooligans de la iglesia de la calentología son actúan de forma espontánea, de manera aislada, la realidad es que cuando hablan de emergencia climática, con lenguaje apocalíptico, lo hacen al dictado de los gobiernos occidentales y de las grandes empresas que apoyan a los promotores del nuevo orden mundial.

En los últimos años hemos visto a diversos gobiernos limitar o suprimer derechos y libertades básicos, aprobar estrictos controles sobre la población en general, sobre las empresas y la producción en general,… caminamos, sin duda hacia un mayor intervencionismo estatal y hacia la eliminación de libertades individuales; todo ello «por nuestro bien», para que seamos más felices y vivamos, supuestamente, más seguros, aunque más pobres. Esto sólo es el principio, a menos que nos organicemos para revertir esta tendencia.

Pero, si somos realistas, no existen demasiados motivos para el optimismo. ¿Quién o quiénes se van a sentir invitados a invertir, a emprender en actividades que son necesarias para que la civilización occidental judeocristiana pueda continuara existiendo y a la mayoría de la población se le está enseñando a odiar todas esas acciones? La energía procedente del uranio, del petróleo, del carbón, del gas natural, etc. la extracción de metales como el oro o el cobre; la extracción de otros metales y no metales, las llamadas tierras raras son imprescindibles… ¿Quién se va a atrever, quién va a ser el valiente a riesgo de ser perseguido y castigado por los gobernantes?

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