PÍO MOA
Cuarenta y tres años después del 23-f, el periodista L. M. Ansón, que tuvo parte en aquel episodio, da su versión, desde luego muy poco creíble, del asunto. En resumen, había un grave problema de terrorismo que estaba a punto de provocar un golpe militar franquista, por lo que, para impedirlo, se concibió en medios políticos, de Juan Carlos abajo, la idea de dar “un golpe de timón” mediante un gobierno de salvación nacional, que incluiría desde democristianos a comunistas pasando desde luego por el PSOE, más algunos independientes, como el propio Ansón. La idea era en principio constitucional, aunque arriesgada. Pero el general Armada, que iba a encabezar ese gobierno engaño a Juan Carlos ocultándole que iba a haber un intento golpista a cargo de Tejero y Milans del Bosch.
Es fácil observar que el problema no era el terrorismo, sino la ineptitud total del gobierno de Suárez para combatirlo. Y para combatir otros problemas muy graves, como la actitud cada vez más insolente y provocadora de los separatismos, los permanentes ataques a la unidad nacional, un paro que ya alcanzaba los dos millones, cifra que entonces parecía catastrófica, aunque se superaría más tarde; junto con una salud social cada vez más degradada, expansión de la droga, etc. Todo ello causaba una fuerte malestar social, no solo en los cuarteles.
Suárez había recibido una excelente herencia social y política y la había dilapidado por su carácter de político maniobrero sin principios de estadista. Indirectamente, Suárez provocó el 23-f
Ahora bien, ¿engañó Armada al rey? Esto es harto improbable. ¿Cómo podía creer el rey que el gobierno de UCD fuera sustituido más por otro de concentración sin más problema? Para que aquel gobierno bajo un militar (especialmente afecto a Juan Carlos) saliese legalmente de las Cortes, era preciso forzar la situación con una grave amenaza golpista, al modo como De Gaulle fue elegido presidente en 1958, que tal fue el modelo elegido para la operación. El instrumento inconsciente que provocaría el “supuesto inconstitucional máximo” fue Tejero, que cumplió solo la primera parte de su misión. Y que, al no avenirse a un gobierno con comunistas y socialistas, frustró toda la operación. Lo explica, creo que lo bastante bien, Jesús Palacios.
Así, según la versión oficial, Juan Carlos, en el último momento, habría hecho fracasar un golpe “franquista”, que nunca existió con ese carácter, y restablecido la normalidad constitucional, aunque distinta de la planeada. De todas maneras, el susto hizo que los partidos y parte de la misma ETA, moderasen las demagogias desatadas que habían creado aquella situación.
El problema político de fondo planteado por aquellos sucesos es: ¿pueden las formas democráticas, en manos de ineptos o de golpistas, destruir la convivencia cívica y arrastrar incluso a una guerra civil o imponer un “despotismo democrático”? Pueden, en efecto, y ese fue el mal de la II República, una experiencia histórica de la que tantos políticos rehúsan aprender.
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