CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
Es de locos hacer lo mismo una y otra vez, repetir por costumbre los mismos errores y esperar resultados diferentes. (Frase atribuida a Albert Einstein)
Señor, me dirijo a Su Majestad nuevamente, quiero pensar que las reflexiones que me he permitido hacerle otras veces le han llegado, igual que pretendo que le lleguen las que le hago en este texto.
En esta ocasión me tomo la libertad de dirigirme a Su Majestad para hablarle del «Comunicado de la Casa de S. M. el Rey» en el que se hace llegar a los medios de información (y a los de manipulación de masas) a través de ellos a los españoles, la decisión de Su Majestad de proponer a Alberto Núñez Feijoo como candidato a la presidencia del gobierno, al mismo tiempo que se informa de que se ha dado traslado de tal decisión a la Presidente del Congreso de los Diputados…
Se añade en el «comunicado» que la decisión de Su Majestad ha sido tomada tras entrevistarse con los portavoces de los diversos partidos políticos con representación en el Congreso de los Diputados. A continuación se afirma en el antedicho «comunicado» que en ocasiones anteriores, salvo en la legislatura número 11, el Rey de España ha propuesto al Congreso que le diera su confianza al candidato del grupo político que ha obtenido más escaños en las elecciones generales… y prosigue que «esta práctica se acabado convirtiendo en costumbre con el paso de los años».
Prosigue el «comunicado» citando los procedimientos a seguir, según el artículo 99º de la Constitución Española de 1978, en caso de que el Congreso le otorgue su confianza al Sr. Núñez Feijoo (en primera o segunda votación), advirtiendode que si éste no lograra los suficientes apoyos, Su Majestad disolverá las Cortes Generales y convocará nuevas elecciones…
Imagine Su Majestad que se traslada a vivir a un pueblo, de esos que denominan de la «España vacía», en el cual, los conductores tienen por costumbre no respetar las señales de Stop,ni las de ceda el paso, ni los pasos de cebra. Supongo que Su Majestad se quedaría un tanto perplejo. Posiblemente, de la perplejidad pasaría a aceptarlo como «algo normal», por aquello de allí donde fueres haz lo que vieres; aunque lo que vieres sea de tal magnitud que se le pudiera aplicar aquella frase de Don Quijote a su escudero: «cosas veredes, Sancho, que harán temblar a las paredes»…
Bien, por aquello de la fuerza de la costumbre, si Su Majestad acabara adoptando las formas de conducta de los lugareños, si algún día fuera sorprendido por la guardia civil u otra de nuestras policías, incurriendo en alguna costumbre del lugar ¿Sería correcto que Su Majestad argumentara, tratara de justificar su conducta afirmando que está siguiendo la costumbre…?
Evidentemente, cuando la gente se comporta de forma «no ejemplar», actúa de forma incorrecta, lo hace porque ha interiorizado que eso es «lo normal», y sobre todo, ha llegado al convencimiento de que aunque su conducta no sea admisible, el riesgo que corre de ser sorprendido por parte de la autoridad es mínimo o inexistente…, En o único que demuestra es que su conducta, debido a la reiteración se ha convertido en hábito, lo cual no significa que lo incorrecto se convierta en correcto por ser una costumbre.
En España, por costumbre, los partidos políticos no son democráticos, no permiten a sus afiliados la participación en la toma de decisiones (y menos aún a la hora de elegir a quienes van en las listas de candidatos a los diversos comicios; ya sean elecciones municipales, regionales, nacionales o europeas), aunque la Constitución y la ley de partidos digan lo contrario. ¿Se puede hablar de que España es un país democrático si sus partidos no lo son? Pese a que los partidos sean organizaciones autoritarias en las que la práctica cotidiana es aquello que los comunistas denominaban sarcásticamente «centralismo democrático», al haber «normalizado» que los partidos son tal cual son, la costumbre es afirmar que España es un país democrático, cuando la democracia realmente existente no supera los mínimos estándares para que pueda ser denominada como tal. ¡En fin, la fuerza de la costumbre!
También se ha convertido en costumbre en España, que la gente haya normalizado, interiorizado, que política y negocio sucio son expresiones sinónimas. Salvo que alguien no esté medianamente informado, cualquier español sabe que en España existe corrupción, ligada a quienes hacen profesión de la política, porque los corruptos gozan de completa, o casi, impunidad, porque no se persigue la corrupción, porque no existen mecanismos disuasorios ni para sancionar a los corruptos… La corrupción se ha convertido en costumbre, los españoles ya han normalizado, interiorizado, que la corrupción es consustancial al régimen político del 78… ¡En fin, la fuerza de la costumbre!
También saben quienes acaban acercándose a la realidad de la Administración de Justicia de España, que por costumbre los juzgados españoles son como casinos de juego en los que las ruletas están trucadas y los crupieres hacen trampas… pero, así son las cosas pues es cuestión de costumbre aunque, el Poder Judicial debería ajustarse a la Constitución y a las leyes… Ya digo, ¡La fuerza de la costumbre y de la impunidad!
Costumbre es, también, que el Gobierno controle al Poder Judicial y a la Fiscalía General del Estado pese a que la legislación vigente, los principios y valores que regulan la organización del poder, las relaciones con los ciudadanos y las garantías de los derechos y libertades constitucionales y las políticas públicas deban ir en beneficio del interés general. Pero… ¡Es la fuerza de la costumbre!
Tampoco podemos olvidar que, desde hace más de una década, el escrutinio general que es obligatorio realizar tras cualquiera de las elecciones, por parte de las diversa juntas electorales y de la junta electoral central, no se lleva a cabo… ¡Se ha convertido en costumbre! Y, para recochineo se dan por válidos los resultados de las elecciones (como fue el caso de las del 23 de julio de este año) según el estudio provisional relizado por el Gobierno a través de la empresa concesionaria Indra… Todo ello, por costumbre, también muy «democrático»… Al parecer, en España se aprueban las leyes para no ser cumplidas (lo mismo que las promesas electorales), empezando por la ley suprema, la Constitución Española de 1978 que Su Majestad juró hacer respetar e impedir que sea destruida, como juró preservar la unidad de España, etc. ¡En fin, cosa de la costumbre!
Majestad, podría seguir, seguir y seguir relatando costumbres y más costumbres, hábitos no precisamente saludable ni conductas ejemplares que, nos han llevado a la terrible situación que sufre España, la lista sería interminable; aunque hasta ahora haya sido la costumbre, Su Majestad bien sabe no estaba obligado a elegir entre Feijoo y Sánchez, y menos por «costumbre»; Su Majestad optar por Feijoo, en el supuesto de que el Congreso de los Diputados le dé su confianza y pueda formar gobierno, no es la solución a los terrible momentos que sufrimos los españoles, debido a las malas costumbres de nuestros gobernantes (tampoco sería solución optar por Sánchez y sus secuaces que pretenden destruir España y acabar con la Monarquía Parlamentaria). La solución a los enormes peligros que corre España no es tomar medidas para apuntalarla y menos emprender supuestas reformas, para aparentar cambios, con la pretensión de que todo siga igual.
Si, tal como es previsible, Feijoo es rechzado por el Congreso de los Diputados, Su Majestad aún puede ejercer de Jefe del Estado, asumir las funciones ejecutivas que le otorgan la Constitución y optar por un español decente, con probada experiencia en la gestión de dineros ajenos que esté dispuesto a aplicar la cirugía de choque de la que España está urgentemente necesitada…
Majestad, la costumbre no es un argumento racional tampoco legal), es una tomadura de pelo, dicho sea sin ánimo de ofender y con el mayor de los respetos.
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