CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
Cualquier hombre, heterosexual, vamos, el 97 o 98 por ciento de la población masculina, se habrá percatado de que hay una especie de tribu urbana (agrupación de gente joven que viste de forma similar, posee hábitos comunes y van a los mismos lugares, etc.) que se está propagando, a la manera de las plagas de Egipto que se describen en la Biblia. Estoy hablando de las feminaziestalinistas.
¿No saben ustedes de quiénes estoy hablando, de quiénes se trata?
Bien, pues presten atención, y después de leer mi artículo, salgan a la calle y observen, agucen la vista y el ingenio…
En estos tiempos que corren, tal como ha ocurrido siempre: los “mods” en los años 60 del siglo pasado, los “grunges” en los 90; en la actualidad vemos por doquier una nueva tribu, casi omnipresente, las feminazis.
Las feminazietalinistas son el resultado de la hibridación de un perroflauta y un progre. Están en todas partes, en los medios de comunicación, en las asociaciones vecinales, en los gabinetes de “orientación” de los institutos de secundaria, en las Facultades Universitarias… ¡Hasta en las parroquias católicas! Y por supuesto, en los partidos políticos, y en los sindicatos, particularmente en los autodenominados “progresistas”.
Como cualquier “tribu” que se precie, sus integrantes, quienes se adscriben a esta manada, poseen costumbres, hábitos –y hábitos- (por aquello de “el hábito hace al monje”) muy especiales. Bien, veamos algunas características, algunas señas de identidad:
– El pelo es uno de sus rasgos más peculiares. Las “miembras” más maduritas de esta especie suelen llevar pelo corto teñido de color rojo fuego, y en ocasiones morado, alusiones claras al comunismo y republicanismo, ideologías en las que bebe el feminazismo, especialmente el libro de Federico Engels, “La familia, la propiedad y el Estado”. También se da la variante gris-blanco en cualquier longitud, como muestra de oposición a la tiranía de la moda y de lo que denominan “auto-cercenación” de la feminidad. A poco que ustedes echen un vistazo, podrán observar a políticas, escritoras, directoras de cine, comisarias de exposiciones de arte y algunas mujeres “públicas” más de esa guisa…
Por el contrario, las “miembras jóvenas” del movimiento suelen llevar un corte de pelo, denominado “mullet”: corto por delante, flequillito muy corto, a bocados, y largo por detrás. Algunas, también llevan, además, las sienes, o una de ellas, rapada; asimismo, algunas individuas suelen añadir “rastas”… Y las que hacen apología de la fealdad en sus cabezas, recurren simplemente a llevar el pelo corto, llegando casi “al cero”… El objetivo es parecer lo menos femeninas que les sea posible.
– El atuendo de las individuas de más avanzada edad, suele ser de colores extravagantes, vestidos floreados, túnicas y atavíos por el estilo. También suelen elegir chaquetas, o rebecas, grises o marrones con hombreras y acompañarlas de faldas hasta los tobillos. Las prendas de vestir de las más jóvenes suelen imitar los vestidos de la última década del siglo XX, tirando a “perrofláuticos”: mayas y camisetas de rayas, petos de estilo malabarista, y ropa artesanal, de las que distribuyen quienes se dedican al negocio denominado “comercio justo”.
Apenas han cambiado o renovado su vestuario en las últimas dos décadas. Predominan los colores morado y violeta. También suelen atarse al cuello algún “fular” (pañuelo o bufanda) generalmente de color lila, o multicolor, con los colores de la bandera “gay”…
– La distribución geográfica de esta tropa es tanto rural como urbana, habitan tanto ciudades como pueblos. Suelen frecuentar las plazas y, como buenas individuas gregarias, siempre van en grupo. Se agrupan, cual hienas africanas, en juntas, asambleas y comandos diversos, para “luchar contra el sistema”… También se dejan caer por parques en los que haya alguna zona de columpios y toboganes, acompañadas de niños también desaliñados, y en compañía de perros, formando un “microclima cultural multicolor, de individuos de distintas edades (excepto ancianos, que para ellas no son “guays”).
Otro hábitat de esta especie son las Universidades, especialmente las de Humanidades, ¡Faltaría más, que se matriculen en carreras universitarias de Ciencias, o tecnológicas!, y si es en departamentos, o áreas de investigación subvencionados con dinero del Estado (aunque sea del Sistema Hegemónico Patriarcal) mejor que mejor…
También pululan por tascas, mesones y bares casposos, de aspecto sucio y mucha solera, casas okupas, centros cívicos,…
Pensamiento feminaziestalinista degenerado:
La mayoría de las feminaziestalinistas son comunistas, socialistas, anarquistas y en general se hacen llamar “progresistas”; aunque algunas lo niegan y dicen no participar de ninguna “ideología”.
Como pueden suponer, su “doctrina” está impregnada de odio, de rencor, es maniquea, fanática, intransigente e intolerante.
Cuando tratas con esta jauría, solo cabe o estás con ellas o estás contra ellas. Su discurso es tramposo, incomprensible y sobre todo falaz. Recurren constantemente a las llamadas “falacias lógicas”. Ni que decir tiene, que predomina la falacia ad hominem, y cuando no logran que su contrincante se retire, lo intentarán todo, hasta aburrir por hartazgo…
Por supuesto, si se está hablando, pongo por caso de Badajoz, cuando menos lo esperes estarán hablando de Ayamonte, provincia de Huelva, dado que por allí también pasa el río Guadiana…
Echan pestes de cualquier relación sexual, especialmente entre hombre y mujer, por considerar que son implícitamente desiguales, de dominación, violentas, e incluso llegan a equiparar cualquier acto sexual entre hombre y mujer, con una violación, pese a que sea consentido. Consideran que hay que perseguir, con saña, la prostitución (sea voluntaria o no) y la pornografía. Sienten un profundo odio hacia los hombres y todo lo que a su entender, huela a burgués, aunque acaben aceptando a “feministas burguesas” sin demasiados problemas. Pese a que lo nieguen, todas ellas desearían formar una familia tradicional, convencional, “aburguesada”. También aborrecen cualquier forma de seducción, cortejo o flirteo, e incluso el piropo, todos ellos considerados como maltrato, y que según su sabio entender, debería ser proscrito, perseguido y severamente sancionado.
Ni que decir tiene que se arrogan una superioridad moral, que las lleva a la convicción de que es legítimo que se conviertan en las nuevas gestoras de la moral colectiva.
Sus tópicos, consignas, eslóganes más manidos, manoseados y repetidos hasta aburrir son «el patriarcado», “el techo de cristal”, y los «constructos sociales y culturales» y lindezas por el estilo. Por ejemplo:»La culpa del paro es del Patriarcado», o «si esa mujer maltrató a su hijo es porque el Patriarcado la empujó a hacerlo». “Esa mujer, víctima del patriarcado, ha actuado en legítima defensa…” «La teoría de Darwin es absurda, es un constructo social», o «lo femenino y lo masculino no existen, son un constructo social, resultado de la educación patriarcalista, propia de la familia tradicional…”
Como también puede suponer, cualquier idea es susceptible de argumentarse con frases y vocablos “talismán” semejantes, como haría cualquier agrupación e ideología sectaria.
Hablemos de su conducta habitual:
Poseen una actitud de abierta hostilidad hacia los hombres heterosexuales (más del 97 por ciento de la población masculina) y también contra mujeres heterosexuales que no les hagan el caldo gordo, y que reivindiquen su rol femenino tradicional.
También son beligerantes contra toda clase de orden, jerarquía o gobierno, y tienen especial inquina con la jerarquía de la Iglesia Católica y sus fieles, no dudando en profanar templos católicos cuando les viene en gana…
Siempre están de mal humor, crispadas, y su tono de voz es gritón, coactivo, estridente, insultante y amenazante.
Aunque parezca paradójico, entre ellas abunda la misoginia (odio a las mujeres) mezclada con la misandria (odio a los hombres) y no entienden de otra clase de «feminismo» más que el que ellas profesan, y del que se arrogan la ortodoxia.
Las feminaziestalinistas en general gustan de todo lo zafio y lo feo: las axilas y las piernas sin depilar, peludas; los desnudos antisexys y los pubis desaseados y desagradables forman parte de su repertorio. Usan expresiones chabacanas, soeces, barriobajeras, arrabaleras, ordinarias («porque mi coño lo vale») y acostumbran a desplazarse con los pies a las tres menos cuarto.
Básicamente su estrategia consiste en integrar e incorporar a su cotidianidad lo peor de ambos sexos.
Sus gustos musicales abarcan el flamenco, flamenkito, ska, reggae, punk radical, cantautores, y en general todo lo que tenga un toque rumbero o aflamencado con aires de fusión y apoyo a causas perdidas. Las más “avanzadas” se deleitan con las divas del jazz: Ella Fitzgerald, Billie Holiday y gente por el estilo (que, ¡ojo, no es que no merezcan ser escuchadas…). Gustan del cine europeo, español y sudamericano, y también del de oriente próximo (iraní, afgano), siempre que sea “combativo”, de denuncia, o trate sobre alguna mujer perseguida o exiliada.Sus gustos artísticos guardan relación con el arte contemporáneo, de vanguardia, experimental, conceptual, fotografía en blanco y negro, y videoarte, todo ello con temática aberrante, provocadora, escatológica… y deshumanizada.
– He aquí una muestra/resumen de su pensamiento:
“Hay muchos hombres que forman parte de mi vida, mi padre es un hombre, mi novio es un hombre, mi mejor amigo es un hombre y mi hijo es un futuro hombre… Estos hombres me encantan, por supuesto… También hay un par de hombres que considero amigos. Me encantan, me gustan unos pocos hombres, pero los hombres como ‘género’, no merecen para mí más que el desprecio y la sospecha. ¿Por qué habría yo, u otra mujer cualquiera, de tener afecto por los hombres? Uno de cada cuatro hombres es violador. Los hombres poseen muchos, muchísimos privilegios respecto de las mujeres, reciben trato de favor, trato preferente en casi todos los ámbitos de la vida. Cada hombre es un potencial maltratador, un posible agresor y abusador de cualquier mujer, que casi nunca conoce sus intenciones, cada desconocido es capaz de volverse violento cuando una menos lo espera, o tratar a las mujeres de forma cruel, y las estadísticas sobre la violencia masculina demuestran que no solo es posible, sino lo más probable. Aparte de los pocos que me han demostrado su amor y una cierta amistad que merezca la pena, voy a seguir odiando a los hombres, recelo de los hombres, seguiré sospechando, dudando de ellos, hasta que se me demuestre que no existe ya necesidad de seguir odiándolos, o teniendo recelo…” “Bueno, en realidad, no es que yo odie a los hombres… pero…”
Pues, lo dicho, quedan ustedes advertidos, si después de mis “sabios consejos” no sois capaces de reconocerlas, no será responsabilidad mía…
Así que ya saben, si ven un partido político, sindicato, o cualquier agrupación, concentración-manifestación, evento, o acto social donde predomine el color lila…
¡Corran todo lo que sean capaces, no sean insensatos!
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