Tras su detención y encarcelamiento, Hedilla pasó a convertirse en un símbolo que alcanzó cotas cercanas al mito. Para muchos «camisas viejas» pasó a simbolizar la esencia más pura de la ideología nacionalsindicalista, así como un símbolo de la resistencia falangista frente a la traición franquista de los principios joseantonianos.
Federico Manuel Hedilla Larrey nació en Ambrosero (Cantabria) el 18 de julio de 1902 y murió en Madrid el 4 de febrero de 1970. Mecánico de profesión, se afilió a Falange Española en 1934.
Hijo de una humilde familia campesina, quedó huérfano de padre a los siete años, por lo que se trasladó con su madre a Bilbao. Allí estudió Mecánica en la Escuela Naval y trabajó luego como maquinista en un buque mercante y como mecánico en los astilleros de Sestao. En 1924 pudo establecerse como propietario de un taller de automóviles en Madrid. Cuatro años después, logró una contrata pública de transportes de materiales para la construcción de carreteras, pero la recesión económica —que redujo las inversiones en infraestructuras— frustró su proyecto empresarial.
Cerró, pues, su empresa y volvió a trabajar como mecánico por cuenta ajena, al tiempo que se relacionaba con los medios del sindicalismo católico.
En 1932 regresó a Cantabria, para trabajar como mecánico en la fábrica de leche en polvo SAM, en Renedo. No tardó en llegar a capataz, pero el conocimiento de la situación laboral de los trabajadores de la empresa le impulsó a crear un sindicato cuando, a finales de 1933, contactó con el primer falangismo montañés. Afiliado a Falange Española (FE), se hizo cargo de la jefatura local de Renedo. Su actuación en los sucesos revolucionaros de octubre de 1934, en los que asumió la tarea de movilización de la organización cántabra de FE, que puso a disposición de la Guardia Civil, hizo que los dirigentes del partido se fijaran en él y fue nombrado jefe provincial de Santander.
Pero no fue hasta octubre de 1935, cuando resultó incorporado a la elite falangista como miembro del Consejo Nacional. Tras presentarse sin éxito a las elecciones de febrero de 1936 en Santander, Hedilla asumió la preparación de actividades clandestinas. A finales de marzo, visitó a José Antonio Primo de Rivera en la cárcel y recibió instrucciones de él para que dejara la jefatura de la Falange santanderina y se trasladara a Galicia, a fin de fortalecer la débil organización regional.
Al producirse el levantamiento de julio de 1936, Hedilla, que se encontraba en Vigo, activó a la Falange gallega, que participó en tareas de apoyo a los militares sublevados y en la dura represión contra los miembros de las organizaciones frentepopulistas.
Luego se trasladó a Burgos, donde, en compañía de Agustín Aznar, trabajó en la recomposición de la estructura central de FE, afectada por las detenciones de cuadros producidas desde la primavera y por la división del país en dos zonas tras el inicio de la Guerra Civil. Conforme se fueron incorporando mandos del partido comenzaba a verse la necesidad de reorganizar su dirección, ya que el jefe nacional, José Antonio Primo de Rivera, seguía preso en la zona republicana. A comienzos de septiembre, varios de ellos se reunieron en Valladolid y designaron una Junta de Mando provisional, cuya presidencia se encomendó a Hedilla. No tardaron, sin embargo, en surgir disensiones en el seno de la Junta entre quienes, como su presidente, deseaban que Falange se consolidara como una fuerza autónoma y construyera un Estado nacional-sindicalista, y los que otorgaban prioridad a ganar la guerra, subordinando el partido a la autoridad de los militares y de su principal figura, el general Francisco Franco. Además, al conocerse en los círculos políticos de Salamanca el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, en noviembre, se hizo evidente que la Falange quedaba descabezada, sin una figura carismática e indiscutida a su frente.
A comienzos de la primavera de 1937 empezaron a extenderse los rumores sobre un proyecto de unificación de las fuerzas políticas del bando nacionalista.
El 11 de abril, algunos monárquicos se reunieron con Hedilla en San Sebastián y le expusieron la conveniencia de la medida, pero el falangista se negó. Ante la evidencia de que los tradicionalistas apoyarían la unificación, el día 15 convocó al Consejo Nacional de Falange para el 25. Pero los prolegómenos de la reunión fueron muy accidentados. El día 16, un grupo de mandos, dirigidos por Rafael Garcerán (antiguo «pasante» de José Antonio Primo de Rivera), puso en marcha un golpe para destituir a Hedilla y sustituirlo por un triunvirato formado por Agustín Aznar, Sancho Dávila y José Moreno. Los hedillistas se resistieron y, al día siguiente, se produjo un enfrentamiento a tiros entre miembros de ambas fracciones, que se saldó con dos muertos. Hedilla adelantó entonces la apertura del Consejo Nacional, que se inauguró el 18 de abril. Allí denunció la existencia de un plan para asesinarle y pidió a los consejeros su apoyo explícito. La mayoría de ellos se lo dieron, y fue elegido sucesor de José Antonio, como Jefe Nacional.
Pero, al día siguiente se publicó el Decreto de Unificación, que integraba al falangismo en un partido único, Falange Española Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET de las JONS), bajo la jefatura de Franco. Hedilla manifestó, una vez más, su oposición, e hizo enviar un telegrama a los jefes provinciales de Falange avisándoles de que no acataran las órdenes de los líderes de FET.
El 19 de abril Radio Nacional de España emitió un discurso de Franco en el que se hizo publico el decreto por el cual Falange Española y Requetés fueron forzadas a formar parte de una sola entidad política denominada Falange Española Tradicionalista y de las JONS bajo la jefatura única y suprema de Francisco Franco y como Secretario General Raimundo Fernández-Cuesta…
Cuando el día 22 tuvo noticia de que Franco le designaba para el Secretariado Político del nuevo partido, le envió un emisario rechazando el nombramiento. Ello provocó que el 25 de abril, Hedilla fue arrestado —junto a otros 600 falangistas— bajo la acusación de haber conspirado contra el General Franco y acusado de rebelión, fue sometido a un consejo de guerra y condenado a dos penas muerte, pero Franco las conmutó a finales de julio por otra de prisión (por intercesión de Ramón Serrano Súñer y Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio). Hedilla seguía siendo el legítimo líder de FE de las JONS para los falangistas que nunca aceptaron la unificación forzada por el General Franco, pronto organizados en la clandestinidad en una Falange Española Auténtica, y el régimen tuvo buen cuidado en mantenerle cautivo largos años. Entre 1937 y 1941 estuvo encarcelado en la prisión de Las Palmas y luego, hasta 1946, confinado en Mallorca.
Cuando en 1946 fue puesto en libertad, desde ese momento hasta el final de sus días luchó en vano por conseguir su rehabilitación, para lo cual se dirigió en varias ocasiones al Jefe del Estado, así como a diversas autoridades civiles, militares y eclesiásticas, tales como al nuncio apostólico de Su Santidad el Papa, monseñor Cicognani; y a los cardenales Pla y Deniel y Segura, algunas de las cuales incluso se negaron a recibirle.
Al recuperar la libertad obtuvo un puesto de trabajo en la compañía de aviación estatal, residió en Madrid y Valencia y se mantuvo alejado de la política, a pesar de que la Falange Auténtica le seguía reconociendo como jefe nacional. Tomó varias iniciativas, sin embargo, para reivindicar su actuación durante la guerra, publicando algunos folletos y un grueso libro, Testimonio de Manuel Hedilla, escrito por el periodista Maximiano García Venero. En 1965 el ministro Solís le ofreció un puesto en el Consejo Nacional del Movimiento por la provincia de Santander, pero lo rechazó. No obstante, el crecimiento de las actividades clandestinas de los grupos falangistas acabaron animándole a participar en la oposición al régimen… En 1966 llegó a afiliarse al Frente Sindicalista Revolucionario de Narciso Perales, aunque no tardó en abandonarlo, al disentir de una proximidad al anarcosindicalismo que desdibujaría el mensaje falangista; tras lo cual fundó su propia organización, el Frente Nacional de la Alianza Libre, cuya dirección asumió hasta su muerte, dos años después (1970).
Si en su momento a José Antonio Primo de Rivera lo llamaron «El Ausente», a Manuel Hedilla se le puede nombrar como «El Olvidado». Después del asesinato de José Antonio Primo de Rivera, en Alicante, el 20 de noviembre de 1936, no se quedó sólo únicamente, sino que intentaron mantenerlo en un permanente y premeditado anonimato, mientras vivió. Tuvo que pagar un alto precio, pues muchos de los integrantes de la jefatura de FE de las JONS se olvidaron de que era el II Jefe Nacional y sucesor de José Antonio. Hedilla estuvo 235 días al frente de Falange. Un periodo que va desde el 20 de noviembre de 1936 al 20 de abril de 1937, cuando el General Franco decretó la unificación de los falangistas y los requetés.
Lo acusaron de alta traición. Se ideó todo un proceso sumarísimo para demostrar que tenía la intención de derrocar el poder establecido por el nuevo jefe del Estado. Para algunos era un golpista. Se le acusó de crímenes ajenos a él. El conocido como «caso Hedilla» fue una presunta conspiración para derrocar a Franco en la que, el supuesto instigador nunca intervino. Todo lo contrario. Se organizó a sus espaldas y no solo le costó el cargo, sino que fue encarcelado y lo condenaron a muerte. En el último momento Franco la conmutó por cadena perpetua y fue puesto en libertad en 1941. Una libertad limitada, pues lo confinaron en Mallorca.
Hasta 1947 no recobró la plena libertad.
Hubo algunos que afirmaron que tenía limitaciones, carencias, debidas a su origen y a su formación intelectual.. pero, eso no justifica que, desde el primer momento, dentro de la propia Falange Española, existiera una conspiración para derrocarlo. Si la supuesta conspiración contra Franco fue el perfecto pretexto para separar a Hedilla de la jefatura de Falange Española, la persecución que sufrió Hedilla en propia carne fue auspiciada no solo por falangistas sino por otros miembros del bando nacional con el propósito de encumbrar, de enaltecer a Franco.
A Hedilla no se le permitió actuar. Nunca se le consideró. Fue, desde el primer momento, un «apaño transitorio», mientras José Antonio permanecía en la cárcel. La idea de quienes permitieron que Hedilla ascendiera a la Jefatura de Falange Española de las JONS, era que más pronto que tarde, José Antonio Primo de Rivera sería liberado y retomaría el mando… Nunca pensaron que pudiera ser asesinado. Esto no estaba en las quinielas de nadie. Es por ello que, fueron bastantes los que consideraron que Hedilla, como transición, era un buen elemento…
Al conocerse la noticia del asesinato de José Antonio –escondida para el gran público, pero conocida en ciertos sectores– empezaron a mover ficha los contrarios a Hedilla y aquellos que aspiraban no únicamente a ostentar el mando supremo de Falange Española, sino el mando absoluto del nuevo régimen político que surgiera finalizada la Guerra Civil.
Con José Antonio vivo Hedilla era el gran valedor de Falange.
Con José Antonio muerto, Hedilla sobraba, para algunos un lastre del que había que desprenderse.
De no haber fallecido José Antonio, Franco no se hubiera planteado, ni tampoco decidido decretar la Unificación de la Comunión Tradicionalista y la Falange… Lo hizo cuando estuvo seguro de su muerte y cuando pudo conjurarse contra todo y contra todos. Lo hizo a espaldas de Falange y del Carlismo, lo hizo a espaldas de Fal Conde y de Manuel Hedilla. Sabiendo que ninguno de los dos, ni Javier de Borbón-Parma harían nada para impedírselo, pues estaban en el exilio. Lo hizo sabiendo que Manuel Hedilla podría ser destituido con facilidad. Lo hizo después de encarcelar a Rafael Galcerán, Agustín Aznar y Sancho Dávila. Lo hizo en contra de todo, contra todos y a pesar de todos. El Cuartel General de Franco, teniendo en cuenta que del 16 al 19 de abril de 1937 se reuniría en Salamanca el Consejo Nacional de Falange, decidió aprovechar la debilidad interna de estos para proceder a una maniobra política que, le permitiera controlar el partido y cortar de raíz cualquier imprevisto, cualquier altercado que pudiera producirse.
El decreto de Unificación sería un freno a cualquier decisión que se tomara en el Consejo Nacional de Falange. Instantes después de finalizar, el 19 de abril de 1937, Manuel Hedilla recibió la visita de un ayudante de Franco. Eran las ocho de la tarde. Este le entregó un sobre. En su interior, una carta y el manifiesto que aquella noche Franco pensaba leer por Radio Nacional de España. El vacío de poder, la casi inexistente jefatura dentro de Falange –a pesar de que Manuel Hedilla acababa de ser nombrado II Jefe Nacional– hizo que no mereciera saberlo de viva voz por Franco, sino a través de una fría carta. El manifiesto era el Decreto de Unificación por el cual, Falange Española de las JONS y la Comunión Tradicionalista eran disueltas como tales, y sus afiliados y milicias pasaban a formar parte de un nuevo partido político que pasaría a denominarse Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
Al entender de muchos, Hedilla no fue demasiado inteligente. Subestimó el poder de Franco. Se creyó con más derecho que él, pues había sido elegido por votación. Como han apuntado varias personalidades de Falange y algunos historiadores, el grave error de Hedilla fue no acercarse a Franco. De haberlo hecho, quizá las cosas hubieran sido diferentes. Ahora bien, siempre fue fiel al pensamiento de José Antonio y al cargo por el cual lo habían elegido. Acercarse a Franco para obtener poder no estaba en su pensamiento. Por eso fue coherente y no aceptó nada de él. Tampoco, cuando se le recomendó, quiso exiliarse. Se quedó en su puesto. Otros, en circunstancias similares, prefirieron el exilio. Esa coherencia lo llevó ante los tribunales. Por todo esto, lo condenaron primero a muerte, luego a largos años de cárcel y después a una posterior exclusión y olvido.
Hay una leyenda negra sobre Hedilla. Casi todo lo que se dijo de él eran falsedades, faltaban a la realidad. Lo que nadie ha podido negar es que, a pesar de sus carencias –siempre comparándolo con José Antonio– su coherencia política fue innegable. Fiel seguidor del pensamiento de José Antonio, si bien no se convirtió en mito, estuvo a las puertas de serlo. Franco nunca le tuvo miedo, a diferencia del que le tenía a José Antonio. Tal vez porque jamás se dio cuenta de su altura política. Ahora bien, en unas circunstancias como las vividas, fue de los pocos en plantarle cara a Franco. Si bien apoyó al principio de la guerra todo el movimiento surgido en el bando nacional, con posterioridad fue crítico con él. Esta valentía lo llevó a la cárcel y al ostracismo. Sin embargo, fue valiente y se quedó al pie del cañón. Esta dignidad personal y política hoy en día es muy difícil de encontrar, casi imposible.
Si utilizamos un vocabulario guerra civilista, podemos decir que Hedilla estuvo en el bando vencedor. Pero… Esto le sirvió de muy poco, pues vivió en propia carne la persecución del régimen franquista. Dicen que la historia la escriben los vencedores. En este caso, «El Olvidado» de Falange Española también la escribió, aunque fuera en blanco y negro. En su momento la envolvieron de mentiras y contradicciones. La realidad es que la personalidad publica y política de Hedilla merece un reconocimiento histórico que no ha tenido.
Hoy, en pleno siglo XXI Manuel Hedilla Larrey es un personaje desconocido e ignorado. Cincuenta años después de su muerte merece ser rescatado del olvido, es imprescindible reparar la injusticia que contra él se cometió por parte de los dos bandos.
El «caso Hedilla» se basó con un telegrama y un «no». Pensando que el decreto de Unificación (que Manuela Hedilla sabía cercano) podía provocar desconcierto escribió el siguiente: «El Generalísimo ordena modificaciones que hubieres por conducto mando supremo Falange. Sancionaré severamente iniciativas propias cualquier mando Falange sobre el decreto fusión. Acusa recibo urgente. Jefe Nacional Hedilla». Para el embajador alemán, Wilhem Faupel, el telegrama buscaba coartar la autoridad de Franco sobre Falange Española: «No era cierto. Hedilla no conspiró. Su propósito era prepararse, contrarrestar un posible desorden. Pensó que se publicarían muchas informaciones. Que podría producirse un caos. La solución era que Falange Española solo cumpliera sus órdenes.
Su siguiente desacierto fue negarse a participar en cualquier gobierno o nombramiento después del decreto de Unificación. Esta decisión lo dejó solo ante el peligro. Perdió todos los apoyos. Además, jugó con una carta muy peligrosa: tener a Franco como enemigo. Debía haber tenido más amistad y familiaridad con él. Hedilla cavó su propia tumba», explica Faupel. En 48 horas pasó de ser el II Jefe Nacional de Falange Española y de las JONS a proscrito. Fue detenido el 25 de abril de 1937 y no salió de la cárcel hasta el 18 de julio de 1941.
La Falange del Silencio. Escritos, discursos y declaraciones del II Jefe Nacional de Falange, recopilación de J. L. Jerez, Madrid, Editorial Barbarroja, 1999.
Más bibliografía: M. García Venero, Falange en la guerra de España: la Unificación y Hedilla, París, Ruedo Ibérico, 1967; H. R. Southwort, Antifalange: estudio crítico de “Falange en la guerra de España: la unificación y Hedilla” de Maximiano García Venero, París, Ruedo Ibérico, 1969; M. García Venero, Testimonio de Manuel Hedilla, Barcelona, Acervo, 1972; A. Alcázar de Velasco, Los 7 días de Salamanca, Madrid, G. del Toro Editor, 1979; J. Gil Pecharromán, José Antonio Primo de Rivera. Retrato de un visionario, Madrid, Temas de Hoy, 1996; S. G. Payne, Franco y José Antonio. El extraño caso del fascismo español, Barcelona, Planeta, 1997; J. L. Rodríguez Jiménez, Historia de Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000; M. Argaya Roca, Historia de los falangistas en el franquismo, Madrid, Plataforma 2003, 2003; ‘Manuel Hedilla; 235 días al frente de la Falange’ de César Alcalá, enero de 2021…
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