CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Los furcios y furcias de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas (siguiendo el esquema de «la ventana de Overton») aseguran con absoluta rotundidad que, el Rey de España, Don Felipe VI, decidirá esta semana entrante, tras reunirse con los portavoces de los diversos partidos con representación en el Congreso de los Diputados proponer la investidura del canalla, psicópata, Pedro Sánchez para presidir el Gobierno de España los próximos cuatro años.
Nuevamente me veo en la obligación de subrayar que Don Felipe no está obligado por ninguna norma legal, tras el intento fallido de Núñez Feijoo, a proponer a Pedro Sánchez por ser el representante del segundo partido más votado en las elecciones generales del 23 de julio pasado. No existe ninguna norma legal que determine tal cosa, como tampoco que Don Felipe estuviera obligado a proponerle al Congreso de los Diputados que le dieran su confianza a Alberto Núñez Feijoo para presidir el Gobierno, por ser su partido, el PP, el que más votos consiguió en tales elecciones. Insisto: es absolutamente falso. Es más, debido a ello, la Casa Real, cuando Don Felipe decidió proponer a Feijoo, se justificó diciendo que lo hacía porque «esa era la costumbre».
Entonces escribí un artículo en el cual yo contestaba, cuestionaba que tal justificación fuera racional o se basara en algún precepto legal… Como entonces afirmé, la costumbre no demuestra más que tal o cual forma de comportamiento es un «hábito», no que esa conducta sea correcta, la más acertada, la mejor. Fundamentar una decisión de tal manera es no fundamentar, es una tomadura de pelo (también lo afirmé entonces), una arbitrariedad, o como se dice actualmente de manera coloquial, es «no querer pringarse y pasarle el marrón a otros», vamos, escurrir el bulto. Claro que, no hincarle el diente a un problema no da como resultado que el problema desaparezca; en el caso que nos ocupa no cabe aplicar aquello de «el tiempo lo cura todo», muy al contrario, la tibieza, la cobardía, el ponerse de lado, hacerse el Don Tancredo solo hace que el problema acabe agravándose…. la herida seguirá abierta aunque se cubra con una costra que dé la impresión de cicatrización, a poco que alguien hurgue en la herida, al menor roce España acabará poniendo el grito en el cielo, sintiendo angustia y enfado.
Cuando Su Majestad decidió proponerle al Congreso de los Diputados que le diera su confianza a Alberto Núñez Feijoo, a sabiendas de que la mayoría de sus integrantes habían anunciado que no apoyarían su investidura; propuso al presidente del PP, según el comunicado de la Casa Real, porque hasta entonces esa había sido la costumbre, la de proponer al representante del partido más votado en las Elecciones Generales; tal como entonces, vuelvo a invitar a Su Majestad a que imagine que se traslada a vivir a un pueblo, de esos que denominan de la «España vacía», en el cual, los conductores tienen por costumbre no respetar las señales de Stop,ni las de ceda el paso, ni los pasos de cebra. Supongo que Su Majestad se quedaría un tanto perplejo. Posiblemente, de la perplejidad pasaría a aceptarlo como «algo normal», por aquello de allí donde fueres haz lo que vieres; aunque lo que vieres sea tan sorprendente que se le pudiera aplicar aquella frase de Don Quijote a su escudero: «cosas veredes, Sancho, que harán temblar a las paredes»…
Bien, vuelvo a reiterar que por aquello de la fuerza de la costumbre, si Su Majestad acabara adoptando las formas de conducta de los lugareños, si algún día fuera sorprendido por la guardia civil u otra de nuestras policías, incurriendo en alguna costumbre del lugar ¿Sería correcto que Su Majestad argumentara, tratara de justificar su conducta afirmando que está siguiendo la costumbre…?
Evidentemente, cuando la gente se comporta de forma «no ejemplar», actúa de forma incorrecta, lo hace porque ha interiorizado que eso es «lo normal», y sobre todo, ha llegado al convencimiento de que aunque su conducta no sea admisible, el riesgo que corre de ser sorprendido por parte de la autoridad es mínimo o inexistente… quien así actúa, lo único que demuestra es que su conducta, debido a la reiteración se ha convertido en hábito, lo cual no significa que lo incorrecto se convierta en correcto por ser una costumbre.
En España, por costumbre, los partidos políticos no son democráticos, no permiten a sus afiliados la participación en la toma de decisiones (y menos aún a la hora de elegir a quienes van en las listas de candidatos a los diversos comicios; ya sean elecciones municipales, regionales, nacionales o europeas), aunque la Constitución y la ley de partidos digan lo contrario. ¿Se puede hablar de que España es un país democrático si sus partidos no lo son? Pese a que los partidos sean organizaciones autoritarias en las que la práctica cotidiana es aquello que los comunistas denominaban sarcásticamente «centralismo democrático», al haber «normalizado» que los partidos son tal cual son, la costumbre es afirmar que España es un país democrático, cuando la democracia realmente existente no supera los mínimos estándares para que pueda ser denominada como tal. ¡En fin, la fuerza de la costumbre!
También se ha convertido en costumbre en España, que la gente haya normalizado, interiorizado, que política y negocio sucio son expresiones sinónimas. Salvo que alguien no esté medianamente informado, cualquier español sabe que en España existe corrupción, ligada a quienes hacen profesión de la política, porque los corruptos gozan de completa, o casi, impunidad, porque no se persigue la corrupción, porque no existen mecanismos disuasorios ni para sancionar a los corruptos… La corrupción se ha convertido en costumbre, los españoles ya han normalizado, interiorizado, que la corrupción es consustancial al régimen político del 78… ¡En fin, la fuerza de la costumbre!
También saben quienes acaban acercándose a la realidad de la Administración de Justicia de España, que por costumbre los juzgados españoles son como casinos de juego en los que las ruletas están trucadas y los crupieres hacen trampas… pero, así son las cosas pues es cuestión de costumbre aunque, el Poder Judicial debería ajustarse a la Constitución y a las leyes… Ya digo, ¡La fuerza de la costumbre y de la impunidad!
Costumbre es, también, que el Gobierno controle al Poder Judicial y a la Fiscalía General del Estado pese a que la legislación vigente, los principios y valores que regulan la organización del poder, las relaciones con los ciudadanos y las garantías de los derechos y libertades constitucionales y las políticas públicas deban ir en beneficio del interés general. Pero… ¡Es la fuerza de la costumbre!
Tampoco podemos olvidar que, desde hace más de una década, el escrutinio general que es obligatorio realizar tras cualquiera de las elecciones, por parte de las diversa juntas electorales y de la junta electoral central, no se lleva a cabo… ¡Se ha convertido en costumbre! Y, para recochineo se dan por válidos los resultados de las elecciones (como fue el caso de las del 23 de julio de este año) según el estudio provisional relizado por el Gobierno a través de la empresa concesionaria Indra… Todo ello, por costumbre, también muy «democrático»… Al parecer, en España se aprueban las leyes para no ser cumplidas (lo mismo que las promesas electorales), empezando por la ley suprema, la Constitución Española de 1978 que Su Majestad juró hacer respetar e impedir que sea destruida, como juró preservar la unidad de España, etc. ¡En fin, cosa de la costumbre!
Majestad, podría seguir, seguir y seguir relatando costumbres y más costumbres, hábitos no precisamente saludable ni conductas ejemplares que, nos han llevado a la terrible situación que sufre España, la lista sería interminable; aunque hasta ahora haya sido la costumbre, Su Majestad bien sabe que no está obligado a elegir entre Feijoo y Sánchez, y menos por «costumbre»; Su Majestad acaba de comprobar que optar por Feijoo, para que el Congreso de los Diputados le diera su confianza y pudiera formar gobierno, no era la solución a los terrible momentos que sufrimos los españoles, debido a las malas costumbres de nuestros gobernantes.
Su Majestad también sabe que tampoco sería la solución optar por Sánchez y sus secuaces que pretenden destruir España y acabar con la Monarquía Parlamentaria, en la semana entrante después de reunirse nuevamente con los representantes de los partidos con presencia en el Congreso de los Diputados de España.
Si Su Majestad, Don Felipe VI acaba eligiendo a Pedro Sánchez para que repita como presidente del Gobierno de España, a pesar de que el mismo y sus secuaces, etarras, separatistas, comunista y socialistas, han anunciado que emprenderán acciones para destruir España; estará obligado, como poco, a justificar, a fundamentar la conveniencia (si es que así lo piensa) de tal desatino. En tal caso, que hay que temerse que acabará ocurriendo, a los españoles debe quedarles muy claro que nuestro Rey es cómplice, colaborador necesario de los enemigos de España… ¡Ojalá me equivoque!
Don Felipe, nuestro Rey todavía está a tiempo de reinar, de ejercer de Jefe del Estado -y de las Fuerzas Armadas Españolas-, asumir las funciones ejecutivas que le otorgan la Constitución y optar por un español decente, con probada experiencia en la gestión de dineros ajenos que esté dispuesto a aplicar la cirugía de choque de la que España está urgentemente necesitada…
Majestad, la costumbre no es un argumento racional tampoco legal), es una tomadura de pelo, dicho sea sin ánimo de ofender y con el mayor de los respetos.
Antes de terminar, para que nadie se lleve a engaño, quiero dejer bien claro que ante la terrible situación que sufre España no es suficiente tomar medidas para apuntalar el edificio en ruína y menos emprender supuestas reformas, para aparentar cambios, con la pretensión de que todo siga igual.
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