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«MEMORIA DEMOCRÁTICA»: ACERCA DE CÓMO, DESPUÉS DE LA MUERTE DEL GENERAL FRANCO EL PSOE, PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL, DESTRUYÓ LA INDUSTRIA ESPAÑOLA.

Bueno es traer a la memoria, ahora que comenzamos el año en el que se cumplen 50 de la muerte del General Franco, todo lo que sucedió tras su muerte y el papel protagonista que en ello tuvo el PSOE, Partido Socialista Obrero Español que, con Pedro Sánchez al frente pretende hacer creer a los españoles que ellos (socialistas, comunistas, separatistas y terroristas) trajeron la modernidad y nos sacaron de una terrible situación de pobreza, miseria, atraso, ausencia de prosperidad, y un largo etcétera; o como dijo Alfonso Guerra, el PSOE, haría que a España «no la reconociera ni la madre que la parió»…. Sin más preámbulos, vean ustedes cómo el PSOE destruyó la industria española y nuestra nación dejó de ser la octava potencia industrial del mundo, una de las economías entonces más desarrolladas.
A continuación, pueden ver una larga y exhaustiva lista de la mayoría de las empresas fundadas, nacionalizadas o participadas por el Instituto Nacional de Industria, I.N.I. para abreviar, desde que se produjo su fundación en 1941.

A todas esas empresas públicas se las dotó de una valiosa infraestructura en las décadas de 1950 y 1960. Sectores como la electricidad (Iberdrola), las telecomunicaciones (Telefónica), la distribución de petróleo (Repsol), la explotación de las minas (Hunosa), la metalurgia pesada (Altos Hornos), la producción automovilística (Seat), el transporte ferroviario (Renfe), naval (AESA) y aéreo (Iberia), la producción y distribución de tabaco (Tabacalera Española), etc. eran monopolios estatales capaces de proporcionar prestaciones y servicios esenciales a precios asequibles, y sus beneficios revertían al Estado e indirectamente a todos los españoles.
A partir de 1984, cuando entramos en la Comunidad Económica Europea, antecedente de la actual Unión Europea, el gobierno socialista de Felipe González las malvendió por poco más de 55.000 millones de euros, según el SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales). Sólo en 2011, Telefónica, Endesa, Gas Natural y Repsol ganaron más de 10.000 millones de euros.
A mediados de los años 80 del siglo XX, tras la subida al poder del PSOE, los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas les dijeron a los españoles -y lograron convencerlos- que hasta entonces habíamos estado aislados en todos los aspectos de la vida y que había que abrirse al mundo, para dejar de ser unos atrasados, unos carcas, unas características de las que nos debíamos sentir profundamente avergonzados.

Con «La Movida» España entraba en la modernidad y en el progreso (aquello que decía Alfonso Guerra de que “a España no la acabará reconociendo ni la madre que la parió”). Con “la Movida” también llegaron las televisiones privadas, la Bola de Cristal, el “cacao maravillao”, la telebasura, las leyes educativas “progresistas”, los fondos europeos, Barcelona 92, la Exposición Universal de Sevilla, … y también la corrupción del régimen felipista, y los GAL…
Y mientras todo esto sucedía, para tener a los españoles entretenidos, se estaba produciendo la verdadera “transición”, el saqueo generalizado, el robo de la industria española para ponerla en manos de multinacionales extranjeras o regalárselas a empresarios “patriotas” cercanos al PSOE.
Los españoles, hipnotizados por la modernidad, no se daban cuenta de que se hipotecaba su futuro y el de España como nación, se desmantelaba su industria, su agricultura, se cedía la soberanía, tanto desde el punto de vista ejecutivo, como legislativo, judicial, militar, alimentario, y un largo etc.
Desde entonces, los españoles pagamos muchísimo más caros la mayoría de bienes y servicios, y los nuevos dueños de aquellas industrias, hasta su privatización patrimonio de los españoles, disfrutan de sus beneficios. Por supuesto, 
los políticos socialistas fueron especialmente bien pagados.
Pero, no sólo fueron la electricidad, las telecomunicaciones, la distribución de petróleo y gas, la explotación de las minas, la metalurgia pesada, el transporte ferroviario, naval y aéreo, la producción y distribución de tabaco… había mucho más. Sectores mixtos, como el bancario; empresas públicas y de participación pública en sectores tan variados como Seguros, Alimentación, Textil, Electrónica, Informática, Ingeniería, Energía, Minería, Automoción, Rodamientos, Bienes de equipo, Construcción Naval, Armamento, Turismo, Aluminio, Metalurgia Ligera, Desarrollo Industrial, Papel y derivados de la celulosa, Fertilizantes, Artesanía, Construcción…

Empresas capaces de proporcionar servicios y productos básicos a precios asequibles, y cuyos beneficios revertían en el Estado. Es sorprendentemente abultada la lista de empresas pertenecientes al patrimonio estatal que se construyó con las aportaciones de nuestros padres y abuelos y que se fue desmantelando con la desindustrialización y posterior privatización.
Mal negocio hizo España, cuando el PSOE decidió seguir las directrices de Europa: 
los políticos socialistas, con Felipe González al frente, malvendieron la herencia de nuestros padres y abuelos e hipotecaron y robaron el futuro de posteriores generaciones. Y, para recochineo, malvendieron y regalaron lo que funcionaba, lo que era rentable y daba beneficios, y retuvieron, no vendieron lo
que daba pérdidas. Como el que se le ocurrió asar la manteca.

Como era de esperar, a partir de mediados de la década de 1990 España empezó a notar las consecuencias de la privatización y malversación de los medios de producción estatales, que condujo al ahogamiento de nuestra capacidad productiva, al mismo tiempo que se cedía a los burócratas de Bruselas (a los que nadie elige) la capacidad de legislar, renunciando así a nuestra autonomía y soberanía y quedando supeditados a lo que ellos decidan. Al mismo tiempo que sucedía todo esto, los socialistas, con el apoyo entusiasta del PP, los sindicatos y las asociaciones de empresarios, saquearon las cajas de ahorros y promovieron su privatización, en beneficio de la banca privada. Como resultado, las grandes multinacionales y las normas que nos impone Bruselas han acabado o van camino de acabar con las pequeñas y medianas empresas españolas, tanto en el sector industrial como en el alimentario, agrario o ganadero.
Desde que nos integramos en Europa, desde que nos metimos en la modernidad y en el progreso, los españoles no podemos decidir a quién compramos ni a quién vendemos, ni qué producimos, ni en qué condiciones lo hacemos, ni qué ni cuánto cultivamos.

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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