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¿Merece la pena ir a la Universidad?

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.

¿Deben los jóvenes ir a la universidad, deben sus padres, maestros, parientes animarlos a ir a la Universidad? 

Pues sí, tal vez ha llegado el momento de preguntarse si aún es bueno ir a la universidad. 

Hasta ahora, cualquiera que se le ocurriera preguntar tal cuestión recibiría un rotundo SÍ. La universidad no solo era el camino hacia mayores ingresos, sino la puerta de entrada al estatus superior, a la élite social: carreras profesionales como derecho, medicina, enseñanza, banca, negocios, ingeniería, tecnología, etc. Nuestros padres y nuestros abuelos, muchos de los cuales sufrieron trabajos agrícolas e industriales físicamente exigentes, inculcaron a sus descendientes de manera machacona, la distinción entre trabajos «de cuello azul» y carreras «de cuello blanco». Después de la Segunda Guerra Mundial (y de la Guerra Civil Española) los adultos supervivientes querían una vida mejor y más fácil para las siguientes generaciones. Para ellos, la formación era la clave, la enseñanza universitaria era la llave que abriría las puertas. Quienes se beneficiaron de la universidad y llevaron una vida más o menos exitosa, tendrán un gran trauma psicológico si sus hijos o nietos no obtienen títulos universitarios como ellos. Son muchos los que consideran un paso atrás, una regresión que la próxima generación de sus familias no posea formación universitaria.

Pero, últimamente son muchas las voces que cuestionan tales ideas y lo consideran un tópico muy alejado de la realidad; cada vez más personas tienen el convencimiento de que la universidad implica demasiado tiempo perdido, energía, dinero, el logro de una especialización algo más que dudosa y, sobre todo, demasiadas pérdidas de oportunidades… Y, también, hay un elemento político, ideológico y cultural en quienes no consideran conveniente que sus hijos vayan a la Universidad: cada vez es más frecuente que la derecha política vea la enseñanaza superior con suspicacia y abierta hostilidad.

Las universidades en la actualidad son mayormente centros de adoctrinamiento de izquierda en los que los jóvenes conservadores aprenden a odiarse a sí mismos, a sus padres y a su nación. Los profesores progresistas promueven -de manera abusiva- tonterías dañinas sobre historia, religión, raza, mujeres, sexo («género»), sexualidad, cambio climático y desigualdad. 

Las matrículas son cada vez más caras, mientras que los títulos valen cada vez menos. La inflación de calificaciones es rampante. Aparte de los estudiantes de ciencia, tecnología, ingeniería, informática, física, química y matemáticas o de técnicas de contabilidad, la mayoría de los graduados lamentablemente no están preparados para trabajar en el mundo real. Carecen de habilidades que les permitan encontrar trabajo…

Siendo así ¿por qué la clase media, la gente liberal-conservadora debería seguir enviando a sus hijos a la Universidad, para que se acaben convirtiendo en carne de cañón cultural, tontos útiles para el proyecto progresista-globalista?

Sorprende especialmente que, a pesar de que apenas un 20% de los jóvenes que terminan la enseñanza secundaria tienen realmente aptitud para actividades intelectuales, continúen siendo empujados por sus profesores y sus padres a ingresar en la Universidad. Y menos todavía son los que poseen capacidad o temperamento para obtener títulos avanzados o trabajos de doctorado.

 La mayoría de las universidades son realmente extrema izquierda. Pero, no podemos dar por perdida la «guerra cultural» y acabar cediendo definitivamente la enseñanza superior a los progresistas. Toda persona joven necesita una educación liberal, con idiomas (incluida la enseñanza de latín), historia, literatura occidental, gramática, filosofía, lógica, retórica, bellas artes y geometría, como mínimo. La mayoría de los centros de enseñanza secundaria está lamentablemente mal equipada para proporcionar dicho plan de estudios, lo cual implica que haya que recurrir al autoaprendizaje,a la enseñanza en el hogar o la universidad. Esto no quiere decir que las universidades proporcionen una buena educación liberal; sino, todo lo contrario. Pero, en general, estas materias están al menos disponibles para el estudiante que realmente tenga curiosidad intelectual y afán de aprender. Por supuesto, cualquiera  puede estudiar estos temas por su cuenta hoy a un costo mínimo o gratuito, gracias a la casi increíble proliferación de recursos y clases en línea. 

Indudablemente, es cierto que a los progresistas nada les gustaría más que ver a los conservadores no presentar batalla, rendirse y abandonar la universidad por completo.  

No es fácil decirle a un joven que se quite la idea, de la cabeza, de ir a la universidad, pero ¿con qué fin? A menudo, las personas recomiendan dedicarse a oficios especializados, como fontanería, electricidad, mecánica, carpintería metálica… trabajos todos bien remunerados y en los que no es difícil encontrar empleo. Pero todos estos son  trabajos muy  duros y llevan aparejada toda una vida de desgaste físico.

Sin duda, la respuesta a si uno debe ir a la universidad es muy subjetiva. Pero, lo que sí está claro es que hay que pararse, tener la valentía de pensar, no dejarse influir por el pensamiento de «la manada»  y toma una decisión cuidadosa por uno mismo. La universidad, siempre, seguirá ahí cuando tengas treinta o cuarenta años, aunque ya no seas un joven o adolescente. Piénsalo sin prisas, minuciosamente.

Primero, haz un análisis riguroso de costes-beneficios antes de decidir matricularate en la Universidad. No tngas la feliz ocurrencia de ir a la universidad simplemente porque no sabes qué hacer a los dieciocho años. Piensa en la posibilidad de trabajar durante uno o dos años si no tienes una idea clara de qué hacer con tu vida.

Segundo, evalúa con sinceridad, con humildad, tus aptitudes e intereses; no te engañes. Ciertas profesiones exigen conocimientos especializados, capacitación que no sólo es posible de adquirir a través estudios universitarios; existen otras vías. 

Tercero, elije un centro de enseñanza que esté al alcance de la economía familiar ( por supuesto, no olvides que existen las becas). Evita dejarte deslumbrar por las escuelas privadas de lujo o de reconocido prestigio… Esto es como decidir comprar un automóvil: procura ser un consumidor inteligente. El automóvil es un instrumento para trasladarse de un lugar a otro, para viajar…

Cuarto, recurre a préstamos estudiantiles sólo si es absolutamente necesario y si realmente tienes una alta probabilidad de devolver el préstamo. 

Quinto, elige escrupulosamente la especialidad adecuada. Procura conocerte a ti mismo y ser enormemente realista.

Y, finalmente, vuelve a repetir este interrogatorio para cualquier programa de posgrado o doctorado que estés dispuesto a emprender.

Abuelos, padres, jóvenes, adolescentes: estáis avisados. El que avisa no es traídor.

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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