JUAN CARLOS ARROYO GONZÁLEZ.
La cuestión migratoria es una realidad de nuestros días compleja y siempre polémica, cuya presencia en la vida política y social va a ir creciendo con los años. En España empezamos a tener un escenario similar al experimentado ya desde hace décadas por otros países europeos cuya situación actual es notoriamente peor. Nos permitimos en este artículo hacer una serie de consideraciones que estimamos de interés.
Es desconcertante que la cuestión migratoria, constituyendo seguramente el tema de más trascendental importancia tanto para los países receptores como para los emisores de emigración, no sea objeto, en un sistema de libertades, de debate político y social abierto. Por el contrario, es el tabú y la “political correctness” lo que rodea este fenómeno, con la finalidad manifiesta de evitar la crítica y blindar una imagen forzosamente positiva de la inmigración. Tal es así que resulta algo escandaloso la doble vara de medir que existe a la hora de enjuiciar los problemas de convivencia que pudieran darse entre las poblaciones receptoras de inmigración y los inmigrantes. Si un español autóctono es víctima de la agresión de un inmigrante, se hacen dos cosas: se intenta ocultar en los medios de comunicación la nacionalidad del inmigrante o, llegado el caso, se insiste en esos medios -tienen un “manual de estilo” periodístico para ello- en que no se puede generalizar y no se puede acusar al colectivo inmigrante de la acción de alguien en concreto, lo cual es cierto. No obstante, si el perjudicado es un inmigrante, los medios de comunicación se lanzan a una vasta campaña mediática en la que sí se permite generalizar con lemas profundamente sesgados como “España es racista”; todo un pretexto para justificar políticas públicas de “concienciación” elaboradas por individuos que viven del negocio de la falsa solidaridad y para regalar jugosas subvenciones a ONGs.
Se blinda también esa imagen positiva de la inmigración con la emocionalización de su tratamiento informativo; al ofrecer al espectador un discurso centrado exclusivamente en lo emotivo, en el sentimentalismo para empatizar, se teje una suerte de cortina de humo que impide ver los hechos en su conjunto al quedarse simplemente en la epidermis del problema. Mientras, paralelamente, se deslegitima dialécticamente al crítico mediante términos como “xenófobo” o “racista” para desviar la atención.
Un ejemplo de manipulación informativa basada en la emotividad
Sectores amplios de la sociedad -no la clase política- han llegado a percibir que la inmigración, particularmente cuando adquiere un carácter irregular (léase ilegal) y masivo, provoca problemas sociales, económicos y culturales manifiestos. Si ha permitido satisfacer ciertas demandas del mercado laboral, en especial en el sector servicios y en un modelo económico basado en un urbanismo agresivo y especulativo, ha generado también gran preocupación no tanto por el inmigrante en sí, sino en cómo se “gestionan” estos flujos migratorios caracterizándose los mismos por su descontrol y masificación, con muy poca o ninguna semejanza desde luego con lo que fue la migración española a otros países europeos en el siglo pasado. Se percibe hoy -silenciarlo no sirve para nada- como una invasión demográfica (asaltos violentos de las fronteras, continuos “rescates” en alta mar, vuelos fletados a Barajas durante la noche para no llamar la atención…), un fenómeno ligado a cuestiones como una creciente inseguridad ciudadana, la competencia a la baja de los salarios para beneficio de las grandes empresas -con el silencio de los sindicatos de clase-, y con cambios étnico-culturales muy profundos.
Sin duda, la responsabilidad última del porqué de este panorama no es atribuible al inmigrante -el cual se encuentra aquí simplemente porque otros le han marcado el camino-, sino a políticas migratorias que oscilan entre la irresponsabilidad y el interés por parte de gobiernos que son instrumentos tanto de agendas lucrativas de corporaciones y lobbies internacionales (la Open Society de Soros, por poner un ejemplo bien conocido) como de directivas globalistas de órganos supranacionales (Unión Europea, ONU), verdaderos impulsores de estas migraciones.
¿RESCATES… O TRASLADOS?
A la sociedad española se la viene “acostumbrando” desde hace años a noticias que informan de que contingentes de personas procedentes del África subsahariana han sido rescatadas (en realidad, recogidas) de embarcaciones en alta mar y trasladadas a Canarias para posteriormente distribuirlas por toda la península. Hay que decir recogidas porque en el entramado existente entre las mafias de la inmigración y ONGs, se acuerda la posición náutica donde deben dejar las mafias las embarcaciones, para que a continuación sean subidos a los servicios de salvamento. Todo un fraude vendido como rescate “solidario”. En otras ocasiones, embarcaciones a motor procedentes de Marruecos arriban directamente a las playas de Andalucía -para sorpresa de los bañistas- con toda normalidad y sin ningún tipo de impedimento ni control. La vía aérea también es una fuente de entrada de inmigración ilegal, mas importante si cabe, aunque menos “televisiva”.
Las mafias del norte de África, explotando el “buenismo” europeo, llevan haciendo negocios millonarios con el envío de miles y miles de personas a Europa, las cuales pagan a estas mafias un precio por el envío, sea por vía marítima vía aérea. Sin embargo, este negocio no parece ser de interés para los medios de comunicación generalistas, siempre prestos, sin embargo, a rodar un documental siniestro sobre la “ultraderecha”.
Los gobiernos progresistas -sean de izquierdas o derechas- son cómplices del enriquecimiento de estas mafias al permitir el tráfico de personas y su entrada ilegal. Gobiernos que se supone deben velar por la integridad del país y la seguridad de sus fronteras, alientan el fenómeno dejando entrar a personas de las cuales no sabemos absolutamente nada.
¿QUÉ ATRAE A LA INMIGRACIÓN MASIVA?
Como cualquier fenómeno complejo, no puede ser explicado por la intervención de una sola causa, sino que hay que poner de relieve una realidad multicausal. Sucintamente, los factores más decisivos serían:
a) Explosión demográfica. Los principales países emisores de emigración hacia España son países del África occidental como Marruecos, Senegal o Nigeria, los cuales presentan un fuerte crecimiento demográfico, con una población -haciendo un balance general- donde casi la mitad de la misma es inferior a los treinta años. Podemos encontrar aquí un factor clave que dibuja un estremecedor desajuste demográfico entre una Europa envejecida con escasa natalidad -especialmente en la población autóctona- y un continente africano que presenta una población muy joven. Esto es, la “tormenta demográfica” perfecta. En términos económicos, ¿estamos pues importando el “excedente” demográfico de África?
Hay que observar que en este desequilibrio demográfico, han contribuido enormemente como factor coadyuvante, las políticas “progresistas” que vienen realizándose desde hace décadas en Europa con una propaganda antinatalista (la planificación familiar, la idea del sexo desvinculado de lo reproductivo, el aborto libre…) que se ve -si cabe aún más- agravado con la ideología woke, con la deconstrucción del concepto de familia tradicional, y que fomenta que las personas no se identifiquen con su sexo para que no se formen parejas que puedan tener hijos. En definitiva, reducir la población.
Si todas estas ideas están creadas, financiadas e impulsadas por entidades globalistas y conocidos financieros multimillonarios internacionales, es razonable inferir que la izquierda actual representa el mejor instrumento para llevar a cabo su agenda.
b) Marco jurídico. La ideología progresista impulsada por la ONU de considerar las migraciones como un “derecho” junto con la idea de fronteras abiertas de gobiernos europeos, constituyen sin duda potentes estimulantes que se suman al potencial demográfico de África. Es evidente que las migraciones han existido a lo largo de la historia, pero no todos los fenómenos migratorios son iguales en sus causas y en su desarrollo, ni tampoco las sociedades receptoras de movimientos de pueblos han permanecido impasibles sin reaccionar ante este fenómenos. Nunca antes en la historia se ha considerado que el “derecho” de emigrar implique la obligación de la cultura receptora de incorporar una población foránea muy distinta, tal como se hace ahora.
Si el Pacto Mundial sobre Migraciones habla de flujos ordenados de migrantes, desde luego un gobierno “progresista” como el de España incumple claramente este punto. Lo que vemos que sucede en nuestras costas de Andalucía y Canarias tiene poco que ver con una migración ordenada.
c) Políticas de ayuda o el “efecto llamada”. Podemos señalar que las políticas “garantistas” que impulsan gobiernos europeos que incluyen facilidades en el empadronamiento, cobertura sanitaria para ilegales, todo tipo de ayudas sociales y económicas, dificultades para expulsar a ilegales, etc., contribuyen sobremanera a dibujar en la mente de cualquier persona que quiera probar suerte en Europa, un panorama “atractivo” confirmado además con la experiencia de familiares o conocidos que ya estén aquí.
d) La explotación de los recursos naturales y la dominación que grandes corporaciones internacionales ejercen en muchas zonas de África desde la época neocolonial, han provocado un endeudamiento y una dependencia que dificultan el desarrollo económico, agravado por la existencia de una clase política corrupta que observa con alivio la marcha de miles de sus ciudadanos evitándose así problemas sociales internos.
Las grandes corporaciones y multinacionales globalistas se aprovechan doblemente: primero controlando económicamente el país, y en segundo lugar, fomentando la emigración de los autóctonos para explotarlos posteriormente en Europa como abundante mano de obra barata, ocasionando pérdidas del nivel de vida de los trabajadores europeos y un empobrecimiento de las clases medias que ven como ambos deben hacer frente a los costes sociales que representa el mantenimiento de una constante inmigración que no cesa. A su vez este nuevo proletariado exterior pasa a engrosar la masa de votantes de los partidos y sindicatos de izquierda al percibir que son los que van a mantener sus “derechos” y ayudas sociales.
KALERGI, ¿UNA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN?
Si se busca en Wikipedia Kalergi o “plan Kalergi”, esta plataforma de la corrección política nos indica que se trata de una “teoría de la conspiración” y además de la “extrema derecha”. Eso es todo. A estas alturas, ya sabemos lo que significan los términos y con que objetivo se emplean. Teniendo en cuenta lo que vemos en las sociedades de hoy día, lo de “conspiración” suena, como poco, a chiste malo.
Pero ¿qué es eso del plan Kalergi? Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi fue un conde y diplomático holandés fundador del movimiento paneuropeo, antecedente directo de la Unión Europea y del cual se inspiró en gran parte.
Kalergi escribió en 1925 una obra titulada Praktischer Idealismus en la que exponía sus tesis que, en resumen, tratan de la construcción de una Europa unida, multirracial, formada por la mezcla de las poblaciones europeas con africanos y asiáticos, por lo que sería necesario fomentar la inmigración de otros continentes para crear lo que él denominaba una raza afroeuroasiática. Él mismo estaba casado con una mujer japonesa. En su delirio, Kalergi habla incluso de que esa Europa estaría política y económicamente dirigida por una aristocracia de origen judío. Obviamente, el conde Coundenhove-Kalergi tuvo que salir de Europa y su movimiento paneuropeo fue prohibido por el nacionalsocialismo hitleriano.
Por otro lado, y muy en relación a este aspecto, hay que entender que el proyecto de una Europa unida que surge tras la segunda guerra mundial, se basa en la negación del racismo hitleriano en primer lugar, y en segundo lugar, la progresiva deconstrucción de las soberanías nacionales. Por tanto, para evitar la posibilidad de que pueda volver no sólo en Alemania sino en toda Europa, un nacionalismo de tipo étnico, la inmigración masiva sería vista como un instrumento fundamental que permitiría conseguir una sociedad multirracial donde las poblaciones autóctonas quedaran absorbidas. Al desaparecer el sustrato demográfico, queda anulada la posibilidad política.
¿Puede entenderse entonces la realidad que vivimos hoy?.
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