Milei no es fascista, pese a que quienes dicen ser «progresistas» digan lo contrario.
CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
La victoria electoral de Javier Milei en Argentina fue una buenísima noticia, a la vez que una enorme sorpresa para quienes se consideran liberales -en Europa- o libertarios a escala internacional (es bueno indicar que en lugares como los EEUU liberal es sinónimo de izquierdista).
Por primera vez, un anarcocapitalista confeso fue elegido presidente de una nación soberana. Sin embargo, la fama de Milei no se limita a los círculos libertarios. La derecha de todo el mundo lo ha elogiado por su batalla contra la corrupción y la ruina económica que sufre Argentina debido a enésimos gobiernos socialistas, aunque allí se hagan llamar «peronistas» o similares.
Tal es la relevancia que se le otorga que, incluso fue invitado por parte del expresidente Donald Trump, a intervenir en la Conferencia de Acción Política Conservadora de 2024, uno de los eventos conservadores más importantes de Estados Unidos.
Actualmente, es uno de los jefes de Estado más populares e influyentes del mundo. Sin duda alguna, una larga lista de hazañas impresionantes para alguien que posee una filosofía heterodoxa que practica una política más heterodoxa todavía.
Javier Milei es una economista partidario de la Escuela Austriaca de Economía. Enseñó economía durante más de veinte años y se convirtió en una gran celebridad mientras lo hacía. Las cadenas de televisión argentinas lo invitaban a debatir frente a personas de izquierda, y el público se encariñó con él debido a sus mensajes claros y directos, llamando a las cosas por su nombre -al pan, pan y al vino, vino- también por su valentía y su actitud de no achicarse con sus oponentes, todos ellos miembros del consenso socialdemócrata. Su estilo de debate recuerda la hilarante cita de Murray Rothbard : “Siempre he estado a favor de refutar la doctrina y luego atacar a la persona; eso no es una falacia ad hominem”.
La competencia de Milei como economista ha sido muy evidente durante el escaso tiempo que lleva en la presidencia de Argentina. Bajo su dirección, Argentina ha conseguido “dos meses consecutivos de superávit financiero por primera vez desde principios de 2011”, una hazaña bastante impresionante. Su tasa de inflación intermensual ha pasado del 25,5 por ciento en diciembre al 20,6 por ciento en enero, al 13,2 por ciento en febrero y al 11 por ciento en marzo. Argentina está sanando. Lentamente pero de manera segura.
Aunque Argentina está consiguiendo enormes mejoras y Milei está haciendo un trabajo impresionante, es el blanco de ataques casi constante de izquierdistas de todo el mundo y de su propio país. Algunos de los calificativos que se utilizan más frecuentemente para intentar descalificarlo y denigrarlo son las acusaciones de que su política es de “extrema derecha” y “fascismo”.
Es lo más habitual que quienes dicen ser «progresistas» (o sea, intervencionistas, colectivistas, estatistas, liberticidas y totalitarios) tilden de extrema derecha, fascista, nazi, racista u homofóbico a quien ose contestarles, y más si afirma sin tapujos que es partidario de aplicar acciones como las que propone la Escuela Austriaca de Economía. Rothbard y Hans-Hermann Hoppe, por ejemplo (antes Mises o Hayek) han sido llamados así miles de veces. Los izquierdistas han llegado incluso a llamar a Ludwig von Mises, un judío que huyó de los nazis, partidario del fascismo. Bastante absurdo. Si alguno de estos críticos se molestara en leer lo que realmente piensan y de lo que son partidarios los fascistas, se daría cuenta de que estos economistas austriacos son lo opuesto a los fascistas en casi todos los sentidos y de que ellos son los más próximos al fascismo.
Benito Mussolini y su camarada Giovanni Gentile fueron quienes inventaron el fascismo, escribieron literatura fascista y se llamaron a sí mismos fascistas. Entonces es lógico que si alguien quiere comprobar si Javier Milei es un fascista, debería compararlo con ellos. Quienes dicen ser de izquierdas y progresistas nunca hacen este tipo de comparaciones porque son conscientes de que si lo hicieran acabarían llegando a la conclusión de que sus acusaciones son absurdas, además de producto de su ignorancia.
Mussolini veía al Estado casi como algo digno de adoración, y sus obras estaban plagadas de referencias a su grandeza e importancia. Resumió su punto de vista con el mantra: «Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado».
Por el contrario, los discursos, debates y mensajes de Milei están llenos de improperios y críticas contra el Estado. Hay una frase de Javier Milei que lo dice todo acerca del estatismo: “límpiame el culo con el Estado”. Milei no sitúa al Estado en un pedestal como lo hizo Mussolini y sus seguidores, los fascistas.
Mussolini, como buen socialista, consideraba que el capitalismo tenía profundos defectos y necesitaba ser abolido.
En “La doctrina política y social del fascismo”, afirma que el Estado era “la única fuerza que puede proporcionar una solución a las dramáticas contradicciones del capitalismo” y que el fascismo reemplazaría al capitalismo con “un sistema corporativo”.
Por el contrario, Milei elogia al capitalismo, a la economía de mercado, como moral y económicamente superior. En su discurso en el Foro Económico Mundial (calificado de ‘diatriba fascista’ por los socialistas) declaró que la gente debería resistir al Estado, afirmando: “El Estado no es la solución. El Estado es el problema mismo”.
Evidentemente, las políticas de Milei tampoco son fascistas. La dictadura de Mussolini apoyó la socialización de la industria, no la privatización. Su dictadura impuso la afiliación sindical obligatoria, la estricta regulación de las industrias y -para empezar- la socialización de casi cien empresas. En 1934, se jactaba de que “tres cuartas partes de la economía industrial y agrícola italiana” estaban controladas por el Estado. Mussolini invirtió en viviendas sociales. Sólo en Roma, se construyeron noventa y siete mil viviendas entre 1924 y 1930. En abril de 1934, declaró una reducción del 12 por ciento en los alquileres e y puso en marcha un control de alquileres que hasta entonces no estaba permitido.
Las políticas emprendidas por Milei son exactamente lo contrario de esto.
Milei no es fascista; en todo caso, ha derrotado a los fascistas en las elecciones celebradas en Argentina. El principal contrincante de Milei en las elecciones era un peronista. Los peronistas siguen las ideas de Juan Domingo Perón, que comúnmente es calificado de fascista o muy cercano al fascismo. Su ideología, el «justicialismo» es la versión argentina del fascismo italiano; Perón elogió a Mussolini y a su forma de hacer política, sin tapujos. Juan Domingo Perón también ayudó a los criminales de guerra nazis a escapar de Europa, y sus políticas económicas estaban mucho más cerca de las de Mussolini que de las de Milei, mejor dicho, a años luz de las de Javier Milei. Con la victoria de Milei comienza una nueva era de esperanza para Argentina, el principio del fin del fascismo como ideología dominante.
El programa de las diversas «izquierdas» (y la derecha boba) es casi idéntico al de Benito Mussolini y el de Adolf Hitler.
Fascistas y socialistas (y comunistas) pueden odiarse mutuamente, pero aunque parezca mentira es mucho más lo que los une que lo que los separa.
Para empezar, ambas doctrinas son antiliberales, son contrarias a la economía de mercado, al capitalismo y a la democracia liberal.
El programa de gobierno fascista (también el nacionalsocialista) incluía limitar la jornada laboral, implantar un salario mínimo interprofesional, enseñanza pública y laica, sanidad pública, reforma agraria, pensiones públicas y muchas más propuestas hoy llamadas progresista, derechos sociales, y propias del “estado de bienestar”.
También, el fascismo (y nacionalsocialismo) pretendían crear un “nuevo país”, un hombre y una mujer nuevos, una nueva sociedad.
No es de extrañar que Lenin mostrara públicamente sus simpatías hacia Benito Mussolini.
Tampoco podemos olvidar que Adolf Hitler era abiertamente anticapitalista, despreciaba a la burguesía. Y tanto los nazis como los fascistas alabaron al Roosevelt y su New Deal por sus políticas intervencionistas y antiliberales.
“En todas partes hay cosas artificiales, la comida está adulterada y repleta de ingredientes que supuestamente hacen que se conserve más tiempo, o tenga mejor aspecto o parezca enriquecida, o lo que sea que los anunciante quieran que creamos… Estamos en manos de las empresas de alimentación cuyo poder publicitario y económico les permite prescribir lo que podemos comer y lo que no podemos comer… tomaremos medidas enérgicas para impedir que la industria alimentaria destruya a nuestro pueblo”.
Estas palabras serían perfectamente subscritas por cualquier ecologista, progre, de la “izquierda alternativa” ¿Verdad?
Pues, son nada más y nada menos que de Heinrich Himmler, Ministro del Interior del régimen nazi, jefe de las SS, y de la Gestapo….
Hitler hubiera prohibido las corridas de toros, tal cual hizo con la caza del zorro, afirmando que en su “nueva Alemania” no cabía la crueldad hacia los animales.
Igual que los actuales izquierdistas, los fascistas y los nazis eran enemigos de la institución familiar y de la religión… en la misma dirección de la “corrección política” de la izquierda española.
Fascistas, comunistas, nacionalsocialistas, nacionalistas coinciden en supeditar al individuo, al ciudadano a la colectividad, al grupo, al “bien común”, puede que estén enfrentados los unos con los otros, pero todos coinciden una cuestión: son antiliberales, liberticidas, totalitarios. Muchos son los que han calificado a la socialdemocracia como característica de comunistas “con paciencia”, sin prisas.
Para un individuo “progresista” (palabra de la cual se han acabado apropiando) fascista es lo peor de lo peor, lo más malvado, mezquino, terrible que se puede ser (bueno, también están entre los malvados los pro-israelíes y pro-norteamericanos).
Por supuesto, la mayoría de quienes tienden a etiquetar de fascista a los que no piensan como ellos, ignoran todo o casi todo acerca de fascismo; por no saber, no saben quién fue Benito Mussolini, y menos que era un socialista italiano desencantado por la sumisión del socialismo europeo a la internacional pro-soviética y que, allá por 1.919 propugnaba un estado fuerte basado en la dictadura de un partido único (muy parecido a que lo que proponía el socialismo entonces, como en España el PSOE).
De estos mismos objetivos participaba también el partido fundado por un tal Adolfo Hitler con el nombre de Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes. Aunque, como bien sabe cualquiera que haya estudiado Historia del siglo XX, en el caso alemán además de la exaltación nacionalista se fomentó el racismo. Tanto el régimen de Mussolini como el de Adolf Hitler eran imperialistas, y cada cual por su cuenta acabó invadiendo diversos países: Abisinia, Checoslovaquia, Austria, Hungría y finalmente Polonia.
Los nazis y los fascistas no fueron aliados hasta que Alemania invadió Francia. Cuando se inicia la Segunda Guerra Mundial, tras la invasión de Polonia por parte del ejército hitleriano la Alemania Nazi era aliada de la Rusia Comunista. Entre Hitler y Estalin se repartieron Polonia, y como consecuencia de esa invasión los rusos fusilaron en Katyn a varios miles de oficiales polacos y acabaron con la élite intelectual, empresarial, política de la Polonia de entonces…
Así que, a ver si os enteráis de una vez los desinformados, ignorantes y víctimas de las leyes educativas “progresistas”, y os queda claro que los únicos estados fascistas que han existido, fueron derrotados por democracias occidentales gobernadas en algunos casos por jefes de gobierno de derechas (como era el caso de Gran Bretaña, entonces gobernada por Winston Churchill).
Por supuesto, que no podemos olvidar la intervención rusa en esta guerra, pero ésta fue sobre todo defensiva hasta la Unión Soviética acabó invadiendo Alemania en 1945…
Y ya para terminar: Si alguien que tilda a otra persona de “fascista” lo hace porque esa persona participa de la idea de que lo mejor es el libre mercado, la estricta separación de poderes, el gobierno limitado y la moralidad tradicional, incluyendo influencias religiosas, entonces está incurriendo en un absoluto error, una tremenda estupidez, pues los fascistas (como los nazis) se opusieron a todo ello, tal como hacen hoy quienes se hacen llamar de izquierdas.
No hay nada más alejado de la derecha liberal-conservadora, que el fascismo.