Monseñor Carlo María Viganò: La farsa de la pandemia de COVID sirvió como entrenamiento para el Nuevo Orden Mundial

‘No puede haber neutralidad, porque cuando hay un enfrentamiento entre dos ejércitos, aquellos que eligen no luchar también toman una decisión que afecta el resultado de la batalla’.

Discurso del Arzobispo Carlo Maria Viganò a Médicos para Covid Ética Internacional (MD4CE Internacional).

Queridos y distinguidos amigos:

Permítanme, en primer lugar, agradecer al doctor Stephen Frost la invitación que me ha hecho para hablar con ustedes. Junto con el Doctor Frost también les agradezco a todos ustedes: su compromiso en la lucha contra la propaganda de la psicopandemia que es encomiable. Soy muy consciente de las dificultades que han tenido que afrontar para ser coherenten con sus principios, y espero que el daño que han sufrido pueda ser adecuadamente reparado por quienes han sido discriminados, privándoseles de trabajo y salario y etiquetándoseles como peligrosos no-vaxxers, antivacunas y conspiracionistas…

Me complace poder hablar y compartir con ustedes mis pensamientos sobre la crisis mundial actual. Una crisis que podemos considerar iniciada con la emergencia pandémica, pero que sabemos ha sido planeada durante décadas con fines muy concretos por personalidades reconocidas. Detenerse únicamente en la pandemia sería, de hecho, un grave error, porque no nos permitiría considerar los hechos en todas su coherencia e interconexiones, impidiéndonos comprenderlas y, sobre todo, identificar las intenciones criminales que existen detrás de ellas. Ustedes también, cada uno con su propia experiencia en los campos médico, científico, legal u otros, estarán de acuerdo conmigo en que limitarse a su propia disciplina, que en algunos casos es extremadamente específica, no explica completamente el fundamento de ciertas elecciones que han hecho los gobiernos, organismos internacionales y agencias farmacéuticas. Por ejemplo, encontrar material “similar al grafeno” en la sangre de personas que han sido inoculadas con sueros experimentales no tiene sentido para un virólogo, pero sí lo tiene para un experto en nanomateriales y nanotecnología que entiende para qué se puede usar el grafeno. También tiene sentido para un experto en patentes médicas, que identifica inmediatamente el contenido de la invención y lo relaciona con otras patentes similares. También tiene sentido para un experto en tecnologías bélicas que conoce estudios sobre el hombre mejorado (un documento del Ministerio de Defensa británico lo llama “hombre aumentado” en términos transhumanistas) y por tanto es capaz de reconocer en las nanoestructuras de grafeno la tecnología que permite el aumento de la actuación bélica del personal militar.

Una vez más: la valoración de los hechos, desde el punto de vista médico, debe tener en cuenta las implicaciones jurídicas de determinadas elecciones, como la imposición de mascarillas o, peor aún, la “vacunación” masiva, realizadas violando derechos fundamentales de los ciudadanos. Y estoy seguro de que en el campo de la gobernanza sanitaria también surgirán las manipulaciones de los códigos de clasificación de enfermedades y terapias, que han sido diseñados para hacer irrastreables los efectos nocivos de las medidas tomadas contra el COVID-19, desde colocar a personas en cuidados intensivos, con respiradores, sin llevar a cabo los protocolos de vigilancia previstos, por no hablar de las escandalosas infracciones normativas por parte de la Comisión Europea que, como sabéis, no tiene delegación del Parlamento Europeo en el ámbito de la Sanidad, y que no es una institución pública sino una empresa privada.

Precisamente en los últimos días, en la cumbre del G-20 de Bali, Klaus Schwab instruyó a los jefes de gobierno -casi todos provenientes del programa Young Global Leaders for Tomorrow del Foro Económico Mundialsobre los pasos futuros a dar de cara a establecer un gobierno mundial. El presidente de una organización privada muy poderosa y con enormes medios económicos ejerce un poder indebido sobre los gobiernos del mundo, obteniendo la obediencia de líderes políticos que no tienen mandato popular para someter a sus naciones a los delirios de poder de la élite: este hecho es de una gravedad sin precedentes. Klaus Schwab dijo: “En la cuarta revolución industrial, los ganadores se lo llevarán todo, así que si eres uno de los pioneros del Foro Económico Mundial, eres el ganador”. Estas gravísimas afirmaciones tienen dos implicaciones: la primera es que “los ganadores se lo llevarán todo” y serán “ganadores”; no está claro en qué capacidad y con permiso de quién. La segunda es que aquellos que no se adapten a esta “cuarta revolución industrial” se verán desbancados y perderán, perderán todo, incluida su libertad. En definitiva, Klaus Schwab está amenazando a los jefes de gobierno de las veinte naciones más industrializadas del mundo con llevar a cabo los puntos programáticos del Gran Reseteo en sus naciones. Esto va mucho más allá de la pandemia: es un golpe de Estado global, contra el cual es fundamental que los pueblos se levanten y que los órganos aún sanos de los Estados inicien un proceso jurídico internacional. La amenaza es inminente y grave.

A la luz de estas declaraciones -y de otras no menos delirantes que Yuval Noah Harari, asesor de Schwab- podemos comprender cómo la farsa de la pandemia sirvió como globo de prueba para imponer controles, medidas coercitivas, cercenar las libertades individuales y aumentar el desempleo y la pobreza. Los próximos pasos deberán darse por medio de crisis económicas y energéticas, que son fundamentales para el establecimiento de un gobierno sinárquico en manos de la élite globalista.

Y aquí, queridos amigos, permítanme hablar como obispo. Porque en esta serie de acontecimientos que estamos presenciando y seguiremos presenciando, vuestro compromiso podría correr el riesgo de verse frustrado o limitado por el hecho de no poder ver su naturaleza esencialmente espiritual. Sé que dos siglos de pensamiento ilustrado, revoluciones, materialismo ateo y liberalismo anticlerical nos han acostumbrado a pensar la Fe como un asunto personal, o que no existe una Verdad objetiva a la que todos debemos conformarnos. Pero esto es fruto de un adoctrinamiento propedéutico, mucho antes de lo que sucede hoy, y sería una tontería creer que la ideología anticristiana que impulsó las sectas secretas y los grupos masónicos del siglo XVIII no tuvo nada que ver con la ideología anticristiana que hoy mueven a personas como Klaus Schwab, George Soros y Bill Gates. Los principios impulsores son los mismos: rebeldía contra Dios, odio a la Iglesia ya la humanidad, y furia destructora dirigida contra la Creación y especialmente contra el hombre porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.

Si parten de esta evidencia, comprenderán que no es posible pretender que lo que está sucediendo ante nuestros ojos sea únicamente el resultado de la búsqueda de ganancias o el deseo de poder. Ciertamente, la parte económica no puede pasarse por alto, considerando cuántas personas han colaborado con el Foro Económico Mundial. Y, sin embargo, más allá del lucro, hay propósitos no declarados que se derivan de una visión “teológica” –invertida, es cierto, pero aún así teológica–, una visión que posee dos lados opuestos: el lado de Cristo y el lado de el anticristo.

No se puede ser neutral, porque cuando hay un enfrentamiento entre dos ejércitos, aquellos que eligen no pelear también toman una decisión que afecta el resultado de la batalla. 

Por otra parte, ¿cómo es posible reconocer en vuestras nobles y elevadas profesiones el orden admirable que el Creador ha puesto en la naturaleza (desde las constelaciones de estrellas hasta las partículas del átomo) y luego negar que el hombre también es parte de este orden, con su sentido moral, sus leyes, su cultura y sus descubrimientos? ¿Cómo puede el hombre, que es criatura de Dios, pretender no estar sujeto a leyes eternas y perfectas?

Nuestra batalla no es contra criaturas de carne y hueso, sino contra los Principados y Potestades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos que moran en los lugares celestiales (Efesios 6:12).

Por un lado, está la Ciudad de Dios –aquella de la que escribe san Agustín– y por otro lado está la ciudad del diablo. Podemos decir que en esta época la ciudad del diablo es claramente identificable en el globalismo neomaltusiano, el Nuevo Orden Mundial, las Naciones Unidas, el Foro Económico Mundial, la Unión Europea, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y en todas aquellas llamadas “fundaciones filantrópicas” que siguen una ideología de muerte, enfermedad, destrucción y tiranía. Y también en aquellas fuerzas que se han infiltrado en las instituciones, a las que llamamos el estado profundo y la iglesia profunda.

Por otra parte, debemos reconocer que la Ciudad de Dios es más difícil de identificar. Incluso las autoridades religiosas parecen haber traicionado su papel de orientar a los fieles, prefiriendo servir al poder y propagar sus mentiras. Las mismas personas que deberían estar protegiendo y santificando a las almas las están dispersando y escandalizando, llamando rígidos fundamentalistas a los buenos cristianos. Como pueden ver, el ataque es en varios frentes y, por lo tanto, es una amenaza mortal para la humanidad, golpeando tanto el cuerpo como el alma.

Y, sin embargo, precisamente en un momento en que es difícil encontrar puntos de referencia autorizados, tanto en el ámbito religioso como en el temporal, vemos un número cada vez mayor de los que están comprendiendo, abriendo los ojos y reconociendo la mente criminal que hay detrás de la evolución de los acontecimientos. Ahora está claro que todo está conectado, sin posibilidad de tachar de “teóricos de la conspiración” a quienes lo dicen. La conspiración ya está ahí: no la estamos inventando, simplemente la estamos denunciando, esperando que la gente despierte de esta «narcosis» suicida y exija que alguien ponga fin al golpe mundial. Las operaciones de ingeniería social y manipulación masiva han demostrado sin lugar a dudas que este crimen fue premeditado, y es coincidente con una visión “espiritual” del conflicto que ahora se desarrolla:

Confío en que esta gran obra que estáis realizando pronto dará los frutos esperados, poniendo fin a un tiempo de prueba en el que vemos cómo será el mundo si no nos volvemos a Cristo, si seguimos pensando que podemos convivir con el mal, la mentira y el egoísmo. Después de todo, la Ciudad de Dios es el modelo de aquellos que viven en el amor de Dios, el dominio propio y el desprecio por el mundo; la ciudad del diablo es el referente de los que viven en la arrogancia, en la sobervia y despreciando a Dios.

Les agradezco y bendigo a todos.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

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