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Muere la reina de Inglaterra, pero si eres un buen español no sientas dolor

Juanjo Robledo

Los buenos españoles, como aconsejaba el gran héroe Blas de Lezo, debemos mear mirando siempre hacia Inglaterra, nuestro enemigo secular, la nación que más daño nos ha hecho y que ha colmado la historia del mundo de traiciones, actos de piratería, crueldades y crímenes.

Nuestro deber como cristianos es desear a la fallecida reina Isabel un descanso en paz, pero nada más, sin adhesiones, sin sometimientos, sin cariño, sin la la sorprendente estupidez que ha hecho la presidenta de Madrid al declarar tres días de duelo oficial en la capital de España por la muerte de la reina de nuestros enemigos.

Inglaterra, desde la Edad Media, ha hecho todo lo posible por destruir a España y lo ha conseguido en parte. Hoy tiene en su poder Gibraltar, la única colonia existente en Europa, toda una humillación para los españoles.

Pero sus agresiones y suciedades han sido muchas mas, entre ellas el patrocinio y protección de piratas, a los que encargaba robar y destruir a la flota española de Indias, la independencia de los países de la América Española, a los que armó y financió para que se alzaran contra España, utilizando para ello a traidores como Bolívar, San Martín y otros, todos ellos sanguinarios asesinos de españoles y de nativos.

Inglaterra siempre ha representado en la Historia la cara opuesta a España. Donde los españoles colonizaban creaban universidades y bibliotecas, mientras los ingleses destruían y exterminaban a los nativos. Basta mirar a los pueblos colonizados por Inglaterra para descubrir que apenas quedan nativos porque sus antepasados fueron exterminados.

Hasta cuando en teoría ayudaba a España, Inglaterra se comportó como taimada ladrona y traidora. Ocurrió con las tropas de Wellington, cuando luchaban contra Napoleón en tierras de España y aprovecharon la oportunidad para destruir la industria española a cañonazos, para beneficiar a la industria británica.

Un buen español no debería olvidar jamás la historia de los ingleses, forjadores de la falsa y mentirosa leyenda negra antiespañola, con la que ha logrado inundar la Historia de mentiras y de robos de méritos que fueron de España.

Blas de Lezo, marino español que derrotó y humilló a los ingleses en la célebre batalla de Cartagena de Indias, recomendó a los españoles que mearan siempre mirando a Inglaterra, un mandato que debería ser sagrado para los patriotas y los españoles de bien.

Somos muchos los españoles que sentimos vergüenza de que nuestro rey Felipe VI sea miembro de la orden británica de la Jarretera, otorgada sólo a los grandes aliados que ayudaron al poderío británico. Si Blas de Lezo levantara la cabeza de su tumba, renunciaría a servir a este rey y a la nacionalidad española.

FUENTE: https://www.votoenblanco.com/Muere-la-reina-de-Inglaterra-pero-si-eres-un-buen-espanol-no-sientas-dolor_a8685.html

Ha muerto la reina de nuestro gran enemigo

Como homenaje a Blas de Lezo y para que los españoles jamás olviden lo que Inglaterra ha significado en nuestra Historia y el heroísmo de los nuestros frente al enemigo eterno, reproducimos hoy el artículo GLORIA A BLAS DE LEZO. GLORIA A ESPAÑA, firmado por Juanjo Robledo y publicado en este blog en 2009:

Tres siglos después de la derrota más grande y menos conocida del Imperio Británico, un grupo de ingenieros españoles aterrizan en Cartagena de Indias, Colombia, para cumplir con la última voluntad del hombre que logró tal hazaña: el comandante Blas de Lezo, conocido como «Medio hombre» porque era manco, tuerto y tenía una pierna de palo.

En una de las murallas de la ciudad, pondrán una placa que reza: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias”. “Con sólo 3.000 hombres y su ingenio, Lezo derrotó a una armada de unos 25.000 hombres, más 4.000 hombres traídos de Virginia por el medio hermano de George Washington.

Sin embargo, la historia se olvidó de él. En su testamento pedía que un grupo de españoles pusiera una placa para no olvidar aquella victoria. A eso hemos venido”, comenta a BBC Mundo Javier Rodríguez Zunzarren, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Valencia y artífice de esta “misión histórica”.

El ataque inglés (14 de marzo de 1741) tenía como fin partir las colonias españolas y, de haberlo conseguido, seguramente hoy buena parte de Suramérica hablaría inglés y no español.

«El almirante Edward Verton reunió la flota más grande de la historia (186 navíos, 60 navíos más que la Armada Invencible de Felipe II), sólo superada por el desembarco en Normandía en la Segunda Guerra Mundial.

Los ingleses acuñaron monedas celebrando la victoria antes de la batalla», explica a BBC Mundo el historiador y periodista Fernando Díaz Villanueva.

Allí les esperaba Blas de Lezo, un marino cosido de cicatrices, una leyenda de los mares que atemorizaba a los ingleses.

Oriundo de un pequeño pueblo vasco, Pasajes, Medio hombre había dejado su propia carne en sendas batallas contra Inglaterra desde que tenía 12 años, en la Guerra de Sucesión, cuando él mismo se amputó la pierna después de que un cañonazo se la destrozara. Luego vendrían varias cuchilladas, el muñón de su mano derecha y una esquirla que le reventó un ojo.

«Era Medio hombre pero era muy buen estratega. A las balas de cañón les ataba una cadena para luego abordar los barcos», comenta a BBC Mundo, Federico Vidal, otro de los ingenieros que ha cruzado el charco para conocer el escenario de la batalla.

Entre el calor húmedo y los enjambres de vendedores ambulantes que les persiguen, el grupo español recorre una ciudad muy diferente a la de Blas de Lezo.

«Fue tan humillante la derrota inglesa que el rey Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido» (Fernando Díaz Villanueva, historiador y periodista).

La Cartagena del siglo XVIII era un puerto cosmopolita, abigarrado de palacetes e iglesias y con una serie de defensas estratégicas que la convertían en la plaza mejor fortificada de América. Entre ellas el pétreo e inexpugnable Castillo de San Felipe delante del cual hoy se alza la solitaria estatua de Lezo.

«Blas de Lezo ordenó que cavaran una zanja alrededor del castillo. Así las escaleras de los ingleses se quedarían cortas y la artillería podría aprovechar para atacarles», agrega Vidal.

A esas alturas de la batalla, Cartagena era una gran humareda por los cañonazos de Vernon. Sitiada y sin alimentos se esperaba lo peor. Sin embargo, el plan de Lezo empezaba a dar resultados. Un ejército de harapientos y famélicos estaba doblegando a la armada inglesa.

La peste, que crecía entre las montañas de cadáveres y el pegajoso sol del Caribe, se encargaría del resto.

A pesar del desproporcionado combate, la batalla y Blas de Lezo han sido diluidos por la historia.

«Fue tan humillante la derrota inglesa que el rey Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. A ello hay que sumarle que en los siglos posteriores tampoco se le dio trascendencia en España porque suponía reivindicar el nacionalismo español», comenta Díaz.

Quizás eso explique que casi tres siglos después un grupo de españoles quiera cumplir la voluntad de Lezo.

«Es increíble que esta historia no se conozca más. Lo primero que ves en Trafalgar Square en Londres son los leones que se hicieron con el hierro fundido de la Armada Invencible española. En el caso de Lezo no hay nada de tal envergadura que conmemore la victoria», señala a BBC Mundo el también ingeniero y presidente de la Fundación Invate, Javier Turégano Gómez.

Mientras los ingenieros recorren los puntos cardinales de Cartagena de Indias, también se asoman a la realidad de la ciudad.

«Es mi primera vez en Latinoamérica y me han sorprendido las desigualdades. De un lado una ciudad antigua preciosa y por el otro la pobreza. La gente, sin embargo, es muy alegre y el país tiene muchas posibilidades pero hay mucho por hacer», murmura Vidal. El viaje le ha llevado a su propia idea del Nuevo Mundo, al Caribe sembrado de historias de tesoros, piratas y de hombres contundentes como Lezo.

Al poco tiempo de la batalla, Blas de Lezo murió asfixiado por la peste. Pocas personas asistieron a su entierro porque el Virrey de la ciudad lo prohibió. Nunca estuvo de acuerdo con sus estrategias y sus métodos.

Su victoria y su existencia parecían conjuradas por un maleficio pero su leyenda se ha ido abriendo paso como una hiedra entre los siglos. Algunos guías turísticos cartageneros suelen subrayar que cuando el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo! (¡Que Dios te maldiga, Lezo!)».

Juanjo Robledo

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