CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
«Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar que se produzcan resultados diferentes.» Albert Einstein
Existe una realidad incuestionable: los católicos españoles van mucho menos a Misa que décadas atrás.
Más del 60% casi nunca participa en los oficios religiosos, según dice el CIS. Los diversos estudios de opinión y encuestas realizados en España en los últimos años demuestran que España ha dejado de ser católica y que el cristianismo apenas está presente en la vida cotidiana de los españoles.
Pese a ello, la Iglesia Católica Española atiende y cubre sus necesidades básicas, anualmente, de alrededor de cinco millones de personas, el 10% de la población. Desde el año 2010, sus centros sociales y asistenciales han aumentado en un 71%. No hay barrio en España que no cuente con una oficina de Cáritas en una parroquia. Sus más de 80.000 voluntarios acompañan a diario a un millón y medio de ciudadanos «vulnerables» y otros tantos fuera de nuestras fronteras.
Ninguna institución de la sociedad civil consigue tasas de inserción laboral tan buenas como las que tiene Cáritas Española. Prácticamente una de cada cinco personas que golpean a su puerta consiguen volver al mercado de trabajo, pese a tratarse de los perfiles más difíciles de colocar: mayores de 45 años y sin formación básica. Además, los fondos con los que esta institución consigue sacar de la exclusión a millones de personas no son públicos. El 73% proceden de aportaciones privadas. Esa labor asistencial que ofrece la Iglesia a través de instituciones como Cáritas es en la actualidad una de sus funciones esenciales.
Por otro lado, los centros católicos de enseñanza también tienen un peso importante en la sociedad española. La cuarta parte de nuestros estudiantes acude a un colegio concertado católico y seis de cada diez asiste a la clase de Religión, la mitad de ellos en centro públicos.
Tampoco se puede olvidar que cuando toca hacer la declaración de la renta el respaldo de la sociedad española a la labor de la Iglesia es sustancial. Un tercio de los contribuyentes asigna parte de sus impuestos a esta institución.
Si observamos la acción de la Iglesia Católica de España en el extranjero, comprobamos que todavía sigue siendo una potencia misionera. Ningún país del mundo cuenta con 12.000 sacerdotes, religiosas y laicos trabajando fuera de sus fronteras. Nuestro país es la segunda nación del mundo después de EE.UU. que más ayuda económicamente a las misiones en el exterior.
Pese a la crisis de vocaciones, España también es una potencia mundial en el número de religiosos contemplativos. De los 3.000 monasterios que hay en el mundo, un tercio están en nuestro país. La riqueza que genera su patrimonio cultural supone nada menos que un 3% del PIB.
Paradójicamente, pese a todo lo expuesto, en España las personas bautizadas apenas asisten a los actos religiosos y el número de seminaristas cada vez es más pequeño.
Pese a todo lo que de bueno aporta la Iglesia Católica Española a la sociedad, en el ámbito cultural, en la enseñanza, en el ámbito asistencia, etc. no es exagerado afirmar que España no es un país de católicos, y sin duda, nuestros descendientes es seguro que vivirán alejados por completo de la religión católica al paso que vamos. Y, algunos se contentan cuando llegan a la conclusión de que, en el fondo, desde el punto de vista humano, convivencial, educacional, en España existe un poso católico inevitable, o casi, aunque la mayoría de los españoles lo ignoren…
En España los católicos que afirman ser «practicantes» apenas son un 20% y los no practicantes alrededor del 35%. Un 12% dice ser agnóstico, es decir, no niega la existencia de Dios, pero tampoco la descarta, mientras que casi el 15% se define como indiferente o no creyente; y la misma cantidad, otro 15% afirma que es ateo.
Los sacerdotes suponen 16.568 personas. Su reconocimiento social ha disminuido a causa de la indiferencia hacia el hecho religioso, lo que se ha agravado con los escándalos de abusos sexuales.
Pese a que los jóvenes españoles bautizados apenas acuden a su parroquia, sorprendentemente, de manera inexplicable está creciendo el número de alumnos que acuden a colegios católicos. En España los centros educativos católicos son aproximadamente el 15% del total y escolarizan a más de un millón y medio de alumnos.
Una cuarta parte de los estudiantes españoles recibe enseñanza de la religión católica. Para atender esta demanda se dispone de 133.770 trabajadores, de los que 108.920 son docentes.
La crisis de fe se aprecia en los sacramentos, cuya administración va languideciendo. Apenas un 29% de los niños nacidos en España en 2020 fueron bautizados (en total 100.222). Y solo 12.679 parejas, un 14% de las que se casaron, lo hicieron mediante la celebración del matrimonio canónico.
Y, a pesar de todo ello, ¿por qué la Iglesia Católica Española apenas tiene relevancia, por qué no está presente en la vida cotidiana de los españoles, por qué cada día es menos influyente?
¿En qué se diferencian los alumnos que reciben enseñanza de la religión católica de los demás, en qué se les nota? ¿Para qué sirve la clase de religión en los centros de estudio de España?
Aunque sea de, Pero Grullo, es imprescindible preguntarse si «algo» se nota en los alumnos que asisten a las clases de religión católica que, se imparten en los centros de estudio de primaria y secundaria en España; es imprescindible observar, corroborar si las enseñanzas recibidas influyen en conducta y acaban teniendo un comportamiento diferente al de quienes no son adoctrinados en las enseñanzas de la Iglesia… Si realmente el adoctrinamiento -pues de eso se trata- fuera eficaz, si en los alumnos de religión católica se apreciara una conducta, una forma de actuar diferente a la de quienes no asisten a las clases de religión católica, un compromiso ético que los demás alumnos no tienen, y un largo etc. entonces podríamos afirmar, con rotundidad que, la presencia de los profesores de religión católica en los centros de estudio sirve para algo.
Hablemos sin rodeos, sin circunloquios, sin eufemismos, llamemos a las cosas por su nombre, «al pan, y al vino, vino»: se supone que la finalidad de la presencia de los profesores de religión católica en las escuelas e institutos es que, la Iglesia Católica Española siga teniendo influencia entre los españoles, acrecentarla o que, al menos no disminuya. Pues, en esta sociedad española, cada vez más «secularizada», aunque los padres, al bautizar a sus hijos, se comprometen (y sus padrinos) a educar a los niños «cristianamente», en las enseñanzas de la Iglesia, en la moral católica; sin el refuerzo fuera de la familia, de la comunidad, sin el refuerzo de la catequesis para preparar la primera comunión, y sin el refuerzo de la enseñanza de la religión en las escuelas, formar a los niños y jóvenes en el mensaje evangélico, es tarea imposible o casi imposible.
Cuando se habla de lo terriblemente mal que está la enseñanza en España, se está hablando al mismo tiempo de que, algo falla, dado que los jóvenes españoles terminan la enseñanza obligatoria con un conocimiento y un dominio escasos, precarios, muy deficientes de su propio idioma (la Lengua Española), sin saber expresarse verbalmente en Lengua Española, ni saber redactar, y tampoco ser capaces de hacer una lectura comprensiva de un texto en español. Cuando se habla de lo terriblemente mal que está la enseñanza en España, se está hablando de que los jóvenes españoles terminan la enseñanza obligatoria con un nivel pésimo en matemáticas, y lo mismo en Historia y Geografía de España, o en el dominio de una lengua extranjera, etc. etc.
Es por ello que, cuando se habla de la enseñanza de la Religión Católica y se comprueba que, la presencia de la religión en la escuela no hace que aumenten los asistentes a la misa dominical, o que apenas nadie acaba haciendo la «confirmación», entonces, también tenemos que hablar de fracaso.
¿Y qué es lo que falla?
Los españoles siguen una vida cíclica y celebran, año tras año, los mismos eventos, repiten los mismos rituales, las mismas ceremonias… Y así hasta el final de sus vidas; pero esos eventos están vacíos o casi sin contenido. Los españoles llevan una vida “light”, superficial, de pensamiento débil, sin apenas valores, relativista. Los españoles son propensos a dejarse influir por los demás, temerosos del “qué dirán”, pues la carencia de valores sólidos, a los que asirse, los lleva a la carencia, también, de personalidad, o casi.
Lo que es realmente sorprendente es que, la gran mayoría de no practicantes, de no ejercientes, sea en cuestiones de religión o de otra índole, es que lo consideran motivo de orgullo, seguros de que lo suyo es un signo de modernidad, de progreso, o, como poco una actitud políticamente correcta. Pero, si ahondamos y no nos quedamos en la superficie acerca de lo que nos cuentan, acabamos encontrando a unas personas profundamente incoherentes, que afirman poseer unas determinadas ideas, y procuran que su vida no se ajuste a esas ideas, lo cual no es ciertamente una actitud demasiado saludable.
Evidentemente, ser “católico practicante, ejerciente” no consiste -sin más- en ir a misa los domingos y fiestas de guardar, sino tener un compromiso que lleve al individuo a comprometerse con el mensaje evangélico en su vida cotidiana, a traducir en actos las ideas en las que dice que cree, dar testimonio de su fe. Al fin y al cabo, los ateos o los que afirman de sí mismos que son agnósticos, en cierto modo tienen una actitud más decente. Pues, en el fondo, los que afirman ser “católicos no practicantes”, están diciendo de paso que, se avergüenzan de sus creencias.
Por supuesto, afirmar lo de “no soy practicante”, en el ámbito religioso, es lo mismo que decir: yo soy demócrata, pero… mi forma de entender la democracia no consiste en “ser demócrata militante”. ¿Y, entonces en qué consiste?
Efectivamente, estamos hablando de hombres y mujeres de “moral gris”, gente que considera que no hay que ser “rotundo” al hablar de compromisos éticos, de comportamientos moralmente aceptables.
Si una persona es educada en “la virtud”, en el pensamiento racional, el conocimiento de lo que es correcto, inevitablemente debería acabar actuando bien, pues “no le debería quedar otra opción”, ya que, si conoce qué es lo correcto, y pretende ser coherente, consecuente con lo que considera bueno, no debería elegir lo incorrecto, ser incoherente e inmoral, y dejarse llevar por el capricho y el deseo.
Y, evidentemente, si uno actúa de forma justa, éticamente correcta, su actuación le tiene que llevar a ser feliz, a sentirse a gusto consigo mismo, a disfrutar de la alegría de hacer lo correcto.
¿Y qué responsabilidad tiene la Iglesia Católica de España en todo esto?
Pues, indudablemente mucha, muchísima.
Las enseñanzas de la Iglesia dicen con rotundidad que, la familia es la unidad básica de la convivencia y de evangelización. La Iglesia Católica afirma sin tapujos que el lugar en el que se educa a los miembros de la comunidad es la familia, en la cual, supuestamente ha de vivirse cristianamente. No olvidemos el compromiso adquirido por los cónyuges respecto de cómo ha de ser su convivencia y respecto de cómo han de educar a los hijos.
Debemos suponer que, cuando los hijos pasan a ser catecúmenos, tanto para prepararse para la primera comunión, como cuando se matriculan en la asignatura de Religión Católica que se imparte en los centros de estudios; el objetivo es reforzar y profundizar en lo ya “sembrado” en la familia…
Pues, insisto: algo está fallando, sin duda. Cualquiera que sepa qué se está “vendiendo” en las clases de religión de los diversos centros de estudio (enseñanza primaria, secundaria, bachillerato, e incluso enseñanza universitaria), también sabe que los conocimientos que se imparten son light, superficiales, y forman parte de lo que vengo narrando desde más arriba.
¿Para qué sirve la presencia de profesores de religión católica en los centros de estudios, si lo único que hacen es poner películas y documentales más o menos entretenidos, divertidos, o actividades de manualidades, o periódicamente llevar a los alumnos de excursión si “se portan bien y no molestan”?
Llama poderosamente la atención que, la jerarquía de la Iglesia Católica, poseyendo documentos valiosísimos, en los que se proponen acciones muy concretas para evangelizar, estar presentes en la vida de los españoles, y, en suma, tener una mayor capacidad de influencia; se limite a conformarse con la presencia de profesores, sin más, en los centros de enseñanza, aparte de asegurarse que el gobierno de turno recaude dinero de los católicos en la casilla de la declaración anual de la renta…
Al paso que vamos, la Iglesia Católica será en España algo intrascendente, insignificante, sin capacidad influencia de clase alguna… Es posible que para alguno sea motivo de regocijo, pero, para otros una triste noticia, en esta España nuestra que camina sin rumbo, hacia el abismo.
Antes de terminar, voy a citar algo que suelo comentar con gente, católicos practicantes, de los que participan en “cursillos de cristiandad” y similares; me refiero al Directorio de la Pastoral Familiar de Iglesia Española, documento del año 2003, de plena actualidad. En él, entre otras muchas cuestiones, se plantea la necesidad de crear Centros Diocesanos de Orientación y Mediación Familiar. (También en el Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia Española se hablaba de la necesidad de implantar y generalizar la custodia compartida en los casos de ruptura matrimonial).
Directorio de Pastoral Familiar – Conferencia Episcopal Española | 1 MB
¿Imaginan la enorme aceptación que estos Centros de Orientación y Mediación Familiar tendrían si se pusieran realmente en marcha, y funcionaran a pleno rendimiento, ante la profunda crisis que atraviesa la institución familiar, el enorme problema de los divorcios (para menores y adultos), el ridículo número de nacimientos, los embarazos no deseados, las terribles cifras anuales de abortos, etc.?
Sin duda alguna, la Iglesia Católica de España conseguiría un enorme éxito…
¿Por qué calla la Iglesia ante realidades tan importantes y terribles como las que nombro?
En la actualidad, quienes acuden a misa son “cuatro gatos” (mejor dicho “gatas”) de avanzada edad y algunos jóvenes que aún les atrae juntarse para acompañar al cura con canciones e instrumentos musicales; pronto todo ello será una reliquia del pasado.
Tampoco debemos olvidar el factor añadido de la crisis de vocaciones sacerdotales…
Así que, preparémonos que vienen malos tiempos.
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