Javier Benegas
Si usted, querido lector, ha tenido la bondad de acceder a este contenido, estoy obligado a advertirle que mi intención no es entretenerle, ni afirmarle, ni tampoco provocarle. Si espera eso de este artículo, le recomiendo que gaste su valioso tiempo en otro tipo de contenidos. Si, por el contrario, siente usted una inquietud sana y sincera sobre la controvertida islamización de Europa, tal vez mi trabajo tenga algún sentido.
FUENTE: https://disidentia.com/no-es-islamofobia-es-hartazgo/
El asesinato en Toledo de Mateo, un niño de 11 años, ha sido utilizado por un puñado de personajes infames para intentar replicar en España la alarma social provocada por el asesinato de tres niñas en Southport, Reino Unido, y que desembocó en manifestaciones, tumultos y graves altercados. Ambos crímenes, el de Reino Unido y España, fueron inicialmente relacionados con la inmigración ilegal, en particular con la musulmana. Sin embargo, ninguno de los autores resultó ser inmigrante ilegal ni musulmán.
El presunto asesino de Mateo es un joven español de 20 años, hijo de padres españoles y de rasgos caucásicos, es decir blanco. Y el de las niñas Bebe, Elise y Alice, nació en Cardiff, Gales. En este caso, se trata de un adolescente negro de 17 años cuyos padres son originarios de Ruanda, un país de África oriental donde el cristianismo es abrumadoramente mayoritario (56,5% católicos, 26% protestantes y 11,1% adventistas) y el islamismo marginal (apenas el 4%). De hecho, la familia del presunto asesino de las tres niñas británicas es cristiana y, hasta la fecha, acudía regularmente a los servicios religiosos de la iglesia local.
Nos hacen un flaco favor los políticos, que, en vez de mirar de frente la realidad, han optado por desviar la mirada hacia los efectos perniciosos de las plataformas digitales, como si la realidad fuera a desaparecer simplemente imponiendo la censura y arrojando sobre ella un manto de silencio
Aunque ambos crímenes aún están en fase de instrucción, ya sabemos que sus autores nada tienen que ver con la inmigración musulmana. Circunstancia que está siendo utilizada, especialmente en España, no como refutación de las falsedades vertidas por indeseables respecto de estos crímenes en concreto, sino para alimentar un pánico moral que convierta cualquier controversia sobre la inmigración musulmana en intolerable.
Flaco favor nos hacen tanto los indeseables que han mentido como bellacos respecto de estos crímenes, como quienes pretenden utilizar sus infames mentiras para negar la existencia de un problema que trasciende la autoría de estos asesinatos. Con su actitud, unos y otros no hacen sino sabotear cualquier intento de afrontar la realidad. También nos hacen un flaco favor los políticos, que, en vez de mirar de frente la realidad, han optado por desviar la mirada hacia los efectos perniciosos de las plataformas digitales, como si la realidad fuera a desaparecer simplemente imponiendo la censura y arrojando sobre ella un manto de silencio.
Estos comportamientos, muy similares en ambos países, pueden llevarnos a la apresurada conclusión de que las situaciones de fondo en Reino Unido y España son equiparables. Pero no es así. Sí, en ambos países la inmigración musulmana es fuente de conflictos, pero Reino Unido se encuentra en un estadio más avanzado e inquietante. Sin embargo, si no queremos poner nuestras barbas a remojar, deberíamos comprender lo que está sucediendo en reino Unido, en vez de dejarnos llevar por oportunistas, mentirosos o negacionistas.
En Reino Unido se da una circunstancia clave que todavía no se da en España. Su clase política está realmente asustada. Y tiene motivos para ello. En 2010, el diputado Stephen Timms fue apuñalado por una mujer musulmana por motivos religiosos. Afortunadamente Timms sobrevivió al ataque. Peor suerte corrió en 2021 el diputado Sir David Amess, que fue apuñalado hasta la muerte por Ali Harbi, un musulmán que, lejos de mostrar arrepentimiento, declaro ante el tribunal: “Si animas a alguien a un acto de yihad, es algo bueno”. A lo que añadió: “Lo maté por la causa de los musulmanes y por el amor de Alá”.
Más recientemente, a principios de 2024, el diputado Mike Freer renunció a renovar su cargo en las elecciones de julio tras soportar durante 10 años graves amenazas por su apoyo a Israel. El caso de Ferrer no es una excepción. Desde que en marzo de 2024 empezaran a convocarse en Reino Unido manifestaciones en favor de Palestina y en contra de Israel, el activismo islamista ha puesto el foco en los políticos británicos.
Los legisladores y concejales locales británicos han sido blanco de ataques en casi 40 ocasiones en una “letanía de amenazas” por parte de activistas propalestinos. El expediente, compilado por un analista de contraextremismo, registra los incidentes ocurridos en toda Inglaterra entre el 1 de enero y el 15 de marzo. El informe dice que la mayoría de las protestas tuvieron como blanco a funcionarios del Partido Laborista, y que varios incidentes involucraron a la Campaña de Solidaridad con Palestina o a organizaciones afiliadas locales.
Las manifestaciones pro-Palestina están siendo utilizadas por los activistas islámicos como un catalizador con el que amplificar su poder e influencia
En las manifestaciones pro-Palestina, que duran ya seis meses, se han hecho muy ostensibles actitudes violentas, antisemitas y discursos de odio ante los que las autoridades no han actuado ni de lejos de forma tan contundente como con las manifestaciones surgidas a raíz del asesinato de las tres niñas inglesas. Esta asimetría no es sólo consecuencia de la corrección política imperante. Obedece también, y sobre todo, al miedo. Un miedo auténtico que parece haberse apoderado de la voluntad de los políticos.
Tras los recientes debates sobre Gaza en la Cámara de los Comunes, un periodista dijo que cierto diputado le confesó haber tenido en cuenta su propia seguridad física a la hora de emitir su voto. A tenor de esta confidencia, cabría preguntarse cuántos diputados más hicieron lo mismo. Así, el propio periodista advertía preocupado: “Hemos cruzado una línea. No somos una democracia que funcione adecuadamente si este es un factor en la forma en que actúan nuestros representantes electos”.
Lo cierto es que, en opinión de un número creciente de británicos, las manifestaciones pro-Palestina están siendo utilizadas por los activistas islámicos como un catalizador con el que amplificar su poder e influencia. Más que defender a los palestinos, el objetivo de estas concentraciones, en las que se han llegado a congregar más de 100.000 manifestantes, es amedrentar a la clase política y, en consecuencia, a los británicos. Según la exsecretaria del Interior Suella Braverman: “ahora los islamistas, los extremistas y los antisemitas están al mando. Han intimidado al Partido Laborista, han intimidado a nuestras instituciones y han intimidado a nuestro país”.
En un evento celebrado en 2023, un erudito islámico británico, presidente del Comité de Fatwa del Consejo Islámico de Europa, dijo en un panel que debatía sobre “Los musulmanes en Occidente”:
Hermanos y hermanas, si salís a la calle pensáis que estáis en un segundo Afganistán, pero estáis en Londonistán. Es realmente asombroso, sobrecogedor. Nunca, hermanos y hermanas, os consideréis una minoría subyugada. Somos los líderes de la humanidad. Deberíamos considerarnos a nosotros mismos como algo que tenemos que ofrecer.
Sus palabras alarmaron al público británico, pero no a las autoridades que, como de costumbre, prefirieron restarle importancia.
El ponente musulmán tenía razón. La influencia del islam ha aumentado en las últimas décadas de forma desproporcionada en Reino Unido, puesto que sólo representa el 6,5% de la población británica. Numerosas cadenas de supermercados y restaurantes venden carne halal, a menudo sin etiquetarla o sin advertir a los no musulmanes. El Reino Unido lleva a cabo más matanzas halal que el resto de Europa. Londres acoge un festival de compras islámicas al que acuden 350.000 personas. Minoristas tradicionales como Marks and Spencer venden hiyabs en sus tiendas, mientras muchas mujeres arriesgan sus vidas protestando contra el hiyab en países como Irán.
El escritor británico y profesor universitario Ed Hussain, en su libro Among the Mosques (2021) (un inquietante viaje por las mezquitas de Reino Unido) documenta la existencia de zonas que se consideran prohibidas para los «blancos». Barrios y suburbios monoculturales islámicos donde los comercios minoristas de las tradicionales cadenas occidentales han desaparecido y no hay ningún pub o discoteca. Hussain también descubrió que en prácticamente todas las librerías islámicas que encontró en esas zonas se vendía literatura fundamentalista y que la sharía estaba sustituyendo a la justicia ordinaria. Hussain advierte:
El califismo y el clericalismo están secuestrando a una comunidad entera, impidiéndole todo contacto significativo con la Gran Bretaña dominante. El cordón sanitario que rodea a muchas mentes se consolidará a menos que cambiemos de rumbo.
El hecho de que muchos edificios religiosos cristianos se hayan convertido en mezquitas es una demostración simbólica. La mezquita a la que asistía el autor del atentado del Manchester Arena era anteriormente una iglesia metodista. En 2017 se cantó el llamado musulmán a la oración en la catedral de Gloucester y en la catedral de Santa María de Glasgow se recitó el Corán durante un servicio de comunión.
Ya en 2016, en el informe de Policy Exchange: “Unsettled Belonging: A survey of Britain’s Muslim communities” (hasta la fecha, la investigación más exhaustiva sobre el islamismo en RU) se encontró que el 96% de los musulmanes británicos creía que los ataques del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York no fueron llevados a cabo por Al Qaeda. La gran mayoría creía que había otra explicación. Esta, a fecha de hoy, es una comprensión común en las comunidades musulmanas.
Según este mismo estudio, el 43% de los musulmanes apoyaba la introducción de la ley sharia en un sentido amplio. El 53% prefería enviar a sus hijos a una escuela con fuertes «valores musulmanes». Y el 44% declaró que las escuelas deberían poder insistir en «un hijab o niqab» en el uniforme, mientras que sólo el 32% estaba en desacuerdo con esto.
Demasiadas instituciones públicas, nacionales y locales, estatales y no estatales, habían llegado tan lejos en su entendimiento de la diversidad que estaban ignorando o incluso tolerando prácticas culturales y religiosas regresivas, divisivas y dañinas, por miedo a ser tildadas de racistas o islamófobas
La encuesta del ICM Research de 2015 (ahora conocido como Walnut Social Research) reveló que el 7% de los musulmanes apoyaba el objetivo de crear un estado islámico. Y el 3% dijo que estaba de acuerdo con la forma en que ISIS está intentando establecer un califato. Se trata de una pequeña minoría de los musulmanes británicos, pero el 3% de los 4 millones de musulmanes equivale a unas 120.000 personas que apoyan los medios violentos para establecer un califato.
En lo que respecta a la libertad de expresión, la misma encuesta reveló que el 78% consideraba que ningún medio de información debería tener derecho a publicar imágenes de Mahoma. Este porcentaje aumentó al 87% cuando se preguntó sobre el derecho a publicar imágenes que bromearan sobre Mahoma. Ambos porcentajes revelan que los musulmanes son muy intolerantes a las críticas a su religión y que no apoyan la libertad de expresión cuando se trata de sus creencias.
También se les preguntó si la violencia estaba justificada en determinadas situaciones. Hasta un 24% simpatizaba con la violencia de grupos organizados para proteger el islam. El 18% simpatizaba con la violencia contra quienes se burlaban de Mahoma. La simpatía por las acciones terroristas era mucho menor (4%). El 31% estaba de acuerdo en los musulmanes británicos tengan más de una esposa, aunque eso sea ilegal en Reino Unido. Mientras que el 35% creía que los judíos tienen demasiado poder en Gran Bretaña.
En el informe independiente Casey Review, que el gobierno británico encargó a Louise Casey en 2016 (entonces funcionaria del gobierno británico y desde 2020 miembro de la Cámara de los Lores), se identificaron prácticas culturales y religiosas en las comunidades musulmanas contrarias a los valores británicos y, a veces, a las leyes. También se advirtió que demasiadas instituciones públicas, nacionales y locales, estatales y no estatales, habían ido tan lejos en su entendimiento de la diversidad que estaban ignorando o incluso tolerando prácticas culturales y religiosas regresivas, divisivas y dañinas, por miedo a ser tildadas de racistas o islamófobas.
El informe Casey lanzaba ya en 2016 una advertencia especialmente inquietante:
Hemos detectado un creciente sentimiento de agravio entre sectores de la población musulmana y un mayor sentido de identificación con la difícil situación de la ‘Ummah’, o comunidad musulmana global.
Otra encuesta más reciente realizada por la Sociedad Henry Jackson en 2024 encontró que sólo el 24% de los musulmanes británicos creen que Hamás cometió asesinatos y violaciones en Israel el 7 de octubre de 2023. El 29% tiene una visión positiva de Hamás, y en esta ocasión el 32% apoyó la introducción de la ley Sharia en el Reino Unido. El 21% apoyó la legalización de la poligamia y el 57% apoyó la comida halal obligatoria en todas las escuelas y hospitales. Y el 52% creía que debería ser ilegal mostrar cualquier imagen de Mahoma.
Por su parte, los servicios de inteligencia británicos tienen una lista de vigilancia de unas 43.000 personas que suponen una potencial amenaza terrorista. El 90% de ellas son musulmanas. Cerca de 1.000 musulmanes británicos viajaron para apoyar o luchar por grupos yihadistas en Siria o Irak y otros 600 fueron detenidos en el camino. La madre de uno de estos combatientes afirmó que su hijo se había radicalizado en sólo dos semanas en Londres, después de asistir a sermones en mezquitas locales. Es físicamente imposible para los servicios de inteligencia vigilar a todas estas personas, la suma de todos los empleados del MI5 apenas alcanza los 5.000. Para vigilar a una persona las 24 horas del día son necesarios tres equipos de seis personas, más el personal de apoyo.
El informe más reciente sobre la lucha contra el terrorismo destaca que la principal amenaza terrorista interna proviene del terrorismo islamista. Esto supone alrededor del 75% de la carga de trabajo del MI5.
Todo esto lo perciben a diario los británicos. Así que por más que se persiga a los supuestos ultraderechistas y sus incitaciones al odio, la sensación de alarma estará cada vez más extendida entre la gente corriente. Desgraciadamente, entre el miedo de los políticos y el hecho de que la comunidad musulmana, a pesar de ser minoritaria, se ha vuelto decisiva a la hora de decidir el signo del gobierno en unas elecciones, parece imposible un cambio de rumbo.
En efecto, el miedo que los políticos sienten, combinado con el cálculo electoral, ha convertido las políticas de integración en herramientas que parecen perseguir justo lo contrario. Esta aparente paradoja es sencilla de entender, ¿cómo van a querer los musulmanes integrarse si los beneficios de las políticas de integración los reciben precisamente por reafirmarse? ¿Qué sentido tiene renunciar a imponer su cultura y su religión cuando es precisamente eso lo que les asegura la condescendencia y la atención de los políticos?
Así se han creado modelos de integración absurdos, porque la elegibilidad electoral se expresa no a través de políticas de integración, sino de descarados tratos de favor y prebendas hacia la comunidad musulmana. Los candidatos a cargos políticos cortejan los votos de la minoría musulmana y están dispuestos a garantizar la continuidad de su estilo de vida a cambio de apoyo político. Por eso las políticas de integración han dado lugar a leyes que benefician y reafirman a la comunidad musulmana, manteniéndola separada del resto.
Aunque España y Reino Unido son países occidentales, también son diferentes. Tenemos idiomas y costumbres distintas, una historia a menudo compartida pero que ha discurrido por derroteros diferentes. En lo que respecta al desafío de la islamización, también existen notables diferencias. Sin embargo, el caso de Reino Unido nos aporta importantes referencias sobre todo lo que deberíamos evitar si no queremos llegar rápidamente a la misma situación crítica.
En mi opinión, no se trata de dirimir si el islam es compatible o no con nuestra cultura. Ese balón debemos mandarlo al tejado del islam reafirmándonos en nuestras leyes, reglas, costumbres y creencias. Nosotros somos los anfitriones. No tenemos que demostrar nada, estamos en nuestra casa. Si acaso, debemos ser educados, coherentes y justos con quienes lleguen de forma reglada, pero estrictos con quienes violentan nuestras fronteras. Son los musulmanes, con su comportamiento, los que han de decidir si son compatibles o no con nuestro mundo. En función de lo que ellos decidan, entonces nosotros decidiremos.
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