Alan M. Dershowitz
La decisión del gobierno israelí de hacer concesiones significativas a los secuestradores de Hamás nunca debería ser llamada un «trato». Fue una extorsión. ¿Lo llamaría usted un trato si alguien secuestrara a su hija y usted «acordara» pagar un rescate para recuperarla? Por supuesto que no. El secuestro fue un delito. Y la exigencia extorsiva fue un delito adicional.
Por lo tanto, la descripción adecuada de lo que ocurrió es que Israel, presionado por los Estados Unidos, capituló ante las demandas ilegales y extorsivas de Hamás como la única manera de salvar las vidas de bebés, madres y otros rehenes inocentes, en su mayoría civiles, secuestrados.
Esto no fue el resultado de una negociación entre iguales. Si un ladrón armado le pone una pistola en la cabeza y le dice «su dinero o su vida», su decisión de darle su dinero no se describiría como un trato. Tampoco debería considerarse un trato el acuerdo extorsivo acordado por Israel. Así que dejemos de usar ese término.
Cuando un grupo terrorista «negocia» con una democracia, siempre tiene la sartén por el mango. Los terroristas no están limitados por la moral, la ley o la verdad. Pueden asesinar a voluntad, violar a voluntad, torturar a voluntad y amenazar con hacer cosas peores. La democracia, por otra parte, debe cumplir las normas de la ley y escuchar las súplicas de las familias de los rehenes. El resultado de este esfuerzo fue malo para la seguridad de Israel, pero bueno para los rehenes que siguen vivos y sus familias. El corazón gobierna al cerebro, como suele suceder en las democracias morales que valoran la salvación inmediata de las vidas de personas conocidas por encima de las muertes futuras de personas hipotéticas cuyas identidades desconocemos. Este compromiso es comprensible como algo compasivo, aunque no sea una política convincente.
Si cada nación democrática adoptara una política de no negociar nunca con terroristas, podría desalentar el terrorismo. Pero todas las naciones se someten a las exigencias de secuestradores y extorsionadores, de modo que el terrorismo y la toma de rehenes se han convertido en una táctica primaria de las peores personas del mundo. Y el resto de nosotros somos cómplices.
Especialmente cómplices, con sangre en sus manos, son los partidarios de Hamás en los campus universitarios que gritan a favor de la intifada y la revolución. También son cómplices las organizaciones internacionales, como la Corte Penal Internacional, que tratan a Israel y Hamás como iguales. Estos partidarios del terrorismo alentaron a Hamás a resistir durante muchos meses con la creencia de que su apoyo presionaría a Israel para que hiciera más concesiones.
Los estudiantes del terror –los estudiantes universitarios que están alentando a Hamás a continuar con sus métodos asesinos– deben rendir cuentas por su complicidad en el mal. Aunque pueden tener los mismos derechos de la Primera Enmienda que los judíos, deben ser tratados con el mismo desprecio que los nazis, el KKK y los partidarios racistas de la violencia. La Primera Enmienda no les da el derecho a ser contratados por empleadores decentes.
La Primera Enmienda da a los empleadores el poder de negarse a asociarse con partidarios del nazismo, el terrorismo de Hamás u otros grupos malvados. La ley estadounidense penaliza el dar apoyo material a grupos terroristas designados, que incluyen a Hamás y Hezbolá. La moral, a diferencia de la ley, debería considerar inmoral brindar cualquier tipo de apoyo (material, político, económico o de demostración) a cualquier grupo terrorista como Hamás. Sin embargo, tanto los candidatos a la presidencia como a la vicepresidencia del Partido Demócrata instaron a la gente a escuchar los mensajes de estos manifestantes. Nunca dirían eso de los manifestantes que están a favor de linchar a negros o violar a mujeres. Pero Hamás sí lincha a judíos y viola a mujeres judías. No hay ninguna diferencia moral.
Celebremos la noticia de que tal vez 33 de los 98 rehenes puedan ser liberados, algunos de ellos con vida, teniendo en cuenta que lo que Hamás extorsionó a Israel a cambio de estas liberaciones puede poner en peligro la seguridad de Israel en el futuro y costar aún más vidas inocentes.
Y echemos la culpa de TODAS las muertes en Gaza a quien corresponde: a Hamás y a los idiotas útiles e intolerantes inútiles que apoyan a terroristas asesinos.
Alan Morton Dershowitz es un abogado y profesor de derecho estadounidense especializado en derecho constitucional y penal. Fue profesor en la Escuela de Derecho Harvard entre 1964 y 2013.
Dershowitz es conocido por participar en casos con clientes a menudo impopulares y de gran repercusión. En 2009 ganó su decimotercer caso de asesinato o intento de asesinato de los 15 en que participó como abogado defensor. Entre las celebridades que representó se encuentran Mike Tyson, Patty Hearst, Leona Helmsley, Julian Assange y Jim Bakker. Algunas de sus mayores victorias legales incluyen los juicios de Harry Reems en 1976 y Claus von Bülow en 1984, ambos en donde logró revocar los cargos. En 1995 fue consejero del equipo defensor en el caso O. J. Simpson. Igualmente fue parte del equipo defensor de Harvey Weinstein en 2018, y del entonces presidente Donald Trump en su primer proceso de destitución en 2020. En 2006 fue miembro del equipo defensor Jeffrey Epstein y ayudó a negociar un acuerdo de no persecución a su favor...
Ideológicamente liberal, es autor de varios libros sobre derecho y política, entre ellos Reversal of Fortune: Inside the von Bülow Case (1985), que fue adaptada al cine como Reversal of Fortune (El misterio von Bülow) (1990) por el director Barbet Schroeder; Chutzpah (1991); Reasonable Doubts: The Criminal Justice System and the O.J. Simpson Case (1996); el bestseller The Case for Israel (2003); Rights From Wrongs: A Secular Theory of the Origins of Rights (2004) and The Case for Peace (2005). Dershowitz es un habitual comentarista del conflicto árabe-israelí.
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