Imaginen que, tal como muchos pretenden, se creara un “gobierno mundial” (hasta el actual Papa de la Iglesia Católica lo propone en su encíclica “Laudato Si”, alabado seas, en lengua española).
Imaginen, también, que ese gobierno mundial, como primera medida adoptara la decisión de repartir a partes iguales todas las riquezas existentes en el Planeta Tierra, entre los casi 8000 millones de humanos que lo habitan.
Imaginen que ese gobierno mundial, también, decidiera que todos los humanos, sin excepción, independientemente de su lugar de residencia, de su circunstancia personal, tuvieran acceso a los mismos bienes y servicios…
Seguro que más de uno que esté leyendo esta líneas, pensará: ¡Ojalá sucediera, sería maravilloso, pues se acabaría de golpe y porrazo con la pobreza, con el hambre, con la enfermedad… y seguro que también con las guerras!
Seguro que, más de uno, cuando era niño, imaginó levantarse un día y poseer una barita mágica que, pudiera ser utilizada para acabar con todo lo que, no le gustaba de este mundo… porque, una de las primeras conclusiones a la que llega un niño cuando entra en contacto con el mundo es que, este mundo es injusto, desigual, y que todo está muy mal repartido. Cualquier niño, comparando (pues comparar es humano), descubre que hay altos y bajos, gordos y delgados, gente con gafas, gente sin gafas, gente que no oye bien (algunos llevan audífonos), gente que viste con atuendos preciosos, gente mal vestida, gente inteligente, gente menos inteligente, gente veloz cuando se pone a correr y gente muy lenta, gente muy hábil jugando al fútbol y otra gente rematadamente torpe, gente rica y gente pobre, gente con juguetes estupendos, y gente sin juguetes…
Sí, cualquier persona, cuando es niño, acaba inevitablemente percatándose de la realidad, de una realidad que no le gusta… descubre cosas, situaciones desagradables, indeseables, y evidentemente su primera reacción es afirmar: “no es justo”, no es justo que haya enfermedades, no es justo que exista el dolor, no es justo que haya gente que pase hambre, no es justo que haya quienes agreden y violentan a otros, no es justo que haya gente que se muere, no es justo que haya guerras, no es justo que unos tengan mucho y otros muy poco o casi nada.
Son muchas las personas que no pasan de este estadio a uno superior, lo cual es imprescindible para madurar y convertirse en adultos. Sí, madurar, aparte de implicar estar dispuestos a cambiar de opinión, significa aceptar que la realidad es tal cual es, sin adornos, sin engaños, sin distorsión de clase alguna; da igual si es mediante el sesgo ideológico, o poniéndose unas gafas de color rosa, o púrpura.
Madurar significa, entre otras cosas, aceptar que el mundo es injusto, que hay gente guapa y gente fea, altos y bajos, inteligentes y menos inteligentes, ricos y pobres, gente más exitosa que otra, gente que nace en una familia acomodada y otra gente que nace en una familia pobre, gente que, tiene la fortuna de nacer en una familia con unos hermanos con los que cabe hasta hacer amistad y gente que le toca en suerte hermanos, padres con los que no logra comunicarse y menos entenderse…
Madurar significa, también, aceptar que la igualdad no existe, ni en la Naturaleza en general, ni entre los humanos, ni en ningún ámbito, y además, que si la igualdad existiera sería una enorme injusticia, desde esa misma perspectiva desde la que los niños y adolescentes perciben lo justo y lo injusto.
Bien, volvamos a lo que les proponía, imaginen que alguna autoridad mundial, global como ahora se dice, pudiera repartir equitativamente la riqueza existente en el mundo entre los casi ocho mil millones de los humanos que lo habitamos. No serviría para nada, pues acabaría siendo, de forma inevitable, un “vuelta a empezar”. Pues, cada cual es como es; pues, los humanos somos heterogéneos, desiguales, y cada uno destinaría el “regalo” que le tocara en suerte, a fines distintos, unos gastarían, otros conservarían, cada cual lo emplearía en lo que considerara oportuno, con mayor o menor acierto e inteligencia… ídem si se repartieran los “tesoros” del Vaticano, pongo por caso.
Lo mismo ocurriría si se diera opción a la totalidad de quienes poblamos el Planeta Tierra, a los mismos bienes y servicios; acceso a la enseñanza, por ejemplo. Si se implantara un sistema mundial mediante el cual todos, sin excepción, recibieran la misma formación e información, un sistema cuyo principal objetivo fuera “la igualdad”, supuestamente para conseguir la igualdad de oportunidades, lo único que se conseguiría sería igualar en la mediocridad, tal como ya ocurre en naciones como España, en las que se han eliminado la capacidad, el mérito y el esfuerzo, como forma de promoción… Inevitablemente, habría muchos padres que, como siempre han hecho los padres con sus vástagos, les darían lo mejor de lo que fueran capaces, y buscarían como alternativa la enseñanza, la formación en centros de estudios privados… Y si hablamos de la sanidad, más de lo mismo.
Por supuesto, la uniformidad, el igualitarismo, tal cual vengo describiendo, inevitablemente conduce a que, quienes pretenden llevados por su extrema bondad, decidir lo que debemos y que no debemos hacer, consumir, aprender… acaben creando una enorme burocracia, más impuestos, más impuestos… Y, nunca mejor dicho, pues, nada es gratis, y cuando la gente no contribuye voluntariamente, se acaba imponiendo la recaudación de los dineros necesarios para mantener dicha burocracia, y se recurre a la coacción, a la violencia contra los que resistan.
Por descontado, alguno habrá que, llegados a este punto, estará pensando que, sociedades organizadas mediante el esquema que vengo narrando, conduce, también de forma inevitable, a que quienes acaban gobernando sean malvados apoyados por mediocres que, tienden a generar grandes cantidades de trabajo innecesario que, imponen a los demás de manera entusiasta, destruyendo así su tiempo, o bien intentan introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Cualquier organización gobernada por malvados y estúpidos, acaba padeciendo miedo, odio y deseos de venganza. Y, en una comunidad en la que existe temor (el miedo es siempre absolutamente alienante, por más que algunos digan que “el miedo es libre”) todos sus miembros están procurando siempre proteger sus espaldas… y cuando se les ocurren ideas para mejorar o ayudar a la comunidad, se retraen por temor, y no las suelen expresar… cuando la gente no se siente bien tratada, casi nadie está dispuesto a hacer ningún “esfuerzo extra”, o implicarse de manera especial. Cuando la gente tiene el convencimiento de que, quienes gobiernan son gente malvada y estúpida, pocas veces está nadie dispuesto a dejar lo que en ese instante está haciendo, para ayudar.
Retomemos aquello de “no es justo, no es justo”, y la idea de igualar para acabar con la injusticia:
Cuando una sociedad, un grupo de individuos no madura, y sigue anclado en la forma de pensar infantil, entonces es presa fácil de demagogos, de liberticidas, de ideas incorrectas, estúpidas, y de gente totalitaria.
Cuando una sociedad no madura sus integrantes acaban considerando que es legítimo parasitar de otros, alejarse de todo lo que tenga que ver con libertad, y también –no podía ser de otra manera- de todo lo que huela a responsabilidad individual, en el sentido de asumir los resultados de sus actos.
España, por desgracia es en la actualidad una nación infantilizada –también idiotizada- como resultado de las diversas “leyes educativas progresistas”, promovidas por los diversos gobiernos socialdemócratas, leyes luego apoyadas más o menos de forma entusiasta por la derecha boba, que cada vez que alcanza el poder, pretende ser más socialdemócrata que los socialdemócratas, no sea que la tachen de fascista o franquista… Infantilización que luego refuerzan las diversas televisiones… España es una nación infantilizada en la que nombrar palabras tales como trabajo, esfuerzo, disciplina, responsabilidad, etc. es correr el riesgo de ser tildado de facha, anacrónico, carca o lindezas por el estilo. España es una nación donde lo que siempre fue excepcional: la fiesta, se ha convertido en lo normal, y lo que siempre fue lo normal, la “no fiesta”, en excepción… Con esos materiales, con el apoyo entusiasta también de intelectuales, trovadores, aduladores, y tertulianos de toda clase, con estos cimientos se ha ido construyendo la actual España, un edificio que amenaza ruina.
Con estos materiales surgen personajes de la altura intelectual, con la preparación, de los Marianos, Pedros, Pablos, Albertos, Santiagos… y demás peligrosos intelectuales, deseosos de pillar coche oficial y tener como sueldo “un pastizal”, aunque sea a costa de destruir lo que aún queda en pie de nuestra nación.
Asistimos a un caos intelectual de tal magnitud (derivado de la estupidez de la que vengo hablando a lo largo del texto) que a menudo olvidamos que, el gobierno correcto es aquel que protege la libertad de los individuos. Y la única forma es reconociendo y protegiendo sus derechos a la vida, la libertad, la propiedad, y a la búsqueda de la felicidad (que no es lo mismo que “hacerlos felices”). Y como es lógico, el gobierno debe identificar y castigar a aquellos que violan los derechos de sus ciudadanos, sean criminales nacionales o agresores extranjeros.
Muchos dirán que pocos remedios caben cuando las élites intelectuales, las personas mejor preparadas han sido alejadas, expulsadas, condenadas al ostracismo, hasta el extremo de que la mayoría de los españoles ignoran su existencia, o casi… Tal vez haya llegado la hora de que alguien, algunos apliquen una cirugía de urgencia, antes de que sea demasiado tarde.
E, insisto: ¡La igualdad no existe… no seas estúpido!
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