¿Para qué sirve mirar permanentemente hacia atrás como la mujer de Lot a sabiendas de que corremos el riesgo de convertirnos en estatuas?

Cuenta el libro del Génesis de la Torá de los judíos, o del Antiguo Testamento de los cristianos que, cuando Yahvé decide destruir Sodoma (debido a la enorme corrupción en la que había caído), le fue ordenado a Lot, sobrino de Abraham, que abandonara la ciudad con su familia apresuradamente y que no miraran hacia atrás… La esposa de Lot desobedeció la orden que Dios les había dado a través de unos ángeles. Ella «miró hacia atrás» y fue castigada, convirtiéndose en una estatua de sal. La idea, aparte de la desobediencia, que pretende expresar el texto es que la mujer de Lot no deseaba abandonar el mundo de depravación y de pecado en que vivía Sodoma y que se marcha, contra su voluntad, con nostalgia y afecto por la forma de vida que estaba siendo obligada a renunciar…

La pregunta que surge, casi de manera inevitable es ¿Hasta dónde y por cuánto tiempo hay que mirar hacia atrás?

Uno de los objetivos de la historia es enseñarnos las lecciones de la vida. George Santayana, alguien que debería leerse mucho más de lo que se lee, es muy conocido por haber dicho que aquellos que son indiferentes a las lecciones de la historia están destinados (tristemente) a repetirlas.

Entonces, si la historia es tan importante —y por supuesto que lo es—, ¿qué es lo que hizo la esposa de Lot que fue tan malo?

Al parecer, lo que hizo mal la esposa de Lot, fue no sólo que se quedó mirando atrás, sino, algo muchísimo más importante: que en su corazón deseaba volver atrás. Al parecer, incluso antes de que pasaran los límites de la ciudad, ella ya extrañaba la forma de vida que había disfrutado en Sodoma y a la que no deseaba renunciar.

Así que no se trata únicamente de que ella miró atrás, sino que lo hizo con nostalgia. En pocas palabras, su apego al pasado superaba su confianza en el futuro.

El pasado sirve para que aprendamos de él y no para que vivamos en él. Merece que miremos atrás para reivindicar las brasas de las buenas experiencias, pero no las cenizas.

Y una vez que hemos aprendido lo que debíamos aprender y hemos conservado lo mejor de nuestras experiencias, debemos mirar hacia adelante pues, es la única manera de que los acontecimientos que nos depare el futuro sean productivos en nuestra vida. Es demasiada la gente que vive en el pasado y alimenta los viejos recuerdos día a día y en ello se le va la vida pues, el tiempo pasa demasiado rápido, nos vamos haciendo viejos, y cuando nos damos cuenta es ya demasiado tarde para comenzar a «vivir».

¿Para qué perder tiempo, energías, dinero, etc. en los desaires recibidos, en conflictos, peleas, reproches, rabias, rencores, dolores…? Cuando se vive aferrado al pasado, no hay forma de asumir el presente.

Una cosa es recordar y de vez en cuando sentir nostalgia, pero otra muy diferente es aferrarse a los anteriores sucesos y no permitirse vivir el presente, y no permitirse otras nuevas experiencias y nuevos aprendizajes de vida.

Sin duda, la esposa de Lot no tenía fe, no tenía fe ni confianza en el futuro. Dudaba de la posibilidad de conseguir algo mejor que lo que había tenido. Al parecer, pensaba que no había nada por delante que pudiera ser tan bueno como aquellos momentos que estaba dejando atrás, y esto tuvo un resultado mortal… Anhelar el regreso a un mundo en el que ya no se puede vivir (ya que es pretérito); estar continuamente descontento con las circunstancias presentes y tener sólo una visión negativa del futuro; perderse el aquí y ahora y el mañana por estar demasiado absortos en el pasado: todos estos son algunos de los pecados en los que incurrimos los humanos actuales.

Lamentablemente vivimos rodeados de gente, con profundas heridas, personas sumamente inmaduras, que, a la manera de la mujer de Lot, consideran que el pasado era más interesante que el futuro, y por ello no dejan de recrearse, de regodearse en él.

Cuando algo ya está terminado y solucionado, cuando la persona ya se ha arrepentido tan completamente como era posible, cuando la vida ha seguido como debía y muchas otras cosas maravillosas han ocurrido desde entonces, lo correcto no es volver atrás y abrir una antigua herida… hay que permitir que la gente se arrepienta. Dejar que la gente crezca y pensar en que la gente puede cambiar y mejorar. Si algo quedó enterrado en el pasado, hay que dejarlo sepultado ¿Para qué continuar buscando cadáveres? ¿Para qué seguir desenterrando, profanando tumbas? … y luego lanzárselo a alguien diciéndole:

“¡Oye! ¿Te acuerdas de esto?” …

“Sí, lo recuerdo. Y ¿tú recuerdas esto?”.

Y el uno y el otro intercambiando mugre y lodo, todo lo contrario de la bondad, la felicidad y la sanación que cualquier persona sensata, con sentido común desearía…

Por supuesto, es imprescindible, necesario que alentemos a quienes cometieron errores, «pecados», sean más o menos graves, e incluso monstruosos, a que muestren un arrepentimiento sincero; y cuando así sucede, cuando se hace un esfuerzo sincero con el fin de progresar, carece de sentido seguir recordando y trayendo a la memoria, y azotando a alguien, o a sus descendientes por sus errores pasados…

¿Acaso somos culpables, responsables, de las acciones u omisiones de nuestros antepasados más o menos cercanos en el tiempo y debemos pagar por ello o sentirnos culpables en alguna manera? ¿Por qué?

Quienes nos «malgobiernan» acostumbran a adoctrinan a la población inculcándole “valores” cargados de resentimiento, de revanchismo, o como poco de perplejidad y confusión… para “echar balones fuera” la responsabilidad siempre es de otros, de la etapa política anterior (ya sea el anterior gobierno, e incluso de aquel régimen que acabó hace cincuenta años tras morir el General Franco en la cama de un hospital de la red pública creada por el mismo), la “deuda histórica” también lo llaman. De ese modo podrán seguir medrando y malversando por mucho tiempo y con total impunidad…

Ahora, aprovechando que se cumplen 50 años de la muerte del General Franco, y 80 del horror de Auschwitz, el campo de concentración y exterminio nazi, donde fueron asesinados más de un millón de judíos, antes de que fuera «liberado» por el ejército ruso; son muchos los que tratan de sacarle provecho, manipulando, informando con medias verdades, de manera sesgada, tratando de demonizar al contrincante, equiparando a Franco con Hitler, a lo que llaman derecha extrema con los nazis, e incluso al presidente estadounidense Donald Trump con Hitler, y un largo, larguísimo etc. Mientras que se olvidan de las atrocidades cometidas por quienes se hacen llamar progresistas durante el siglo XX y lo que va del XXI… Todo ello con la intención de tapar sus vergüenzas, sus fracasos, sus actos criminales, deshonestos, al mismo tiempo que camuflan su verdadero corrupto programa de desgobierno.

Los que se recrean y regodean en el pasado, más o menos lejano, recurren también a la constante propaganda de que se está avanzando hacia un futuro maravilloso, de dicha, de felicidad, de equidad nunca vistos, gracias a ellos y pese al terrible boicot de sus contrincantes. Y lo hacen tal cual haría un ilusionista, que crea un escenario impresionante, que sólo es perceptible desde un determinado ángulo, procurando evitar cualquier clase de intento de un análisis crítico para evitar que se descubra el truco, el engaño. Su propaganda es un espejismo que se publicita de manera machacona, hasta la saciedad (con mucha eficacia, todo hay que decirlo) lo mismo se divulga el echarles la culpa a los otros y a la herencia del régimen de Franco, o de Hitler, o de sus herederos…, para tapar y camuflar la ineficacia de su gestión, sus fracasos, su actuar chapucero, y ocultar los síntomas de deterioro.

 Quienes están empeñados en hacernos mirar para atrás, tal como la mujer de Lot, repiten al mismo tiempo, de forma falaz y sin ruborizarse que se han logrado resultados notables desde que ellos gobiernan, y que nos espera un futuro aún mejor, con la intención de “convencer”, de confundir y conseguir un efecto anestésico en los ciudadanos; o como poco sembrar la resignación, la aceptación de la mediocridad imperante como algo soportable.

 Esa actitud de mantenerse en el poder a toda costa, de quienes de vez en cuando nos invitan a mirar hacia atrás como la mujer de Lot, va acompañada de una cada día mayor carencia de controles institucionales de cualquier clase, acompañada de inseguridad jurídica, lleva pareja una total ausencia de visión de futuro, de previsión, de planificación, y por supuesto de una mayor crispación que impide cualquier posibilidad de progreso real. Con semejante clima no se pueden esperar inversiones propiamente dichas, ni ningún tipo de acción emprendedora, ni nada que se le parezca.

En fin, ya va siendo hora de hacer actos de desmemoria, aunque recordando lo suficiente para no volver a repetir los mismos errores; pero nada más. Pensemos en que es posible un resplandeciente futuro, un futuro esperanzador para nuestras familias, para nuestros amigos, vecinos, compatriotas, etc. y la única forma de avanzar a mejor es mirar hacia delante y, sobre todo, construyendo después de desalojar del poder a quienes nos malgobiernan, nos destruyen y sólo son capaces de crear miseria, penurias, al mismo tiempo que nos saquean y se enriquecen a nuestra costa.

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