PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN
Este análisis tiene el propósito de adentrarse en uno de los episodios más turbios, silenciados y vergonzosos de la política exterior española contemporánea: la renuncia de Pedro Sánchez al Sáhara Occidental como causa de Estado. Un viraje sin precedentes en la historia democrática reciente, ejecutado con sigilo, sin debate parlamentario y en abierta traición al consenso constitucional y al derecho internacional.
La historia del Sáhara es también la historia de una traición prolongada. Desde la descolonización incompleta y los Acuerdos de Madrid de 1975 hasta el reciente respaldo del gobierno español al plan de autonomía marroquí, lo que ha predominado ha sido la cobardía, la hipocresía y una diplomacia rendida a los intereses de Rabat. Pero, ¿por qué ahora, y por qué así? ¿Qué poder tiene Marruecos sobre Pedro Sánchez para imponerle una política tan impopular, opaca y contraria al Derecho?
Durante décadas, el Sáhara Occidental fue una provincia española más. No un mero “territorio administrado”, sino una extensión del país con estructuras civiles, escolares, judiciales y de seguridad integradas en el entramado nacional.
El título de este artículo no es una mera licencia provocadora. Expresa, con crudeza, la pregunta que se hacen diplomáticos, juristas, ciudadanos y analistas: ¿qué tiene Marruecos sobre Pedro Sánchez, qué información sensible y comprometedora está en su poder que le permite doblegarlo hasta este extremo?
Cada vez que Rabat quiere presionar, abre la valla de Ceuta o Melilla. En 2021, dejó pasar a más de 10.000 personas en un solo día. Marruecos sabe que el miedo de Sánchez a una crisis migratoria, amplificada por los medios, lo convierte en rehén político.
El espionaje marroquí no es una leyenda. El caso Pegasus destapó el uso de software israelí para espiar móviles de líderes políticos europeos, incluyendo el del propio Pedro Sánchez. El CNI fue superado por el sistema marroquí. ¿Qué sabe Marruecos que Sánchez no puede permitirse que salga a la luz?
Sánchez ha adoptado la doctrina de la conveniencia: sacrificar principios por “intereses de Estado”. Pero esta justificación cojea. Un Sáhara independiente y pacificado sería incluso más útil para España: como socio, no como amenaza.
El giro de Sánchez se produjo mediante una carta al rey Mohamed VI que ni siquiera conocía el Congreso. Fue una decisión personalista, tiránica en su forma, autoritaria en su contenido, ejecutada sin transparencia ni debate democrático.
Nunca antes una decisión de política exterior había generado tal unánime nivel de rechazo en España. Desde Unidas Podemos hasta el PP, desde diplomáticos retirados hasta las asociaciones saharauis en España, la traición de Sánchez ha destruido el consenso existente en una cuestión de Estado tan esencial…
Su decisión ha dañado la credibilidad internacional de España, debilitado su influencia en el norte de África y comprometido su autoridad moral como defensora de los derechos humanos.
Tanto la República Árabe Saharaui Democrática como el Frente Polisario han denunciado con dureza la actitud del Gobierno español, al que acusan de legitimar una ocupación ilegal. Para ellos, la decisión de Sánchez es un paso atrás que erosiona décadas de lucha legal, política y diplomática.
La comunidad internacional —incluida la ONU— sigue considerando el Sáhara Occidental como un territorio no descolonizado y a España como la metrópolis, la potencia administradora…
El caso de Timor Oriental muestra lo que España podría hacer. Portugal, ex potencia colonizadora, facilitó un referéndum de autodeterminación en 1999 tras décadas de ocupación indonesia. La ONU supervisó el proceso. Hoy Timor es independiente. España podría —y debería— seguir ese camino.
Cientos de asociaciones y plataformas ciudadanas han mantenido viva la causa saharaui en España en el último medio siglo. Sin embargo, su enfoque ha sido más humanitario que político. Ha faltado presión efectiva sobre los gobiernos. Si toda esa energía se hubiera canalizado hacia una acción política más incisiva, el resultado podría haber sido muy distinto.
Un Sáhara soberano y democrático sería una bendición estratégica para España:
España tiene una deuda no solo histórica, sino humana con los saharauis. Les dio la nacionalidad, los integró como ciudadanos y luego los abandonó sin garantías, dejándolos a merced de una ocupación hostil. Esta deuda moral no prescribe.
España puede actuar. No está atada de manos. Puede:
La cuestión no es de capacidad, sino de voluntad. El ejemplo de Timor Oriental lo demuestra.
El Sáhara es una herida abierta. Lo fue en 1975. Lo sigue siendo en 2025. Pero la traición actual es más dolorosa porque ya no puede escudarse en la debilidad institucional de un régimen moribundo. Pedro Sánchez ha tomado una decisión soberana, pero también ha asumido la responsabilidad política y moral de esa traición.
Marruecos ha impuesto su relato. Ha convertido la sumisión española en un trofeo diplomático. Pero todavía hay margen para rectificar.
España puede hacer historia.
Solo necesita algo que parece cada vez más escaso en Moncloa: dignidad.
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