FUENTE: https://feelthebrain.me/2017/03/18/por-que-piensas-que-tienes-razon-incluso-cuando-estas-equivocad/
¿Eres un soldado o un explorador? Según la experta en toma de decisiones, Julia Galef, tu respuesta a esta pregunta puede determinar cómo de claro ves el mundo.
Imagina por un momento que eres un soldado en el fragor de la batalla, quizás un soldado Romano, un arquero medieval o un guerrero Zulu. Sin que importe el tiempo o el lugar algunas cosas son constantes. Tu adrenalina es elevada, y tus acciones radican desde tus reflejos arraigados, aquellos que salen de la necesidad de autoprotección y de la protección de lo que hay a tu alrededor, y derrotar al enemigo.
Bien, ahora imagínate en un rol muy diferente: el de explorador. El trabajo del explorador no es atacar o defender, consiste en entender. El explorador es aquel que sale, cartografía el terreno e identifica obstáculos potenciales. Por encima de todo, el explorador quiere saber qué es lo que realmente hay allí fuera de modo más preciso posible. En un ejército de verdad, los dos, tanto el soldado como el explorador son esenciales.
Podemos pensar en los roles de soldado y de explorador como mentalidades; metáforas para cómo tod@s nosotr@s procesamos la información y las ideas en nuestras vidas diarias. Disponer de un buen juicio y tomar buenas decisiones, se basa ampliamente en cuál de las dos mentalidades estás.
Para ilustrar estas dos mentalidades en acción, pensemos en la Francia del siglo XIX, donde un inofensivo y ajado trozo de papel destapó uno de los escándalos políticos más grandes de la historia en 1894. Los oficiales franceses lo encontraron en un contenedor de papel, y cuando lo juntaron, descubrieron que alguien de su rango había estado vendiendo secretos militares a Alemania. Condujeron una gran investigación, y todas las sospechas convergieron rápidamente sobre un hombre: Alfred Dreyfus. Tenía un historial excelente, ningún hecho mal hecho en el pasado y ningún motivo para hacerlo, al menos que ellos pudiesen indicar.
Dreyfus era el único oficial Judío en ese rango en el ejército, y desafortunamente, en esos tiempos, el ejército francés era muy anti-semita. Los otros oficiales compararon la escritura de Dreyfus de ese papel y concluyeron que encajaba, aunque muchos profesionales externos no estaban tan seguros de la similitud. Fueron al apartamento de Dreyfus, buscando entre sus cosas, para encontrar signos de espionaje. No encontraron nada. Esto no sólo les convenció de que Dreyfus era culpable sino que también era escurridizo ya que, claramente, había escondido todas las pruebas. Miraron sobre su historia personal para buscar detalles incriminatorios. Hablaron con sus antiguos maestros y aprendieron que había estudiado idiomas extranjeros en la escuela, lo que para ellos era un claro ejemplo de la voluntad de Dreyfus para conspirar con gobiernos extranjeros en un futuro.Sus profesores también dijeron que Dreyfus tenía una muy buena memoria, hecho muy sospechoso ya que para ser un espía tienes que recordar muchas cosas.
El caso se llevó a los tribunales, y se halló a Dreyfus culpable. Luego, los oficiales lo llevaron a una plaza pública; ritualmente le arrancaron la insignia de su uniforme y rompieron su espada en dos. Esto se llamó la Degradación de Dreyfus.
Se le sentenció a vivir en prisión en la, acertadamente llamada, Isla del Diablo, un pedazo de roca en la costa de Sur América. Pasó sus días allí solo, escribiendo una carta tras otra al gobierno Frances rogándoles que reabrieran su caso para poder descubrir su inocencia.
Mientras que podamos pensar que todo lo que le ocurrió a Dreyfus fue intencionado por sus compañeros, los historiadores de hoy en día no piensan que eso ocurrió así. Afirman que los oficiales creían genuinamente que el caso contra Dreyfus era fuerte.
De modo que aparece una pregunta: ¿Qué dice sobre la mente humana el hecho que podamos encontrar esas pruebas tan irrisorias para ser lo suficientemente convincentes como para encarcelar a un hombre?
Este es un caso al que los científicos se refieren como «razonamiento motivado«, un fenómeno en el que nuestras motivaciones inconscientes, deseos y miedos dan forma al modo en que interpretamos la información. Sentimos a algunas piezas de información como si fuesen nuestras aliadas; queremos que ganen, las queremos defender. Y otras piezas de información son el enemigo y queremos dispararles. Esta es la razón por la que podríamos llamar al «razonamiento motivado» como «la mentalidad del soldado».
Aunque nunca hayas perseguido a un oficial Franco-Judío por alta traición, seguramente sigas los deportes o conozcas a alguien que lo haga. Cuando el árbitro juzga que nuestro equipo ha hecho una falta, por ejemplo, estarás fuertemente motivad@ para encontrar razones por las cuales estaría equivocado. Pero si el árbitro pita una falta al equipo contrario, eso sí que está bien. O, a lo mejor has leído un artículo o un estudio que habla sobre políticas polémicas como puede ser la pena capital. Como han demostrado l@s investigador@s, si das soporte a la pena capital y el estudio demuestra que ésta no es efectiva, entonces encontrarás todas las razones por la cuales argumentarás que el estudio está mal hecho. Y vice versa si no das soporte a la pena capital.
Nuestro juicio está alta e inconscientemente influenciado por qué parte queremos que gane, y eso es para todo. Esto da forma al modo en que pensamos sobre nuestra salud, sobre nuestras relaciones, sobre cómo decidimos cómo votar y qué consideramos justo o ético. Y lo que asusta más sobre el razonamiento motivado o la mentalidad del soldado es, precisamente, lo inconsciente que éste es. Podemos pensar que somos objetiv@s y just@s y aún así petarnos la vida de una persona inocente como Dreyfus.
Afortunadamente, para Dreyfus, hubo un hombre llamado Coronel Picquart. Era otro oficial de alto rango del ejército francés y, como la mayoría, asumió que Dreyfus era culpable. Y también, como la mayoría de sus compañeros, era un poco anti-semita. Pero, en un momento dado Picquart empezó a sospechar, «¿Qué pasaría si estuviésemos equivocados con Dreyfus?«. Picquart descubrió pruebas de que el espionaje para Alemania se continuaba haciendo, estando Dreyfus encarcelado. También descubrió que otro oficial en el ejército tenía una caligrafía que encajaba perfectamente con el papel encontrado.
A Picquart le llevó 10 años el limpiar el nombre de Dreyfus, y durante parte de ese tiempo, él mismo fue encarcelado por el crimen de deslealtad a la armada. Algun@s piensan que Picquart no debería pasar a la historia como un héroe, dado que era anti-semita. Pero ese tipo de sesgo es malo. De hecho, el que fuera anti-semita hace que lo que hizo sea más admirable ya que tenía las mismas razones que sus compañeros, pero su motivación para encontrar y mantener la verdad se antepuso a todo eso.
Picquart sería el ejemplo de la «mente del explorador«, el impulso de no hacer que una idea gane o pierda, pero sí el de ver qué es lo que hay, de modo honesto y preciso que podamos aunque no nos sea agradable, conveniente o placentero.
Julia Galef ha pasado los últimos años examinando la mentalidad del explorador, cómo es capaz de cortar sus propios prejuicios, sesgos y motivaciones e intentar ver los hechos y las pruebas tan objetivamente como pueden. La respuesta que ha encontrado es emocional.
Del mismo modo en que la mentalidad del soldado se radica en respuestas emocionales, la mentalidad del explorador también, pero en emociones muy diferentes. Por ejemplo, los exploradores son curiosos. Tienden más a decir que se lo pasan mejor cuando aprenden nueva información o cuando resuelven un problema. Tienden más a sentir intriga cuando encuentran algo que contradice sus expectativas.
Los exploradores también tienen valores diferentes. Son más proclives a poner a prueba sus propias creencias, y menos proclives a afirmar que alguien que cambia de personalidad sea débil. Y, sobre todo, los exploradores tienen los pies en el suelo, lo que significa que su autoestima como persona no está ligada a lo bueno o malo sobre algún tema.
Por ejemplo, pueden pensar que la pena capital funciona y si los estudios demuestran que no lo hace dirán: «Parece que estaba equivocado. Pero no implica que sea malo o estúpido». Este grupo de rasgos es lo que predice el buen juicio.
La clave con la que nos podemos quedar sobre los rasgos asociados a la mentalidad del explorador es que poco tienen que ver con cuánto de listo eres o cuánto sabes. No se correlacionan demasiado cerca con el cociente intelectual, es sobre cómo sientes. Como Antoine de Saint-Exupéry, autor del El Principito, mencionaba: «Si quieres construir un barco, no hagas que tus hombres recolecten madera ni des órdenes ni distribuyas el trabajo […] en su lugar enséñales a anhelar el mar, vasto e infinito»
En otras palabras, si lo que queremos es mejorar nuestro juicio como individuos y miembros de una comunidad, lo que necesitamos no es exclusivamente aprender lógica, retórica, probabilidad o economía, aunque esas cosas sean de gran valor. Lo que más necesitamos es usar aquellos principios en los que se basa la mentalidad del explorador. Necesitamos cambiar el modo en que sentimos, aprender cómo sentirnos orgullosos en lugar de avergonzados cuando nos damos cuenta de que nos hemos equivocado en algo, o aprender cómo sentir intriga en lugar de ponernos a la defensiva cuando encontramos información que contradice nuestras creencias.
De modo que la pregunta que debemos tener en cuenta es:
¿Qué es lo que más anhelas: defender tus propias creencias o ver el mundo del modo más claro que puedas?
¿Eres un soldado, dispuesto a defender tu punto de vista a toda costa? ¿O un explorador, movido por la curiosidad? Julia Galef examina las motivaciones que hay detrás de estas dos actitudes y cómo moldean la forma en la que interpretamos la información, todo mezclado con una lección de historia imponente de la Francia del s. XIX. Cuando pongas a prueba tus opiniones más firmes, Galef te pregunta: «¿Qué es lo que más deseas? ¿Deseas defender tus propias creencias o deseas ver el mundo lo más claramente posible?».
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