CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
A cualquiera persona que se acerque a la provincia de Badajoz y se le ocurra asomarse al río Guadiana, especialmente a su paso por la ciudad de Badajoz, acaba descubriendo que el río está invadido, colonizado por el camalote.
Hace ya más de veinte años que el camalote, «eichhornia crassipes», llegó a las aguas del río Guadiana porque, algún estúpido, ignorante de su tremenda irresponsabilidad, arrojó plantas de camalote al río.
El chapapote (llamado también aguapé o aguapey por los aborígenes guaraníes), también denominada “Jacinto de agua” figura en la lista de las 100 peores invasoras de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, y su venta o importación como planta de jardines y acuarios está regulada o prohibida desde 2011 para evitar su difusión.
En la actualidad, esta planta amazónica ha conseguido colonizar más de 175 kilómetros del cauce del río Guadiana, con desastrosas consecuencias económicas y ambientales: el camalote ha acabado afectando a numerosos afluentes de los cuales, alrededor de un centenar están colapsados y existen miles de hectáreas de regadío gravemente amenazadas.
La información facilitada por la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) indica que el tramo más afectado sigue siendo el situado aguas arriba de la ciudad de Badajoz, y de momento, el camalote aún no está presente en el embalse de Alqueva en Portugal.
Igualmente, la CHG ha manifestado que sigue manteniendo un contacto frecuente con distintos organismos internacionales de California, Sudáfrica, Florida y Méjico, que llevan tratando de eliminar esta planta desde hace décadas.
Desde el punto de vista ambiental, la presencia del camalote en las aguas aumenta las tasas de evaporación entre tres o cuatro veces por encima de los niveles normales.
También acaban aumentando los niveles de sulfuro de azufre, la DBO y la DQO como consecuencia de la descomposición de la planta.
La DBO, Demanda Biológica de Oxígeno (BOD en inglés, Biological Oxigen Demand), y la DQO, Demanda Química de Oxígeno (COD en inglés, Chemical Oxigen Demand), son dos de los parámetros más importantes, utilizados en la medición del grado de contaminación de las aguas.
La DBO es la demanda bioquímica de oxígeno que tiene un agua. Es la cantidad de oxígeno que los microorganismos, especialmente bacterias (aeróbicas o anaeróbicas), hongos y plancton, consumen durante la degradación de las sustancias orgánicas contenidas en la muestra. Se utiliza para medir el grado de contaminación y se expresa en mgO2/l.
Por otro lado, la DQO es la demanda química de oxígeno del agua. Es la cantidad de oxígeno necesaria para oxidar la materia orgánica por medios químicos y convertirla en CO2 y H2O. Se expresa también en mgO2/l Cuanto mayor es la DQO, más contaminada está el agua.
Otro problema es que la presencia de camalote impide que la luz solar sea capaz de llegar debajo del agua y las otras plantas no pueden realizar la fotosíntesis, motivo por el que al final mueren y acaban desapareciendo.
La fauna también se ve afectada al verse reducido su nicho alimenticio, mamíferos como las nutrias han visto reducidos sus lugares de pesca, mientras que otros mamíferos que se acercan a los ríos a beber sufren problemas gástricos debido al efecto de la materia orgánica en descomposición. Lo mismo pasa con las aves acuáticas. Los peces acaban muriendo por falta de oxígeno y la ausencia de luz bajo la superficie del agua impide el desarrollo de las puestas reproductoras. Por otra parte constituye un hábitat idóneo para la proliferación de mosquitos, lo que afecta al estado de salud de los núcleos de población cercanos.
Para que el camalote logre expandirse y acabar adueñándose de los ríos, necesita agua con un alto contenido de nutrientes como nitrógeno, fósforo y potasio que, abundan en el Río Guadiana y que proceden principalmente, de la contaminación derivada de la agricultura y las deficiencias en la depuración de aguas residuales
Pero ¿a qué se debe que el camalote haya invadido el Río Guadiana y sus afluentes, y se haya adueñado de sus aguas?
El camalote requiere para su germinación grandes oscilaciones de temperaturas y una alta iluminación, características propias de las tierras por donde fluye el Río Guadiana; cuestiones con respecto de las cuales poco o nada puede hacerse, más allá de intentar frenar su expansión.
Ya hace más de un cuarto de siglo que, algunos estudios ambientales vienen alertando sobre esto último, incluso uno del Plan Hidrológico del Guadiana indicaba que, el 24% de los embalses de la cuenca presentaban exceso de nutrientes y llamaba la atención acerca de que, además del deficiente grado de depuración de las aguas residuales, la degradación de las orillas y riberas, la alteración del cauce por embalses y extracción de áridos, el mal estado del Guadiana se debe a la contaminación por nitratos y el uso de sustancias químicas como los plaguicidas.
A esto hay que unirle las malas prácticas de las administraciones, por ejemplo, en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Badajoz de 2005, que permitió la ocupación de parte del Guadiana a su paso por la ciudad, la canalización de importantes tramos del río, la eliminación de la vegetación natural…
El Ministerio de Agricultura y Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) en diciembre de 2017 afirmaban que: “el desarrollo de la agricultura en la zona de actuación conlleva la utilización de fertilizantes que, con el retorno del agua al río Guadiana, son causa de un apreciable enriquecimiento en nutrientes […] El tramo medio del Guadiana, y concretamente la zona donde se extiende el camalote, se encuentra afectada por otros factores impactantes. […] Entre estos impactos se encuentran la contaminación de las aguas.”
¿Por qué se han excluido estas cuestiones cuando se habla de combatir al camalote? ¿Cuál es la responsabilidad de las diferentes administraciones en el estado actual de las aguas del Guadiana?
A estas alturas, no cabe la menor duda de que la presencia del camalote en el Río Guadiana se debe principalmente a la negligencia y el mal hacer de los diversos poderes públicos implicados en la gestión del cauce del Guadiana.
Es evidente que, el combate contra el camalote y su erradicación están íntimamente ligados, a la urgente depuración de las aguas que vierten al Guadiana y en ese sentido, de manera inaplazable. Por supuesto, todo ello debería ir acompañado de la implantación de actividades agrícolas y ganaderas menos agresivas, menos contaminantes… No hay otra opción, si queremos ganar la guerra.
En definitiva, las diferentes administraciones de uno y otro signo político se tiran la pelota continuamente, pero lo cierto es que para tratar el asunto de forma seria deben llevarse a cabo acciones radicales en todo el curso del río que, vayan más allá de la simple retirada de la planta.
Lo que no se entiende, es que las distintas administraciones, en especial la CHG, los gobiernos de España y de Portugal, y los diversos ayuntamientos, no hayan emprendido ya otras actuaciones, como la retirada masiva en invierno, cuando la planta está más inactiva, o el dragado del río. Si se actuara de este modo, al mismo tiempo, se podría también recuperar el Guadiana para usos deportivos y de ocio que en algunos tramos hoy son imposibles y todos ganaríamos en salud ambiental.
Son muchos los expertos que afirman que la mejor opción es dragar el Río Guadiana para controlar la invasión del camalote y de otras especies invasoras como el nenúfar mejicano. Esta es una de las propuestas que ha hecho la Confederación Hidrográfica del Guadiana, que hasta ahora no ha sido tenida en cuenta por parte de otros organismos y autoridades, con los que la CHG comparte competencias sobre la gestión del río.
La Confederación Hidrográfica del Guadiana, ha propuesto en múltiples ocasiones que se drague el río, y que esta acción se acompañe con el segado anual de la planta. Descartando, en principio, los métodos químicos y biológicos, o la eliminación de los azudes.
Claro que, los directivos de la CHG, han insistido en que ellos siguen sin tener la última palabra.
Desgraciadamente, el Río Guadiana se muere (entre todos lo mataron y él solito se murió…), y mientras seguimos esperando que las diversas autoridades (tanto portuguesas como españolas) y los organismos públicos responsables de la gestión y la defensa ambiental, acaben por pronunciarse… y lo que es más importante: ¡ACTUAR!
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