¿Por qué está fallando, por qué no está funcionando la denominada «ley de violencia de género»?
CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
Esta semana que estamos terminando, coincidiendo con el final de año, tras la trágica muerte de varias mujeres en pocos días, hemos asistido a una verdadera competición, a ver quién del PP y del PSOE (a los que se han acabado sumando del resto de los partidos políticos con representación parlamentaria) decía la burrada más grande… Resulta sorprendente que los políticos de todos los partidos (salvo algunos disidentes, que inmediatamente acaban siendo linchados, o se acaba proponiendo que los “empalen” como le ocurrió a Toni Cantó hace casi una década) se nieguen a rectificar lo que se parió torcido hace ya casi veinte años, la ley más monstruosa de las aprobadas en el mundo occidental al que supuestamente pertenecemos, sí algo realmente monstruoso; aunque precisamente por ello es difícil –mejor dicho, imposible- de rectificar, y sólo cabría abolir.
Pues sí, transcurridos 18 años de la aprobación de la LVIOGEN, de 28 de diciembre de 204, pese a sus terribles consecuencias (más de dos millones de hombres detenidos por denuncias de sus mujeres, novias, compañeras… la mayoría por denuncias falsas) los miembros del Congreso de los Diputados no están por la labor de rectificar y siguen ignorando, no teniendo en cuenta lo que nunca ha sido cuestionado y sobre lo que siempre ha existido consenso, para así poder seguir aplaudiendo a rabiar una ley que sólo ha traído desgracias a la sociedad española.
Me estoy refiriendo a cuestiones tan elementales como que:
Hombres y mujeres perpetran abusos físicos y no físicos en porcentajes similares (con la única excepción de lo referente a coacción sexual).
La mayor parte de la violencia doméstica, intrafamiliar, conyugal, es mutua, es perpetrada tanto por hombres como por mujeres. La violencia doméstica no es de un sólo sentido.
Las mujeres son tan “controladoras” y dominantes como los hombres.
La violencia doméstica de hombres y mujeres está correlacionada con los mismos factores de riesgo.
Los motivos -por los que se ejerce violencia por parte de los hombres o de las mujeres- son similares en ambos casos: desequilibrios psíquicos, posesión desmedida, infidelidades, celos, disputas conyugales de convivencia…
El imprescindible «despolitizar el problema», todo lo contrario al discurso de la «violencia machista» que predomina en España entre quienes viven de la política, los tertulianos, trovadores, bufones y demás opinadores de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas.
Cualquier persona sensata considera que es imprescindible, urgente prestar más atención a la violencia cometida por mujeres, de las que son víctimas los niños, los ancianos, otras mujeres y por supuesto, algunos hombres…
Tambiés es imprescindible tener en cuenta, no olvidar que los hombres también son víctimas de violencia. Cuestiones como éstas, y algunas más, que generalmente cualquiera persona sensata siempre ha considerado que forma parte de la realidad cotidiana, y muchas más, los políticos no quieren tenerlas en cuenta y menos que se hable de ellas, y pasa el tiempo, nos vamos haciendo viejos y han pasado ya 18 años desde su aprobación, y las cifras de mujeres asesinadas siguen siendo semejantes a las que se decía que se pretendía poner freno con la aprobación de la LVIOGEN (por supuesto, también la cifras de varones, de niños, de ancianos, siguen en un “tono” muy semejante)¿Qué está fallando? Es importante señalar que la frase tantas veces repetida de, “no para de aumentar el número de mujeres muertas” y cosas por el estilo (amplificada hasta la saciedad por los diversos medios de comunicación…) es una absoluta falsedad, pues como demuestran las estadísticas del Ministerio del Interior (y de la Asociación Unificada de la Guardia Civil, y del Instituto Nacional de Estadística…) el número de mujeres y hombres muertos en el ámbito familiar, se mantiene más o menos estable… La ley está fracasando por la sencilla razón de que está diseñada desde la ideología o perspectiva de género y no desde la interpretación de la realidad. La Ley Integral contra la “violencia de género” de 28 de diciembre de 2004 es un homenaje a tal doctrina, cuyos efectos resultan negativos no solamente por su escasa eficacia sino –y esto es lo más grave- porque ha judicializado penalmente las relaciones de pareja. La doctrina política denominada “perspectiva de género” es una forma de “neomarxismo”, una revisión y relectura del mismo, una perversión, y como su “padre biológico” es una ideología totalitaria que tiene como objetivo la consecución de un nuevo tipo de dictadura. La perspectiva de género sostiene que la mujer está presa en un sistema patriarcal opresivo, y deriva en la práctica política, como veremos más adelante, hacia un movimiento antihombre, “misándrico”. Un alto porcentaje de las personas que se manifiestan partidarias de la doctrina o perspectiva de género, desconocen realmente cual es su significado. La ideología de género no es una variante del feminismo clásico (del que ya no queda casi nada o nada), si entendemos éste como la pretensión de equiparar los derechos de las mujeres con los de los hombres; por el contrario, es un proyecto radicalmente distinto que, para empezar, niega una premisa esencial de aquel feminismo: ser mujer en plenitud y asumir sus riquezas, potencialidades y limitaciones; porque en la perspectiva de género el ser-hombre y el ser-mujer no existen, la doctrina de género considera que se tratan solo de construcciones culturales… La premisa de la que parte la doctrina de género, es muy simple: el sexo implica desigualdad. El poder masculino no existiría, los hombres no disfrutarían de privilegios si no hubiera “hombres”. Y las mujeres no estarían sojuzgadas, oprimidas si no existiera la “mujer”. […] El último objetivo de la dictadura de género es la eliminación de la familia biológica como condición imprescindible, como paso previo para suprimir lo que las y los feministas de género denominan “represión social”. No hay ninguna duda de que la familia, que denominan “tradicional” (en el sentido de “biológica” y “patriarcal”) es vista como algo tremendamente perjudicial, fuente de represión y causa y lugar de entrenamiento de la violencia, especialmente contra “la mujer”. La agenda del feminismo de género no solamente pretende modificar el matrimonio, convirtiéndolo en una experiencia más, sino también la paternidad, la maternidad y el parentesco. Por un lado, para liquidar el sentido y la necesidad del dualismo sexual, y por otro para relativizar el parentesco biológico y fomentar el denominado parentesco cultural. Es evidente que una ideología que promueve la idea disparatada de que “no existen ni un hombre natural ni una mujer natural, abre la puerta a cuestionar el que exista una forma natural de sexualidad humana. Y todo esto es así porque la izquierda española, tras la caída del muro de Berlín, al quedarse sin discurso y sin proyecto ha encontrado en la ideología de género, del homosexualismo político y sus reivindicaciones, el sucedáneo de la clase obrera a la vez oprimida y portadora del cambio histórico. Los cambios legales emprendidos por el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero y luego consolidados con entusiasmo por el PP de Mariano Rajoy, afectan al significado y a la práctica del qué es ser hombre y mujer, y por lo tanto, del ser persona, de lo que significa ser padre y ser madre y sus deberes y obligaciones y funciones sociales. Implica la destrucción del sentido del matrimonio y, como consecuencia, de su papel fundante de la sociedad y, por extensión, de la familia, que también queda como una realidad “abierta” a cualquier interpretación y nueva propuesta. “Familia” es ya cualquier agregación de personas… La Perspectiva de Género, una doctrina totalitaria y liberticida:
La perspectiva del género es una doctrina que pretende ser “total” (pretende una respuesta “global” a la totalidad de la problemática del ser humano) como ocurre con el marxismo en cuyas fuentes bebe sin lugar a dudas.
Según la interpretación de la ideología de género la sociedad actual está fundamentada en el matrimonio y la familia, familia en la que existe una determinada división de roles, es intrínsicamente perversa porque está sujeta a los dictados de una “clase” dominante: los varones; la familia es un ámbito donde se educa de manera que facilita la violencia contra la mujer.
La teoría en la que se inspira la fracasada ley es que la violencia contra la mujer, los feminicidios, es la respuesta del “macho dominante” a los deseos de emancipación y libertad de la mujer. El varón apegado a formas de conducta ya periclitadas, el varón educado en la familia y la religión judeocristianas, en el patriarcado, niega la autonomía de su pareja y a partir de un determinado límite resuelve el conflicto matándola.
Naturalmente, dado que es una ideología bastante chapucera, no existen datos que corroboren o apoyen tales hipótesis. Todo lo contrario.
Si la hipótesis de la “perspectiva de género” fuera verdad, la violencia y, sobre todo, los asesinatos se darían en mayor medida en las personas educadas de forma más tradicional que en las personas jóvenes. Sin embargo, la tozuda realidad demuestra que las cosas no son así: la inmensa mayoría de homicidas son menores de 40 años, y el veinte por ciento menores de 30. Las homicidas mayores de 50 años, el grupo en teoría más peligroso por su supuesto “patriarcalismo”, apenas representan el 40 por ciento de los casos.
Si la teoría fuera cierta, las personas con mentalidad tradicional deberían cometer más homicidios que las más “liberales” o “progres”. Pero no es así. Las personas unidas por matrimonio religioso presentan una menor tendencia al homicidio que las unidas por matrimonio civil, y a su vez, éstas muchísimo menos que las que viven como pareja de hecho. Casualmente, las estadísticas demuestran que existen 10 veces más posibilidades de homicidio en una relación de pareja de hecho.
Si las afirmaciones de la perspectiva de género, que inspiran la ley fueran ciertas, los países “más liberales”, con una mayor tradición de emancipación de la mujer, como los países nórdicos y anglosajones, deberían poseer una incidencia mucho menor que los países de raíz tradicional y católica, como Portugal, España, Italia, Grecia (ortodoxa), incluso Irlanda. Pero no es así, sino todo lo contrario. Suecia tiene el dudoso honor de liderar el ranking junto con Gran Bretaña y los Países del Norte de Europa, mientras que la cola corresponde precisamente a los países mediterráneos e Irlandia.
El tópico-estereotipo de un presunto “macho violento” de pelo en pecho, color cetrino y mirada cejijunta frente a un rosado nórdico, de ojos azules y actitudes liberales, es falsa: el nórdico estadísticamente presenta una mayor tasa de feminicidios y, no sólo esto, sino también de violaciones.
La ley falla porque no ve que el origen de la violencia intrafamiliar está en la ruptura de pareja.
Existen tres factores (que a menudo se olvidan) que guardan una íntima relación con los feminicidios. Uno ya ha sido señalado, las parejas de hecho; el segundo es la inmigración desestructurada, sin familia (que no la inmigración a secas) y el tercero son los procesos de ruptura de pareja.
Pero en realidad estos tres factores se pueden resumir en un único factor: el que ya hemos nombrado de las rupturas, porque la inmigración desestructurada suele derivar en parejas de hecho y éstas presentan un grado de inestabilidad, de ruptura, por consiguiente, muchísimo más elevado que los matrimonios. De ahí también, que el aumento del número de divorcios tienda a presionar al alza el número de homicidios.
Pero la ley no quería abordar en profundidad el asunto porque resulta social y políticamente incorrecto señalar la ruptura como el factor de riesgo, porque lo importante era criminalizar al hombre-varón, y no buscar la causa real del por qué en unos casos concretos la violencia estalla mientras que en la mayoría no. Para la ideología de género es necesario que la violencia contra la mujer sea inherente al sistema y el feminicidio su corolario.
Y ¿qué hacer ante semejante panorama, por cierto nada halagüeño? Pues sencillamente, “más mediación familiar y menos policías»
La única alternativa a esta perversa ley que, ha provocado más problemas que los que supuestamente pretende solucionar, es poner en marcha los mecanismos que permitan la mediación entre las parejas, lo que supone una revisión en profundidad de la norma, ya que el texto legal prohíbe de manera clara esta fórmula. Es imprescindible evitar o atenuar la ruptura mediante la conciliación. Pero, insisto: la ideología sectaria de la ley lo prohíbe.
Con la reforma del código penal realizada el 28 de diciembre de 2004 (con el apoyo entusiasta del PP del que entonces eran miembros la mayoría de los oligarcas de VOX y callaron como putas) se convirtió en delincuentes a la inmensa mayoría de los varones.
Por supuesto, la primera decisión que habría que tomar si se quiere acabar con las terribles consecuencias de la terrible LVIOGEN, ley de «violencia de género» de 28 de diciembre de 2004 es la surpresión de los juzgados de violencia de género (tribunales de excepción expresamente prohibidos por la Constitución de 1978) y devolver al ámbito de la jurisdicción civil y penal este tipo de conflictos.
Esta ley no sólo no protege a la mujer sino que provoca situaciones de mayor violencia, desorganiza el sistema judicial y policial y judicializa las relaciones entre los hombres y las mujeres. Hombres y mujeres concretos son los perjudicados, una situación que se acentúa por la insólita ley española del divorcio al establecer su aplicación sin separación previa, sin ningún tipo de mediación y por solicitud unilateral de uno de los cónyuges que acostumbra a ir seguida de una denuncia en muchas ocasiones para obtener ventajasprocesales en lo que respecta a la guarda y custodia de los menores y la liquidación del régimen económico de gananciales.
Los diversos gobiernos que se han ido sucediendo desde 2004 y la peligrosa ideología en la que se inspiran, acerca del hombre, la mujer y el matrimonio nos ha metido con sus leyes en una situación delirante… Sirva este texto de llamada urgente para que pare el desvarío, para que pare cuanto antes la persecución contra los hombres que, se viene practicando desde hace ya demasiados años en España, de forma indiscriminada y con saña por el simple hecho de haber nacido con pene… Eso sí todo ello por “la noble causa de la liberación de la mujer”…
Dicen que los seres humanos (incluyendo a los políticos) somos los únicos en la Naturaleza que tropezamos varias veces en la misma piedra, aunque yo soy de los que piensan que hay otra característica más “definidora” de la identidad de los humanos: por lo general, cuando uno de esos seres que algunos tuvieron la feliz ocurrencia de denominar “homo sapiens” (hombre capaz de pensar) emprende un determinado camino, y transcurrido cierto tiempo comprueba que no era la senda más acertada, no suele hacer lo que cabría esperar de un ser “racional”, no, al contrario se dirá a sí mismo cosas tales como que después del tiempo empleado, los esfuerzos realizados de todo tipo, el dinero destinado a ello,… ya no es posible retroceder, volver a la encrucijada y tomar el verdadero camino…
Generalmente un animal de los denominados “racionales”, no recurrirá a la inteligencia que hemos de suponer que debería caracterizar a sus decisiones, tenderá a justificarse, engañarse, decirse a sí mismo que “en el fondo no me va tan mal, además, seguro que un poco más adelante encontraré un atajo a través del cual accederé al camino que, debía haber tomado en lugar del que equivocadamente emprendí…