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¿Pretende Benjamín Netanyahu reconquistar la «Tierra Prometida» y reinstaurar el «Gran Israel»?

Es difícil acotar los límites del país de los judíos si nos ceñimos a los textos sagrados. Según el Éxodo (23:31), Dios fija los límites de la Tierra Prometida “desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos y desde el desierto hasta el río Éufrates”. Así pues, Ha-Aretz ha-Muvtajat Ard Al-Mi’ad (‘tierra de miel y leche’ en árabe), vista desde una aproximación puramente geográfica, abarca Oriente Próximo desde el canal de Suez hasta la parte occidental de Irak. También en el Génesis (15:18) encontramos esta definición cuando Yahvé le promete a Abraham: “a tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates”. Pese a ello, en el cuarto libro del Tanaj —y del Antiguo Testamento— ya hay una acotación mucho más precisa de los límites de tan maravillosas tierras:

«Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, esta será la tierra que os ha de caer en herencia, y estos serán sus límites: tendréis el lado del sur desde el desierto de Zin hasta la frontera de Edom, y su límite estará en el extremo del mar Salado, hacia el oriente. Este límite os irá rodeando desde el sur hasta la subida de Acrabim, y pasará hasta Zin; se extenderá del sur a Cades-Barnea, continuará a Hasar-Adar y pasará hasta Asmón. Rodeará este límite desde Asmón hasta el torrente de Egipto y terminará en el mar. El límite occidental será el mar Grande; este límite será el límite occidental. El límite del norte será este: desde el mar Grande trazaréis una línea hasta el monte Hor. Del monte Hor trazaréis una línea hasta la entrada de Hamat, y seguirá aquel límite hasta Zedad. Seguirá luego hasta Zifrón y terminará en Hazar-Enán. Este será el límite del norte. Como límite al oriente trazaréis una línea desde Hazar-Enán hasta Sefam. Este límite bajará desde Sefam a Ribla, al oriente de Aín. Seguirá descendiendo el límite y llegará a la costa del mar de Cineret, al oriente. Después descenderá este límite al Jordán y terminará en el mar Salado: esta será vuestra tierra con los límites que la rodean.» Números 34:1-12

Sobre el mapa se aprecia claramente la diferencia: mientras que el territorio delimitado por el Génesis y el Éxodo, la Tierra Prometida abarca la totalidad del actual Israel, Jordania y Líbano, la mayor parte de Siria, la mitad de Irak, la costa oriental egipcia y el norte de Arabia Saudí, el especificado en Números nos deja tan solo con Israel, Líbano y una parte de Siria.

Ciñéndonos a términos netamente históricos, Israel fue independiente a lo largo de tres siglos, en unas fechas que oscilan entre los siglos X y VII a. C., época en la que encontramos nombres tan significativos como David o Salomón. El Reino de Israel fue una evolución del sistema confederado que mantenían las doce tribus que vivían en Palestina, las cuales eran gobernadas por los shoftim o jueces, que tuvo como primer monarca a Saúl —la historiografía moderna aún debate sobre su existencia real—. Del que sí tenemos fuentes fiables es del rey David. Durante su reinado, la nación judía se acercó al ideal bíblico del Gran Israel, llegando a controlar media Siria, además de Damasco.

Pero esta época de esplendor y poder se fue con la muerte de Salomón, el vástago de David, y el país se dividió en dos reinos: el de Israel —en el norte— y el de Judá —en el sur—. Por separado, su conquista fue fácil para los diferentes imperios mesopotámicos que surgían a orillas del Tigris y el Éufrates. Asirios, babilonios y persas establecieron su dominio sobre aquellas tierras, que jamás volvieron a ser gobernadas por un monarca hebreo…

Y, ¿cuál sería en la actualidad el «Gran Israel»?

Quienes hablan del «GRAN ISRAEL» se refieren al derecho de Israel sobre los territorios de Siria, Líbano, la parte nor-oriental de Irak, la parte norte de Arabia Saudí, la franja costera del Mar Rojo, la Península del Sinaí en Egipto, así como Jordania, Palestina Cisjordania y Gaza. Estos tres últimos pasarían a constituir lo que se llamaría Palesjordán después de una nueva “nakba” (o éxodo de la población musulmana-palestina) similar a la que ocurrió en 1948, cuando se declaró el Estado de Israel. Pero ya no de 700 mil palestinos, sino de los que sobrevivan a la guerra que se está librando en estos momentos.

Bueno es recordar que hace décadas Isaac Shamir decía que Cisjordania era parte integral del Estado de Israel y que no sería devuelta a nadie. Shamir (judío polaco y sionista 1915-2012), fue director del servicio de inteligencia israelí Mossad, dos veces primer ministro de Israel coincidiendo en el tiempo con los gobiernos norteamericanos de Reagan y de Bush-padre, y artífice de los acuerdos con Egipto y el Líbano además de mentor de Netanyahu y de su partido el Likud.

El “Gran Israel” no es pues otra cosa que la ambición sionista de reconfigurar el mapa actual de Oriente Medio con Israel como el Estado hegemónico en el área para hacer frente a Irán, Rusia, Corea del Norte, dominar Euroasia y quebrar a China y la influencia en su mar meridional.

Cuando se fundó Israel en 1948, el liderazgo sionista laborista, que pasó a gobernar Israel en sus primeras tres décadas de independencia, aceptó una «partición pragmática» de lo que había sido la Palestina británica en estados judíos y árabes independientes. Los sionistas revisionistas de la oposición, que evolucionaron hasta convertirse en el actual partido Likud, pretendían conseguir Eretz Israel Ha-Shlema, el Gran Israel, o literalmente, toda la Tierra de Israel (shalem, que significa completo)».

​La captura de Cisjordania y la Franja de Gaza de Jordania y Egipto durante la Guerra de los Seis Días en 1967 condujo al crecimiento del Movimiento por el Gran Israel y a la construcción de asentamientos israelíes. Las elecciones de 1977, que llevaron al Likud al poder, también tuvieron un impacto considerable en la aceptación de la idea del Gran Israel.

La semilla se sembró en 1977, cuando Menachem Begin, del Likud, llevó a su partido al poder por primera vez en una sorprendente victoria electoral sobre el Partido Laborista. Una década antes, en la guerra de 1967, las tropas israelíes habían deshecho en la práctica la partición aceptada en 1948 al invadir Cisjordania y la Franja de Gaza. Desde entonces, Begin había predicado una lealtad eterna a lo que él llamaba Judea y Samaria (las tierras de Cisjordania) y promovido los asentamientos judíos allí…

Yitzhak Shamir fue un defensor acérrimo del Gran Israel y, como primer ministro israelí, financió el movimiento de colonos y dio legitimidad gubernamental a la idea del Gran Israel.

Bien, después de todas estas aclaraciones, a mi entender necesarias, imprescindibles, regresemos a la actualidad:

¿Es posible que, una vez derrotados los grupos terroristas HAMÁS y HIZBULÁ, Benjamín Natanyahu continúe una guerra de expansión, para intentar reconquistar la «Tierra Prometida» y reinstaurar el Gran Israel?

Según fuentes que dicen estar bien informadas, el Estado de Israel (con el beneplácito y el apoyo entusiasta de los EEUU) proseguirá hasta derrotar a los musulmanes chiitas, después de vencer a sus franquicias en el sur del Líbano y la Franja de Gaza.

Pero, ya que entre el estado de Israel e Irán hay un enorme territorio, muchos kilómetros. ¿Cómo sería esa expansión, esa conquista? ¿Habría una guerra abierta entre Israel e Irán -Irak está en medio- incluso con utilización de armamento nuclear…? ¿Y qué se supone que harían Rusia y China, permitirían la creación de un «Gran Israel»?

¿Qué se supone que harían China y Rusia… debemos pensar que ya hay un pacto con los EEUU de no agresión, de mirar para otro lado y dejar hacer a los israelíes?

¿Debemos dar por seguro que Irán no posee la bomba atómica y de que no está en camino de conseguirla?

Si fuera cierto que Benjamín Netanyahu tiene intención de no parar, tras derrotar a los musulmanes chiítias y sus franquicias en la Franja de Gaza y el Líbano y reconquistar la Tierra Prometida y reinstaurar el Gran Israel, hemos también de suponer que los musulmanes sunnitas se cruzarían de brazos y aplicarían aquello de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo«, pues como bien sabe cualquier persona medianamente o bien informada, los sunnitas y chiitas son encarnizados, feroces enemigos desde los tiempos de Mahoma.

Hasta es muy posible que todo esto esté ya pactado desde los “Acuerdos de Abraham”, acuerdos de paz entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel de 13 de agosto de 2020, cuando gobernaba Donald Trump…

Aquellos acuerdos, entre otras cuestiones como abrir la puerta al comercio e inversiones, supusieron la creación de una alianza regional contra Irán y abrían la puerta a que Israel y Arabia Saudí y demás países mayoritariamente sunnitas establezcan acuerdos de cooperación, además de reconocer de forma explícita el derecho del Estado de Israel a existir.

¿Debe esperar Netanyahu a que se celebren las elecciones en los EEUU, y si gana Donald Trump decidir entonces emprender una guerra de expansión, para reconquista la Tierra Prometida y volver a instaurar el GRAN ISRAEL?

Tiempo al tiempo.

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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