¿Qué es una mujer? Que respondan a una pregunta tan básica es el objetivo de un documental que produce la plataforma The Daily Wire, especializada en contenido audiovisual, artículos y podcasts culturales, políticos y sociales. Narrado y protagonizado por Matt Walsh, uno de los colaboradores de la plataforma, y dirigido por Justin Folk, el documental se estrenó el pasado 1 de junio. Ese mismo mes Walsh publicó un libro basado en el mismo (¿Qué es una mujer? El viaje de un hombre para responder la pregunta de una generación), a través de la rama editorial de la misma plataforma.
En el estreno del documental la plataforma sufrió un ataque de denegación de servicio (DDoS) y, días después, Walsh denunció haber recibido amenazas de muerte. Por supuesto, el documental ha sido calificado de tránsfobo, el mantra favorito de los que ni siquiera se plantean debatir sobre conceptos como sexo biológico y género atribuido y consideran hasta ofensivo hacer esa pregunta.
Que le respondan a una pregunta aparentemente simple —en realidad lo es si la despojamos de ideología— se convierte en misión imposible. Una gran parte de los interpelados son incapaces de hacerlo o, simple y llanamente, tienen miedo a dar una respuesta que se salga de la «verdad oficial revelada». Matt Walsh investiga si los roles de género son una construcción social o si una mujer puede estar atrapada en el cuerpo de un hombre y, en última instancia, se centra en el asunto clave: si ser mujer significa hoy día «algo» una vez que el concepto ha sido lavado y centrifugado a través de la ideología totalitaria de género.
Walsh viaja por diferentes ciudades de EEUU para preguntar qué es una mujer. A gente de la calle, pero también a expertos, terapeutas, psiquiatras o políticos.
Lo que más impresiona de la hora y media de documental, que llega a ser por momentos realmente cómico —al tiempo que terrorífico, inquietante y perturbador por lo que pone de manifiesto—, es constatar cómo una gran parte de los entrevistados considerados «expertos» o del ámbito académico —un pediatra, un terapeuta de afirmación de género, un trans que se opone a las transiciones médicas para menores, un cirujano especializado en reasignación de género, un congresista…—, son incapaces de responder a la pregunta y consideran incluso insultante y ofensivo que alguien quiera llegar a la verdad sobre lo que es género y lo que es sexo.
La hostilidad hacia el entrevistador es patente en muchos de los interpelados, que incluso cortan las entrevistas de forma brusca o reaccionan con agresividad e insultos, algo que ocurrió cuando intentó que le respondiesen a la pregunta en una manifestación de mujeres.
Igualmente impactante es que los interpelados en la calle, personas comunes escogidas al azar y no necesariamente expertas, están tan constreñidos por el marco mental impuesto por la ideología libereticida y totalitaria de género y han sufrido tal lavado de cerebro, que no se atreven a salirse del rebaño, cayendo en contradicciones flagrantes al asumir como propio el discurso de que uno es lo que quiera ser o lo que sienta en cada momento que es, lo que les imposibilita a responder qué consideran que es una mujer.
Este grupo de entrevistados pone de manifiesto el impacto —negativo— de la ideología de género en las nuevas generaciones. Walsh se pregunta si «deberíamos dejar a nuestros hijos que definan la realidad». Respuestas como «no soy una mujer, por lo que no puedo realmente contestar a esa pregunta», o «no es correcto decir que un niño que nace con un pene es un hombre», «es difícil decir» si soy una mujer, cuando tiene el atrevimiento de decirle a un grupo de mujeres jóvenes en Nueva York que él asume que son mujeres, o los largos e incómodos silencios que siguen en muchos momentos a la pregunta que da nombre al documental, son la constatación del éxito que esta ideología ha tenido en el control de la sociedad, eliminando cualquier posibilidad de pensamiento crítico o de disentir de la doctrina dominante.
Con carácter general, o no quieren responder a la pregunta, o no saben qué responder o las respuestas que ofrecen son totalmente confusas y estrambóticas y no superarían el más superficial de los escrutinios. El miedo a no decir lo políticamente correcto lo que provoca es la autocensura, tanto de expertos como de no expertos.
Matt Walsh también analiza la problemática de las atletas transgénero en los deportes femeninos —»dentro de unos años ya no habrá deportes femeninos, habrá deporte masculino y deporte transgénero» señala la Dra. Debra Soh— o el de la utilización de baños públicos por personas que mantienen las características biológicas del sexo del que reniegan.
VEAN A CONTINUACIÓN EL DOCUMENTAL COMPLETO:
https://drive.google.com/file/d/1J-BgDOOAHYXATeyzC7S04WUIsLIBOlS8/view
En un intento de ampliar la visión más allá de los EEUU, viaja a Kenia y plantea a una tribu masái cuáles son los roles masculino y femenino y les pide su opinión sobre conceptos como «no-binario» o «transgénero», en uno de los momentos más divertidos del documental.
Los masái, una vez que se sobreponen a la estupefacción que les provoca preguntas como «si un hombre puede convertirse en una mujer»—dicen que están «conmocionados» por lo que les cuenta Walsh y afirman que se les han quitado las ganas de ir a EEUU— responden con toda naturalidad que en su tribu nunca han tenido «ese problema» porque «un hombre tiene un pene y una mujer, una vagina». Cuando pregunta a un grupo de mujeres masái, la respuesta va en la misma dirección: «Una mujer da a luz, un hombre no».
A partir de ese momento, Walsh se pregunta, retóricamente, si la ideología de género es algo exclusivo de occidente, e indaga de dónde surgió todo esto, cuáles son las raíces de una ideología que borra la identidad femenina y con la que se está lavando el cerebro a niños y jóvenes.
Alfred C. Kinsey, un reformista social pionero en la investigación del comportamiento sexual del hombre, parece estar en el origen de toda esta filosofía, que trata de librar a la sociedad de los valores judeocristianos en lo relativo a la sexualidad. Su idea de que los niños son sexuales, que todos somos criaturas sexuales desde la cuna a la sepultura, le lleva a la conclusión de que la verdadera felicidad se consigue con una vida de experimentación sexual perversa, sin importar la edad, señala Walsh en el documental. La realidad es que llegó a esas conclusiones tras investigar a delincuentes sexuales y pederastas condenados, es decir, su investigación y, por lo tanto, sus conclusiones, pueden considerarse un fraude, pues los datos los obtuvo no de gente común, sino de personas encarceladas que cumplían condena por delitos sexuales. Pese a ello, sus ideas siguen siendo la base de la educación sexual en los colegios públicos americanos actualmente.
En el salto de las ideas de Kinsey a la ideología de género tiene un papel preponderante John Money, psicólogo y profesor de la Universidad Johns Hopkins, que es quien acuñó los términos «identidad de género» y «roles de género». Según Money, los bebés son de género neutro al nacer y es el entorno lo que determina si esa persona es un hombre o una mujer. Money probó su teoría en los gemelos Rhymer, una historia de terror que se narra en detalle en el documental. Pese al trágico final de los gemelos, Money nunca se retractó de sus ideas, que pasaron a convertirse en dominantes en la psicología de la época y constituyen la base de la ideología de género.
Walsh habla con una mujer que hizo la transición a hombre, muy crítico con todo el proceso, y que tiene claro que «nunca» será «un hombre».
En su opinión, «la transición médica es experimental«, pero decirlo lo convierte en tránsfobo, como también señalar la alta tasa de suicidios en personas que han hecho la transición, y las consecuencias irreversibles de los procesos previos, es decir, los bloqueadores de la pubertad y la administración de hormonas del sexo opuesto. Los partidarios de estos procesos dicen que en cualquier momento se puede parar sin consecuencias, algo que no está probado científicamente. Pero detrás de todo ello, como se denuncia en el documental, hay un fabuloso negocio de millones de dólares, para hospitales y farmacéuticas.
Otra historia que ilustra el documental es la de un padre canadiense que en 2018 fue informado de que iban a iniciar la administración de bloqueadores hormonales a su hija, sin su consentimiento. El padre fue arrestado y multado con 30.000 dólares por no identificar bien el género de su hija de 13 años y utilizar el pronombre «ella» para referirse a la misma, lo que se considera violencia criminal —no utilizar el pronombre preferido por tu hijo— según la legislación del país. Pese a oponerse legalmente, a su hija le administraron bloqueadores hormonales.
Este caso pone manifiesto el conflicto que se produce cuando los padres no están de acuerdo sobre si un hijo debe hacer la transición. «¿Quién gana la batalla?» se pregunta Walsh. La respuesta es que gana la batalla el que está a favor de afirmar la identidad trans. Siempre. Con un problema añadido: a los jóvenes no se les explica las consecuencias a medio y largo plazo de los procesos de transición. «Esta generación son las ratas de laboratorio«, dice Walsh.
También se analiza la teoría queer y del género fluido, y cómo ya hay niños que van al colegio y dicen «soy un gato» y responden con maullidos a los profesores que, además, no tienen permitido cuestionarlo.
Walsh plantea si se puede estar produciendo una especie de contagio social fomentado por la ideología de género y la teoría queer que provoca que chicos con problemas de aceptación en sus grupos de edad, que no encuentran su lugar de pertenencia, o con problemas familiares piensen que, transicionando hacia otro sexo, van a poner fin a su ansiedad, a sus sentimientos de soledad y aislamiento y van a encajar y ser aceptados en otro tipo de comunidad, la comunidad trans.
El mundo académico también es analizado en el documental. Cuenta la Dra. Debra Soh que tuvo que dejar «el mundo académico porque el ambiente se había vuelto políticamente muy asfixiante«, especialmente en el asunto de la identidad de género: «Es absolutamente imposible hacer una buena investigación«, señala Soh, porque los activistas transgénero se sienten atacados si no sigues «la ortodoxia activista».
La conclusión es que se incentiva «seguir las narrativas de los activistas y de la ideología de género», básicamente porque eso les ayuda en su carrera como científicos.
Entre los que sí se atreven a criticar abiertamente la ideología de género y sus consecuencias se encuentra Jordan Peterson. «El sexo biológico es binario» —dice Peterson— y lo ha sido «durante unos 100 millones de años o más». Por el contrario, «el género no es un buen término, porque es vago y no es medible».
En su opinión los que «hablan de la diversidad y del género están hablando realmente de la diversidad y el temperamento, pero no lo saben». Es decir «hay chicas masculinas y chicos femeninos» porque puedes tener un temperamento más masculino o más femenino «y eso no es tan raro, porque las diferencias entre hombres y mujeres desde el punto de vista del temperamento no son tan grandes», señala el psicólogo.
En definitiva, el documental de Walsh pone de manifiesto que años de lavado de cerebro con la ideología radical de género ha creado una generación incapaz de responder a una pregunta básica:
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