CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Si hay algo que los españoles bien formados e informados saben sobradamente, pese a que, la Constitución Española de 1978 afirme que, son defensoras de la integridad territorial y el ordenamiento constitucional; es que actualmente, las Fuerzas Armadas Españolas más que otra cosa son mercenarios al servicio del mejor postor o de intereses no demasiado claros…
Es por ello que, tras la derrota de la fuerza aliada multinacional, dirigida por los EEUU en Afganistán, tras veinte años de guerra, cualquier español decente y bien informado, se acaba reafirmando en que, si algo le conviene a España es mantenerse NEUTRAL, y permanecer al margen de la OTAN.
Hace ya muchas décadas que la OTAN dejó de tener sentido como elemento disuasorio frente al poder militar y la enorme capacidad de influencia de la ya extinta URRSS. No se olvide que el muro de Berlín fue derribado en 1989… También hace ya mucho tiempo que, las fuerzas armadas de los países que forman parte de la OTAN y las de los EEUU, han demostrado que son incapaces de ganar guerras en lugares como Siria, Irak o Afganistán, y mucho menos instaurar algún régimen político homologable a los de los países occidentales…
Los países que forman parte de la coalición internacional que invadió Afganistán, con los EEUU al frente, como mucho son capaces de sembrar el caos, el horror, la destrucción, la miseria… y así lo han demostrado en los Balcanes, en el Líbano… más recientemente en Libia tras derrocar a Muamar el Gadafi.
E insisto, cualquier buen español, decente y bien informado, tiene muy claro que en esos conflictos no se nos ha perdido nada de nada, pese a que los políticos que nos mal-gobiernan se empeñen en involucrarnos en ellos.
El único enemigo externo del Reino de España, como se viene demostrando día tras día, se llama Marruecos, y salvo que uno esté muy mal informado, cualquier español sabe que, en ese grandísimo problema no vamos a ser ayudados por la OTAN, y menos aún por los EEUU, pues, Marruecos es el principal aliado de los norteamericanos en el norte de África… y un largo etc.
Entonces ¿Qué carajos hacemos apoyando a los EEUU y la OTAN, a cambio de nada, aparte de crearnos enemigos innecesarios…?
Hubo un tiempo en que el Imperio Español dominaba el mundo y los Tercios españoles eran temidos en toda Europa.
Los tercios españoles fueron el primer ejército moderno europeo, entendiendo como tal un ejército formado por voluntarios profesionales, en lugar de las levas para una campaña y la contratación de mercenarios usadas típicamente en otros países europeos. El cuidado que se ponía en mantener en las unidades un alto número de “viejos soldados” (veteranos) y su formación profesional, junto a la particular personalidad que le imprimieron los hidalgos de la baja nobleza de los que se nutrieron, fueron causa de que acabaran siendo la mejor infantería durante siglo y medio. España tuvo el ejército más poderoso del mundo durante todo el siglo XVI y buena parte del XVII hasta que, poco a poco, su hegemonía fue decayendo, a medida que iba subiendo la relevancia de Francia o Inglaterra.
Desde entonces y hasta hoy, España tiene un papel secundario a escala mundial y nuestras fuerzas armadas apenas han participado en conflictos internacionales (afortunadamente, todo hay que decirlo).
Pero, ¿cómo es actualmente el Ejército español?, ¿es insignificante? Sería faltar a la verdad si afirmamos que somos una gran potencia, pero, nuestras fuerzas armadas ocupan un lugar medio alto a escala internacional y, aunque estamos lejos de Estados Unidos, China, Rusia, Francia o Reino Unido, seguimos siendo un país importante y nuestras fuerzas armadas son dignas de ser temidas todavía.
El último informe de Global Fire Power, un prestigioso ránking que tiene en cuenta hasta 55 factores, desde la disponibilidad de soldados susceptibles de ser movilizados ante un posible conflicto bélico, hasta el número total de armas de que dispone, pasando por factores geográficos o la industria local de armamento; en una lista de 137 países sitúa a España en el puesto 18, aunque cabe decir que años atrás el ejército español ocupaba el puesto 28.
Por delante de España, evidentemente, y en orden de mayor a menor, se sitúan Estados Unidos, Rusia, China, India, Francia, Japón, Corea del Sur, Reino Unido, Turquía, Alemania, Italia, Egipto, Brasil, Irán, Indonesia, Pakistán, Corea del Norte, Arabia Saudí… En la mayoría de los casos se trata de grandes potencias económicas o países situados en zona de conflicto o dictaduras militares que invierten un porcentaje mayor que España en Defensa.
https://www.globalfirepower.com/countries-listing.php
Dentro de los países de la OTAN el ránking califica a España como el séptimo país más poderoso y dentro de la Unión Europea como el quinto, siendo Francia el primero, seguido de Reino Unido, Alemania e Italia.
Aunque España no está en ninguna de las categorías entre los 10 primeros puestos, sí destaca que está entre los 13 países del mundo que disponen de un buque porta-aeronaves (tanto aviones como helicópteros), en este caso el buque “Juan Carlos I”, pese a tener un carácter más polivalente. En este ránking, Estados Unidos se sitúa muy por encima del resto, con 20, seguido de Japón y Francia, con cuatro cada uno, Egipto, Reino Unido, Italia y Australia, con dos, y Rusia, Corea del Sur, India, Tailandia y China, junto con España, con uno cada uno.
Los que nos consideramos en sentido amplio, personas liberales, somos de la opinión de que, el mejor gobierno es el que menos se entromete en la vida de los ciudadanos, es decir un gobierno llevado a su mínima expresión, o sea, el que se limita a hacer cumplir los pactos entre particulares, se ocupa de la seguridad ciudadana (persiguiendo a los delincuentes de todo tipo), y nos protege de cualquier intento de agresión proveniente del exterior; en ese sentido es conveniente, recordar lo que la Constitución Española de 1978, en su artículo 8º afirma respecto de nuestro ejército: “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.
Pese a que nuestra Constitución nada dice respecto de que nuestras FFAA tengan por misión el mantenimiento de la paz, y tampoco que sus objetivos sean la estabilidad, ni la ayuda humanitaria (conceptos extremadamente ambiguos y que dan posibilidad a una interpretación bastante laxa), sin embargo, el Congreso de los Diputados, en cumplimiento de lo que ordena la Constitución Española, también en el artículo 8, punto 2, aprobó la Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional que atribuye a nuestras Fuerzas Armadas contribuir militarmente a la seguridad y defensa de España y de sus aliados, en el marco de las organizaciones internacionales de las que España forma parte, así como al mantenimiento de la paz, la estabilidad y la ayuda humanitaria.
La antedicha Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional en el Art. 19 especifica “…para que las FFAA puedan realizar misiones en el exterior que no estén directamente relacionadas con la defensa de España o del interés nacional (es decir, que la misma Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional reconoce que no las contempla nuestra Constitución), se deberán cumplir las siguientes condiciones:
Que se realicen por petición expresa del Gobierno del Estado en cuyo territorio se desarrollen o estén autorizadas en Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o acordadas, en su caso, por organizaciones internacionales de las que España forme parte, particularmente la Unión Europea o la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en el marco de sus respectivas competencias.
Que cumplan con los fines defensivos, humanitarios, de estabilización o de mantenimiento y preservación de la paz, previstos y ordenados por las mencionadas organizaciones.
Que sean conformes con la Carta de las Naciones Unidas y que no contradigan o vulneren los principios del derecho internacional convencional que España ha incorporado a su ordenamiento, de conformidad con el artículo 96.1 de la Constitución”.
Si realizamos una lectura atenta y comprensiva del artículo 19 de la Ley de la Defensa Nacional, podemos llegar a interesantes a la vez que terribles conclusiones:
a) La Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional en el Art. 19 abole, de facto, el principio fundamental del derecho internacional: la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones; idea, también que debe estar presente en las relaciones exteriores de España con cualquier país, y viceversa.
b) La Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional en el Art. 19 formula, sin tapujos una declaración de objetivos y de intenciones de lo que en la actualidad se denomina Nuevo Orden Mundial, motivo por el cual se justifica el intervencionismo por doquier.
c) La ambigüedad calculada que predomina en la Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional prácticamente da carta blanca al Gobierno de España para participar en cualquier misión militar en el exterior sin necesidad de justificar sus motivos.
d) La Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional rompe con una seña de identidad de España, rompe con la tradición española de siglos en política exterior mantenida con enorme éxito por toda clase de gobiernos –independientemente del color que tuviera- hasta nuestros días, consistente en mantenernos neutrales ante los grandes conflictos mundiales, sobre todo bélicos, así como ante los menores fueran bilaterales o múltiples.
Amparándose en todo lo que vengo narrando, soldados de España están presentes en la actualidad, en el Golfo de Guinea, Mauritania, Senegal, Túnez, Líbano, Colombia, República Centroafricana, Somalia, Malí, Océano Índico, Afganistán, Estonia, Lituania, Letonia, Turquía, Iraq,… y así hasta 20 “misiones militares en el exterior”.
Es importante destacar que la presencia de España en
Según datos oficiales del Ministerio de Defensa, desde 1994, en que se llevó a cabo la primera de las misiones, hasta el 2010, España gastó unos 6.400 millones de euros en ellas; o sea unos 400 millones anuales; la cifra es así, global, porque el Ministerio de Defensa no realiza ningún desglose, ni pormenorización, lo que lleva a pensar que las cuentas no se llevaban con la debida pulcritud. Desde 2011 a 2014, el coste ya se desglosó en tres apartados: gastos de inversión y mantenimiento (1.714 millones desde entonces), bienes y servicios (1.022 millones), y personal (416 millones).
Así pues, España, o mejor dicho, los españoles desembolsamos en dichos cuatro años más de 3.150 millones para sufragar estos contingentes.
En 2015 España gastó 1.003,75 millones y en 2016 el gasto fue de 771,11 millones de euros.
Pese a que nuestros gobernantes nos lo oculten, y los medios de información, aduladores y trovadores procuren no informar de ello a los españoles, conviene recordar por muy obvio que sea que, aunque España forma parte de algunas organizaciones internacionales y se haya adherido a determinados convenios, nuestro país posee el derecho a decidir dónde, cómo y hasta qué punto actúa militarmente.
Llamemos a las cosas por su nombre, sin maquillaje de clase alguna, sin circumloquios: no es obligatorio, incluso aunque se cumplieran las condiciones del artículo 19 de la Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional, como ya dije más arriba, absolutamente inconcretas, casi un cajón de sastre, que España participe en una misión militar internacional, y mucho menos a hacerlo para cumplir los deseos de otras naciones.
España, por mucho que algunos nos traten de engañar, contándonos que somos los “más, más”, es una nación sin apenas influencia en el Mundo, de recursos económicos bastante limitados, con intereses reales en muy pocas, escasas zonas del planeta, y que después de más de cuatro décadas de decadencia, debido a gobiernos felones, y tras una enorme pérdida de prestigio –los éxitos deportivos de poco o nada valen– y después de una política exterior errática, oscilante, titubeante y demagógica, siempre a remolque de otros, poco –por no decir NADA, somos allí donde se toman las decisiones que a todos nos afectan. No podemos olvidar que las misiones militares internacionales son, en realidad, parte de nuestra política exterior, por lo que si ésta tiene bastante que desear, en lo que respecta a lo militar, es el colmo de los colmos.
Pero, para más INRI, España es una nación con gravísimos problemas de unidad y cohesión interna y, para recochineo nuestros ejércitos son cuestionados por amplios sectores de la población, de manera especial en las regiones en las que gobiernan partidos cuyo objetivo es romper la Nación Española, habiéndose llegado al extremo –con la connivencia y complicidad de los diversos gobiernos centrales habidos desde la muerte del General Franco hasta la actualidad- de que de facto las Fuerzas Armadas Españolas han sido expulsadas de esas regiones; aunque, todo hay que decirlo, apenas nadie de las Fuerzas Armadas Españolas ha hecho nada por evitarlo….
Es pues, un absurdo que se promuevan “misiones” para que nuestros ejércitos actúen en el exterior, cuando en el interior no siempre, ni en todo lugar lo pueden hacer, o no se las deja.
También es del género estúpido querer vivir de las rentas, pensar que somos lo que no somos, y que todavía somos lo que fuimos en tiempos ya pretéritos. Querer vivir de las glorias pasadas es absurdo, y más cuando el espectáculo interno que ofrecemos al mundo es vergonzoso.
Es por ello que, para que las Fuerzas Armadas cumplan con el papel que les tiene asignada la Constitución Española de 1978, para preservar fundamentalmente nuestra integridad territorial, para preservar nuestra soberanía e independencia, y, por supuesto, los intereses de España, nuestros gobernantes deben siempre mirar con lupa dónde, cómo y hasta qué punto enviar a nuestros soldados, aunque sea bajo el camuflaje de la ONU, de la UE o de la OTAN; organizaciones que, no se olvide que están dominadas por unos pocos, los de siempre, y cuyos objetivos suelen ser opacos y por lo general no suelen ser los que esas mismas organizaciones proclaman y publicitan, sino todo lo contrario, y suelen cambiar como cambia de dirección una veleta, movida por el viento.
A la hora de decidir la implicación de nuestras Fuerzas Armadas en una misión exterior es imprescindible tener en cuenta que sus objetivos sean conformes a los siguientes aspectos:
a) Responder contra una agresión directa contra nuestra soberanía nacional.
b) Responder contra una agresión directa contra nuestra independencia.
c) Responder contra una agresión directa contra nuestra integridad territorial.
d) Responder contra una agresión directa contra uno o varios de los países de la organización o tratado internacional al que pertenezcamos.
e) En cualquier otra circunstancia, es decir, cuando no se trate de las cuatro anteriores, se deberá valorar con suma atención:
— El interés real –el rédito tangible– que pueda reportar para España.
— El riesgo que suponga nuestra injerencia en asuntos internos de otro país o en los de una zona.
— La previsión de su coste a corto, medio y largo plazo.
— Que en ningún caso el despliegue de nuestras FFAA en el exterior suponga riesgo alguno para el cumplimiento de todas las potenciales misiones que tienen asignadas en el territorio nacional.
Con tales parámetros, quedaría cumplido no sólo el mandamiento constitucional de las FFAA, es decir, nuestra soberanía nacional, nuestra independencia, nuestra integridad territorial, sino que también haríamos honor a nuestros compromisos internacionales, y sólo en última instancia podríamos buscar otros beneficios coyunturales, siempre velando por el correcto uso de nuestros recursos económicos y procurando, siempre, no desamparar nuestra seguridad interior.
Es absolutamente inadmisible que nuestras FFAA se dediquen a solucionar problemas ajenos, y desatiendan los propios.
Son muchos los que se pasean sacando pecho por todo lo largo y ancho de este mundo, mientras en territorio español no se atreven ni a lucir el uniforme por la calle. Mientras la publicidad oficial nos muestra fotografías en las que niños y mayores con indumentarias exóticas sonríen y vitorean a soldados españoles, hay regiones de España, de nuestra patria, de las que les han echado con cajas destempladas y ellos… se han ido; mientras que nos muestran sus armas y sus ejercicios de tiro, allí donde gobiernan partidos políticos que pretenden romper España, con la entusiasta colaboración de los partidos autodenominados “progresistas”, se boicotean “juras de bandera”, desfiles, o se veta la participación de las FFAA en ferias y eventos de cualquier índole.
En fin, antes de terminar, volvamos al principio, a lo que dice la Constitución Española de 1978: La misión fundamental, por no decir la única, de nuestras FFAA es la defensa de la soberanía, independencia e integridad territorial de España, de la nación, de la patria y basta echar un vistazo a las noticias para darnos cuenta de que no la cumplen. Los ejércitos de España contemplan desde el Líbano, Colombia o Letonia la desintegración de España como si con ellos no fuera la cosa, como si no tuvieran responsabilidad, como si nada les afectara, como si se tratara de algún planeta lejano.
De veras que es bochornoso que haya mandos de nuestros ejércitos que se jacten, vanaglorien de estar presentes en los cinco continentes (como cuando aquello de que “en España no se ponía el sol”, al tiempo que están ausentes en la defensa de la Nación Española.
La profesionalización de las Fuerzas Armadas, llevada a cabo por el PP cuando el sobrevalorado José María Aznar decretó la desaparición del servicio militar obligatorio, ha convertido a nuestros ejércitos en fuerzas mercenarias. A la vez que lo anterior, se ha privado a los nuevas generaciones de españoles de aprender a conocer y amar a España, de tener conciencia de que puede que algún día la tengan que defender hasta con la vida; se les ha hurtado a las nuevas generaciones la posibilidad de saber que lo que les dicen muchos –generalmente los que se hacen llamar “progresistas”- es un absoluto embuste, pues España es una y somos todos.
A este paso, puede llegar un día (¡Ojalá nunca ocurra!) en que cuando los soldados españoles regresen de una de sus estancias en el extranjero no tengan dónde aterrizar porque España haya dejado de existir, y los caciques y oligarcas de los múltiples mini-estados, de las diversas taifas en que España acabe desintegrándose no les den permiso.
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