VIDAL ARRANZ
Todo el que esté interesado en los grandes debates políticos de nuestro tiempo encontrará muchos motivos de interés en la autobiografía de Giorgia Meloni ‘Yo soy Giorgia’ (Homo Legens). Escrito cuando la líder de ‘Hermanos de Italia’ (Fratelli de Italia) acababa de ser elegida presidenta de los conservadores europeos, y un año antes de la victoria electoral que le llevó a la presidencia del país, el libro ofrece muchas claves que ayudan a entender la aparente excepcionalidad de ese triunfo político. Y, en consecuencia, ofrece algunas pistas que podrían servir de inspiración a los partidos de nueva derecha del resto de Europa.
Lo primero que queda claro tras la lectura es que Meloni es un personaje político singular, forjadora de un molde propio imposible de replicar, y que se basa en una historia personal salpicada de vivencias no siempre habituales en los políticos.
Criada sin figura paterna, por dejación de funciones de quien debería haber cumplido ese papel, en un barrio marcadamente popular, La Garbatella, Meloni sufrió acoso escolar y aprendió el valor del esfuerzo, pero también la importancia de plantar cara al miedo con coraje. Al iniciar su militancia política, decidió contribuir a los gastos de su familia desarrollando trabajos de niñera, encargada de guardarropa, vendedora ambulante, camarera… Y ya metida de lleno en la carrera política se enfrentó a críticas por aspirar a la alcaldía de Roma estando embarazada. Uno de los muchos ataques a los que tendrá que hacer frente.
Meloni recurre abundantemente a sus propias experiencias vitales para ilustrar o explicar sus posiciones políticas. Incluso si en algunos casos ambas parecen entrar en conflicto. Por ejemplo, usa su condición de hija de familia monoparental para reivindicar el valor de la familia compuesta por padre y madre, y explica que quiere fomentarla como modelo precisamente, porque siempre echó en falta la presencia de un padre. Pero aprovecha su propia vivencia para aclarar que no tiene nada en contra de los demás modelos pues, con amor y voluntad, siempre puede ser posible vencer las limitaciones. Ella, de hecho, reconoce haber disfrutado de una buena infancia gracias al sacrificio de su madre.
Sorprenderá a algunos lectores, quizás, la sinceridad con que Meloni se refiere a sí misma, a sus dudas, sus miedos o sus defectos. Se expone con una naturalidad que a veces produce pudor, por su modo de reconocer sus flaquezas. Pero el resultado final es una humanización de su figura que resulta ser una eficacísima vacuna frente al afán de sus oponentes de presentarla poco menos que como un monstruo diabólico.
Con todo, lo más interesante de la autobiografía es que permite entrever al menos tres claves que ayudan a explicar por qué ha logrado llegar a la gente en mayor medida que otras formaciones políticas similares, con las que comparte una visión conservadora y una decidida beligerancia contra el pensamiento único dominante y la corrección política. La primera de ellas es el modo como maneja los referentes culturales, cultos y populares, para explicarse y explicar sus posiciones políticas. La segunda es su recurso a los sentimientos y a la empatía para evitar caer en la tentación del malismo como forma de combate del buenismo. Y la tercera, su reivindicación de unas firmes independencia y libertad criterio. Pasamos a desarrollar cada una de ellas.
Maravilla en ‘Yo soy Giorgia’ el modo como su autora maneja los referentes culturales de una forma absolutamente orgánica. Nunca son citas abstractas, más o menos pedantes, sino piezas de una vida personal que se ha construido, también, con el molde de las historias, y con el mundo de sugerencias que abren.
Podrían ponerse muchos ejemplos, pero me limitará a citar sólo tres. El primero de ellos, Atreju, el festival político impulsado por su grupo Acción Juvenil. Su nombre está inspirado en el del protagonista de ‘La historia interminable’, de Michael Ende, empeñado en luchar contra el avance de la Nada. «Un símbolo de la lucha contra el nihilismo perfecto para nuestra visión», explica. Y de este modo transforma, de golpe, un asunto aparentemente abstracto en una batalla moral muy concreta y próxima.
Tolkien y su ‘El señor de los anillos’ aparecen citados en más de una ocasión, para reivindicar el valor de lo pequeño, y el deber moral de hacer lo que cada cual pueda para mejorar el presente. Pero Meloni utiliza una cita de ‘Las dos torres’ para explicar de forma gráfica el sentido que ella concede a la idea de batalla cultural, que tanto debate ha suscitado entre nosotros. «No amo la espada brillante por su filo, ni la flecha por su rapidez, ni al guerrero por la gloria conquistada. Sólo amo lo que defiendo: la ciudad de los hombres de Númenor; y deseo que sea amada por todo lo que encierra de recuerdos, antigüedad, belleza y legado de sabiduría». La idea de fondo es la misma que enunciara George Scruton de forma estimulante: lo que define al conservador es lo que defiende, no lo que rechaza. Pero la forma literaria de Tolkien lleva la proclama todavía más allá.
El último ejemplo nos conduce a una frase de ‘El hombre que ríe’, de Víctor Hugo: «El niño sintió el frío de los hombres, más terrible que el frío de la noche». La expresión ‘el frío de los hombres’ le marcó profundamente y le permite explicar, con viveza, por qué no es insensible al sufrimiento de los demás, como a menudo se le reprocha. «La indiferencia de los hombres ante el sufrimiento es algo que siempre me ha asustado», admite Giorgia Meloni.
La cita anterior nos permite dar paso a otra de las peculiaridades de la actual presidenta de Italia. ‘Yo soy Giorgia’ nos la presenta como alguien que no está dispuesta a ceder el espacio de la empatía, la sensibilidad humana y la lucha por la injusticia a sus rivales. Muy crítica con el buenismo, en lo que tiene de impostura y frivolidad, no cae Meloni, sin embargo, en la tentación del extremo contrario. Se presenta como alguien tan sensible como el que más a los dramas ajenos, pero también como alguien que no se limita a dejarse llevar por el sentimiento impulsivo, sino que procura tamizarlo con la fuerza de la razón. Dos ejemplos, de muchos posibles, nos permitirán explicarlo: su posición ante la eutanasia y ante la inmigración irregular.
Para ilustrar su posición sobre la primera de ellas, Meloni recuerda el caso dramático del DJ Fabo, un joven lleno de vida que quedó totalmente paralizado y que luchó por su derecho a una muerte asistida. La historia, más allá de las diferencias concretas, recuerda mucho al caso Ramón Sampedro, en España, en el modo como una historia particularmente terrible provoca una sensibilidad social favorable a la eutanasia. En Italia, incluso la madre de Meloni apoyaba la demanda del joven y la llamó por teléfono muy enfadada al saber que ella se oponía, pues consideraba «cruel» esta posición. De este modo, la líder de ‘Hermanos de Italia’ no sólo no elude el componente emocional del conflicto, sino que lo afronta de cara desde el principio, sin negarlo.
«Soy tan humana como todos los que apoyaron la batalla de Fabo, pero también soy un legislador y mi trabajo es prever el alcance de decisiones que parecen fáciles y humanas, mirando el caso individual, pero que inevitablemente traen efectos inhumanos e impensables cuando se aplican universalmente», explica Meloni. Y añade: «Si establezco como norma el principio de que una persona es libre de ponerle fin a su vida si considera -con razón o sin ella- que ésta no es digna, esto valdría para todos. Y puesto que el juicio sobre la dignidad de la propia existencia es subjetivo, ya no habría límites». Lo interesante de este modo de argumentar es que la líder de ‘Hermanos de Italia’ defiende su posición sin necesidad de cuestionar el dolor de Fabo, o atacar su petición, comprensible desde su situación personal. Tan sólo reclama ir más allá del caso particular en el análisis del problema.
Aún más esclarecedor es su modo de explicar su posición en materia de inmigración, uno de esos temas que suelen usarse como estigma deshumanizador para descalificar a aquellos que reclaman control y límites a la inmigración irregular. Lo habitual es que al defender estas posiciones se caiga en una cierta frialdad, o incluso aparente indiferencia ante el drama de estas personas, peligro del que no siempre es fácil escapar.
De nuevo, Meloni va de frente. «¿De verdad puede alguien sin anteojeras ideológicas creer, en su fuero interior, que alguien como yo no tiene un mínimo de humanidad, de sentimiento de solidaridad hacia niños como Alima, o como los muchos que hemos visto morir en el Mediterráneo (…)? Han conseguido transmitir exactamente este mensaje», admite la líder italiana. «Por supuesto, sólo un imbécil podría creer tal cosa».
En su contraataque, Meloni no se limita a cuestionar la indeterminación de esa izquierda humanitaria que no aclara cuál es verdaderamente su posición, si apertura total, o multiplicación de los permisos de residencia. Si es la primera, Meloni se pregunta si alguien puede pensar que acogiendo a todo el quiera entrar en Italia, incluso si fuera posible, se aliviará el sufrimiento del mundo. Y responde que no. Y respecto a ampliar los cupos advierte de que lo que está en juego es la posibilidad de integrar adecuadamente a los nuevos ciudadanos. Por otra parte, cualquier cifra que se establezca será superada en algún momento lo que devolverá el debate al comienzo: y ahora ¿qué hacemos? ¿Cómo evitamos la llegada de inmigrantes ilegales?
Meloni no duda en devolver, cual bumerán, las acusaciones que recibe. «La izquierda suele decir que la derecha, en el terreno de la inmigración, hace demagogia. Pero es exactamente lo contrario», advierte. «Es la izquierda la que se limita a abordar la cuestión con un genérico ‘querámonos todos’, o con una aún más risible acusación de racismo contra quienes intentan argumentar sobre posibles posiciones, sin explicar nunca, en términos concretos, cuáles son sus propuestas» para «esconderse tras una vaga retórica de la acogida». Pero, además, no duda en admitir que también en la derecha hay quienes hacen demagogia con la inmigración, con «tonos despectivos y vetas racistas», pero niega que sea su caso ni el de su partido. «Siempre hemos dicho que la inmigración es un tema complejo, que debe gobernarse con seriedad, y que para ello se necesitan normas claras y sentido común», explica Giorgia Meloni.
La líder todavía sorprenderá más al lector cuando defiende que la verdadera salida a los problemas de los países africanos no es tanto llenar Europa de inmigrantes como «librar a África de ciertos europeos», en concreto, aquellos que siguen impidiendo el pleno desarrollo de sociedades que cuentan con abundantes recursos de los que no se benefician como deberían. Y no duda en atacar a gobierno galo por el franco CFA «la moneda de origen colonial con la que Francia tiene en jaque a muchos estados africanos». Y añade: «Si los jóvenes africanos tuvieran un futuro, nunca dejarían su tierra».
Pero, por si todo lo expuesto fuera poco, Meloni da réplica también a quienes la acusaron de ser ‘instigadora intelectual’ del asesinato de un joven caboverdiano, Willy Monteiro, un tipo de acusaciones que también conocemos en España, ya sea por racismo o por homofobia, y que se repiten en otros países cada vez que sucede alguno de estos crímenes.
La dirigente italiana explica que Monteiro murió de una paliza tras intentar ayudar a un amigo «que había sido acosado por un grupo de energúmenos locales». Y aclara su posición, dando la vuelta a la acusación como un calcetín: «Le propinaron patadas y puñetazos sólo porque no miró hacia otro lado. Un chico incapaz de permanecer insensible ante la injusticia y, por ello, a mis ojos, un héroe, en una época en la que reina la indiferencia».
‘Yo soy Giorgia’ no oculta que el camino que ha llevado a Meloni a la presidencia de Italia no ha sido fácil. No sólo porque ha estado salpicado de dificultades y hasta fracasos (los primeros resultados de ‘Hermanos de Italia’ fueron muy malos y hacían temer lo peor) sino porque, en muchas ocasiones, la dirigente italiana sufrió el vértigo de tomar decisiones que parecían ir en contra del sentido común. Su relato la muestra fiel a su instinto y a sus motivaciones profundas y capaz de desmarcarse incluso de su entorno más inmediato, y no por falta de confianza o estima.
En tiempos en los que a veces parece que dar ciertos pasos puede dar miedo, por ser mal visto o malinterpretado, Meloni reivindica la libertad. «Si quieres ser un buen político, primero tienes que ser libre, y para ser libre tienes que estar dispuesto a correr riesgos, siempre. Puede ir bien o puede ir mal, o pueden ocurrir cosas que al principio parecen derrotas insoportables, pero que años después resultan ser grandes oportunidades, y viceversa. Yo, al final, siempre confío en Nuestro Señor».
En su prólogo al libro, el líder de Vox, Santiago Abascal, explica que en las páginas de ‘Yo soy Giorgia’ «se encuentra más instinto que ideología, más verdades sencillas que construcciones intelectuales». Y así es. Pero su relato también ofrece muchas pistas a las nuevas derechas sobre el modo de afrontar las acusaciones más incómodas y desmarcarse de los estigmas deshumanizadores sin caer en el malismo ni renunciar a las propias convicciones.
FUENTE: https://revistacentinela.es/que-puede-aprender-la-nueva-derecha-de-giorgia-meloni-2/
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