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¿Quién o quiénes han tomado como rehén a nuestro rey… quién lo tiene agarrado por las pelotas?

¡Joder, qué cuajo tiene Don Felipe VI… sin duda, parece “el rey pasmado”! ¿O quizá “el rey desnudo”?

Cualquiera que esté algo más que medianamente informado y tenga la osadía de pensar, y busque tener criterio propio, ha llegado hace ya mucho tiempo a la conclusión de que, España en este momento no es una Monarquía Parlamentaria sino más bien una especie de “monarquía presidencialista”, si se me permite denominarla de ese modo, en la que el Rey es un objeto decorativo, y en la que ha sido expulsado de facto hace ya mucho tiempo, es marginado de forma sistemática, desplazado, ninguneado, no tenido en cuenta, humillado, injuriado (e incluso calumniado), tratado con desdén, vilipendiado, mirado por encima el hombro, claramente despreciado,… “monarquía presidencialista” en la que ha sido relegado a asuntos de representación, como un mero convidado de piedra… Claro, también ha quedado para que, de vez en cuando autorice, con su firma, decisiones tiránicas, arbitrarias, claramente contrarias a la Constitución y las leyes, tal cual se pretende por parte del gobierno de psicópatas-sociópata que preside Pedro Sánchez, al que apoyan de manera entusiasta comunistas, etarras y separatistas, en suma: la anti-España, gentes que han demostrado sobradamente que tienen como único objetivo destruir España.

Da la impresión de que Don Felipe VI un día sí, y el otro también, deambula, vaga cual alma en pena, solo, triste, melancólico, y aislado, y muchas veces sin rumbo consciente, por el Palacio de la Zarzuela.

Don Felipe VI parece pasmado, sin saber cómo digerir, cómo metabolizar que, su padre acabara yéndose de España, a hurtadillas, a “la chita callando”, a escondidas, casi clandestinamente, forzado por quienes quieren romper, destruir España, empezando por hacer caer la monarquía.

Don Felipe VI, parece pasmado e incapaz de suscitar suficientes simpatías y apoyos entre los ciudadanos, y de aglutinar en torno a sí y a la institución que, representa el entusiasmo que a él le gustaría. La institución que encabeza anda de capa caída, sumida en un sinfín de desatinos que más tarde o más temprano, si él y su círculo de colaboradores, y quienes lo consideran la mejor opción, o la menos mala de las posibles formas de Jefatura del Estado, no lo remedian lo llevarán a descarrilar, y a tener que tomar el camino emprendido por su padre y su bisabuelo.

Desgraciadamente, por más que los medios de comunicación traten de presentarlo de otro modo, la percepción de muchos españoles es la de “rey pasmado”, de figurativa decorativa, de un simple adorno, que actúa al dictado del actual gobierno (mejor dicho: desgobierno) social-comunista, declarado enemigo de la monarquía que, si algo está consiguiendo, entre otras muchas cosas es presentar a Don Felipe VI como un personaje carente de utilidad, frente a la que sí se le otorgó siempre a su padre, Don Juan Carlos I, y que apenas nadie osó cuestionar.

Hasta tal situación hemos llegado que, Don Felipe VI ni si quiera se atreve a defender públicamente el legado de su padre; ni si quiera se atreve a tratar de responder a los continuos agravios a los que son sometidos, tanto él como el Rey Emérito, llegando a la comicidad.

Y, mientras todo ello sucede, Don Felipe VI parece caminar sin rumbo, en el Palacio de la Zarzuela, y sin saber cómo y en quién apoyarse para defender la institución monárquica, o su propia corona. Don Felipe parece caminar sin rumbo, sin saber cómo pasar al ataque, para impedir que quienes pretenden acabar con el estado democrático y de derecho, acaben saliéndose con la suya…

¿Cuándo dejará Don Felipe VI de actuar siguiendo las directrices de Pedro Sánchez y quienes pretenden destruir España, y dará un paso al frente y empezará a ejercer de Jefe del Estado, a “reinar” en el sentido propio de la palabra?

El Rey de España, para muchos españoles, también en el extranjero, da la imagen de rey pasmado. A Don Felipe apenas se le permite periódicamente, siguiendo las instrucciones del gobierno frente-populista (que, no se olvide que está apoyado por etarras y golpistas-separatistas), ponerse delante de las cámaras de televisión y soltar una enorme ristra de obviedades, simplezas y lugares comunes propios de un discurso de aquellos que endilgaba a los españoles el General Franco por Navidad…

 En casi todas las ocasiones, Don Felipe, que cada día que pasa se parece más a el rey pasmado de la novela de Torrente Ballester, cumple estrictamente con el protocolo pasando por encima de la realidad como de puntillas, limitándose a repartir deseos de buena voluntad, a ser “positivo y empático”, políticamente correcto, y poco más…

En un momento convulso, turbulento, de incertidumbre, como el que vive España, desde el punto de vista político, económico y de salud pública, el hijo del Rey Emérito, parece que se empeña en hacer de prestidigitador, para evitar complicarse la vida, y procura no concitar demasiadas antipatías, al mismo tiempo que evita las iras de quienes, como Sánchez quieren acabar con él y con la institución que él representa.

Cada día que pasa son más los que dudan de si Don Felipe VI está realmente pasmado o se lo hace, y la imagen que da de rey pasmado es un ardid.

En fin, y ya para ir concluyendo: son muchos los españoles que están deseosos de que Don Felipe VI deje su fingido, o real pasmo, su discurso plano, atemporal, sin emociones. Son muchos, los españoles que están ansiosos de que, Don Felipe VI se sacuda el yugo al que lo tienen atado los comunistas y socialistas, y descienda a la realidad, honre a su padre, reivindique su memoria, su herencia (no tan oscura como algunos pretenden) y, entonces es seguro que dejará de ser percibido como un personaje “prescindible”.

El rey vive ahora pasmado y quizá, si él y su círculo de colaboradores y quienes son partidarios de la monarquía no le ponen freno, acabará desfilando desnudo, como el rey del cuento de Hans Christian Andersen, al que todos veneraban por no quedar mal hasta que acabaron riéndose de él.

No son muchos los españoles que podrán permitirse algún tiempo de vacaciones en el actual verano (no demasiados, si tenemos en cuenta que las últimas estadísticas sobre la población activa, respecto de quienes están en edad legal de trabajar y desearían poder hacerlo, nos hablan de que en España hay alrededor de 9 millones de personas desempleadas), pero los que decidan abandonar su domicilio habitual e irse a su segunda residencia, o a un camping, o a un hotel, o casa rural, etc. con la intención de descansar, es seguro que, lo harán pidiendo a gritos, y si no tanto, deseando la intervención -ya- de españoles decentes y demócratas, que nos saquen de esta España mal gobernada y de manera despótica, por golfos, malvados y mediocres…

Es casi seguro que en septiembre resucite el coronavirus con una intensidad inimaginable, y que el gobierno vuelva a castigarnos con «arresto domiciliario» (lo cual, sería ya la puntilla para nuestra economía), y, no lo duden, los mafiosos que nos mal-gobiernan aprovecharán para aumentar más todavía su poder, suprimir derechos constitucionales y gobernar de forma despótica, totalitaria y liberticida.

No olviden que, tanto los socialistas, como los comunistas, como los separatistas y los etarras, odian la democracia liberal, la separación de poderes, la libertad de pensamiento, de opinión, de expresión y un largo etc. como vienen demostrando día tras día. A este paso, harán loas al coronavirus, ya que les permite ser más autoritarios.

Inevitablemente (vayan apretándose el cinturón) este próximo otoño nos llegarán múltiples plagas, desgracias, en forma de pobreza, enfermedad y hasta hambruna. El gobierno social-comunista bajará las pensiones, subirá el IVA y otros impuestos, y creará algunos nuevos,…

Este otoño próximo, es muy posible que la situación de ruina que aqueja a España llegue a tener tal magnitud que nos conduzca a una dinámica de ignorancia, miedo, odio y violencia.

El verdadero problema de España son sus políticos, malvados y mediocres que llevan sucediéndose en el poder desde hace ya cuatro décadas, ellos son los verdaderos victimarios, los verdugos de los españoles, víctimas de su ineptitud, de su irracional egoísmo, de su mendacidad, de su mal hacer, de su ruindad, desde que murió el General Franco. Ellos, y no Europa, son quienes están destruyendo España, fomentando la crispación, el enfrentamiento de los españoles por doquier, deteriorando la convivencia, fomentando e inculcando «contra-valores», corrompiendo a los españoles… Ellos son, no les quepa duda, no se vuelvan a dejar engañar, quienes tienen como único objetivo parasitar, vivir de nuestros impuestos, aunque ello signifique acabar destruyendo la Nación Española.

Sí, España necesita urgentemente una cirugía regenerativa que, empiece por extirpar el verdadero cáncer en el que se convertido la casta política parasitaria, una cirugía de choque que expulse de las instituciones a los políticos corrompidos -y corruptores- y mediocres y los sustituya por españoles decentes, preparados, generosos y que no tengan como objetivo principal medrar, hacer carrera en la política, y labrarse una inmensa fortuna. Esos españoles decentes, aunque algunos no se lo imaginen, existen, están entre nosotros, la mayoría, trabajando en la empresa privada, de manera exitosa, gestionando dineros propios y ajenos… y existen arcadas, repugnancia, asco de acercarse a esa política que se ha convertido en un basurero y un lupanar.

Como suelo repetir con frecuencia, a riesgo de pecar de pesadez, quien no conoce la Historia –de España- corre un riesgo serio de volver a repetirla. Los acontecimientos que están sucediendo en nuestra Patria recuerdan inevitablemente a la crisis por la que pasó la monarquía española a finales del siglo XVIII, cuando reinaba Carlos IV, de Borbón, y en la Francia Revolucionaria acababa de hacerse con el poder Napoleón Bonaparte (proclamándose posteriormente emperador, y haciéndose coronar por el Papa). Los que saben de aquellos sucesos, también saben que tras el denominado “Motín de Aranjuez”, Carlos IV fue destronado, y sustituido por su hijo, Fernando VII…

El declive, la debilidad, de la monarquía se agudizó tras el Motín de Aranjuez (1808), mediante el que el príncipe heredero, Fernando VII, apartó a su padre del Trono y se puso en su lugar. Carlos IV llamó entonces en su auxilio a Napoleón, con quien había acordado, en fechas cercanas, dejar paso libre a las tropas francesas para invadir Portugal y repartirse luego el país entre ambos; pero, aprovechando la debilidad de los Borbones españoles, Napoleón prefirió ocupar también España (dando comienzo la «Guerra de la Independencia», 1808-14) y se llevó a la familia real a Bayona (Francia).

Allí hizo que Fernando VII devolviera la Corona a Carlos, que a su vez se la cedió a Napoleón –como éste le había prometido-, para que Carlos IV, a su vez, terminara por entregársela a su hermano José I. Carlos permaneció prisionero de Napoleón hasta que el corso fue derrotado en 1814… Finalmente, Fernando VII fue repuesto en el Trono español, manteniendo a su padre desterrado por temor a que le disputara el poder. Carlos IV y su esposa murieron exiliados en la corte papal.

Como también sabe la gente bien formada e informada (no así las víctimas de la LOGSE y demás “leyes educativas progresistas”), la subida al poder en España, del hermano de Napoleón Bonaparte, José, supuso el inicio de la Guerra de la Independencia (aparte del principio del fin de Napoleón). También, según la opinión de muchos, el nacimiento en España de un sentimiento de pertenencia a una misma nación, que indudablemente estaba en peligro, en peligro serio de desaparecer…

En fin, si se van de vacaciones este mes de agosto, vuelvan bien pertrechados, y no olviden que, España, la Patria común de todos los Españoles, seguirá estando en grave peligro, como nunca lo ha estado desde hace siglos, como lo estaba a principios del siglo XIX, cuando el alcalde de MÓSTOLES decidió redactar el “bando de la independencia” el dos de mayo de 1808. Entonces el estado español, el jefe del estado y el presidente del gobierno, como ocurre en la actualidad, estaban desaparecidos, pecaban de pasividad e inacción, habían hecho absoluta dejación de sus funciones y obligaciones, en definitiva eran casi inexistentes. Sin duda alguna estamos en unas circunstancias similares a las que España sufrió hace dos siglos.

Es por eso que, confiar en las castas extractivas, privilegiadas y parasitarias, es de mentes cándidas e ingenuas, es pretender que, quienes causan los grandes problemas sean la solución, algo así como confiar en un bombero pirómano.

La única salida para el pueblo español pasa por no volver a confiar en las instancias que causan su desgracia e iniciar una revolución nacional, pues cuando alguien es engañado por otro, la primera vez es culpa del otro; pero cuando a uno lo engañan por segunda vez, en tal caso ya no es culpa del engañador, sino de la persona engañada.

Estoy hablando de una revolución que nos conduzca a un régimen constitucional que siente las bases de una nación de ciudadanos libres e iguales y destierre la perpetuación de privilegios y prebendas. Estoy hablando de un cambio profundo que conduzca a una democracia liberal, con estricta separación de poderes, en la que exista una justicia independiente. Hablo de una revolución nacional que devuelva a todos los españoles el orgullo de serlo. Hablo de un nuevo régimen que priorice el bienestar de los españoles como primer objetivo de la acción política, de la gestión pública. Hablo de un cambio social profundo, de una intervención quirúrgica de urgencia que implante en España una verdadera democracia, y que no quede el más mínimo rastro de la actual partidocracia corrupta y criminal.

Por supuesto, que nadie se asuste, hablo de una revolución nacional no-violenta, inspirada en el patriotismo.

España, tal y como la venimos conociendo ha dejado de existir, debido a la maldad e ineptitud, sin recato del gobierno frente-populista de PSOE y de “podemos”.

El gobierno social-comunista, aprovechándose de la crisis de salud pública que ha originado el coronavirus, está dinamitando la Constitución Española de 1978, nuestra forma de vida que muchos españoles consideraban consolidada, firme, y en la que confiaban. Y, como únicas respuestas los representantes de los partidos que se hacen llamar constitucionalistas (PP, Ciudadanos y VOX) pretenden tomarnos el pelo.

Decía Cicerón, hace dos milenios, que la enemistad y rivalidad internas de las diferentes facciones políticas son el mayor enemigo de la “re-publica”, más que los enemigos extranjeros…

La cruda y tozuda realidad es que, hemos llegado a tal situación que solamente cabe que la sociedad civil fuerce, exija al Jefe del Estado (Don Felipe VI), al Gobierno, y demás poderes del estado, que actúen para revertir la situación, que utilicen todos los medios legales que tiene a su alcance,… la sociedad civil, puesto que no hay ningún partido político que esté por la labor, debería exigir que promueva la ilegalización de todas las agrupaciones políticas, sean catalanas o de otras regiones españolas, que tengan como objetivo acabar con la Unidad de España… la sociedad civil debería igualmente exigir al Gobierno de la Nación Española que ponga en marcha un referéndum de ámbito nacional-español para desmantelar el “estado de las autonomías”, recuperar las competencias transferidas a los gobiernos de las diversas regiones, que nunca debieron ser transferidas, y especialmente Educación, Justicia y Sanidad.

Recuerden que para que triunfe el mal es imprescindible que las buenas personas miren para otro lado, permanezcan pasivas y dejen hacer a los malvados… Todavía no es tarde, todavía podemos parar el proceso de destrucción de la Nación Española iniciado en las provincias catalanas y que, por desgracia, es seguro que continuará por las vascongadas y otras taifas más…

Tendrá que ser la sociedad civil la que espolee al Rey Don Felipe, para que salga del pasmo, del letargo en el que actualmente vive, se libere de toda clase de temor y ejerza de JEFE DEL ESTADO…

Y ya para finalizar, no olviden lo que decía el dos de mayo de 1808 el Alcalde de Móstoles:

¡ESPAÑOLES, LA PATRIA ESTÁ EN PELIGRO, ACUDID A SALVARLA!

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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