Reflexiones sobre las Fuerzas Armadas Españolas -¿Al servicio de quién están?- ante la amenaza de Marruecos, la inmigración descontrolada y la incierta solidaridad europea

CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS

El debate sobre el papel de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI es complejo y hay que analizarlo de múltiples facetas. En el caso de España, la pregunta sobre a quién sirven realmente sus ejércitos se torna aún más pertinente, especialmente en un contexto global marcado por la incertidumbre, la proliferación de conflictos asimétricos, la creciente presión internacional para aumentar el gasto en defensa y, de manera crucial, las amenazas específicas a las que se enfrenta España, como las tensiones con Marruecos y la inmigración descontrolada.
¿Están las Fuerzas Armadas Españolas al servicio de los españoles, del ordenamiento constitucional y para frenar cualquier ataque del exterior, o se han convertido en meros instrumentos al servicio del mejor postor, de oscuros intereses, de las exigencias de Bruselas y Washington, o incluso, se podría decir, de una ineficaz y dubitativa solidaridad europea ante los desafíos que amenazan a España en su frontera sur?
Para entender el presente, es fundamental analizar el pasado. Inevitablemente hay que recordar la época dorada del Imperio Español, cuando los Tercios eran la élite militar de Europa. Un ejército profesional, temido y respetado, que proyectaba el poder de España a lo largo y ancho del mundo, aquellos tiempos en los que reinaba Felipe II, y nuestro país era el más poderoso del mundo; de ahí la frase «en el Imperio Español nunca se pone el sol». Entre otras muchas acciones, Felipe II lideró la denominada Liga Santa que derrotó al Imperio Otomano de los turcos en la Batalla de Lepanto, en 1571…
Tras siglos de hegemonía, España transitó hacia un papel secundario en el escenario global. Afortunadamente, en las últimas décadas, la participación de las Fuerzas Armadas Españolas en conflictos internacionales ha sido limitada. No obstante, la memoria colectiva española aún resuena con ecos de guerras pasadas y la necesidad de garantizar la seguridad y la defensa del territorio nacional. Una necesidad que, en la actualidad, se ve exacerbada por la creciente inestabilidad geopolítica, las presiones externas para aumentar el gasto militar y, sobre todo, por las amenazas concretas que se ciernen sobre España, como las ambiciones territoriales de Marruecos y la llegada masiva de inmigrantes ilegales a través de la frontera sur.
La Constitución Española de 1978 establece claramente la misión de las Fuerzas Armadas: garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Un mandato claro y conciso que, en principio, no deja lugar a dudas sobre su función primordial.
Sin embargo, la Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional introduce una serie de matices que abren la puerta a la participación de las Fuerzas Armadas Españolas en misiones en el exterior, incluso si estas no están directamente relacionadas con la defensa de España o del interés nacional. Esta ley, que atribuye a las Fuerzas Armadas la contribución militar a la seguridad y defensa de España y de sus aliados, así como al mantenimiento de la paz, la estabilidad y la ayuda humanitaria, ha generado un debate profundo sobre los límites de la actuación militar española en el extranjero. Un debate que se intensifica ahora, ante la insistente exigencia de la Unión Europea y de los Estados Unidos de que España y otros países europeos aumenten significativamente su gasto en defensa.
Pero, ¿qué ocurre cuando la principal amenaza para la seguridad y la integridad territorial de España no proviene de un conflicto convencional entre estados, sino de las ambiciones de un vecino como Marruecos, que desafía la soberanía española sobre Ceuta y Melilla, o de la llegada masiva e incontrolada de inmigrantes ilegales a través de la frontera sur? ¿Está España preparada para hacer frente a estas amenazas? ¿Y puede contar con el apoyo y la solidaridad de la Unión Europea para proteger sus fronteras y garantizar su seguridad?
La experiencia reciente demuestra que la solidaridad europea, más allá de la retórica vacía, es limitada y poco fiable. España ha tenido que hacer frente en solitario a crisis migratorias sin precedentes, con escasa ayuda de sus socios europeos. ¿Existe alguna garantía real de que la UE acudirá en ayuda de España si Marruecos intensifica su presión sobre Ceuta y Melilla, o si se produce una nueva avalancha de inmigrantes ilegales? La respuesta, lamentablemente, es incierta, además de preocupante.
Un gobierno dividido, una deuda pública asfixiante y… mientras tanto, un enemigo a las puertas
La situación política interna de España añade aún más complejidad a este debate. El gobierno social-comunista que preside Pedro Sánchez, apoyado por separatistas y por fuerzas políticas con una trayectoria terrorista, se enfrenta a enormes dificultades para lograr el apoyo del Congreso de los Diputados a cualquier iniciativa que implique un aumento del gasto militar. Una parte de su electorado rechaza de plano cualquier incremento en este ámbito, mientras que la oposición critica la falta de prioridades claras y la gestión económica del gobierno, que ha llevado la deuda pública a niveles insostenibles.
En este contexto, resulta difícil imaginar cómo España puede aumentar su gasto en defensa para hacer frente a las amenazas que se ciernen sobre ella. ¿De dónde saldrán los recursos necesarios para cumplir con las exigencias de la Unión Europea y de los Estados Unidos, y al mismo tiempo reforzar la seguridad de las fronteras y proteger la soberanía nacional frente a las ambiciones de Marruecos? ¿Se recurrirá a una nueva subida de impuestos, que asfixiaría aún más a los ciudadanos y a las empresas? Estas son preguntas que el gobierno de Pedro Sánchez debe responder con transparencia y responsabilidad.
Las Fuerzas Armadas Españolas: Un ejército moderno, pero con recursos muy limitados, amenazas crecientes y dudas sobre sus prioridades
Más allá del debate sobre su misión, es importante analizar la realidad actual de las Fuerzas Armadas Españolas. El informe Global Fire Power sitúa a España en el puesto 20 a nivel mundial, un lugar respetable pero lejos de las grandes potencias militares. Si bien España cuenta con un ejército moderno y profesional, sus recursos son limitados y su capacidad de proyección internacional es, por tanto, restringida.
En este contexto, resulta aún más relevante cuestionar la pertinencia de la participación de España en numerosas misiones en el exterior, que implican un alto coste económico y humano. España destina cientos de millones de euros cada año a misiones en lugares tan diversos como el Líbano, Colombia, Somalia o Malí. ¿Se están utilizando eficientemente los recursos destinados a la defensa? ¿Se están priorizando las necesidades reales de seguridad de España frente a compromisos internacionales que pueden no redundar en un beneficio directo para los españoles? ¿No sería más lógico concentrar los recursos en reforzar la presencia militar en Ceuta y Melilla, en modernizar la flota naval para patrullar las costas y en aumentar la vigilancia de las fronteras para evitar la entrada de inmigrantes ilegales?
Y lo que es aún más importante: ¿se está invirtiendo lo suficiente en la modernización de las Fuerzas Armadas Españolas, para garantizar que puedan defender eficazmente el territorio nacional y proteger los intereses de España frente a las amenazas concretas a las que nos enfrentamos, como las ambiciones de Marruecos y la inmigración descontrolada?
¿Mercenarios o soldados al servicio de España? Una pregunta incómoda y a la que habría que responder de forma urgente
La pregunta que planteo es dura, pero necesaria. ¿Se han convertido las Fuerzas Armadas Españolas en mercenarios al servicio del mejor postor, de oscuros intereses, de las exigencias de potencias extranjeras o de una solidaridad europea que a menudo brilla por su ausencia? La respuesta, por supuesto, no es sencilla.
Es innegable que la participación de España en misiones internacionales responde, en muchos casos, a compromisos adquiridos con organizaciones como la OTAN o la Unión Europea. Estos compromisos implican una cesión de soberanía y una alineación con los intereses de otros países, que no siempre coinciden con los de España. La creciente presión para aumentar el gasto en defensa es un claro ejemplo de ello.
Pero, en última instancia, la pregunta clave es: ¿a quién sirven realmente las Fuerzas Armadas Españolas? ¿Sirven a los intereses de España y de los españoles, o sirven a intereses ajenos que pueden incluso ser contrarios a los nuestros?
Es urgente una mayor transparencia, debate público, poseer prioridades claras y una estrategia nacional. Esté en juego nada menos que la supervivencia de nuestra nación.
Para garantizar que las Fuerzas Armadas Españolas sirvan realmente a los intereses de los españoles y al ordenamiento constitucional, es fundamental promover la transparencia y el debate público sobre su misión y sus actividades. Es necesario que los ciudadanos conozcan en detalle el coste económico y humano de las misiones en el exterior, así como los objetivos que se persiguen con ellas. Y, sobre todo, es imprescindible que se les explique cómo se justifica el aumento del gasto en defensa en un contexto de crisis económica y deuda desbordada, y cómo ese gasto se va a utilizar para proteger a España de las amenazas concretas que a las que, supuestamente nos enfrentamos.
Asimismo, es imprescindible que el Congreso de los Diputados ejerza un control efectivo sobre la política de defensa y que se garantice la rendición de cuentas por parte del Gobierno. Solo así se podrá evitar que las Fuerzas Armadas Españolas se conviertan en un instrumento al servicio de intereses ajenos a los de la nación.
Pero, más allá de la transparencia y el debate público, lo que España necesita urgentemente es una estrategia nacional clara y coherente, que defina las prioridades de la política de defensa y que garantice que las Fuerzas Armadas Españolas estén preparadas para hacer frente a las amenazas que se ciernen sobre el país. Una estrategia que tenga en cuenta las ambiciones de Marruecos, la inmigración descontrolada, la dudosa solidaridad europea y, sobre todo, los intereses de los españoles.
En definitiva, el futuro de las Fuerzas Armadas Españolas pasa por un debate profundo y honesto sobre su papel en el siglo XXI. Un debate que tenga en cuenta su legado histórico, sus compromisos internacionales, sus recursos limitados, la presión de la Unión Europea y de los Estados Unidos, la delicada situación económica de España, la amenaza marroquí, la crisis migratoria y, sobre todo, los intereses de los ciudadanos a los que deben servir. Solo así se podrá garantizar que las Fuerzas Armadas Españolas sigan siendo un motivo de orgullo para los españoles y un garante de su seguridad y su libertad. Un garante que defienda los intereses de España, y no los de terceros, ni permita que nuestro país se convierta en la puerta trasera de Europa a merced de intereses ajenos. En juego está la supervivencia de España como nación soberana y la seguridad de todos los españoles.