Pero, ese «Mundo feliz» no tiene que ser inevitablemente el imaginado por Aldous Huxley…
Diálogos entre Antonio Miguel Rodríguez y del Castillo y Carlos Aurelio Caldito Aunión.
Como recordarán nuestros lectores, hace un par de semanas (exactamente el día 27 de octubre) entrevistamos a Antonio Miguel Rodríguez y del Castillo, Director Juridico e Institucional de VOZ IBÉRICA, y hablamos con él acerca de la Hipnoterapia. https://www.voziberica.com/la-hipnoterapia-podria-resolver-casos-del-pasado-bio-informacion-genetica/
Antonio es un hombre especialmente sorprendente, gratamente sorprendente, posee una grandísima experiencia profesional como criminólogo… y múltiples conocimientos de cuestiones que, para mí eran inimaginables. Desde que nos conocemos, aparte haber hecho amistad, hemos tenido largas, larguísimas conversaciones, sobre lo divino y lo humano, sobre cuestiones a cual más interesante… conversaciones realmente provechosas, enormemente enriquecedoras.
Lo que sigue son reflexiones de ambos que, pensamos que deben ser publicadas, así que, ahí van:
Como es sabido por parte de la mayoría de la gente (aunque muchas víctimas de las leyes educativas progresistas es muy posible que lo ignoren), las salamandras son capaces de regenerar las extremidades o el rabo si resultan dañados o amputados, una característica que, casi con toda seguridad, en el pasado fue lo corriente en todos los vertebrados de cuatro patas hace aproximadamente unos 300 millones de años. Los científicos consideran que esta cualidad se fue perdiendo por motivo de la evolución.
Investigadores del Instituto Karolinska en Suecia lograron en 2017, secuenciar el genoma gigante de una salamandra, el tritón nervado ibérico, que es seis veces más grande que el genoma humano. Uno de los principales hallazgos del estudio fue encontrarse con una familia de genes que pueden proporcionar pistas sobre la capacidad única de las salamandras para reconstruir tejidos complejos, incluso partes del cuerpo. El estudio se publicó en Nature Communications. Esta fue la primera vez que se secuenció un genoma del tritón, lo cual abre la puerta a averiguar todo o casi todo sobre su capacidad regenerativa… «Será emocionante descubrir cómo la regeneración en el organismo adulto reactiva genes embrionarios», afirmó el profesor András Simon, que fue quien dirigió el estudio. «Lo que se necesita ahora son estudios funcionales de estas moléculas de microARN para comprender su función en la regeneración. El vínculo con las células cancerosas también es muy interesante, especialmente teniendo en cuenta la marcada resistencia de los tumores… El estudio también destacaba que las salamandras pueden recrear todas las células que mueren en la enfermedad de Parkinson en un periodo de tiempo de apenas cuatro semanas»…
El profesor András Simon, también añadió: «Ahora podemos profundizar en los procesos moleculares que subyacen a esta capacidad. A pesar de que estamos haciendo una investigación básica, esperamos que nuestros hallazgos conduzcan al desarrollo de nuevas estrategias regenerativas para los humanos».
Efectivamente, tras sufrir la amputación de una extremidad de su cuerpo, cualquier salamandra es capaz de regenerar un miembro exactamente igual y completamente funcional al cabo de un par de meses. Este “milagro” ocurre con cualquier tejido, en cualquier parte del cuerpo, incluyendo los órganos. El procedimiento mediante el cual lo consigue, sigue siendo un enigma, pero ya hay algunos científicos que piensan que han dado con la clave. Según ellos, las peculiares características del sistema inmunitario de estos anfibios es fundamental para que puedan volver a crecer sus partes amputadas.
En una investigación publicada con anterioridad, en 2013, por la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. (PNAS), un equipo del Instituto de Medicina Regenerativa (NIDS) de la Universidad de Monash (Australia) descubrió que cuando las células inmunes conocidas como macrófagos, localizadas en los tejidos, les son eliminados sistemáticamente a las salamandras, éstas pierden su capacidad de regenerar una extremidad y en su lugar se forma una cicatriz.
James Godwin, autor principal del estudio, cree que estos hallazgos permitirán a los investigadores dar un paso más para entender qué condiciones son necesarias para la regeneración. «Antes pensábamos que los macrófagos no importaban, y esta investigación demuestra que ese no es el caso. Si los macrófagos no están presentes en las primeras etapas de recuperación, la regeneración no se produce».
Ahora, los investigadores quieren ir más allá y acabar sabiendo exactamente cómo contribuyen estas células al proceso. «A la larga, esto podría conducir a terapias que ajusten el sistema inmunitario humano para la regeneración», dice Godwin.
Aparte de la posibilidad de aplicarse a la sanación de aplicaciones de lesiones cerebrales y de la médula espinal, Godwin piensa que, el estudio de los procesos de curación de las salamandras podría conducir a nuevos tratamientos para una serie de condiciones comunes, como enfermedades del corazón y el hígado, que están vinculados a la fibrosis o cicatrización. Lograr una curación sin cicatrices también mejoraría de forma importante la recuperación de los pacientes después de la cirugía.
Hay indicios de que la capacidad de regeneración existe en una variedad de especies animales, pero en la mayoría de los casos se ha apagado por la evolución. «Algunas de estas vías de regeneración aún pueden estar abiertas en nosotros», dice el investigador. Para ello, «tenemos que saber exactamente lo que las salamandras hacen y cómo lo hacen, para que se pueda realizar en terapias humanas».
Otro ejemplo de regeneración, y éste más sorprendente aún, es el del “ajolote” mejicano: posee la habilidad para reparar su médula espinal cuando ésta sufre una lesión y lograr que funcione como si no hubiera sufrido daños.
Además puede reparar otros tejidos -como el de la retina del ojo- y curar heridas sin dejar cicatrices.
Pero, no sólo eso. Este anfibio, que está en peligro de extinción en su hábitat natural, también ha atraído el interés de los investigadores por la relativa facilidad con que puede reproducirse.
Por eso, desde hace alrededor de 150 años, los científicos han estado cultivando estos animales en el laboratorio e intentado descubrir los secretos de sus extraordinarios procesos biológicos y sus potenciales aplicaciones en la medicina humana.
Por ejemplo, en la reparación de lesiones cerebrales o de medula espinal y la prevención de cicatrices cardíacas.
No hace mucho tiempo que, un equipo de científicos descubrió uno de sus secretos: el ajolote tiene el genoma más grande que se ha logrado secuenciar hasta ahora, mucho más grande que el humano.
Este anfibio tiene 32.000 millones de pares de bases de ADN, 10 veces mayor que el genoma humano, el cual posee 3.200 millones de pares de bases de ADN.
“Este hallazgo será una poderosa herramienta para estudiar la base molecular de la regeneración de extremidades y otras formas de regeneración”, afirma el estudio publicado en la revista Nature.
Sin duda alguna, averiguar cuáles son los mecanismos que permiten la regeneración de órganos y tejidos es uno de losmayores retos de la investigación biomédica en la actualidad. No habría mejor remedio para multitud de enfermedades degenerativas y amputaciones por accidentes que recuperar de forma natural las estructuras dañadas, “saliendo de nuestro propio cuerpo”.
La capacidad de algunos organismos de volver a generar, siendo adultos, partes de su anatomía que han sido amputadas es uno de los grandes misterios de la biología. De esta capacidad participan bastantes invertebrados: desde algunos insectos hasta las esponjas de mar. Los anfibios urodelos, los que tienen cola (salamandras y sus primos los ajolotes), son capaces de regenerar prácticamente cualquier parte de su cuerpo que sea extirpada o dañada, siempre que no se les mate: extremidades, cola, mandíbula, ojos, oídos y hasta el corazón. ¿Cómo lo hacen? ¿Dónde han aprendido este mágico truco?
Es muy posible que la razón de todo ello esté en que, regenerar un órgano perdido consiste en realidad en fabricar uno nuevo… otra vez. O sea, en recordar el programa que durante el desarrollo embrionario generó dicho órgano. La clave por tanto estaría en poder reactivar dicho programa… El que algunos seres vivos posean el “don de la eterna juventud” está directamente relacionado con su capacidad de regeneración. Y, en esa regeneración células madre son reclutadas hasta la parte del cuerpo dañada, hasta donde se ha producido la amputación…
Evidentemente, el reto de la investigación biomédica consiste en conseguir que en los humanos, acudan a una herida células madre para promover la regeneración del miembro u órgano dañado.
Uno de los objetivos prioritarios de la investigación biomédica, debería ser el tratar de aislar células madre adultas de un paciente, cultivarlas y expandirlas en el laboratorio, y luego diferenciarlas a tejidos concretos utilizando para ello mezclas específicas de factores de diferenciación. De manera que, luego puedan ser utilizadas en la zona que deseemos reconstruir.
Una posible opción consiste en utilizar células madre embrionarias, las que provienen directamente de los primeros estadios de división celular tras la fecundación del óvulo. Dichas células se pueden obtener a partir de embriones muy tempranos generados en los protocolos de fecundación in vitro pero que no llegan a implantarse. Pero, claro, esto plantea graves problemas éticos que dificultan su aplicación aunque ya hay países, incluido España, que han abordado el tema y permiten la investigación con este tipo de células humanas. Un paso más en este sentido sería la clonación terapéutica, consistente en generar embriones a partir de una célula del cuerpo de un paciente y un óvulo que carezca de su propia información genética. La células madre obtenidas a partir de esos embriones serían idénticas a las del individuo, eliminando así el problema del rechazo inmunitario. Obviamente, elegir este camino nuevamente se toparía con problemas éticos, aparte de retos técnicos, que podrían frenar su aplicación.
Es por todo ello que, algunos investigadores piensan que para inducir la regeneración en humanos, lo más acertado sería poder reproducir los procesos que la naturaleza nos muestra en animales como la salamandra. Para poder lograrlo es imprescindible averiguar cuál es el mecanismo que permite la reprogramación de células adultas ya diferenciadas. Los resultados de trabajos recientes, empleando células musculares del corazón, están conduciendo a resultados esperanzadores.
En la investigación biomédica se ha llegado a la conclusión de que la función que realiza el gen, llamado Msx1, para que se dé la des-diferenciación (pérdida parcial de los caracteres morfológicos y funcionales de una célula o tejido), y la repuesta regenerativa, es absolutamente imprescindible. Este gen es un factor que controla la actividad de otros genes, y cuya función es la de bloquear la diferenciación de las células, manteniéndolas en un estado pluripotente (células que pueden convertirse en varios tipos diferentes de células o tejidos del cuerpo).
El futuro de la investigación se centra en dos frentes. Por un lado, la puesta a punto en organismos regeneradores, como los anfibios, de herramientas experimentales ofrecidas por la biología molecular moderna, que antes no estaban disponibles, y que permiten la manipulación de la función de genes concretos (bien añadiéndola, bien quitándola). Por otro lado, el uso de modelos animales clásicos con gran base genética, como el ratón o el pez cebra, que permiten la producción y el empleo de mutantes en genes ya conocidos. En este caso, el esfuerzo se dirige a llevar a cabo, poner en funcionamiento protocolos de regeneración suficientemente robustos y reproducibles, para usarlos como nuevos modelos experimentales.
No podemos olvidar que uno de los pocos ejemplos de regeneración en humanos es el que ocurre en la punta de los dedos, y eso siempre que la amputación sea a un nivel distal a la última articulación. La ventaja de determinadas investigaciones con animales, como por ejemplo: acerca del corazón en el pez cebra y de los dedos de los ratones; es que permiten un análisis genético, de manera que se podrían describir con precisión las vías implicadas en la respuesta regenerativa y soñar con poder aplicar los avances a la medicina algún día.
Si esta difícil aventura tuviera éxito, habría que pensar que el futuro de la medicina no está, solamente, en hacer implantes biomecánicos, cuando alguien pierde una mano, o un pie… o implantes como los que yo llevo (de oído medio).
¡Ojalá el futuro esté en manos del gen Msx1!
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