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Sahara Español, la infamia, la traición que nadie quiere recordar.

Chris Coleman

Aunque muchos españoles no lo sepan, algunos lo hayan olvidado, y otros deseen no acordarse, hubo un tiempo en que España poseía una provincia al otro lado del estrecho de Gibraltar de nombre “Sahara Español”, la “más grande” de España, tenía una superficie de 266.000 km², más de la mitad de todo el territorio peninsular español. Debido a su carácter desértico estaba muy poco poblada y algunos de sus habitantes, aunque pocos se dedicaban a la agricultura y el resto a la crianza de camellos, cabras y ovejas. El Sahara Español poseía –y sigue poseyendo- importantes yacimientos de fosfatos y bancos de pesca.

La capital de la provincia era El Aaiún, aunque la ciudad más grande era Villa Cisneros, actual Dajla, capital de Río de Oro, la cual contaba con un aeródromo internacional. La matrícula de sus vehículos era SH.

Para que quienes leen estas líneas, comprendan y sepan de la enorme importancia de los recursos naturales que poseía el Sahara Español, y a los que de forma incomprensible, estúpida y traicionera renunció el Gobierno de España tras la muerte del General Franco, basta considerar que los Acuerdos de Madrid –“secretos”- cuya validez no reconoce la ONU, que sigue considerando a España la potencia administradora del Sáhara,  incluían la cesión de Fos Bucraa a la empresa pública marroquí Office Chérifien de Phosphates (OCP), que es el mayor exportador de fosfatos del mundo: en 2010 el valor de sus exportaciones superó los 4.500 millones de dólares. De esta manera, España desaparecía como exportador y el fosfato se convertía en un monopolio marroquí, con lo que el sultán podía fijar los precios.

Según la revista Forbes, el control de la explotación a cielo abierto de los inmensos yacimientos de fosfatos en Bu Craá, a unos 100 kilómetros al sureste de El Aaiún (explotados tan ilegalmente como la pesca del banco canario-sahariano) explica la inmensa fortuna del rey Mohamed VI.

Pero, además de los fosfatos y la pesca, existen otras industrias en el Sáhara que merecen ser mencionadas. Desde hace ya tiempo, esta región se ha convertido en un importante exportador de arena (utilizada en la construcción). También es destacable las exploraciones de ciertos metales y minerales (el hierro y el circonio), e, incluso, la recuperación de uranio de las propias minas de fosfatos.

La pregunta obligada es ¿Cómo y por qué llegó a ocurrir todo ello, cómo empezó la ristra de despropósitos que acabó convirtiéndose en vil traición a los españoles que vivían en el Sahara y renunciando a parte del territorio nacional?

La presencia española en África llegó a su fin con el abandono del Sahara en 1975. Se acababa de ese modo un siglo de colonialismo débil y sustitutorio tras la independencia de las colonias americanas. Este territorio era, en principio, mucho menos problemático que las antiguas colonias de Ifni y Guinea y el protectorado de Marruecos. Habitado por una decenas de miles de tribus nómadas, el Sahara Occidental era en su mayoría desértico y la presencia efectiva de España era todavía muy reciente. Hasta el descubrimiento de las reservas de fosfatos, los intereses económicos españoles se limitaban a unos cuantos asentamientos en la costa que permitieran la explotación de los recursos pesqueros.

En un primer momento, el gobierno español pensó en el abandono del Sahara mediante un referéndum, al mismo tiempo que se procedía a la entrega de Ifni a Marruecos y a la independencia de Guinea. La situación se complicó cuando a las reivindicaciones de un Gran Marruecos se sumaron las apetencias argelinas y mauritanas. Además, estallaron conflictos pesqueros con Marruecos debido a la ampliación unilateral por este último de sus aguas jurisdiccionales.

Es importante señalara que el territorio saharahui jamás, que se sepa, había estado históricamente vinculado al reino de Marruecos, manteniendo los sultanes únicamente relaciones comerciales con sus tribus nómadas, la mayoría de ellas integradas por bereberes y gente de origen árabe.

A principios de los años 70 del siglo pasado, al igual que venía ocurriendo en el resto de África, algunos saharauis comienzan a cuestionar la ocupación española y plantean la independencia de la metrópolis. En 1974 el Gobierno de España prometió a los habitantes del Sahara realizar un referéndum de autodeterminación.

Lamentablemente, poco después el Gobierno de España acabó traicionando a los saharauis –no se olvide que entonces poseían la nacionalidad española- y permite que el reino de Marruecos comience la ocupación.

Cuando el General Franco agonizaba, el 14 de noviembre de 1975, Marruecos y Mauritania firman con el futuro rey Juan Carlos un acuerdo que nunca sería publicado en el Boletín Oficial del Estado. España se comprometía a retirarse y Marruecos y Mauritania se repartirían la provincia española del Sahara Occidental

Como era lógico, los saharauis denunciaron el acuerdo ya que incumplía las promesas que España les había hecho, violaba una resolución del Tribunal Penal Internacional, a la vez que el Sahara pasaba a ser administrado por dos nuevos poderes coloniales…

Pocas semanas después, las tropas españolas comenzaron a retirarse, e inmediatamente Marruecos y Mauritania lanzan sus ejércitos a la conquista del Sahara Occidental frente a la oposición de sus habitantes.

Las fuerzas aéreas marroquíes bombardearon pueblos saharauis, utilizando en algunas ocasiones napalm y fósforo blanco. Como resultado, decenas de miles de saharauis acabaron huyendo hacia Argelia, en donde construyen campos de refugiados en mitad del desierto. En la actualidad, 40 años después, aquellos saharauis y sus descendientes siguen allí.

Como respuesta a la ocupación, el Frente Polisario inició una guerra de guerrillas frente al potente ejército marroquí que contaba con el apoyo de Francia y Estados Unidos.

Mauritania acabó aceptando su “derrota” ante el Polisario en 1979 y reconoció la soberanía del pueblo saharaui sobre el Sahara Occidental.

La guerra entre Marruecos y el Frente Polisario prosiguió durante más de tres lustros, hasta que se firmó en 1991 el alto el fuego bajo auspicios de la ONU.

Desde entonces Marruecos controla aproximadamente el 80% del territorio del Sahara Occidental. Esto incluye la casi totalidad de las zonas pobladas, los depósitos de fosfatos y los ricos caladeros pesqueros. El 20% restante del Sahara Occidental, controlado por el Frente Polisario, es un terreno inhabitable en el interior del desierto.

Para rematar la faena, Marruecos acabó construyendo un muro de más de 2.200 kilómetros que separa ambos territorios. A lo largo de esa barrera se encuentra uno de los campo de minas más grandes del mundo.

El plan de paz de la ONU, subscrito por Marruecos y el Frente Polisario estipula la creación de un censo para celebrar un referéndum en el que los saharauis puedan elegir entre pasara a ser una provincia más de Marruecos o la independencia.

La ONU tenía previsto realizar el censo en unas pocas semanas, pero debido a las continuas trabas impuestas por Marruecos, el censo tardó más de 8 años completarse. Y cuando la ONU lo publicó en el año 2000, Marruecos se negó a aceptarlo.

Además, desde la firma del alto el fuego en 1991, Marruecos incentiva a muchos de sus ciudadanos a mudarse al Sahara Occidental, incrementado así sus opciones de éxito en el caso de que algún día se lleve a cabo el referendo.

Hoy, más de 29 años después, el referéndum sigue sin llevarse a cabo. Es importante, también, destacar que ningún país del mundo ha aceptado la anexión del Sahara Occidental por parte de Marruecos. Pero, a pesar de ello, es evidente los intereses de los principales países aliados de Marruecos: Francia y EEUU, aparte de los de algunas grandes empresas españolas, y los inconfesables intereses y complicidades de algunos significados políticos españoles, hacen que Marruecos no sienta ninguna urgencia por encontrar una solución, y menos de convocar un referéndum.

La antigua provincia española del Sahara Occidental es el mayor territorio del planeta que todavía no ha sido descolonizado.

Y mientras tanto, “la historia continúa”; Marruecos ocupa el Sáhara Occidental, donde, junto a más de 150.000 colonos marroquíes, habitan unas 70.000 personas de ascendencia saharaui. En los campamentos de refugiados de Tinduf viven unos 100.000 saharauis, y el Frente Polisario dirige una campaña diplomática internacional –sin apenas éxito, todo hay que decirlo- para exigir que se realice la consulta acordada en 1991… Y cada día que pasa, miles y miles de saharauis más pasan a formar parte de una diáspora que tiene a España y a Mauritania como sus principales destinos.

El problema del Sáhara es, probablemente, la última herencia del franquismo no resuelta durante la denominada “Transición” española. Desde que España abandonó la antigua provincia del Sahara, hace más de 40 años, los saharauis no han parado de exigir a España que cumpla con las responsabilidades de las que abdicó en 1975.

La ONU nunca aprobó los Acuerdos de Madrid y nunca ha considerado que España transfiriera la soberanía del Sáhara Occidental a sus habitantes (lo cual sí se hizo con las demás colonias); tampoco la ONU ha reconocido la legitimidad a ninguno de otros dos firmantes del acuerdo, Marruecos y Mauritania, el estatus de potencia administradora, estatus que España no posee capacidad de transferir unilateralmente”.

Así pues, “legalmente” el Sahara Occidental continúa siendo una colonia española o una provincia de España.

Y mientras, según el llamado “Programa Mundial de Alimentos” dos tercios de las mujeres que habitan en ¨Tiduf sufren anemia, y el muro construido por Marruecos hace que miles de familias sigan separadas después de varias décadas.

Y el tiempo pasa, y nos vamos haciendo viejos –y los desgraciados saharauis también- y los gobiernos en España se suceden, y las autoridades españolas siguen repitiendo la misma forma de comportamiento vil con los saharauis: buenas palabras pero, a la vez que rinden pleitesía a Marruecos.

Por poner algunos ejemplos: El 14 de noviembre de 1976, Felipe González, secretario general del PSOE, viajó a los campamentos de refugiados para apoyar al Frente Polisario: “Sentimos vergüenza de que el Gobierno no haya solo hecho una mala colonización sino una peor descolonización, entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final”. Otra promesa que no iba a tardar mucho en romperse.

Transcurrido el tiempo Felipe González fue alejándose del Sahara y acabó convirtiéndose en un entusiasta defensor del régimen marroquí. “El país con mayor espacio de libertades que conozco del mundo árabe es Marruecos, incluidas las autoridades del Sahara Occidental”. Felipe González hizo un acto de desmemoria y se olvidó de los desaparecidos en cárceles secretas, las detenciones arbitrarias, los juicios sin garantías y las torturas, los muertos y los apaleados. A González se le olvida la represión documentada por diferentes organizaciones internacionales y periodistas. Pero bueno, ya sabemos que  para Felipe González la dictadura de Pinochet era algo parecido a una tarde de cervecitas, con un poco de lluvia.

Por supuesto, el Partido Popular, empeñado en ser un clon del PSOE, también se ha sumado a la hipocresía y el cinismo del Partido Socialista. Durante los años de oposición a Zapatero, criticó –con razón– que el Gobierno socialista no condenara el desmantelamiento violento del campamento de protesta que los saharauis habían levantado a las afueras de El Aaiún, en los territorios ocupados. Pero años después, ese mismo PP que  acusaba a Zapatero de renunciar a defender los derechos humanos para no disgustar a Marruecos, acabó haciendo lo mismo: el Gobierno de Rajoy negó, por ejemplo, asilo político en España a Hassana Aalia, un activista de 27 años, condenado a cadena perpetua por su participación, precisamente, en aquel asentamiento de El Aaiún. Ese más, el PP acabó imponiendo su mayoría absoluta, con Mariano Rajoy al frente, para rechazar en el Congreso la concesión del asilo. Afortunadamente, un mes después, la Audiencia Nacional suspendió la expulsión de Hassana Aalia… El PP también posee el “honor” de formar parte de la insidia y la traición a los habitantes de la antigua provincia española del Sahara Occidental.

Y, como era de esperar, exactamente igual ha acabado ocurriendo con el gobierno social-comunista que encabezan Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.

No cabe duda, o al menos a mí no me cabe que, España  y los españoles poseemos una grandísima responsabilidad en el asunto del Sahara, tenemos una grandísima deuda histórica con quienes hasta hace muy poco eran nuestros compatriotas; España no ha llevado a cabo la descolonización que le correspondía hacer y nunca debió de haber dejado a nuestros hermanos saharauis ante los tanques marroquíes, no podemos permitir que semejante injusticia caiga en el olvido, no podemos permitir que los saharauis sigan padeciendo el desprecio, el saqueo y el expolio y permanecer de brazos cruzados, no podemos permitir que el pueblo saharaui desaparezca y se acabe produciendo un completo genocidio.

Debemos exigir que el Gobierno de España impulse decididamente, sin temor alguno el referendo de autodeterminación, o si no, permitir que los saharauis accedan plenamente a la nacionalidad española. 

¿Por qué merecen ser acogidos plenamente los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España hace más de 500 años y no  los habitantes del antiguo Sahara Español?

Cuando el país vecino, Portugal, poseía aún colonias, se produjo un conflicto similar al del Sahara Occidental en Timor Oriental: Indonesia invadió el territorio y Portugal nunca renunció a su condición de potencia administradora, rompió sus relaciones con Indonesia y se preocupó de denunciar lo que allí estaba ocurriendo.

Timor acabó  celebrando un referéndum y accedió a la independencia, y actualmente es un país libre y soberano…

Chris Coleman

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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