CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
Con nocturnidad y alevosía. Así se suelen describir ese tipo de actuaciones que llegan por sorpresa –aunque desde Alerta Digital ya lo esperábamos– como es el hecho de que Vox, por fin este viernes a las 11:00 en su asamblea anual (en horario laboral, cómo no, para que apenas haya participación o que participen los que interesa, eso sí, mediante el fácilmente manipulable voto telemático), certifique por escrito y en sus estatutos que ha estafado a sus afiliados al eliminar las primarias provinciales.
Esta actuación de Vox viene tras hacer creer a las bases que el partido dirigido por Santiago Abascal era el más democrático del panorama español, o al menos eso vendían en sus inicios, cuando no había mucho dinerito a repartir entre sus palmeros. Nada más lejos de la realidad, porque mentir, manipular y emplear las tácticas más sucias con sus propios compañeros se ha convertido en una costumbre para la formación verde.
Así, la modificación de estatutos que se vota literalmente es que a partir de ahora “El CEN será el competente para designar a los presidentes provinciales, a propuesta de la Secretaría General. Una vez nombrado, cada presidente provincial propondrá a la Secretaría General el resto de los miembros que formarán parte de su CEP [Comité Ejecutivo Provincial] o CECA [Comité Ejecutivo de Ciudad Autónoma] y este lo ratificará con las modificaciones que correspondan en su caso”.
–“Mejor a dedo”, deben pensar los líderes de Vox.
Pero hay más. Porque con tal de que no haya una sola crítica o una sola voz discordante, lo que se supone que existe en las democracias, los actuales comités provinciales (todos antiguas gestoras nombradas a dedo por la dirección nacional y que se presentaron en una lista a las primarias de finales 2020, salvo el de Rocío Monasterio en Madrid) “cuyos miembros incumplan manifiesta y/o gravemente las instrucciones del Comité Ejecutivo Nacional […], previo informe no vinculante del Comité de Garantías, podrán ser disueltos totalmente o modificados parcialmente”.
Cabe recordar que la Constitución Española, que tanto dice respetar Vox, establece literalmente en su Artículo 6 que los partidos políticos “en su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. No parece que el actual Vox vaya por este camino, ya que con la nueva reforma de estatutos solo mantendría las elecciones internas para designar al Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
Manteniendo esta última formalidad, la de poder ‘votar’ –si es que hay algún tipo de garantía cuando se controla directamente el voto telemático– al CEN, quizás podría ser suficiente para que Vox no sea ilegalizado, dado que contraviene con claridad al citado artículo de la Constitución. Por cierto, un CEN que a partir de ahora puede hacer o deshacer a su antojo, con un control total del partido.
Si ya la meritocracia brillaba por su ausencia, ahora se nombrará a dedo a mediocres sin sonrojo alguno. Y es que cualquier atisbo de liderazgo alternativo dentro de la formación –que pudiera poner en peligro la silla de Abascal y sus lacayos– puede ser cortado de raíz de inmediato, lo que da lugar a que la única manera de ascender en Vox sea a través del peloteo y servilismo a los inútiles responsables de la fractura interna del partido.
Por lo tanto, no se admitirá ni una crítica o debate interno, no digamos ya el librepensamiento, algo sano en democracia y especialmente paradójico habida cuenta de que Vox se ha llenado la boca criticando a la izquierda por tratar de “imponer su discurso único” o “sus leyes totalitarias”. Pues esto, señores, es exactamente lo mismo que hace Vox en su propia casa, con su gente, con quienes se supone que los apoyan.
Los afiliados, sobre todo los históricos, aquellos que a través de Vox creían que iban a poder defender sus ideales y valores cuando el partido arrancó allá por 2014, deberían empezarse a preguntar qué tipo de organización es esta: una en la que impera aquello de que “donde dije digo, digo Diego” o una en la que solo se puede besar el suelo por el que camina el líder supremo, al más puro estilo comunista y autoritario. O las dos.
Recuerden ustedes que a quien les es ‘molesto’ lo expulsan de manera arbitraria y, cuando este los lleva a juicio, la justicia obliga a Vox a readmitirlo en el partido, como ha ocurrido con algún que otro cargo público ‘incómodo’, por así decir. O le dejan de pasar las cuotas de afiliado a su cuenta corriente, para así tener una escusa a la que agarrarse como un clavo ardiendo para expulsarlo por no estar al día en los pagos.
La digna afiliación de Vox, en el caso de que inexplicablemente quiera seguir apoyando a esta banda estafadora que la ningunea y no darse cabezazos contra la pared, debe asumir que para el partido no pinta nada más que:
1) Para pagar una cuota de afiliado que no revierte en el funcionamiento de sus mediocres equipos provinciales, sino que solo sirven para engordar los bolsillos de una cúpula nacional repleta de siniestros personajes que venden una idea que después no se ajusta a la realidad.
2) Como mano de obra gratuita de la que aprovecharse a la hora de montar eventos, mesas informativas –o ‘petitorias’ si se prefiere– y vender merchandising.
3) Para hacer bulto en los mítines del amado líder.
Eso sí, mejor que a los militantes no se les pase por la cabeza cómo servir de verdad a España: nada de pensar y cuestionar cómo mejorar la vida de los demás ciudadanos desde las ansiadas por Abascal “delegaciones provinciales” a dedo.
En tal caso, serán expulsados de inmediato porque el protagonismo solo está reservado para una cúpula nacional que no tiene vergüenza ni dignidad alguna, sobre todo si reparamos en que este partido, que apenas lleva 3 años en el candelero, va prácticamente a escándalo diario en su repugnante proceder y en el de sus máximos dirigentes.
Antecedentes a la reforma estatutaria que lleva a Vox a la dictadura interna
“[Los partidos funcionan de una manera determinada que todos conocemos y han venido funcionando así históricamente…]”. “[Eso no significa que las cosas se estuvieran haciendo bien. Con la que está cayendo, y con la exigencia de regeneración democrática que hay hacia los partidos y de transparencia, es absolutamente exigible que se convocase un congreso abierto…]”
“[Canalizar y empujar a un candidato determinado creo que es una mala elección…]”
“[Sin ninguna duda, el congreso por compromisarios y delegados creo que cada vez tiene menos sentido, sobre todo porque además hay muchas triquiñuelas para manejar a esos compromisarios y delegados…]”. “[No hay ninguna excusa para no dar voz absolutamente a todos y cada uno de los afiliados]”
Málaga, la excepción, vio cómo Enrique de Vivero, coronel de La Legión retirado y actual presidente de TÚpatria en Málaga y vicepresidente nacional de dicho partido considerado como una escisión de Vox, fue el único candidato no oficialista –del aparato– que ganó las primarias en España. Pero al no ser él y su ejecutiva ratificados tras más de un mes de espera, mientras desde Madrid se permite una campaña interna de calumnias e insultos al legionario, este acaba presentando su dimisión.
Apenas unas horas más tarde, Patricia Rueda, diputada nacional por Málaga, es nombrada como gestora interina para la conformación de una posterior gestora provincial que en la actualidad está a cargo de Antonio Sevilla, concejal de Vox en Torremolinos.
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