¿Se puede confiar en la «Ciencia», qué ciencia?
Gary D. Barnett
“El único principio ético que ha hecho posible la ciencia es que siempre se debe decir la verdad. Si no penalizamos las declaraciones falsas hechas por error, abrimos el camino a las declaraciones falsas intencionadas. Y una declaración falsa de un hecho, hecha deliberadamente, es el delito más grave que puede cometer un científico”. Baron CP Snow – «En la búsqueda» (1934, ed. rev. 1959). También atribuido a Dorothy L. Sayers, “Gaudy Night” (1935)
La idea de que el éxito de la ciencia se ha logrado y perfeccionado en los tiempos modernos debido a las enormes cantidades de dinero que se han gastado en equipos e investigaciones científicas financiadas por el estado, no es más que una fantasía.
Cualquier exigencia de aceptar la ciencia, o declaración de que la ciencia es algo que ya está ‘establecido’, es retrógrada, ya que todas las conclusiones científicas deben ser desafiadas, cuestionadas constantemente.
La ciencia se basa en la verdad, y sólo en la verdad, esto después de mucho estudio y de la eliminación de todas las posibles contradicciones de los hechos. La ciencia real se basa en ideas sólidas, ya sean verdaderas o falsas, respaldadas por una comprobación, un estudio, un escrutinio interminable. Al parecer, la naturaleza humana normal siempre gravitará hacia el beneficio personal y la notoriedad, mientras que todas las conclusiones científicas reales deben estar exentas de emoción, de sentimentalismo, no dependiendo solo de la recompensa monetaria o la aceptación política. En el mundo actual ocurre diariamente lo contrario,
El significado de la raíz de la palabra «Ciencia» significa conocimiento adquirido mediante la observación, la experimentación y el razonamiento sistemáticos; que conduce a una seguridad de certeza. Para obtener tal conocimiento, uno debe estar «ciego» a todas y cada una de las formas de coerción, corrupción, soborno, presión, política y ganancias monetarias.
Dada esta rotunda definición, la mayoría de los pronunciamientos de la ciencia hoy en día no solo son inexistentes, sino también terriblemente peligrosos para la sociedad y la humanidad en su conjunto. Esto ha sido especialmente evidente en las últimas décadas, pero aún más en los últimos años. Como observó GK Chesterton, “La ciencia física es como una simple suma: o es infalible o es falsa”.
Si uno se relaciona con la ciencia como verdad, entonces no hay absolutamente nada científico en la estafa llamada ‘SARS-Cov-2’ o ‘covid-19’, y la crisis pandémica falsa que ha sido perpetuada por una ‘falsa’ y totalmente controlada «comunidad cientifica.» Todo se ha basado, como nos dice el engañoso aparato político estatal, en lo que se conoce como declaraciones ‘incuestionables’ o ‘científicas’ de «expertos», impulsadas por el consenso, no hechos o verdades innegables, sino simplemente declaraciones infundadas o falsas de conjeturas ficticias. Sin un cuestionamiento constante, la ciencia ni siquiera existe.
Sin entrar en las evidentes ramificaciones políticas, opinión (resultado del estudio, de la observación exhaustiva de cuanto se ha afirmado en los últimos dos años y medio) es que nunca se ha aislado adecuadamente ni se ha demostrado que exista algo parecido a un virus, ningún virus; en concreto en este caso, cualquier denominado virus conocido como ‘covid19’. Si algo de esta supuesta ciencia fuera auténtica, este no aislamiento y, por lo tanto, la falta de cualquier identificación concluyente, debería verse con desconfianza virulenta. Cualquier verdadero científico que se precie no solo debería no encogerse ante esta falsedad, sino que debería gritar en defensa de la verdad, sin tener en cuenta las consecuencias de sus acciones.
Para colmo, esta mentira respecto del supuesto virus ha procedido, como siempre, con deshonestidad, y mentira sobre mentira. Si la afirmación original de que un ‘virus’ llamado ‘covid’ es una mentira, como debería ser evidente a estas alturas, ¿cómo pueden existir una variante tras otra si no se ha demostrado científicamente que exista tal cosa como ‘covid’ en primer lugar?
¿Cómo puede haber sido evidente una pandemia si las cifras totales de muertes, aquí y en todo el mundo, nunca han sido confirmadas y, de hecho, ni siquiera aumentaron?
Estas preguntas nunca fueron abordadas, ni siquiera estudiadas, por la mayoría de la denominada «comunidad científica», de los llamados «científicos de todo el mundo».
Sólo unos pocos se atrevieron a dar un paso adelante y, por supuesto, fueron menospreciados, censurados, calumniados y condenados al ostracismo por la corriente principal; la principal fuente de ‘información’ de las masas.
¿Quién es realmente el culpable de esta mentira presentada como la verdad? ¿Quién tiene la culpa y por qué tantos compran esta falsa narrativa presentada por la clase dominante?
Para responder a estas preguntas, uno debe retroceder en el tiempo y, al hacerlo, comprender las tendencias naturales de la humanidad. Vivimos en lo que se puede denominar una sociedad en la que, predomina el culto a la ignorancia total, logrado a través de lo que Mattias Desmet llama “psicosis de formación de masas”.
Mattias Desmet es profesor de Psicología Clínica en la Universidad de Ghent en Bélgica. Su teoría de la formación de masas durante la crisis del coronavirus se ha vuelto ampliamente conocida y también ha sido malinterpretada desde que ganó la atención general. Su nuevo libro, La psicología del totalitarismo , expone qué es la formación de masas, cómo se desarrolla, cómo conduce al totalitarismo y qué debemos hacer para cambiar las condiciones que hacen posible estos eventos de formación de masas.
En nuestra sociedad está presente un culto multifacético, y la creencia en la «falsa ciencia» es solo una de estas características del culto. El Estado ha perpetuado continuamente el embuste de que todos deberíamos “confiar en la ciencia”. No es la ciencia real la que te exigen seguir, sino solo la ciencia falsa aceptada y promovida por el propio Estado. Sólo puede haber una razón para una tontería tan flagrante, y es el deseo de la clase dominante, de la «élite», de eliminar la lógica y la razón para promover la dependencia colectiva de un gobierno malvado.
Esto se ha logrado debido a una reducación masiva, de un adoctrinamiento de la mayoría de la población, y este adoctrinamiento se ha producido durante varias generaciones; dando lugar a una sociedad somisa y sumida en la ignorancia hasta tal extremo que, se ha olvidado la idea de cuestionar las falsas doctrinas, las ideologías, para averiguar la verdad. Existen muchas razones para esta toma de control de las mentes de los ciudadanos, comenzando y terminando con el horrendo sistema de escuelas públicas creado principalmente para inundar las mentes jóvenes con propaganda, mientras aborta toda clase de pensamiento independiente e individual y, por lo tanto, todo crecimiento. Los medios de manipulación de masas, totalmente controlados y «regados» con dinero público, desempeñan un papel muy importante en este embrutecimiento, infantilización y engaño impuestos a las pesonas comunes y corrientes, por parte del Estado controlador, del gobierno intervencionista. El sistema de ‘educación’ usado por la mayoría en la mayoría de los países occidentales, instruye a los alumnos en el nivel más bajo posible.
Obviamente, este proceso ha conducido a una rendición voluntaria de la mayoría a sus amos. Nada de esto podría suceder sin la conformidad, sin el consentimiento del rebaño, sin la aprobación de la población en general, y cuanto más tiempo ocurra este atontamiento generacional, más fácil será para el Estado controlar a la población en general. Por supuesto, todo ello conduce a un cambio social en el que el común de los mortales se «cree» todo lo que le dicen sus «líderes» y, por lo tanto, la ciencia puede ser cualquier cosa presentada por la autoridad, independientemente de que lo se presente sea correcto o incorrecto, y los llamados científicos puedan recurrir al principio de autoridad, simplemente siendo fieles y sumisos servidores del Estado.
La Ciencia ya no es Ciencia. Es lo que el Estado decide presentar como ciencia. Es decir, quienes controlan los centros de estudio, los dueños de los colegios y universidades, controlan a su vez casi la totalidad de las atroces industrias «médicas» y farmacéuticas basadas en la teoría de los gérmenes, controlan los medios de comunicación, controlan el dinero y, por lo tanto, la economía. y debido a este inmenso poder, ahora controlan a la mayoría de las personas.
La ciencia y la ideología politizada son una misma cosa; todo debido a un plan a largo plazo para capturar y controlar la información, y toda revisión independiente de hechos frente a falsedades, ha sido abandonada en favor de agendas globalistas. Al igual que la población en general, los llamados «científicos» en la actualidad, o bien han sido embrutecidos o han aceptado la fama, la fortuna y la seguridad laboral por encima de la verdad, para poder sobrevivir sin tener que correr ningún riesgo.
La ciencia real depende del conocimiento real; conocimiento resultado de un minucioso examen que, será el que determine qué es cierto y qué no lo es. Esa clase de ciencia absoluta y definitiva que se ha ido imponiendo, ha desplazado a la verdadera ciencia, la ha hecho desaparecer, y ahora tiene poco o ningún impacto positivo en esta sociedad ignorante, mediocre, embrutecida, complaciente e indiferente.
Todo ha cambiado radicalmente en las personas comunes y corrientes; los gobernantes les presentan como cierto un falso conocimiento para, de ese modo, conseguir que les permitan seguir gobernando… Han aceptado voluntariamente los discursos falsos, los embustes del Estado, en su mayoría sin ninguna clase de cuestionamiento. El pensamiento crítico casi se ha extinguido en nuestra sociedad, y no se olvide que la verdadera ciencia se basa en el pensamiento crítico. No debería sorprender, pues, que la llamada comunidad científica haya caído en una posición de promover poco más que conjeturas y mentiras, y haya sucumbido a conclusiones políticas e ideológicas absurdas que en esencia erradican el concepto mismo de ciencia.