Alberto Benegas Lynch.
Jorge Mario Bergoglio ha afirmado, en su exhortación apostólica «Evangelii Gaudium» que, el mercado mata.
El actual Papa se pronunció en repetidas ocasiones sobre el capitalismo condenando sus postulados por más que vivamos en un mundo donde esa postura es en gran medida inexistente debido a los endeudamientos estatales astronómicos, las manipulaciones monetarias colosales, las cargas tributarias insoportables, las regulaciones asfixiantes en un contexto de muchos empresarios prebendarios que en alianza con el poder de turno explotan miserablemente a sus congéneres.
A pesar de todo esto el Papa ha escrito en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium que el mercado mata. En este contexto, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe: “animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’”. ¿El Pontífice está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y la han adquirido lícitamente? El respeto a la propiedad privada constituye parte del basamento moral de la sociedad libre que recogen los mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos, a contracorriente de la propuesta central de Marx de abolir la propiedad.
El Papa Francisco suscribe la caricatura de la figura del “derrame” como si el incremento en los ingresos de los más necesitados se asimilara a las migajas que caen de la mesa de los ricos, en lugar de percatarse que se trata de un proceso en simultáneo como consecuencia del incremento en las tasas de capitalización proveniente del ahorro, fruto a su vez de un sistema en donde el empresario que acierta en las preferencias de su prójimo obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos sin los desatinos políticos de “salvatajes” a empresarios ineptos e irresponsables.
Uno de los mentores del actual Papa ha sido Monseñor Enrique Angelelli –ahora beatificado– que celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros. Entre los primeros actos de este pontificado se encuentra la concelebración con el Padre Gustavo Gutiérrez, en San Pedro, el creador de la denominada “teología de la liberación” quien adhiere enfática y reiteradamente al marxismo en su muy difundido libro Teología de la liberación. Perspectivas.
En las visitas del Papa a Chile y Perú, en el primer caso también condenó el libre mercado. En el segundo caso el Papa en el Palacio Episcopal de Lima aludió al “capitalismo liberal deshumano” que, según el Pontífice, es lo que hace daño en nuestra región y en otras partes del mundo.
También se ha embarcado en actitudes muy cuestionadas en Cuba al visitarlo a Fidel Castro fuera de protocolo y sus reflexiones sobre el sistema imperante, su visita a Evo Morales en Bolivia y el recibimiento de la cruz marxista y las alabanzas a los tercermundistas en Paraguay, en línea con su declarada admiración al socialista argentino Padre Carlos Mugica y al salvadoreño de la igual filiación Monseñor Oscar Romero (ahora también beatificado).
En este sentido es oportuno reproducir una cita que recoge preocupaciones aun antes del actual pontificado y en pleno resurgir de las propuestas iniciadas primero en Medellín y más adelante en Puebla, expuestas por el sacerdote polaco Miguel Poradowski –doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología– quien escribe en su libro El marxismo en la Iglesia que “No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan algún sacerdote que predica en el templo, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido. Desagraciadamente no es así. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensado ingenuamente que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradicional y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia”.
En 2015 después de los ejercicios espirituales de cuaresma el Papa dijo en el Aula Pablo VI frente a la Confederación de Cooperativas Italianas que “el dinero es el estiércol del diablo” (seguramente no se refería al Banco del Vaticano). Y al año siguiente, el 11 de noviembre de 2016, en una entrevista al diario italiano La Repubblica aseveró que “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”. Es indispensable la crítica oportuna, si fuera por los que hacen oídos sordos aun estaríamos con los Borgia puesto que con los fanáticos no hay salida posible. Como antes he recordado, en su respuesta a Gladstone el Cardenal Newman propuso un brindis: “primero por la conciencia y luego por el Papa”.
Por razones que son del dominio público a raíz del coronavirus se ha pospuesto la reunión convocada por el Papa en Asís que como se ha anunciado es para volver a la carga con lo dicho y escrito hasta ahora por el Pontífice en cuyo contexto se alaba la pobreza material y simultáneamente se la condena. La alabanza a la pobreza material –a diferencia de la bíblica pobreza de espíritu– por una parte conduce a que se rechace la caridad puesto que mejora la condición del receptor lo cual los haría menos pobres y, por otra, si se acepta que los pobres en el sentido crematístico ya estarían salvados la Iglesia debería concentrarse solo en los ricos pues los primeros ya tendrían asegurado un destino muy satisfactorio.
Ahora con motivo del Domingo de Ramos, el Papa acaba de decir que “la gran mayoría son pobres víctimas de las políticas financieras y económicas” pero lo que no dice es que esas políticas estatistas son en parte fruto de sus recetas y no de su criticado capitalismo.
Descuento que el Papa está imbuido de las mejores intenciones y propósitos y se que es una persona bondadosa, pero a estos efectos las intenciones y la bondad de la persona no son relevantes, lo importante son los resultados de las políticas que se aconsejan y llevan a cabo. En este cuadro de situación, por último, es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.
Es como ha señalado en El espíritu del capitalismo democrático Michael Novak (uno de los principales responsables de la redacción de la sección 42 de Centesimus Annus) “La tradicional ignorancia de los católicos sobre la moderna economía puede, de hecho, tener más que ver con la razón de la pobreza latinoamericana que ningún otro factor”.
Publicado con permiso de La nación. Por: Alberto Benegas Lynch.
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