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Si finalmente el Rey de España, Don Felipe VI se inhibe y deja hacer a los capos, oligarcas y caciques de los partidos políticos para que nombren a un canalla para presidir el gobierno… ¿Para qué sirve, entonces, tener un Rey?

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

“Cuando a uno se le ocurre la idea de aproximarse a la Historia de España y rememorar lo ocurrido en los últimos siglos, estudiar la política española y a sus “políticos”, acaba observando, llegando a la conclusión de que la Nación Española -sí, ESPAÑA, ese lugar del que los “estepaisanos” no desean acordarse y menos nombrar- está subyugada como si fuera una mula atada a una noria, girando y girando, … sin parar, dando vueltas y más vueltas, sin poder avanzar, siempre caminando en círculos, sobre el mismo terreno, siempre tropezando en las mismas piedras, incluso tomándole gusto a caer y volver a levantarse.
Sí, da la impresión de que los españoles estamos amarrados a los mismos problemas desde hace más de un siglo. Cada cierto tiempo vuelven a reabrirse los mismos debates, a aparecer y desaparecer (como el río Guadiana), y vuelta a empezar: que si monarquía o república, que si estado unitario o estado «de las autonomías», que si somos aliados de tales o cuales naciones y luego dejamos de serlo, que si seguimos con concordato con la Santa Sede, o se abole, que si continuamos con un régimen de economía de mercado o, por el contrario, implantamos un régimen intervencionista con planificación centralizada de la economía, que si enseñanza y sanidad privadas o sanidad y enseñanza públicas… que sí…
Es inaplazable que en España se emprenda una cirugía regeneradora, de manera que la “res publica” esté gestionada por personas decentes que aspiren a servir a los españoles y no a servirse, a saquearlos y a parasitar de ellos”.

Estas palabras son de la contraportada del primer tomo de mi libro «ESPAÑA SAQUEADA: POR QUÉ Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ… Y FORMA DE REMEDIARLO». Mi libro tiene el subtítulo «España está encanallada, ¿quién la desencanallará? El desencanallador que la desencanalle, buen desencanallador será» y lo subtitulo así precisamente porque, tras hacer un diagnóstico minucioso de los males que aquejan a España y proponer remedios -que haberlos haylos- mi intención evidente es que mi libro sea un aguijón que haga levantarse a un desencanallador que ponga en marcha el proceso de regeneración que España necesita. ¿Quién mejor que nuestro Rey para iniciar el proceso de desencanallamiento del que está urgentemente necesitada nuestra Patria? ¿Qué mejor momento que el actual en el que el gobierno está en funciones, tras la convocatoria anticipada de elecciones, y que hay que elegir un nuevo gobierno y Don Felipe tiene la llave que abre la puerta a nombrar un nuevo presidente?

Estamos, sin duda, ante una situación de emergencia similar a la que llevó al padre de nuestro actual Rey, en febrero de 1981, a tomar las riendas y ejercer de Rey, ejercer de Jefe del Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas Españolas. A diferencia de entonces, Don Felipe no tendría que recurrir a una acción excepcional, no prevista en la Constitución y las leyes; bastaría con que hiciera uso de la potestad que le otorga la Constitución Española de 1978 a la hora de proponer al Congreso de los Diputados al candidato para presidir el Gobierno de España que él considere más idóneo, más capacitado, más decente, más sabio y que, en verdad, tenga previsto llevar a cabo la cirugía regeneradora que España necesita con urgencia. E insisto: no es preciso que sea ni diputado ni miembro de algún partido político. puede ser una persona independiente, es más, posiblemente es la única manera de encontrar a alguien con experiencia probada de gestión de dineros ajenos de forma exitosa…

Vengo repitiendo, hasta el hartazgo, desde el día siguiente al de las elecciones generales de 23 de julio de 2023 que, si Don Felipe actuara del modo que yo propongo, lo haría de forma escrupulosamente legal, legítimamente y nadie debería reprochárselo… Las reacciones han sido múltiples, desde la incredulidad a la desaprobación, pasando por el aplauso entusiasta de buenos españoles que consideran que la Patria está en grave peligro y que nuestro Rey debería acudir a salvarla. Dejemos a un lado a los ignorantes que dicen cosas tales como no me lo creo, o no es posible, sin más…

Quienes desaprueban la intervención de nuestro Rey argumentan (es un decir) que nunca se ha hecho tal cosa y que Don Felipe es una figura decorativa que ha de actuar al dictado de los partidos políticos con representación en el Congreso de los Diputados y que debe cumplir con el protocolo y que no debe ejercer ninguna acción «ejecutiva», que debe ser obediente y resignarse a realizar la labor de florero que los partidos que se han ido turnando en el poder durante medio siglo le han asignado. Según los que pretenden que nada cambie, Don Felipe debe hacerse el Don Tancredo, permanecer impasible, como convidado de piedra, limitarse a ser un invitado incómodo, marginado, anacrónico, fuera de lugar, sin voz en la fiesta, ya que nadie lo ha llamado para que participe, de forma activa en un aquelarre respecto del cual debe permanecer al margen. Algunos incluso añaden que si Don Felipe tiene la osadía de ejercer de Rey de España habría que buscar la manera de derrocarlo o hacer que dimita y se exilie como su bisabuelo Alfonso XIII.

El Don Tancredo, o la suerte de Don Tancredo, era un lance taurino con cierta afición en la primera mitad del siglo XX. Consistía en que un individuo que hacía el Don Tancredo, esperaba al toro a la salida de chiqueros, subido sobre un pedestal situado en mitad del coso taurino. El ejecutante iba vestido con ropas generalmente de época o cómicas, y pintado íntegramente de blanco. El mérito consistía en quedarse quieto ya que el saber de la tauromaquia afirmaba que al quedarse inmóvil, el toro creía que la figura blanca era de mármol, y no la embestía convencido de su dureza, y que si embestía contra ella se rompería los cuernos.

Como vengo diciendo desde hace semanas, la Constitución Española de 1978 tiene previsto que, ante situaciones tales como la que sufrimos en la actualidad, para evitar que se acabe implantando la dictadura de una muchedumbre ruidosa que pretende destruir España y acabar con el régimen constitucional, con la separación de poderes (mejor dicho, lo poco que aún queda de ella), intervenga el Rey de España y proponga al Congreso de los Diputados un gobierno de salvación nacional, presidido por una persona decente, sabia, experimentada y que no tenga pretensión de hacer carrera de la política, acrecentar su patrimonio, servirse de los españoles, etc. sino todo lo contrario, para que nos saque del atolladero. Y, como decía en uno de mis últimos artículos, que el Rey de España no haya hecho uso de su prerrogativa, hasta ahora, no significa que no pueda, que no sea posible o no sea escrupulosamente legal.

En fin, está de más marear la perdiz… Si nuestro Rey no acaba actuando, le dará la razón a quienes afirman sin rodeos que Don Felipe es un florero, un calzonazos, un pelele, que no sirve para nada… Pues sí, si nuestro Rey no interviene, no ejerce de Jefe del Estado, entonces ¿para qué sirve?

También hay quienes afirman que Don Felipe es un fiel servidor, un sumiso lacayo de la «Agenda 2030» y que es impensable que desobedezca a sus amos…

Lo que sí es evidente es que si Don Felipe no actúa y permite que vuelva a hacerse con el poder un canalla como Pedro Sánchez, apoyado por terroristas, socialistas, separatistas, comunistas, todos ellos enemigos de España, sólo podrá calificársele de cómplice, sin excusa de clase alguna y estará cavando su propia tumba…

Existe una leyenda que afirma que el General Francisco Franco, cuando en el consejo de ministros se suscitaba una discusión acalorada, que no conducía a ninguna parte, siempre acababa dándoles un consejo para dar por terminada la polémica: «Hagan como yo, no se metan en política… dedíquense a esquiar, cazar, montar en yate..»

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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