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¿Sirven para algo las Elecciones Europeas del 9 de junio o son un timo?

CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS

Según afirman los medios de información «política y socialmente correctos» las elecciones al Parlamento europeo del 9 de junio son las más cruciales de la historia de la Unión, marcarán una legislatura incierta en la que el proyecto comunitario está en juego. Los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas afirman que serán un plebiscito para el futuro de una UE que, al parecer está amenazada desde fuera, y, además, señalan que también lo está desde dentro, por el enemigo interno: los populismos, el euroescepticismo y los ultras – nunca dicen en qué consiste tal cosa que llaman «ultras», sólo etiquetan así a quienes pretenden desprestigiar, criminalizar, caricaturizar, etc.-

Los trovadores, opinadores, tertulianos, «politólogos» y «todólogos» también añaden que Europa tiene que optar por la desigualdad o la igualdad, porque se continúe, o no, con el estado del bienestar, el acceso a una vivienda digna… y avisan de que la Unión Europea corre el riesgo de convertirse en irrelevante si algunos no le ponen remedio, emprendiendo determinadas reformas… Aunque, lo mismo que avisan de que no hay que votar a la «extrema derecha», tampoco explican por qué y cómo puede la UE convertirse en irrelevante y perder peso e influencia a escala mundial, ni qué reformas habría que emprender…

Los mismos que alertan del auge de la extrema o ultraderecha, son los que hablan de que las más recientes encuestas y estudios de opinión concluyen que se va a producir un enorme ascenso de tales «fuerzas reaccionarias», hasta el extremo de que pueden llegar a desplazar como tercera fuerza a los liberales y que esos malvados tratarán de hacerse notar en la agenda del Parlamento Europeo para que se realice una política migratoria todavía más dura (al parecer ésta ya es demasiado «dura»), o aparcar sine die, o para siempre las políticas verdes y contra «el cambio climático», o de «género»… Ya digo, es que son unos malvados a los que hay que frenar como sea, «fascismo puro y duro», o como dice Peter Pan Sánchez y quienes corean sus eslóganes «la fachosfera y el fango».

Quienes se hacen llamar «progresistas» y sus medios afines, generosamente regados con fondos públicos, también afirman, temerosos, que los partidos como el PP español pueden acabar rompiendo las alianzas que mantienen con ellos en la actualidad y acabar pactando con la «extrema derecha» lo cual, según ellos puede ser terrible, el acabose…

Siguiendo en la dirección anteriormente apuntada de que las Elecciones al Parlamento Europeo son especialmente importantes, añaden que el embuste de que los eurodiputados velan por los intereses de la ciudadanía, garantizan el funcionamiento democrático de otras instituciones de la Unión Europea y promueven los derechos humanos dentro y fuera de la Unión... y no se les cae la cara de vergüenza ni se ponen colorados.

Como ya afirmé no hace mucho, las Elecciones al Parlamento Europeo son una farsa, pero, además una farsa muy costosa que supone para los europeos un derroche, un despilfarro absolutamente innecesario…

Según los presupuestos -oficiales- de la Unión Europea, el coste de los gastos del Parlamento Europeo previsto para el presente año, 2024 es de 2.383.401.312 Euros, o sea DOSMIL TRESCIENTOS OCHENTA Y TRES MILLONES CUATROCIENTOS UN MIL TRESCIENTOS DOCE EUROS.

De los 2.383.401.312 Euros, un 35% está destinado a gastos de personal, un 27% va a gastos de diputados (salarios, gastos de viajes, despachos, remuneración sus asistentes, etc.) y el resto se destina a costes de interpretación, traducción externa y gastos de misión para el personal. El PE tiene en plantilla a cerca de 700 traductores y a 430 intérpretes, y además suele recurrir a 2.500 intérpretes autónomos, necesarios para traducir las 24 lenguas oficiales que se hablan en la cámara.

Las elecciones que se realizarán entre el 6 y el 9 de julio, no tienen otro objetivo que hacer creer a los europeos que la U. E. es una entidad «democrática», en la que los ciudadanos tienen capacidad de participar en la elección de sus representantes… de alguna manera participan en la toma de decisiones. Es por eso que periódicamente se realizan elecciones.

La mayoría de los europeos ignoran que el Parlamento Europeo no cuenta con las mismas competencias, ni remotamente, que los parlamentos nacionales.

La realidad es que el Parlamento Europeo apenas sirve para nada y su única utilidad es esa: hacer creer a los ciudadanos de la U. E. que tienen capacidad de decidir y que su participación es determinante a la hora de elegir a sus «representantes» … que, a su vez, supuestamente deciden las normas que obligan a los ciudadanos europeos, y bla, bla, bla… lo cual es absolutamente falso.

El poder de decisión del Parlamento Europeo es muy limitado: los eurodiputados sólo votan los proyectos de leyes ya redactados por la Comisión Europea.

Desde que fue creada, la Comisión Europea, que es el Gobierno Europeo, la cual ostenta el poder ejecutivo y la iniciativa legislativa, se encarga de elaborar la legislación, aplicar decisiones ejecutivas y dirigir la administración comunitaria. Pero, en realidad es únicamente la correa de transmisión de la OTAN en las instituciones europeas y se apoya simultáneamente en el Consejo Europeo –que reúne a los jefes de Estado y/o de gobierno de los países miembros de la UE– y en los dueños de empresas europeos (BusinessEurope).

Los eurodiputados sólo pueden emitir «resoluciones», aprobadas por mayoría simple, que expresan opiniones, opiniones que nadie lee y que nadie trata de convertir en acciones concretas. Dado el hecho que la mayoría de los eurodiputados son atlantistas, las opiniones expresadas en esas resoluciones reproducen la propaganda de la OTAN.

Tradicionalmente, las elecciones europeas sirven de válvula de escape para las tensiones existentes en los diferentes Estados miembros de la UE. Por esa razón, los gobiernos siempre temen lo que pueda pasar en esa consulta y favorecen una multiplicación de listas alternativas en los territorios de sus adversarios políticos. El resultado de esa estrategia es una impresionante multiplicación de la cantidad de listas –en Francia 21, en España 34 candidaturas ¡y en Alemania 35!

Las elecciones europeas se hacen siempre mediante la presentación de listas electorales por cada partido, pero cada país tiene su propio sistema de escrutinio. En la mayoría de los casos se trata de listas “cerradas”, como en el caso de España. En otros países, como en Irlanda y en Malta, los puestos disponibles se disputan uno por uno, lo cual reduce el papel de los partidos. Otros países practican el sistema de listas “abiertas”, donde cada partido presenta una lista de candidatos, pero los electores pueden modificar el orden de los candidatos en la lista, como en Suecia y en Bélgica. En Luxemburgo, los electores pueden escoger candidatos en listas diferentes. Cada uno de esos sistemas tiene sus ventajas e inconvenientes…

Los tratados sobre la creación de la Unión Europea preveían la creación de partidos “europeos”. Pero en la práctica no se han creado partidos a escala internacional… lo cual indica que no existe un “Pueblo europeo» ni nada que se le parezca.

Como resultado de ello, en cada país miembro de la UE, se invita los partidos nacionales a reunirse en alianzas por tendencias, afinidades, o «ideologías»; cada una de esas alianzas europeas elige a su candidato a la presidencia de la Comisión Europea, el puesto que hoy ocupa la alemana Úrsula von der Leyen.

Ese modo de elección indirecta se estableció en 2014. En la práctica, ya se sabía de antemano cuál era la “coalición” más importante. Así que Jean-Claude Juncker, y después la señora Úrsula von der Leyen, ya estaban designados de antemano… antes de que su coalición obtuviese una mayoría relativa.

Lo que venimos hablando es algo que escapa totalmente a la comprensión de los electores. Estos pueden pensar, con cierta lógica, que “en la unión está la fuerza”, pero ciertamente todavía no perciben lo que significaría para ellos la desaparición de las prerrogativas nacionales de los Estados, que sería de hecho la desaparición de los propios Estados. En este momento, la Unión Europea ya no es democrática. Pero el “Estado Europeo” sería aún menos democrático, en el sentido de que los ciudadanos no tendrían ninguna capacidad de decidir en lo que concierne a sus vidas cotidianas, pues desembocaría en la plena renuncia a las soberanías de las naciones miembros de la U. E.

La interrogante fundamental del momento, aunque nadie la menciona, es la siguiente: ¿Deben las poblaciones de los diferentes países miembros de la Unión Europea formar, sí o no, un Estado único, ¿aunque hasta ahora no constituyen un solo Pueblo?

Dicho de otra manera: ¿Aceptarán esas poblaciones que les impongan decisiones tomadas por una mayoría de “regiones” (ya no se podría hablar de “países” ni de “¿Estados” miembros), con intereses y visiones diferentes a los de su propia “región”?

Esta problemática ya fue planteada explícitamente, en 1939, por el canciller alemán Adolf Hitler, quien pretendía crear una “Gran Alemania”, con todos los pueblos germanoparlantes, mientras que alrededor de esa “Gran Alemania” gravitaría una constelación de pequeños Estados europeos, creados cada uno para una etnia. Después de la caída del Reich, en 1946, el primer ministro británico, Winston Churchill, deseaba la creación de los “Estados Unidos de Europa” –entidad en la que sin embargo el Reino Unido se cuidaría mucho de participar. El objetivo de Churchill era que el Reino Unido tuviese en Europa un solo interlocutor, que nunca llegara a poder rivalizar con el poderío británico. Aquel proyecto tampoco llegó a realizarse, en su lugar apareció un “mercado común”, pero hoy la Unión Europea actual vuelve a retomar aquel rumbo.

En el plano económico, la Unión Europea se dirige hacia la especialización de cada uno de sus miembros en una actividad precisa. Por ejemplo, Alemania se dedicaría al sector automovilístico, Francia a los artículos de lujo y Polonia a la producción agrícola. Pero, ¿qué pensarían de eso los agricultores alemanes y franceses? ¿Qué pasaría cuando se viesen sacrificados, al igual que los cuadros y trabajadores de la industria automovilística polaca?

En cuanto a la política exterior y la defensa, la Unión Europea ya está aplicando la doctrina atlantista, de la OTAN. O sea, la UE defiende las mismas posiciones que Washington y Londres. Pero esa línea sería impuesta a los pueblos de todos los miembros de la Unión, incluyendo a los húngaros, que hoy se niegan a convertirse en “antirrusos”, y al gobierno de España que niega su apoyo al Estado de Israel. Según los tratados, la OTAN es responsable de la defensa de la Unión Europea.

Durante la presidencia de Donald Trump, los EEUU exigían que los europeos asumieran por entero el costo de la defensa de Europa y que aumentaran sus presupuestos militares hasta dedicarles al menos un 2% de su PIB, para que la defensa de los europeos no costara ni un centavo a los estadounidenses. Hasta hoy, sólo 8 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea han cumplido esa exigencia de Washington, planteada a través de la OTAN. Si la UE se convirtiese en un solo Estado, ese deseo de Washington se convertiría en una obligación para todos los europeos. Para ciertos Estados, como Italia, España y Luxemburgo, eso implicaría una súbita reducción de los fondos disponibles para los programas sociales nacionales. Es poco probable que ciudadanos afectados estén de acuerdo con eso.

Está, además, el caso particular de Francia, país miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y que dispone de la bomba atómica. Francia tendría que poner esas prerrogativas al servicio del Estado único europeo, abriendo así la posibilidad de que el Consejo Europeo las utilice en contra de las opiniones e intereses de los franceses. También parece difícil que los franceses, acepten tal cosa sin rechistar.

En todo caso, el Estado-Europeo –téngase en cuenta que no estamos hablando del continente europeo sino de los países miembros de la Unión Europea– sería en realidad un imperio, aunque una parte de su territorio –el norte de Chipre– vive desde 1974 bajo la ocupación turca, lo cual tampoco parece preocupar demasiado a la U.E.

Ninguno de esos problemas es nuevo. Pero son esos problemas los que llevaron a que ciertos políticos, como el general Charles de Gaulle, aceptaran el “mercado común” mientras que rechazaban la “Europa federal”. Los dirigentes atlantistas europeos tienen todas esas cuestiones en mente, pero no sucede lo mismo con los ciudadanos que ellos supuestamente representan, así que esos dirigentes harán todo lo posible para ocultar esos problemas a los electores europeos en plena campaña electoral.

A esos problemas políticos se agrega otro, de naturaleza organizativa: La era industrial deja hoy su lugar a la era de la informática y de la inteligencia artificial. En lugar de las organizaciones verticales del inicio del siglo XX, hoy se imponen, tanto en la economía como en la política, las organizaciones horizontales en red. Por esa razón, para empezar, el modelo vertical del futuro Estado-Europeo, de planificación centralizada, ya ha quedado obsoleto, cuando ese Estado-Europeo ni siquiera se ha instaurado todavía. Todos los que conocen la enorme y pesada maquinaria administrativa-burocrática característica de la Unión Europea ya han podido comprobar que esta no logra, a fin de cuentas, otra cosa que obstaculizar el crecimiento económico que supuestamente debería estimular. En este momento, la Unión Europea se ha quedado muy por detrás de China, de Rusia y de Estados Unidos. El proyecto federal en definitiva no sólo no le permitirá volver a levantarse, sino que le hará perder todavía más terreno ante las potencias emergentes.

Podría pensarse que los partidarios del Estado-Europeo deberían estar interesados en estimular la más amplia participación de las poblaciones para legitimar su proyecto. Pero, se acabará comprobando que no es así, puesto que en esta campaña electoral europea nadie hablará del proyecto de federalización de la UE.

Los capos de las diversas agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos, sus dirigentes, están dejando ese tema para más tarde, para abordarlo cuando Mario Draghi -que se da por seguro que será el sustituto de Úrsula von der Leyen- ya se haya aupado a la presidencia de la Comisión Europea.

La tarea en la que están ocupados los capos de las agrupaciones mafiosas que pretenden seguir saqueándonos y parasitando de nuestros impuestos es destacar que la U. E. organiza elecciones –lo cual supuestamente bastaría para convertirla en “democrática”–, pero a la vez tratan de garantizar que participe la menor cantidad posible de gente.

Es muy posible que la participación en toda la Unión Europea esté por debajo de la mitad de los electores.

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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