JOSÉ LUIS MONTESINOS
La sumisión química se abre paso este verano firmemente. Entre la medio olvidada guerra de Ucrania y los estrepitosos fracasos del gobierno español en todos los campos en los que mete la zarpa, esta nueva modalidad de abuso copa titulares cada vez con mayor frecuencia.
Me permito poner en cursiva el sustantivo, porque junto a las noticias que hablan del número de pinchazos recibidos por jóvenes que salían a disfrutar de la noche estival se agolpan los que aseguran que, en la mayoría de los casos y una vez efectuados los análisis correspondientes, de trigo no se ha encontrado grano químico alguno.
SE PRECISAN GOBIERNOS FRANCOS, SERIOS, QUE DIGAN LAS COSAS COMO SON Y QUE NO ALIMENTEN LA PSICOPATÍA SOCIAL
No es mi intención quitar hierro al asunto. El mundo está lleno de idiotas, puesto que todos lo somos de vez en cuando y de malvados personajes sin escrúpulos que, amparados por la oscuridad, el ruido o una criminal desfachatez buscan su propio beneficio sin importar las consecuencias que acarree. A esto hay que añadir lo evidente. Si hablamos de sustancias avanzadas, quizá poco convencionales, las analíticas pueden estar escarbando en el agujero que no es. En cualquier caso, parece mayor la psicosis que la propia realidad del asunto.
Es importante contextualizar para conocer la realidad. Puede que España sea un país lleno de un montón de bromistas de pésimo gusto y puede que a esto se sume una sociedad que está empezando a acostumbrarse al terror, a la neura y a vivir con los nervios a flor de piel. Seguramente haya un poco de todo esto. Lo que llama poderosamente la atención es que tantas y tantas denuncias sean fruto de no se sabe qué.
En este caso, me parece positivo que algunos medios se esfuercen en aplacar el miedo dando buena cobertura a las pesquisas policiales que determinan que de lo dicho no hay nada, pero parece que ese miedo sigue sometiéndonos como sociedad mientras crece a diario el número de sustos. No puedo dejar de preguntarme cuantos de ellos provienen de la imaginación de un puñado de jóvenes a las que no se ha enseñado a desenvolverse por sí mismas, a las que se ha criado como víctimas, que han crecido creyendo que el mundo les debe algo porque sus las madres de sus abuelas no podían abrirse una cuenta corriente.
Ante todo esto, gobiernos como el de Cataluña ya están empezando a insinuar medidas extremas y por supuesto nada razonables. Saltándose, como es habitual en nuestros liberticidas aforados, la presunción de inocencia, pretenden cachear a quien se les antoje. Es aquí donde las alarmas se disparan y se pone de manifiesto el normal actuar de nuestros chapuceros caciquillos.
Venimos de tiempos complicados, de horas de muertes y duelo de las que todavía no nos hemos recuperado al cien por cien, sobre todo económicamente. Se precisan gobiernos francos, serios, que digan las cosas como son y que no alimenten la psicopatía social. No digo ya gobiernos pro-Libertad, porque eso parece una quimera que no alcanzaremos en esta vida. Sin embargo, basta que algo, por poco claro que esté, salga a la luz para aplicar el rodillo liberticida y a muchos votantes, con ello, les hacen palmas las orejas.
Fomentar el miedo y conseguir sumisión. Se valen de un natural cambio climático o de una pandemia. También de la sumisión química. Se apoyan en mentes vaciadas a base de una no-educación alienante. Yo compruebo a diario, prácticamente, lo mal que leemos y escribimos. Somos capaces de hacer mil memes e incapaces de redactar mil palabras para alumbrar un argumento complejo.
Todas estas cuitas me recuerdan al invierno glaciar de los años 70 o la lluvia ácida de los 80. Gripes ha habido porcinas, aviares o del mono. A veces, el miedo está perfectamente justificado, no hay más que ver lo que hemos pasado, los años de plomo de ETA y de tantos movimientos terroristas que han existido y existen por el mundo, pero la sumisión no debería tener cabida. Olvidamos con demasiada frecuencia que esos que quiere pisotearnos son nuestros empleados.
Espero honestamente que todo esto de la sumisión química tenga más de ruido que de realidad, porque como acabamos de enunciar, cualquier escusa es buena para recortar nuestras libertades. El miedo es una reacción natural que nos advierte del peligro, pero jamás debe convertirse en algo que nos paralice y elimine la acción. El miedo jamás debe someternos.
FUENTE: https://disidentia.com/sumision/
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