JAVIER TORRES
Terrorismo machista, terrorismo climático, terrorismo laboral, terrorismo económico, terrorismo homófobo, terrorismo reaccionario… En las últimas décadas asistimos a una ofensiva total de la izquierda para dominar el lenguaje. Aunque esta práctica no es nueva, hay una persistencia en el empleo del término terrorismo contra todo aquello que cuestione alguno de los dogmas progresistas. Es la misma táctica que se sigue con los delitos de odio: quien refute todo lo que no gusta a la izquierda es delito de odio.
FUENTE: https://gaceta.es/espana/sanchez-califica-de-fallecimiento-el-asesinato-a-manos-de-los-terroristas-de-hamas-de-la-sevillana-maya-villalobo-20231012-0519/?scroll-event=true
Como bien sabía Gramsci, la realidad está definida con palabras, por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad. Zapatero llamó «hombre de paz» a Otegui cuando el Gobierno socialista negociaba con ETA. El líder de Batasuna había sido condenado, entre otros delitos, por el secuestro del responsable de Michelín en Vitoria, Luis Abaitua, por enaltecimiento del terrorismo o inducir los actos violentos de una huelga convocada por la muerte de dos etarras.
En los últimos días asistimos a la resistencia de distintos líderes de la izquierda a usar el término «terrorismo» para referirse a los ataques de Hamás a Israel que han costado la vida a más de 1.200 personas. A Errejón, tan preocupado por la salud mental, le preguntaron en RNE si considera a Hamás un grupo terrorista. Su respuesta fue de politólogo del campus de Somosaguas: «La definición de cuál es o no es una organización terrorista tiene que ver con una pelea política».
El canal de televisión del maestro de Errejón, Pablo Iglesias, también elude la palabra. Para ellos Hamás es «un partido político que gobierna Gaza». Este retorcimiento del lenguaje es una de las armas que la izquierda mejor emplea para transformar la realidad y, por tanto, dominar la política. Si matar, violar, secuestrar o decapitar bebés no es terrorismo, ¿qué es entonces el terrorismo?
Si atendemos a lo que la izquierda ha calificado de terrorismo en los últimos años encontramos apellidos de los más variopintos. Hay «víctimas del terrorismo del capital», que es como Enrique Santiago comentó el suicidio de un hombre que iba a ser desahuciado en Badajoz. El secretario general del PCE acuñó “terrorismo doméstico” y «machismo asesino» para referirse al asesinato de mujeres a manos de sus parejas. También calificó al líder opositor venezolano Leopoldo López de haber sido procesado por «golpismo y terrorismo».
En 2011, Enrique Santiago se hizo eco de la reflexión del abogado José Luis Pitarch, durante unas jornadas celebradas por IU: «Terrorismo laboral es dejar a un padre sin recursos para alimentar a sus hijos». Más tarde habló de «terrorismo económico» cuando Merkel descartó una posible flexibilización del plan de rescate griego y de “terrorismo patronal” para referirse a los accidentes laborales. Una vez usó el término terrorista en el contexto del conflicto palestino-israelí, cabe intuir en qué sentido: «Israel y su práctica terrorista de masacrar en la noche. La oscuridad dificulta rescate».
Íñigo Errejón también alberga un largo historial en el uso del sustantivo terrorismo, aplicado al medioambiente, la violencia doméstica o incluso en la famosa denuncia falsa del gay de Malasaña. “Magnífico, duro y necesario programa de Salvados sobre las condiciones culturales que incuban el terrorismo machista”; “es urgente que el Gobierno central envíe todos los refuerzos disponibles para hacer frente al terrorismo medioambiental que quema Galicia”; “ocho encapuchados agreden y graban la palabra ‘maricón’ en el glúteo de un joven de 20 años con una navaja. Se llama terrorismo homófobo”.
Además, en 2020 llamó “terrorismo reaccionario” al asesinato de 11 personas en bares de mayoría kurda en la ciudad alemana de Hanau. Nada de eso apreciamos el pasado viernes, día sagrado para el islam, cuando un profesor fue degollado al norte de Francia al grito de “Alá es grande”. El terrorista islámico entró en el colegio el día en que Hamás invitó a todos los musulmanes a una “jornada de ira”. Nadie en la izquierda española condenó los hechos. Ni Sánchez, que ese día se reunía con Bildu, ni Yolanda Díaz o Rufián.
El empleo, por tanto, de la palabra terrorista no obedece a razones objetivas, sino políticas, con el fin de arrinconar al rival. Si cualquier cosa es terrorismo entonces nada lo es, por eso un criminal como Otegui le pide ejemplaridad a Luis Rubiales y dice que alguien así está “deslegitimado absolutamente” para presidir cualquier tipo de institución.
Es la misma razón que explica que Jordi Évole se niegue a llamar asesino o terrorista a Josu Ternera. «Militante fanático», calificó al responsable de al menos 11 asesinatos. Este es el marco donde operamos.
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