Todas putas… menos mi madre y mi hermana.

La semana pasada les hablaba de la ventana de Overton: el marco mental de una sociedad según el cual hay ciertos asuntos que no son planteables en la esfera pública. Antonio Naranjo amplió esta ventana de forma notable – y con gran apoyo en redes sociales – al llamar lerda a una activista que afirmaba que todos los hombres son violadores en potencia.

El silogismo de esta mujer –muy extendido, por cierto- consiste en lo siguiente: casi todos los violadores son hombres, por lo que todo hombre es un violador en potencia. Don Antonio hizo un ejercicio de pedagogía: usted es lerda por plantear por esto, pero no por esto pienso que todas las mujeres son lerdas. Muchas botellas se descorcharon en casa, donde reside la opinión pública, no la opinión publicada. Me alegré. Me alegré por lo que me pareció relevante: ¿por qué la gente ha normalizado que un hombre tenga que soportar con estoicismo que lo llamen violador en potencia?

Ninguno, hasta Naranjo, había reaccionado en términos similares. ¿Resulta dicha salida del armario positiva? Depende. No creo que a mi compañero de sección le guste tener que discutir en estos términos tan lamentables. Quiero creer que todos a los que nos llega suficiente sangre al cerebro como para controlar esfínteres preferimos limitarnos a argumentar, sin necesidad de esta pedagogía del escándalo (del escándalo para quien se indigna, por supuesto). La pregunta es, ¿cómo deberíamos plantar cara en estas situaciones? Los platós de TV son a la inteligencia lo que MacDonald’s a la delgadez. ¿Necesitamos, en determinados momentos, situarnos en ese nivel? En este caso, creo que es necesario, que fue necesario. No todo el mundo es capaz de entender un silogismo sencillo, pero todo mayor de 18 años tiene derecho a voto. Hay que adaptar ciertos mensajes.

Pero. Siempre hay un pero. No todo el mundo en el progresismo es Julia Salander, la activista, la lerda. Proclaman idioteces como las de Julia, pero de forma sofisticada, capaces de confundir a quien no sepa a lo que se enfrenta. Esta gente tiene su público, y no basta con ellos el argüir contra ejemplos sencillos, como el de que no todas las mujeres son lerdas, aunque Julia -una mujer- lo sea.

Ejemplo. Se lleva responder ahora que el número de mujeres que ejercen la prostitución es más elevado que el de violadores varones, ergo las mujeres somos más putas en potencia que violadores son los hombres. Error. Ante esto, una feminista avispada les responderá que la prostitución existe porque son hombres los que la demandan. Y ya nos han «pillao», en apariencia, «con el carrito del helao». En apariencia, pues el argumento es falaz: de nuevo, el hecho de que la mayoría de puteros sean hombres no significa que la mayoría de los varones vaya de putas.

Hay realidades que se imponen, y en función de nuestro interlocutor es mejor adaptar las estrategias. Si estamos ante una feminista que, además de afirmar que todos los hombres son violadores en potencia, es de las que claman contra el racismo y la islamofobia, quizá sea preferible preguntarle por el potencial peligro que implica determinado tipo de inmigración. Puede ayudar el mostrar porcentajes de delitos sexuales que cometen ciudadanos como Antonio Naranjo frente a los de un Mohamed de veinte años recién llegado desde un país y una cultura con ideas sobre la mujer muy diferentes a la nuestra. ¿Admitirá que hay más probabilidad de ser violada por uno que por otro?

En todo caso, ¡cuidado con reducir todo a la mera dialéctica y retórica, al efectismo y al zasca que tanto gusta en redes! Toda aberración tiene su versión especular: sólo en apariencia son opuestas, pero en el fondo son lo mismo, estupidez revestida de ideología pseudo intelectual. Si nos limitamos a jugar a quién resulta más rápido e ingenioso, es probable que se abran camino movimientos puramente reactivos: misóginos hastiados de hembrismo, racismo auténtico ante tanta inmigración descontrolada, una muchedumbre de puercos intencionales, hartos del ecologismo impuesto e irracional. Pura ley del péndulo, pura naturaleza humana. Si llegamos a esta situación, el progre se llevará las manos a la cabeza. Proclamará que, en efecto, la sombra del fascismo que tanto denunciaba se ha vuelto real. Desconocen el significado de profecía autocumplida. Más grave todavía: ignoran que esta división social innecesaria ha sido fomentada desde hace tiempo por la propia izquierda, a la hemeroteca de Zapatero y Pablo Iglesias me remito.

Mariona Gumpert

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