El vicesecretario de Organización de Vox aplica una «dictadura del miedo» en los aparatos provinciales del partido ayudado por implacables subordinados.
Vox se resquebraja. La salida en dos tiempos de Macarena Olona ha supuesto el primer gran seísmo interno de una formación que, siempre en auge, frenó en seco su efervescencia tras las elecciones andaluzas del pasado 19 de junio. De la férrea unidad interna que caracterizó al partido, la gran obsesión de Santiago Abascal y Javier Ortega Smith, tan sólo quedan las pavesas. Vox no está KO, pero sí grogui. Sin cuadros autonómicos que sirvan de contrapeso, las estructuras provinciales ya no se disponen en formación tortuga en torno a sus líderes y al mando único de Bambú, sede madrileña del partido, le crecen los enanos por toda España.
¿Qué pasa en Vox? ¿Por qué los titulares apuntan a la disciplina castrense de Ortega Smith como culpable? ¿Es compartida la denuncia de Olona sobre la ausencia de democracia interna? Bucear en el descontento de sus militantes —han sido una decena los cargos y ex cargos a todos los niveles consultados por EL ESPAÑOL— despixela un nombre: Tomás Fernández Ríos (Madrid, 1969), vicesecretario nacional de Organización del partido, diputado en el Congreso por la provincia de Huelva.
Se trata del líder de los ‘Los hombres de negro’, así conocidos en el argot de la militancia por su manera de actuar. Fontaneros de su estrecha confianza, casi todos con alguna suerte de vinculación militar, que aplacan cualquier halo de crítica interna informando a Fernández. Después, actúa. Son Jacobo Vázquez, Teresa Alonso, Ignacio Ansaldo, Julio Utrilla, David Lucas, Susana Suárez Villagrá o Ángel de la Cruz. Auténticos apparátchiks cuyos tentáculos se extienden a la actividad de cualquier cargo público como delegados territoriales.
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La ley del silencio, un mantra siempre instalado en un partido con una difícil relación con la prensa, se une con el sentimiento de lealtad que gobierna a muchos de los cargos en activo al ser preguntados. «Comprendo lo que está haciendo, pero prefiero no entrar por puro compañerismo; ahora, si yo fuera periodista también investigaría el tema«, desliza un parlamentario andaluz. «Entiende que no te pueda decir nada, pero como cualquier persona tiene cosas positivas y negativas», zanjan sobre Ortega fuentes de Vox en el Ayuntamiento de Madrid. Dos ex compañeras del secretario general lo describen como alguien «cariñoso» y «detallista con los equipos» aunque «inestable», abducido desde la aparición de un Fernández por quien se sienten purgadas. «Si no le caes bien, estás muerto», resuelven.
La trayectoria política de Tomás Fernández en Vox es sorprendente por vertiginosa. Hablamos de alguien a quien nadie conocía en el partido antes del 2 de enero de 2019, pero que dos meses después era vicesecretario de Organización. Y si en abril fue cabeza de lista al Congreso de los Diputados por Huelva —provincia con la que no guarda ninguna relación—, en diciembre del mismo año, tras la repetición electoral, obtuvo el escaño. «Llevo 20 años viajando debido a mi trabajo. Tengo buenos amigos en Ayamonte o en Lepe. Ten en cuenta que en Madrid somos muy rocieros«, justificó en una entrevista para el Grupo Joly en abril de 2019.
De la nada al todo en 11 meses, convertido en la sombra del secretario general. ¿La clave? Una camaradería fraguada entre ambos en la Compañía de Operaciones Especiales de Colmenar Viejo. COE 13. Una abreviatura que Ortega lleva tatuado en el brazo. En los boinas verdes conoció también a Ignacio Ansaldo, según figura en el acta de inscripción del partido en el Ministerio del Interior, en noviembre de 2013, primer, y anecdótico, presidente de Vox.
Tomás Fernández, diputado de Vox, en el Congreso. Vox
Volvamos a esa fecha. El partido surfeaba entonces la ola de su fuerte irrupción en las elecciones andaluzas de noviembre de 2018. Los inesperados 12 escaños, a la postre fundamentales para acabar con 40 años de socialismo en la Junta de Andalucía, que agigantaron las perspectivas de Vox. Nacía entonces una política de yelmo y lanza, con Abascal a caballo al son de El Señor de los Anillos. Los eslóganes lanzados por las redes sociales —el agitprop diseñado por Manuel Mariscal— pronto sabrían a graffiti en las paredes de Congreso. Abascal, Ortega, Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio giraban y triunfaban. Eran el Monte Rushmore del populismo de derechas.
Ortega era entonces un abnegado secretario general que, sin asiento todavía en Congreso y Ayuntamiento, recorría cada provincia de España en busca de bases y brindaba con unos afiliados que lo grababan y viralizaban como a C. Tangana bajo la fórmula de Diego Hernando de Acuña. Aquil brindis patriótico. Lo acompañaba la vicesecretaria de Implantación Territorial, Salud Anguita, concejal en el Ayuntamiento de Jaén suspendida ahora de militancia. ¿Su verdugo en el partido? Tomás Fernández.
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Aquel 2 de enero, tras conmemorar la Toma de Granada en la capital nazarí, no encontró forma de volver a Madrid. «Se tenía que quedar en Granada porque no había tren para volver a Madrid. Lo llamó su secretaria porque había localizado a un antiguo amigo que estaba trabajando en La Carolina (Jaén) y que lo podía llevar a Madrid«, desvela alguien conocedor del reencuentro. Tomás Fernández y Javier Ortega, asegura, llevaban entonces años sin verse. «Dijo que se había encargado de abrir unos grandes almacenes en Jaén [después analizaremos la trayectoria profesional de Fernández]. Desde entonces fue un continuo».
Fernández se sumó pronto a la caravana de las excursiones territoriales. Fueron pocos días los que tardó en ganar una inmensa influencia en el aparato. ¿Su obsesión? Profesionalizar el partido, segar cualquier voz discordante y controlar a la militancia para evitar corrientes internas a través de su red de informadores. «De buenas a primeras empezaron a decir que todos los presidentes antiguos había que cesarlos por consejo de Tomás. Que no servían, que había que buscar profesionales», narra un antiguo miembro de la dirección del partido. «Empezaron las quejas desde todos los puntos de España: ahí fue donde comenzó el declive de Vox», estima la fuente.
«Colocaron a amigos, oportunistas y a una serie de delegados territoriales a sueldo que formaron ‘Los hombres de negro’. Como Jacobo Vázquez, sargento legionario, o David Lucas en el norte. Les dieron un poder espectacular«. Como publicó EL ESPAÑOL en noviembre de 2020, ‘Los hombres de negro’ presionaban, amenazaban con publicar trapos sucios y bombardeaban con llamadas y mensajes. También con reuniones intimidatorias de cuatro contra uno o con campañas de desprestigio a través de las redes sociales. Quedó prohibida cualquier disonancia. «Son peores que la mafia calabresa», llegaron a declarar sus víctimas a este periódico.
Desde el entorno de Macarena Olona, sin embargo, describen a EL ESPAÑOL unas prácticas ejecutadas al alimón por el número dos del partido y su mano derecha: «El Congreso es un espacio en el que Ortega no tiene influencia. La ejerce a toda España desde Bambú porque tiene el partido tomado a través de la Secretaría General. Tomás Fernández es sólo un peón que sigue instrucciones. En la ejecución es el gran hombre de negro, pero es un siervo de su amo«. Además, señalan a Nerea Alzola, miembro del entorno más íntimo de Abascal, como la «gran instigadora» de la campaña del partido contra Olona en redes sociales.
Javier Ortega Smith y Tomás Fernández conmemoran la Toma de Granada, en 2020. Twitter @TFernandezRios
Cuentan las fuentes que antes de la llegada de Fernández era fácil tener el teléfono de Ortega Smith. «Lo tenía todo el mundo y lo cogía siempre. Entre 2017 y 2018 ya empezaba a haber gente. Lo que antes era un acto de 25 personas, cuando venía Javier eran ya 150, y si venía Santi, 500. Javier se quedaba dos horas echándose fotos cuando terminaban», cuenta una antigua trabajadora de Bambú. «Ahora, en el momento que te saltas a Javier, te bloquea. Todo tiene que pasar por Tomás«, revela otra. «Es una persona muy trabajadora y un gran compañero», defiende una diputada nacional.
Su celoso afán de vigilancia no esquiva el control de los teléfonos móviles de los altos cargos del partido. En la última comida de Navidad, prohibió su uso a diputados y personal de Vox. Nada de fotos ni de vídeos, mucho menos grabaciones de Vox. Fue una filtración durante una reunión con militantes en Cáceres, revelada por Okdiario la semana pasada, la que mostró a un Ortega Smith que advertía la «puerta de salida» como única solución a «las intrigas palaciegas». «Después ellos son los primeros en filtrar todo», asegura una de las ex colaboradoras. «Es una dictadura del miedo», sentencia.
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Son muchos los nombres que han quedado por el camino, pero también numerosos los que han comprometido su proyección por un encontronazo. Como el de Beatriz Tejero, concejala en Leganés y antigua directora de Intermunicipal, «cesada fulminantemente» tras una «discusión a voces» en el despacho del vicesecretario en la calle Bambú. «No llegaron a expulsarla porque intervino Rocío Monasterio y ahora es vocal con ella en el Comité Ejecutivo Provincial de Madrid», aseguran las fuentes. Una Monasterio ahora emancipada de la sede nacional tras la reciente apertura en la Calle Damián de una oficina municipal del partido.
También protagonizó una sonora bronca en el despacho de Tomás Fernández la portavoz en el Ayuntamiento de Albacete, Rosario Velasco, amiga de Abascal desde los tiempos del Partido Popular. Fernández también estuvo afiliado al PP entre 2003 y 2011. «Está condenada en el partido», sentencia una antigua trabajadora de la formación. A Juan Francisco Rojas, presidente de Vox en Almería, tras vencer a la candidata oficialista, Tomás le dedicó un elocuente «segundas partes nunca fueron buenas».
La lectura excesivamente optimista de los resultados en Andalucía, impotente en contraste con las expectativas generadas de cara a la militancia, también fue un motivo de cuitas internas. «La rara campaña andaluza de Vox que dirige Álvaro Zancajo: del ‘efecto Olona’ a la ‘Operación Cuñao'», tituló premonitoriamente este periódico días antes del 19-J. Un artículo cuya información, desvelan fuentes cercanas a un diputado, trajo cola en la primera reunión parlamentaria tras las elecciones.
Santiago Abascal, Javier Ortega Smith y Tomás Fernández. Twitter @TFernandezRios
«Ortega Smith comenzó aquel día dando la enhorabuena por los resultados. Un diputado andaluz le replicó. Se sumaron otros dos. Iván Espinosa propuso crear un documento anónimo online a modo de buzón sugerencias. Después se retractó porque dijo que podía no ser competencia suya», relatan las fuentes.
«Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, está colegiado por el ICAM y es Master GESCO en Dirección Comercial y Marketing por la Escuela de Negocios ESIC», figura sobre la formación académica de Fernández en la web de Vox. «Ha desarrollado su carrera profesional durante los últimos 25 años vinculado a grandes compañías nacionales e internacionales, desempeñando puestos ejecutivos centrados en la dirección comercial y de operaciones», sintetiza la web sobre su hoja de servicios.
Es difícil discernir el grado de jerarquía de Fernández, siempre en puestos de dirección según su Linkedin, en sus diferentes puestos de trabajo. Promotor del Departamento de Promoción y Gestión de unos grandes almacenes entre 1996 y 1997. Delegado comercial en Portugal los cuatro años siguientes en otra firma. Entre 2001 y 2016, al frente de diferentes áreas de Móstoles Industrial, una empresa manufacturera de mobiliario vinculada a la Fundación Ramón Areces. De sus nueve años como «responsable» de las tiendas Forlady, una empresa de muebles de cocina, le quedó para algunos el fácil mote de El Forlady. Para otros, el apodo más extendido tras sus cuatro años (2012-2016) como director comercial del área de mobiliario, es el El Vendelámparas.
Después de abandonar la empresa donde desarrolló el grueso de su carrera, según figura en la red de enlaces profesionales, fue «socio» y «director comercial» de FKD Design Ltd. Una empresa radicada en Móstoles, pero sin rastro alguno en Internet. El link que facilita el diputado, además, conduce a una empresa londinense. Sí existe la mostoleña Smart Kitchen Design: «Una empresa familiar dedicada desde hace más de 30 años a la decoracióon y amueblamiento de cocinas y baños».
El último trabajo del que hay constancia hasta su encuentro con Ortega Smith, como director comercial del área de mobiliario de cocina en Faro by Alvic, una empresa en La Carolina. «Estuvo aquí muy poco tiempo. Un trabajador comercial que no realiza ventas es como un periodista que no escribe artículos», equipara un antiguo compañero en esta empresa. ¿Era jefe? «Te puedo asegurar que sólo ha sido jefe máximo nada más que en Vox. Que presente su currículum, como cargo público que es». «Es el hombre oscuro y gris que maneja los hilos, es el principal culpable de la situación que vive el partido», estima un antiguo afiliado a Vox en Jaén.
Juan José Liarte es diputado por Vox en la Asamblea de Murcia. «Para mí Tomás Fernández encarna lo peor de lo peor de Vox. Un hombre soberbio, algo inexplicable, teniendo en cuenta que no tiene detrás ninguna trayectoria profesional ni académico que le ampare», estima sobre el vicesecretario de Vox. Mabel Campuzano, Francisco José Carrera y Liarte fueron tres de los cuatro diputados regionales murcianos expulsados en 2020 tras una trifulca por el control de las cuentas. Fueron expulsados pero mantuvieron su escaño. En enero de 2022, el Juzgado de Primera Instancia número 4 de Cartagena les dio la razón y obligó al partido a readmitirlos. Carrera y Liarte son miembros del Instituto Español de Estudios Políticos, la asociación que organizó la charla de Olona este viernes en Murcia.
«El funcionamiento de Organización obligaba a los grupos parlamentarios autonómicos a otorgar poderes a una serie de personas que no conocíamos, además de a Ortega Smith o Tomás Fernandez. Una facultad de disponer de los grupos parlamentarios de los que, por ley, somos responsables. Así lo ha recogido la sentencia», se defiende.
Ortega Smith jamás perdonó su criterio. «Estos tres tránsfugas no van a suponer ni una mota de polvo en el camino«, manifestó el pasado enero en una entrevista a La Opinión de Murcia: «Estos tres tránsfugas no van a suponer ni una mota de polvo en el camino» ¿Volverían a hacer las cosas distintas? Es como si me pregunta que si prefiero ser ahorcado o fusilado. (…) Sólo supervisábamos. En cuanto a las contrataciones, en cuanto han podido, han metido a gente inútil e incapacitada a dedo».
«La primera vez que vino a vernos fue para echarnos una bronca personal por una persona que habíamos cesado por el equipo de comunicación», sigue Carrera sobre Tomás Fernández. «Realmente, estaba haciendo la labor que le había encomendado el partido, pero nosotros no lo podíamos creer: silenciarnos e impedirnos que habláramos con ningún medio para dar información de nuestro trabajo parlamentario. ¿Cómo íbamos a imaginar que lo que estaba haciendo era porque se lo había mandado el partido?«, se pregunta con sorna.
«Cuando vino a vernos nos montó un escándalo en la sede del grupo parlamentario. Una de las cosas que nos repitió es que lo importante no eran las personas sino el proyecto. Nos quedamos de piedra. Habíamos llegado con mucha ilusión, dejado nuestros despachos profesionales. Fue mi primera gran decepción con Vox».
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