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Tras los pasos de Carl Schmitt

 JAIME REVÈS

FUENTE: https://revistacentinela.es/tras-los-pasos-de-carl-schmitt/

En la frontera del norte había poca esperanza. Sólo un muro separaba la civilización de la barbarie. Ese muro estaba custodiado por un pequeño contingente de la Guardia de la Noche. Apenas unos centenares de soldados cansados, hambrientos y olvidados por aquellos a los que habían jurado defender. Los centinelas que oteaban desde las torres eran la última línea de defensa de Poniente.

Había una amenaza de la que nadie quería hablar. Primero empezaron los rumores de que una especie de espectros vagaban por las montañas. Después empezaron los testimonios que aseguraban que estos seres se acercaban cada vez más a los núcleos urbanos. Los más ancianos rescataron del olvido las leyendas que hablaban de los Otros. Los no-muertos.

En esta situación, el comandante de la Guardia de la Noche tomó una decisión que acabaría cambiando el rumbo de los acontecimientos. Pidió a Samwell Tarly que bajara a la biblioteca de la fortaleza y tratara de encontrar información sobre los otros. El comandante tenía la intuición de que sus antecesores en el muro también habrían tenido que hacer frente a esos seres y era posible que hubieran dejado pistas por escrito sobre cómo combatirlos. Samwell intentó resistirse, pero acabó cumpliendo la orden. Las próximas semanas de su vida las pasaría en galerías polvorientas, leyendo toda clase de manuscritos y legajos.

EL PENSADOR MALDITO

Este pasaje de Canción de Hielo y Fuego me vino a la cabeza durante el confinamiento. Llevaba yo recluido varias semanas en mi torreón cuando me asaltó la necesidad de leer sobre los OtrosNuestros adversarios. La lectura de Laclau fue el acicate definitivo. Como ya expliqué en un artículo anterior, para mí fue una verdadera revelación el análisis científico que el intelectual de izquierdas hacía de varios movimientos de populismo conservador. Desde los agricultores rusos al asesor estrella de Nixon. Ellos nos estaban estudiando. Aprendían de nosotros y extraían claves de actuación política.

En las páginas de La razón populistaLaclau también citaba a Carl Schmitt. El pensador maldito. Ese nombre removió ciertos recuerdos en mi interior. Carl Schmitt. Hacía mucho tiempo que no escuchaba ese nombre. Hacía años, cuando me dio por leer a la Nueva Derecha francesa…

Me levanté de la butaca en un estado de agitación casi febril. Cogí una linterna y salí de mi habitación. Bajé los peldaños del torreón con mucho tiento, deslizando las yemas de los dedos por los muros de piedra. Descendí por la vieja escalera hasta la biblioteca. Me dirigí al pasillo más apartado. En la última estantería encontré las obras de Schmitt. Profesor de derecho constitucional y uno de los juristas del Tercer Reich. Miembro destacado de la Revolución Conservadora alemana que, a diferencia de otros autores de su generación, se dejó seducir por el lado oscuro. El concepto de lo político. Teoría del partisano. Iglesia católica y forma política. Schmitt fue uno de los grandes teóricos del constitucionalismo y del derecho internacional, pero condenado al ostracismo después de la Segunda Guerra Mundial por haber sido miembro del NSDAP.

Las huellas en el polvo del suelo no dejaban lugar a dudas. Schmitt no había sido olvidado del todo. Ahí estaban las pisadas de Alain de BenoistGuillaume Faye y otros pensadores de la Nueva Derecha desde la década de los setenta. Y las de Ernesto LaclauChantal Mouffe y otros populistas de izquierda. Las huellas más frescas fueron las que más me sorprendieron: Íñigo Errejón y Pablo Iglesias.

No me lo podía creer. Quienes habían declarado teatralmente en España una “alerta antifascista” habían estado estudiando a los viejos autores filonazis.

Necesitaba comprender qué estaba pasando.

LA IZQUIERDA APRENDE DE SCHMITT

Me levanté y enfilé de nuevo las escaleras del torreón. Las subí a grandes zancadas. Entré precipitadamente en mi dormitorio y encendí el ordenador. Una rápida búsqueda en internet sacó todo a la luz.

Citas de Schmitt en la tesis doctoral de Errejón. Pablo Iglesias exhibiendo un ejemplar de la Teoría del partisano en el Congreso. Pablo Iglesias tuiteando sobre el parlamentarismo de Schmitt.

En una entrada antigua en su muro de Facebook quien era por entonces secretario general de Podemos analizaba el desafío independentista según las coordenadas de Antonio Gramsci y Carl Schmitt y a la luz de Juego de Tronos. La filosofía política y la literatura popular se entrelazaban para explicar los acontecimientos de actualidad.

Así, Puigdemont y los golpistas estaban desarrollando una estrategia gramsciana, la de la lucha por la hegemonía. Para esta visión, Iglesias citaba un acertijo de Juego de Tronos: «el poder reside donde los hombres creen que reside, es un truco, una sombra en la pared, y un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande».

Por el contrario, Rajoy estaba llevando —supuestamente— una estrategia schmittiana de poder duro, centrada en el vencer y no el convencer. «El poder es poder», resumía Iglesias, con cita de Cersei Lannister. «Si el terreno de combate permite que aparezca el soberano schmittiano, es obvio quién va a ganar la partida», vaticinaba el líder morado.

Apagué el ordenador y me quedé pensando. La derechita pocoyó tenía en esas fechas la mayoría parlamentaria más reforzada de la democracia y no supo qué hacer con ella. Creyó que el tablero de juego era el BOE. Renunció a la acción política y fio el destino de España al buen hacer de los jueces.

Al final tuvo que ser el rey Felipe quien emergiera como soberano en medio del caos para identificar al ‘nosotros’ y al ‘ellos’ sin paños calientes. Y eso provocó un realineamiento automático de los partidos y de los medios de comunicación para superar las luchas intestinas y configurar el Bloque Constitucional.

LEER SIN COMPLEJOS

Hace más de cuatro décadas De Benoist reprochaba a la derecha oficial su tacticismo cortoplacista, su excesivo mercantilismo, su falta de vigor y, sobre todo, su falta de lecturas. «La vieja derecha que, en conjunto, no ha leído ni a Marx ni a Lenin, tampoco a Gramsci. Por lo demás, uno se pregunta qué leerá (…) cuando nos damos cuenta de que durante estos últimos años ninguna de las obras, fundamentales, que hubieran podido proporcionarle argumentos, en uno u otro sentido, parece haber merecido su atención»(Les idées à l’endroit, 1979)

Ahora vemos que mientras De Benoist ponía en marcha un gramscismo de derechas, también surgía una izquierda que se hacía schmittiana.

El mundo cambia y no nos podemos conformar con los cuatro autores consagrados de siempre. La receta para evolucionar nos la daban los chicos de Extremo Centro en la entrevista que les hizo María Durio en estas mismas páginas:

Pedro Herrero: «Hay que dejar experimentar más a los jóvenes. La no izquierda tiende a limitar el radio de las lecturas que se pueden hacer. Si alguien está leyendo los discursos de Primo de Rivera, o ha leído a Mishima o a Jünger, y se ha flipado un poco, ya reaccionan con un: “huy, huy, huy, huy, estos son nazis”. Sin embargo, la izquierda es muy tolerante con las lecturas de los jóvenes.

Jorge San Miguel: Asume perfectamente que leas a Lenin.

PH: O que te flipes con el “Manifiesto comunista”…

JSM: O que leas a Negri.

PH: O que lleves de joven camisetas del Ché. Nadie dice: “no, cuidado, que este igual pone bombas”. La izquierda es mucho más tolerante con la experimentación intelectual y yo creo que eso es algo que la enriquece esencialmente y que empobrece a los chavales de no izquierda, porque les obligan a asumir una normatividad con dieciséis o veinte años que no es buena para nadie”.

Al terminar la entrevista pensé: «Cuánta razón tienen. Ya era hora de que alguien lo dijera con esa claridad». Al progresismo no le basta con que su cordón sanitario sea parlamentario, también quiere que sea mental. Y para romperlo no solo hay que opinar sin complejos. También hay que leer sin complejos.

Para Schmitt la esencia de lo político es la dualidad amigo / enemigo. El enemigo (el Otro, el desconocido), no se aplica necesariamente a cada antagonista, pero sí a un enemigo público (hostis). Esta definición de lo político no es militarista ni belicista, aunque, en situaciones extremas, el conflicto puede tener que llegar al terreno del enfrentamiento real. Por otro lado, en los tiempos del consenso progre y de los suspiros por la gobernanza tecnocrática, las reflexiones del pensador alemán sobre los procesos históricos de neutralización y despolitización podrían resultar muy interesantes.

La obra de Schmitt contiene pensamientos lúcidos y excesos peligrosos. Aprovechemos los lúcidos y despreciemos los peligrosos o ambiguos. Leer sus ensayos no nos va a convertir en filonazis de la noche a la mañana. Y quien dice leer a Schmitt, dice leer cualquier otro autor tabú o políticamente incorrecto.

UN ÚLTIMO DETALLE

Hay un detalle de Canción de Hielo y Fuego que antes he dejado intencionadamente en el tintero. Samwell Tarly es un personaje inusual en una novela de espada y brujería. Obeso, tímido, miedica. Y bondadoso. Es uno de los pocos personajes con un corazón limpio de todos los que circulan por las novelas de la saga. Por eso, cuando Samwell examina papiros, legajos y tomos para aprender de los Otros, no le mueve el odio, sino las ganas de proteger a su tierra y a su gente.

Y aquí es donde se entrelazan de nuevo la filosofía política y la literatura popular. George R.R. Martin nos da la pista en su saga. En la batalla que se aproxima muchos centinelas tendrán que subir a defender las murallas. Pero algunos otros deberán descender a la biblioteca.

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