Fernando del Pino Calvo-Sotelo
La expresión DEEP STATE, traducida a la Lengua Española como «Estado profundo», también conocido como Estado dentro del Estado o cloacas del Estado, hace referencia a una forma de gobierno clandestino de un Estado, operado mediante redes de grupos de poder encubiertas, que actúan mediante acuerdos secretos, con el fin de seguir una agenda en común y objetivos propios de manera independiente y en paralelo al gobierno legítimo y/o elegido democráticamente, la mayoría de las veces cometiendo actos de corrupción. Los órganos del Estado que son utilizados para estos fines son las fuerzas armadas o autoridades civiles (servicios de inteligencia, policías, policías secretas, agencias gubernamentales de todo tipo y de la Administración Pública en general).
FUENTE: https://www.fpcs.es/trump-contra-el-deep-state/
En España la corrección política exige criticar siempre al candidato republicano en las elecciones de EEUU. Sin embargo, el rigor y la verdad demandan un análisis un poquito más profundo. Como abordé en mi anterior artículo[1], la cuestión de fondo de estas elecciones es saber qué candidato plantará cara al poder desbocado del Deep State (o complejo militar-industrial, sobre el que nos advirtió Eisenhower), que se ha convertido hoy en una grave amenaza para el proceso democrático y para la libertad de expresión en EEUU.
Pero comprender bien lo que está en juego exige recordar qué ha ocurrido en aquel país desde la llegada de Trump. Lo que van a leer es la historia fidedigna de lo acontecido, y es muy diferente de lo que han leído en los medios. La diferencia estriba en que esta historia está basada en hechos reales.
Ante la inesperada victoria de Trump en 2016, el Deep State, que durante los anteriores ocho años había tenido una fácil cohabitación con un presidente que se limitaba a admirarse en su espejito mágico, reaccionó rápidamente: si no había podido impedir la llegada al poder de quien consideraba un incontrolable outsider, al menos paralizaría su acción de gobierno. Con este objeto, supo tejer una pegajosa telaraña de mentiras que obligó a Trump a estar a la defensiva durante su primer mandato impidiéndole desarrollar su pretendida política de distensión con Rusia, que tanto bien habría hecho al mundo, pero que el Deep State consideraba una amenaza existencial. En efecto, si Rusia dejaba de ser un país enemigo perdería una parte importante de su misión, presupuesto y poder. Ello también afectaría a la OTAN, convertida tras la desaparición del Pacto de Varsovia en un simple mercado cautivo para la industria armamentística norteamericana, es decir, en un puro negocio centrado en la búsqueda de nuevos clientes (o países miembros, como creo que se les llama) y basado en mantener vivo al fantasma de la amenaza “soviética”.
El arma principal que utilizó el Deep State para paralizar a Trump fue pregonar, con el apoyo entusiasta de los medios, una supuesta colusión de éste con Rusia. El «complot Trumputin» se convirtió en el relato oficial, aunque ya en 2017 los lectores de este blog sabían que «la supuesta colusión entre el gobierno de Rusia y Trump es tan creíble como las armas de destrucción masiva de Irak, es decir, una patraña, una invención, una infantilidad, una estupidez, humo[2]». Años después, tuvimos la confirmación oficial: sendas investigaciones realizadas por dos fiscales especiales concluyeron que todo había sido un completo bulo.
El primer fiscal especial, Robert Mueller, había sido director del FBI durante 12 años bajo dos presidentes de distinto signo. Era, por tanto, «uno de los nuestros» para el Deep State, alguien que «removería cielo y tierra[3]» para conocer la verdad. ¿Había habido un complot entre el gobierno de Rusia y Trump? Tras dos años de exhaustiva investigación, el informe Mueller concluyó de mala gana que no[4]. Según el resumen que hizo el entonces fiscal general Barr, «la investigación no ha encontrado que ningún miembro de la campaña de Trump ni ningún ciudadano norteamericano conspirara o se coordinara con el gobierno de Rusia en actividades de interferencia en las elecciones». Tampoco encontró «ninguna conspiración para violar la ley de EEUU por parte de personas ligadas a Rusia o de ninguna persona asociada a la campaña de Trump[5]». Todo había sido un invento.
Pero además de la acusación de colusión, a Trump le acusaron de un supuesto delito de obstrucción a la justicia, sospecha creada por el director del FBI James Comey tras ser defenestrado por el presidente. Sobre esta acusación, absurda si no había habido un delito previo de colusión, el dictamen de Mueller fue deliberadamente ambiguo, posiblemente para no dejar en mal lugar a su amigo Comey: «Aunque este informe no concluye que el presidente Trump cometió un delito, tampoco lo exonera[6]». Esta ajurídica conclusión que, sin encontrar indicios de delito, obvia la presunción de inocencia, llevaría al fiscal general Barr a sentenciar que Trump tampoco había intentado obstruir la acción de la justicia.
Posteriormente, una auditoría de la actuación del FBI llevada a cabo por el fiscal especial Durham revelaría que todo había sido una caza de brujas. El FBI «no había respetado su importante misión de mantener una estricta fidelidad a la ley» y había tratado de forma distinta a Hillary Clinton y a Donald Trump. Asimismo, las intrusivas órdenes de vigilancia física, telefónica y electrónica de miembros de la campaña Trump fueron forzadas por el lenguaje manipulador de un abogado del FBI que habría cometido «una infracción penal». Durham también denunció que el FBI continuó con dicha vigilancia a pesar de que ya entonces creía que «no existía causa probable para creer que el objetivo estaba participando a sabiendas en actividades clandestinas de inteligencia en nombre de una potencia extranjera». Finalmente, el FBI también habría omitido «información exculpatoria significativa que debería haber impulsado el reexamen de la investigación[7]».
El prestigio del FBI recibió otro varapalo en agosto de este año, cuando, en una carta al Departamento de Justicia[8], Mark Zuckerberg, presidente de Meta, acusó al gobierno Biden de haberle «presionado» para censurar contenidos del covid (muchos de los cuales se comprobaron veraces) y al FBI de advertirle de forma engañosa sobre una supuesta campaña de desinformación rusa sobre Biden y su familia poco antes de la aparición de la noticia del contenido de un portátil del hijo de Biden, que Facebook habría censurado erróneamente por ese motivo[9].
La prensa, cómo no, silenció esta carta. Algunos medios mencionaron el párrafo sobre el covid, pero callaron el siguiente sobre la acusación al FBI[10].
El portátil de Hunter Biden no sólo mostraba explícitamente la adicción del hijo del presidente a la droga, la prostitución y el sexo, sino que «Hunter Biden había utilizado la posición y la influencia de su padre, el ahora presidente Joe Biden, en beneficio propio con el aparente conocimiento del presidente», tal y como resumió el Comité de Inteligencia del Congreso de los EEUU[11]. Pues bien, a pesar de la absoluta veracidad de la historia del portátil de Hunter Biden, 51 exfuncionarios de inteligencia (incluyendo exdirectores de la CIA y de la NSA) intentaron desacreditarla para que no perjudicara la campaña de Biden asegurando en una declaración pública que tenía «todas las características clásicas de una operación de información rusa». Algunos de los firmantes seguían en nómina de la CIA[12]. ¿Y algunos aún creen que el Deep State no participa en las elecciones?
Todo lo mencionado pone de manifiesto que el principal papel que ha jugado Donald Trump en la política norteamericana no ha sido su trascendente papel provida, al lograr una mayoría conservadora en el Tribunal Supremo, ni tampoco su afán desregulador o su crítica a la estafa climática y al globalismo de la corrupta OMS, sino el hecho de obligar al Deep State a salir a la luz por primera vez en la historia.
Durante la presidencia de Biden, que posiblemente no sabía ni lo que firmaba, el Deep State logró el cénit de su poder y se juramentó para evitar a toda costa la vuelta de Trump. Para ello intentó intimidarle con una serie de ofensivas judiciales ad hominem basadas en conductas artificialmente exageradas. Resulta dudoso que, de ser el acusado otra persona, se hubiera puesto en marcha ningún proceso. Sin embargo, Trump no se arredró, y sus procesos judiciales ―alguno de los cuales está pendiente de sentencia― fueron arrastrados por el viento, algo lógico, dada su liviandad.
Una vez quedó claro que Trump iba a presentarse y que las encuestas le daban ganador, el Deep State y la otra parte interesada, el Partido Demócrata, hicieron lo imposible por lograr que Biden dejara paso a otro candidato. Aprovecharon su penosa actuación en un debate para evidenciar un deterioro cognitivo que llevaba años siendo más que evidente para cualquiera que tuviera ojos, y ocultaron la razón real, que era simplemente que las encuestas le mostraban como claro perdedor[13]. Sin embargo, no contaban con la arrogancia de Biden, su adicción al poder y su miedo a que las dudosas actividades económicas de su familia pudieran ser objeto de escrutinio público.
Por ello se aferró de tal modo a la presidencia que hizo falta un golpe de Estado palaciego muy poco democrático para “convencerle” de que no debía presentarse a la reelección. Así, en unos días en los que se mantuvo aislado y encerrado en su casa de Delaware por un supuesto covid, Biden probablemente recibió «una oferta que no podía rechazar» y, tras sólo cuatro años en el poder y tras ganar las primarias de su partido, comunicó que no se presentaría (algo sin precedentes en la historia de EEUU) un día después de haber asegurado exactamente lo contrario. De forma ciertamente opaca, utilizó para renunciar un texto de su cuenta de Twitter en vez de hacerlo en persona, como habría sido lógico. De forma más extraña aún, en dicho texto no anunció su apoyo a Harris, lo que hizo la misma cuenta 24h después. De forma elocuente, Obama tardaría cinco largos días en apoyar públicamente a Harris.
Y así llegamos a las vísperas de unas elecciones sobre las que parece obligado realizar un innecesario pronóstico, pues basta con esperar unos días para conocer los resultados. En mi opinión, Trump ganará. Estos son mis argumentos.
Primero, Kamala Harris es una mala candidata elegida sólo porque no había tiempo ni consenso para elegir otro. Por distintas razones, varios medios afines han decidido no respaldarla explícitamente, como el Washington Post, que no va a apoyar a ningún candidato por primera vez en 36 años[14]. Esto tiene mérito, pues sólo el 3% de los periodistas norteamericanos se identifica como republicano[15] (en España, el porcentaje será inferior, aunque en el gremio no sepan muy bien lo que es un porcentaje).
Harris siempre fue una vicepresidenta de doble cuota (por sexo y raza), y ha sido siempre muy impopular, sea por su izquierdismo radical, por su insondable vacío intelectual o porque no transmite confianza. Cuando se retiró de las primarias del 2020 que ganaría Biden, Harris se encontraba en sexta posición con sólo un 3,9% de apoyo de votantes de su partido[16], y una vez en el poder las encuestas han mostrado repetidas veces que ha sido la vicepresidenta más impopular de la historia de EEUU[17]. Esta impopularidad sólo se vio frenada cuando Biden fue forzado a retirarse, pues el factor novedad y el apoyo entusiasta de los medios de comunicación contrarios a Trump (casi todos) aupó temporalmente a Harris en las encuestas. Sin embargo, los medios están hoy muy desacreditados (el 70% de los norteamericanos desconfía de ellos, con razón[18]), y el bluf dependía de mantener a la candidata escondida del ojo público. El tiempo jugaba en su contra. Ahora el soufflé ya se ha desinflado, como pronosticaban no pocas voces de su propio partido.
En segundo lugar, en estas elecciones no existe la brutal censura que existió en el 2020 para favorecer a Biden. Por cierto, el hecho de que existiera una censura destinada a favorecer al líder de la oposición y no al presidente en ejercicio supone otro indicio más de la existencia de un Estado dentro del Estado. Cuatro años más tarde Twitter es de nuevo una red social libre gracias a ese gran defensor de la libertad de expresión llamado Elon Musk (que apoya a Trump), y Facebook ha decidido ser más prudente tras entonar su mea culpa de agosto.
Otro factor que va a influir en las elecciones es el valor demostrado por Trump tras sobrevivir a su primer atentado, resumido en su icónica imagen, desafiante, con sangre en la cara y el puño en alto. El hecho de sufrir no uno sino dos intentos de asesinato, y las circunstancias que rodean a ambos, resulta extraño: los medios han corrido rápidamente un tupido velo y seguimos sin conocer los motivos de los autores ni ningún detalle sobre sus vidas pasadas. Tampoco sabemos cómo llegaron tan cerca de Trump.
Respecto al primer atentado, cualquiera que conozca de cerca cómo funciona el Servicio Secreto estará de acuerdo en que tal fallo de seguridad resulta difícil de creer. La entonces directora del Servicio Secreto, tan woke como incompetente, esgrimió que en aquel tejado no había agentes «porque estaba inclinado»[19], declaraciones ridículas y, por tanto, poco aclaratorias. Fue obligada a dimitir. Tampoco despejaron las dudas las politizadas declaraciones del director del FBI, que defendió que no estaba claro si lo que hirió a Trump en la oreja fue una bala o un trozo de cristal (declaraciones que el propio FBI se vio obligado a desmentir a las pocas horas)[20]. El hecho es que Trump tenía una protección claramente deficiente y que los motivos de que así fuera son turbios, pues había solicitado repetidas veces mayor seguridad y se le había denegado[21]. Asimismo, se le denegó protección del Servicio Secreto al candidato independiente Robert Kennedy (que acabó apoyando a Trump) a pesar de solicitarlo en seis ocasiones[22].
Por otro lado, el segundo intento de atentado también genera interrogantes: ¿cómo sabía el tirador, que no era local, que Trump iba a jugar al golf en ese club ese día? No nos han dado ninguna respuesta y el caso se ha enterrado con igual rapidez, pero el hecho es que, de no ser por la profesionalidad de un agente del Servicio Secreto, pocos minutos después el tirador habría tenido un blanco sencillo.
Otra cuestión que marca una diferencia con las elecciones del 2020 es la inexistencia de agitación en las calles como la de Black Lives Matter. Este movimiento típicamente marxista, supuestamente surgido a raíz del homicidio de un hombre negro por parte de un policía blanco, no tenía nada de espontáneo y desapareció mágicamente el día que Biden ganó las elecciones. Ahora su fundadora ha sido acusada de usar como vivienda personal una mansión comprada gracias a las ingenuas donaciones recibidas por su movimiento[23] (comportamiento típicamente marxista).
Pero quizá el elemento que más apunta a una victoria de Trump es la motivación de una gran masa electoral que cree que en el 2020 hubo fraude. En efecto, más del 36% de los norteamericanos cree que las elecciones del 2020 fueron fraudulentas y que Biden ganó ilegítimamente[24], y no les culpo. Los resultados definitivos tardaron semanas en conocerse, en estados clave se dieron vuelcos estadísticamente extraños (de una probabilidad a priori enormemente baja) , por lo que la duda es racional y no fruto de ninguna fiebre conspiratoria. No debe sorprender, por tanto, que las más recientes encuestas muestren que casi el 60% de los norteamericanos (y el 88% de los republicanos[25]) están preocupados por la posibilidad de que también pueda haber fraude electoral en estas elecciones. No obstante, la existencia de un precedente disminuye la probabilidad de que se repita, y el voto por correo, punto flaco de cualquier proceso electoral (al no garantizarse la cadena de custodia) ha vuelto a niveles normales tras doblarse en 2020 por el covid.
Finalmente, la Administración Biden-Harris ha sido muy mediocre en todo salvo en su agresiva promoción de la barbarie woke, y la población le culpa de la empobrecedora inflación post-covid, la mayor en los últimos 40 años, y del increíble aumento de la inmigración ilegal, causada en gran medida por la derogación de varias órdenes ejecutivas de Trump. Se calcula que en los últimos cuatro años han podido entrar ilegalmente en EEUU entre 10 y 20 millones de personas[26], más del triple que durante la presidencia de Trump[27].
Termino recordando que estas elecciones son entre Trump y “Deep State” Harris y no entre Trump y la Madre Teresa de Calcuta, como parecen creer algunos que se centran en críticas ad hominem de uno solo de los candidatos. En EEUU (al contrario que en España) sí hay diferencias acusadas entre ambas alternativas. Como han entendido muchos, Trump significa menos regulaciones y menos impuestos, una reversión de la perversa ideología woke, un freno al globalismo de Davos, con su estafa del cambio climático y su intento de golpe de Estado de la OMS y, ante todo, una defensa de la libertad de expresión y una contención del poder del Deep State. Harris personifica exactamente lo contrario. Quizá por ello, el respetado historiador británico Niall Ferguson ha escrito que Harris supone una mayor amenaza para la democracia que Trump, en EEUU y en el resto del mundo[28].
Por todo ello, a pesar de los obvios defectos de Trump, de sus jactanciosos simplismos en política exterior, de su afán proteccionista y de su imprudente expansionismo fiscal (algo que comparte Harris), reconozco que, si fuera norteamericano, tendría meridianamente claro a quién votar la semana que viene.
[1] EEUU en la encrucijada – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[2] El complot Trumputin – Fernando del Pino Calvo-Sotelo
[3] Robert Mueller: ‘Incorruptible’ G-man stalking Trump presidency – BBC News
[4] Report on the Investigation into Russian Interference in the 2016 Presidential Election – Volume 1
[5] Letter from Attorney General Barr to the House and Senate Judiciary Committees, April 18, 2019
[6] Report on the Investigation into Russian Interference in the 2016 Presidential Election – Volume 2
[7] Report on Matters Related to Intelligence Activities and Investigations Arising Out of the 2016 Presidential Campaigns
[8] House Judiciary GOP en X: «Mark Zuckerberg just admitted three things: 1. Biden-Harris Admin «pressured» Facebook to censor Americans. 2. Facebook censored Americans. 3. Facebook throttled the Hunter Biden laptop story. Big win for free speech. https://t.co/ALlbZd9l6K» / X
[9] Zuckerberg le explica a Joe Rogan por qué Facebook censuró la historia de la laptop de Hunter Biden (fee.org.es)
[10] Zuckerberg says Biden administration pressured Meta to censor COVID-19 content | Reuters
[11] New Information Shows CIA Contractors Colluded with the Biden Campaign to Discredit Hunter Biden Laptop Story | Permanent Select Committee On Intelligence (house.gov)
[12] Ibid.
[13] Trump Leads in 5 Key States, as Young and Nonwhite Voters Express Discontent With Biden – The New York Times (nytimes.com)
[14] The Washington Post will not endorse a candidate for president – The Washington Post
[15] Survey of journalists, conducted by researchers at the Newhouse School, provides insights into the state of journalism today | Newhouse School at Syracuse University
[16] National : President: Democratic primary : 2020 Polls | FiveThirtyEight
[17] Kamala Harris is the least popular vice president in history (telegraph.co.uk)
[18] Americans’ Trust in Media Remains at Trend Low (gallup.com)
[19] ABC Exclusive: Trump rally shooting ‘unacceptable,’ Secret Service director says – ABC News (go.com)
20] FBI confirms Donald Trump was struck by bullet during July 13 assassination attempt | AP News
[21] US Secret Service rejected previous Trump team requests for more resources – reports | Donald Trump | The Guardian
[22] Biden Administration Denying Secret Service Protection to RFK Jr. | National Review
[23] BLM co-founder admits using mansion bought with donations (thetimes.com)
[24] More than a third of US adults say Biden’s 2020 victory was not legitimate | Donald Trump | The Guardian
[25] Poll: Concerns about fraud, noncitizen voting before election : NPR
[26] The Legacy Media Can’t Win it for Kamala – The Daily Sceptic
[27] Comparing Biden and Trump’s Immigration Policies in 12 Charts – Newsweek
[28] NIALL FERGUSON: Why Kamala Harris poses a greater threat to democracy – both at home and abroad – than Donald Trump | Daily Mail Online
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