Juan Manuel de Prada
Cualquier español que no tenga las meninges arrasadas por la propaganda advierte que el doctor Sánchez y sus mariachis actúan en contra de los intereses nacionales desde que ocupasen las poltronas; pero, ante el horizonte electoral poco halagüeño, están apretando el acelerador, dispuestos a cumplir con los compromisos adquiridos ante sus amos.
En este contexto debe entenderse su repulsivo apoyo al plan de ‘autonomía’ diseñado por Marruecos para sojuzgar el Sahara Occidental.
Las represalias anunciadas por Argelia constituyen un castigo merecidísimo que, por mucho que se endurezca en el futuro, no llegará a corresponder en gravedad a la infamia perpetrada por el doctor Sánchez.
La apropiación fáctica del Sahara por Marruecos, a través de una ominosa ‘marcha verde’ organizada por la CIA en plena agonía de Franco, constituye uno de los episodios más cobardes (y ya es decir) de aquella clase dirigente corrupta hasta la médula que floreció en la Transición. Todos los que entonces traicionaron a los saharauis obtuvieron un pago generoso en forma de dinero y de poder, a cambio del desprestigio de España, que en aquellos días empezó a ganarse la vitola de colonia que hoy luce con sórdida desfachatez. Aquella operación indigna pretendía otorgar a Marruecos, en detrimento de Argelia, el control del Magreb y de la costa atlántica del norte de África, así como asegurarse los yacimientos de petróleo y fosfatos que posee el Sahara.
Desde entonces, Marruecos -siempre con el beneplácito de Estados Unidos- no ha vacilado en hostigar a los saharauis disidentes, secuestrándolos y torturándolos, mientras bombardea sus escuelas y hospitales. Durante todo este tiempo, España ha mantenido una posición tibia y claudicante, fruto de su progresiva conversión en una colonia sometida a los Estados Unidos, que amparan los desmanes marroquíes. Ningún gobierno anterior se había atrevido, sin embargo, a caer tan bajo como éste, que tal vez haya asumido este papel de mamporrero para evitar que salgan a la luz los chanchullos y trapisondas hallados por los servicios secretos marroquíes en el móvil del doctor Sánchez.
Por supuesto, Argelia no adopta estas represalias por fraternidad con los saharauis, sino porque la decisión española perjudica su posición geoestratégica. Pero dichas represalias son un castigo merecidísimo a una nación indigna que abandona cobardemente a quienes en un ayer no tan lejano fueron sus hijos, mientras sostiene en el Gobierno a unos traidores que actúan en contra de los intereses nacionales.
Esta traición criminal bien merece que perdamos al que fuera nuestro principal proveedor de gas; a fin de cuentas, siempre tendremos a Estados Unidos dispuestos a vendernos a precio de oro un gas de peor calidad. Pero no debemos quejarnos: aunque este invierno se muera la gente de frío por no poder pagar la factura del gas, la solución al invierno demográfico la tenemos garantizada, pues Argelia dejará que cada día salgan de sus costas cien pateras rumbo a España.
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