En el pasado encontronazo con Marruecos, en que padecimos la invasión a Ceuta y de pateras a Canarias, se reveló una extraña alianza con Argelia al descubrirse que dimos asistencia médica de urgencia a Brahim Gali, residente en Argelia, secretario general del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, quedando al descubierto los lazos entre los Estados profundos de España y Argelia, una relación que Marruecos parece tener bastante bien medida y que hoy cobra mayor significado pues, tras decidirse que el gas sería el principal determinante de los precios de la electricidad, se pone de manifiesto lo disfuncional que es todo lo relativo a la forma de gobierno que padecemos.
Aquella fue una operación «secreta» más propia de Mortadelo y Filemón y su peligrosa agencia de «inteligencia» y el error fue tal, que la embajadora marroquí se permitió decir: «las acciones tienen consecuencias», una amenaza por la que no fue expulsada de inmediato como correspondía, demostrándose una vez más que hemos perdido toda capacidad de disuasión. Para colmo de males y como si de una comedia se tratase – los efectos pudieron ser gravísimos -, el actual Gobierno, cuyos miembros viven en una eterna competencia de rebuznos, respondían con ocurrencias cada vez más patosas, como que la identidad de Gali no era falsa sino distinta; con la energía sus burradas son similares y por ese camino terminarán cargándose el sistema eléctrico.
De modo que, aunque Marruecos es nuestro mayor problema existencial tras la partitocracia, Argelia no anda muy lejos y, dada esa especial relación, hoy exploraremos sus cuentas de forma similar a como hicimos con las marroquíes y de ellas sabemos, por las recientes previsiones globales, que no son nada buenas, de hecho, al entrar en más detalle, en algunas cosas Marruecos es casi un oasis de estabilidad.
Como Marruecos, Argelia ha tenido dos períodos claramente diferenciados, uno de alta volatilidad en el crecimiento con alto paro e inflación, hasta 1998, y otro más bonancible que llegó hasta la pandemia. La enorme diferencia viene del mayor crecimiento sostenido marroquí, algo que a futuro se prevé se mantenga; es cierto que en ese primer período sufrieron una guerra civil, cuando 1991 se produjo un autogolpe progresista para evitar que los islamistas ganaran las elecciones, pero ésta terminó en el 2002, tras la cual se realizó un plan de reactivación económica muy potente.
El establishment argelino, muy del gusto del nuestro, por cierto, nace con la independencia cuando el Frente de Nacional de Liberación (apoyado por Castro y demás pandilla) se hace dueño del poder y erige en «repartidor» de la riqueza nacional (el sueño húmedo de nuestra «izquierda») A esta partitocracia (de partido único) se le enfrenta el Frente Islámico de Salvación, otra forma de mesianismo político, la estructural del Islam; lo típico, vamos. Unos «liberan» y otros «salvan» a tiro limpio, con la UE y otras partitocracias apoyando al golpe «liberador» y Marruecos, Arabia Saudita y Libia a los «salvadores»; ganan los primeros usando métodos de lo más expeditivos, resultando muertos entre 100.000 y 250.000 argelinos, según fuentes.
El determinante principal de la salud, vía exportaciones, de su balanza de pagos (línea gris, siguiente gráfica) y cuentas públicas (línea roja) es el precio del gas y del petróleo, gracias a la burbuja de las commodities pasada, la del 2002 a 2008, consiguieron hacer un extraordinario y meritorio saneamiento general; ahora, esas variables van mal incluso von la actual mejoría, que creemos temporal, de precios del gas, tal como vimos en su momento.
Aparte de la enormidad de ambos desequilibrios (-8% y -13% del PIB respectivamente), hay un aspecto importante a considerar y es que sufren una explosión demográfica que les demanda recursos energéticos para el consumo interno, tema de interés para nosotros, pues proveen cerca del 45% de nuestras necesidades, dependencia originada en una estructura energética que viene del reparto que se hizo en su momento, penalizando la energía nuclear, que al parecer no gusta por quien controla dicha producción – cosas de Hispania y su economía de pandillas y pandilleros; recuerden Endesa, etc. -, reparto que exigió la construcción de una enorme infraestructura interna y externa en tiempo record. Luego vino «lo verde para ponerse morado» – aumentándose la dependencia del gas – y produciéndose el encarecimiento criminal que padecemos, uno con el que le brillaban los ojos codiciosos a la ministra mata pobres cada vez que nos daba una vuelta de tuerca energética.
Pero volvamos a Argelia, que tiene un territorio inmenso) dejado por Francia (casi 4,5 veces España, relativamente abundante en recursos naturales (no solo energéticos), cuyos lindes causaron una guerra con Marruecos (que se independizó antes) por una zona rica en materias primas industriales (no como España que es pobrísima), y que se dirige inexorablemente a una crisis de financiación a la que se sumará un desempleo creciente (línea ocre, primera gráfica), disparando aún más su emigración.
¿Y qué margen de maniobra tiene este país donde Eta recibió entrenamiento para matar españoles? Pues este extraño aliado, con un presupuesto de «defensa» similar al nuestro, que también ha apoyado al independentismo canario (y al saharaui), no tiene mucho margen de maniobra, ya que su deuda pública está cerca del 70% del PIB (línea verde siguiente gráfica), una marca parecida a la que teníamos nosotros cuando nos rescató la UE; tiene a su favor que en el pasado consiguieron resolver muy bien situaciones peores como la que les viene.
Por supuesto que los inversores locales e internacionales conocen, más o menos, todos estos problemas y quiénes son sus causantes, de modo que el dinar argelino ha entrado de nuevo en una senda devaluatoria exponencial que terminará afectando a su sistema bancario por la salida de capitales. A esto habrá que sumar el problema social por el empobrecimiento debido al bajo crecimiento económico y la explosión demográfica, con una renta per cápita menguante aproximándose a la de Marruecos. Como contraste, destaca la prolongada estabilidad del dírham marroquí desde 1985, tras una enorme devaluación, algo que «nuestro» incompetente Establishment y partitocracia no habrían logrado con la peseta ni en sueños.
Como con el «gas y petróleo», suele fantasearse, normalmente de forma interesada, con las remesas grises (no contabilizadas en la Balanza de Pagos) de los expatriados que para Argelia se estiman en unos 7.000 millones de dólares año, pero es que tienen un déficit comercial de unos 11.500 millones; aparte que, en este tipo de crisis cambiarias, la estructura que permite esos flujos también funciona en sentido contrario, que no son tontos, aunque sus predicadores y políticos lo crean. No extraña pues la fuerte caída en sus reservas internacionales.
No como hasta ahora que se intenta un amancebamiento idiota con Argelia y Marruecos, recomendación que también es válida para toda la civilización Islámica que entra en un período islamista, como hemos visto en distintas ocasiones, algo que, con la Nueva Pax Americana, nos afectará de forma creciente; de modo que cualquier seguidismo, copia, analogía, emulación, etc. de la estrategia francesa actual, que es la que nos imponen sus chicos aquí, es un error garrafal. Urge pues reducir la dependencia del suministro del gas argelino – una lástima, dada su ventaja logística -, aprovechando, por ejemplo, que fuimos punteros en construcción y mantenimiento de gaseros y que hay capacidad de regasificación; tema muy difícil, pues hay contratos de largo plazo, pero que será ineludible.
Más allá de que, por nuestro descontrol marítimo, naves nodriza perfectamente detectables transporten pateras que llegan a desembarcar hasta en las islas baleares ante la perplejidad de los turistas, invasores que muy bien podrían hacerlo con drogas, armas o yihadistas, y dado el comportamiento de mala vecindad de Marruecos y Argelia, entre ellos y, 11M aparte, con nosotros, con su intervencionismo, las pretensiones de Argelia sobre nuestro mar territorial en Baleares o las del Gran Marruecos, urge aumentar nuestra capacidad de disuasión y reducir nuestra dependencia económica de ambos porque, si se hacen las cosas bien – imposible con «nuestra» partitocracia -, quienes en realidad nos necesitan son ellos, de ahí que Argelia sea un «extraño aliado», pues vivimos una letal y creciente anomalía estratégica que ahora se refuerza con este gobierno delirante que padecemos.
FUENTE: https://www.vozpopuli.com/opinion/gas-argelino-gobierno-delirante.html
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