CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Hace unas semanas he releído el libro de Marvin Harris que lleva por título «Vacas, cerdos, guerras y brujas… y otros enigmas de la cultura», escrito hace ya medio siglo pero, de absoluta actualidad. Hablo de un texto que debería ser de lectura obligatoria en todos los centros de enseñanza de bachillerato y en las universidades y que, por descontado cualquier persona decente que tuviera intenciones de ocupar puestos de responsabilidad, tanto en la empresa privada como en la gestión de lo público, debería conocer.
En su libro, Marvin Harris intenta dar respuesta a preguntas muy importantes:
¿Qué mueve a los seres humanos a actuar, o a no actuar?
¿Los humanos se mueven por interés personal o por el interés del grupo al que pertenecen?
¿Los humanos actúan buscando el mínimo esfuerzo para conseguir bienes y servicios, alimentos, vestido, una vivienda confortable, ocio… o por el contrario, dan prioridad a actuar por cuestiones espirituales u otras no materiales?
¿Las personas actúan movidas por el qué dirán, buscando prestigio social, pretendiendo no ser menos que los vecinos, o por el contrario, buscan lo mejor para sí mismas y sus familiares y quienes para ellas son importantes?
¿Por qué hay humanos que emprenden guerras contra sus vecinos e intentan arrebatarles su territorio, sus propiedades, matarlos, secuestrar a sus mujeres e hijos, etc. Cuáles son los motivos?
¿Por qué hay personas que actúan de forma violenta y otras no?
¿Por qué hay hombres que respetan a sus mujeres y otros no? ¿Por qué hay mujeres que educan a sus hijos e hijas en la idea de que hay que aceptar que los hombres maltraten a las mujeres y a sus hijos e hijas?
¿Por qué existen creencias disparatadas, tabúes, prohibiciones religiosas; por qué en unos lugares del mundo determinados animales son considerados mascotas, animales de compañía, e incluso “animales sagrados” y en otros la gente se los come, o aunque no sean mascotas también está prohibido comer su carne?
¿Por qué, cuando los humanos tienen la idea -ya sea verdad o no- de vivir en momentos complicados, o que se acerca el fin de una determinada forma de vida, o una determinada era, o que suceden determinadas desgracias: epidemias, guerras, hambruna, destrucción, etc. la gente le echa la culpa de todo ello a otras personas, o razas, o pueblos a los que consideran que realizan alguna forma de brujería, que son capaces de realizar algún hechizo para perjudicar a otros, que tienen pactos con el diablo, o que pretenden perjudicar a la comunidad, etcétera?
¿Por qué, cuando todo ello sucede surgen mesías, personas salvadoras que anuncian que estamos llegando al final de los tiempos y que afirman que ellos serán quienes acaben con la injusticia, con el hambre, con las enfermedades, con las guerras, y que cuando ellos alcancen el poder habrá una sociedad más igualitaria, sin ricos y pobres, en la que todos viviremos felices, sin nada de qué preocuparse?
Según el materialismo cultural (tendencia de la cual Marvin Harris es uno de los principales representantes), los seres humanos generalmente actúan buscando conseguir alimento, vestido, dónde vivir, etc. con el mínimo esfuerzo y procuran tener el máximo tiempo de ocio. Así era cuando los humanos eran cazadores y recolectores.
Luego, cuando se hacen sedentarios, crean aldeas, pueblos, ciudades -se «civilizan»- empiezan a adquirir determinadas costumbres, empiezan a crearse prohibiciones para hacer la vida -supuestamente- más agradable y evitar problemas; tanto en cuestiones de alimentación, como de higiene, o normas sociales que tienen como objetivo que la gente se respete y no se molesten los unos a los otros. Así surgen los “tabúes”, lo prohibido que, generalmente acaba sacralizándose, formando parte de la religión. Por ejemplo, se prohíben el incesto, el infanticidio, el canibalismo, el adulterio,… Los “diez mandamientos” del cristianismo y del judaísmo van por ese camino. Generalmente muchas prohibiciones o recomendaciones, vistas con los ojos de una persona del siglo XXI y perteneciente a la civilización occidental (u otras civilizaciones) son absurdas, estúpidas, irracionales.
Pero, todo tiene un por qué, nada es casual. La mayoría de creencias tienen un origen práctico, están relacionadas con la economía, con las posibilidades que ofrece el entorno en el que viven las personas. Los humanos siempre han buscado la mejor forma de adaptarse al entorno en el que viven, a las circunstancias materiales, al clima del lugar, a la “geografía”, a si el lugar es boscoso, o desértico, o casi desértico, si tiene ríos o no, está cercano al mar o lejos de la costa, si posee recursos naturales, o no, etc. Los humanos han domesticado a determinados animales, y se dedican a criar a determinados animales, y los utilizan como herramientas de trabajo, animales de tiro, para arar, se alimentan de ellos, de su leche, usan sus pieles, dependiendo de cada lugar. Es por ello que en determinados lugares no resulta rentable criar cerdos (y acabó siendo “tabú” comer su carne como ocurre con los judíos y los musulmanes), y en otros es más rentable usar las vacas para tirar de carros o arar, y han acabado convirtiéndose en animales sagrados…
Luego, evidentemente, otras cuestiones están basadas en el miedo, en la ignorancia que los gobernantes utilizan para inculcar odio en los ciudadanos e incluso fomentar y justificar la violencia, o la limitación de libertades y derechos.
Como pueden suponer, Marvin Harris habla de que no existe ninguna nación con estado, con un territorio definido, con fronteras (más o menos estables) que no haya sido resultado de la guerra, tanto las actualmente existentes como las que hubo en el pasado y desaparecieron. Y viene a cuento mencionar esto porque al parecer, quienes se sorprenden de que haya aún guerras en el mundo ignoran que en el mundo hay alrededor de ochenta, de forma permanente, de baja, media y alta intensidad que «fluctúan» bajando o subiendo su crueldad, su grado de violencia, de destrucción, etc. Y, esas guerras periódicamente son noticia o dejan de serlo, dependiendo de que quienes dirigen los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas deciden si son o no «noticiables». Evidentemente, en todos los conflicto bélicos subyacen disputas, contenciosos inconclusos, cerrados en falso, mediante «altos elfuego» que no han satisfecho a ninguno de los implicados… obviamente, cuando sigue habiendo cuentas pendientes, al entender de alguno de los rivales, siempre se encontrará un motivo para reavivar el fuego, y más cuando se educa a la gente, generación tras generación en la ignorancia, el miedo, el odio… y se la empuja a la violencia. Cuando las fronteras de algún país son inestables es porque alguno de los países vecinos no considera legítima la existencia de ese estado y pretende destruirlo.
¿Y qué cabe ante ese círculo vicioso, perverso, del que hablo?
Pues, para empezar ser realistas, porque, lo que sí está claro, es que incluso cuando uno de los contendientes derrota absolutamente al otro, de manera humillante, e incluso lo extermina, o casi… Es muy posible que alguien vuelva a remover los rescoldos y reavivar la hoguera…
La «lógica perversa de la guerra» es tal cual es. Las guerras no son «justas», son crueles, mortíferas, y un largo etcétera.Y, no olvidemos que quiénes participan en ellas también participan en otra paralela: «la guerra de la propaganda», tan o más importante que la guerra propiamente dicha. Así ha sido desde que existe la humanidad y posiblemente siga siéndolo en el futuro, por mucho que nos entristezca pues, como repetía el personaje de la serie House en un capítulo tras otro: «toda la gente miente y nadie está dispuesto a cambiar».
A lo que hay que añadir lo que decía un tal Marco Aurelio, emperador romano de origen hispano, filósofo estoico: Aquellas cuestiones que no podemos cambiar no deben hacernos perder el tiempo, preocupate por lo que sí puedas cambiar…
Marvin Harris también nos habla de «la locura de las brujas, y los brujos», asunto que aunque haya pasado mucho tiempo, aunque nos pueda parecer anacrónico, aún sigue siendo algo presente entre nosotros.
El sistema de caza de brujas estaba demasiado bien diseñado como para tener el único objetivo de cazar el mayor número de brujas y de paso confiscar las propiedades privadas de las brujas, evidentemente tenía otro objetivo de mucha mayor importancia: hacer creer a las clases más pobres que eran víctimas de brujas y diablos y no de malas administraciones de los gobernantes, de los reyes y de los papas. Mediante ese procedimiento, los gobernantes y el clero traladaban la responsabilidad de las diversas crisis de la sociedad desde las diversas Iglesias y el Estado hacia demonios imaginarios de forma humana. Así se lograba que la nobleza y el clero se convirtieran en los grandes protectores de la sociedad y no en los grandes culpables.
¿Por qué, cuando más avances ha conseguido la humanidad, más ha avanzado la ciencia, cada vez hay más gente supersticiosa, más gente que cree en los horóscopos o cosas parecidas y rechaza el conocimiento científico? ¿Tal vez porque están “regresando las brujas” (y brujos)?
Marvin Harris, al final del libro, a manera de conclusión resalta la paradoja de que, a pesar de lo que ha avanzado la ciencia -también las diversas tecnologías- en los últimos siglos (no se olvide que el libro fue publicado hace ya cincuenta años) cada vez existe más superstición, más irracionalidad, etc. a todo ello habría que añadir que vivimos en “la era de la información” y sin embargo cada día la gente es más ignorante.
Marvin Harris plantea que la única manera de recuperar la racionalidad y vencer a la ignorancia y a la superstición (con todo lo que ello conlleva de miedo, odio e incluso violencia) es recurriendo a los valores de la ilustración, empezando por aquello de “atrévete a pensar”, ten la osadía de pensar por ti mismo, tener opinión propia, déjate llevar por la racionalidad, la lógica… parece que Marvin Harris nos estaba avisando hace cincuenta años del peligro de poner el acento solamente en aquello que ahora se llama “inteligencia emocional”, dejarse llevar casi exclusivamente por los sentimientos, por la afectividad, por el capricho, por el deseo…
De alguna manera, al final de su libro Marvin Harris lanza un mensaje de esperanza en el sentido de que la racionalidad acabará venciendo a los nuevos brujos y el mesianismo, más tarde o más temprano.
Y, permítanme unas últimas reflexiones:
¿Cabe la posibilidad de no dejarse arrastrar por la constante invitación al consumo, a adquirir más y más objetos, a ser -mejor dicho aparentar- más que el vecino, en lugar de tratar de ser felices llevando una vida, si no austera, sencilla, sin tanta dependencia de bienes materiales, una vida de más ocio, trabajar para vivir, en lugar de «vivir para trabajar»?
¿Cabe la posibilidad, como hacían los humanos más primitivos, de trabajar lo necesario para satisfacer las necesisades más imprescindibles: conseguir alimento, vestirnos, tener una vivienda decente, etc. y buscar la manera de estar lo más ociosos posible?
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